Eve Marder es catedrática de Neurociencia en la Universidad Brandeis. Nació en Manhattan y se crio en la Costa Este. Cuenta así un detalle de su primera infancia:
Sus padres promovieron la base de toda la ciencia, el placer de aprender.
Cualquier aspiración científica que tuviera antes de ir a la universidad se apagó con el fragor político de la época. Las manifestaciones por la igualdad racial y las campañas de registro de votantes la llevaron a soñar con ser abogada de derechos civiles, así que su opción en la universidad fue una mezcla de derecho y ciencia política. Pero en su tercer año, Marder acompañó a una compañera de cuarto a un curso de Abnormal Psychology que cambió todo para ella. Eran los días en que culpaban a los padres del paciente de ser los causantes de la esquizofrenia y de muchos otros males psicológicos. A Eve Marder le intrigó la idea, entonces una herejía, de que la esquizofrenia tuviera una causa bioquímica y que la desregulación de los neurotransmisores, las sustancias químicas que llevan señales de una neurona a otra, pudiera influir notablemente en el control de la realidad de una persona. Así que se metió en la biblioteca y leyó todos los libros que pudo encontrar sobre cómo el cerebro parecía utilizar el ácido gamma-aminobutírico (GABA), el neurotransmisor inhibidor, para mantenerse bajo control. Esta incursión inicial en el mundo de los neurotransmisores despertó una curiosidad de por vida sobre la comunicación entre células nerviosas. Cambió su especialidad a la biología y nunca miró atrás.
En 1969, Marder comenzó el doctorado en la Universidad de California, San Diego. Fue allí donde su camino se cruzó por primera vez con el sistema estomatogástrico y ganglionar de la langosta. Esta red neuronal comprende sólo 30 neuronas que controlan los músculos del intestino de las langostas y otros crustáceos, permitiéndoles moler la comida con los «dientes» gástricos antes de pasarla por su tracto digestivo. Gracias a Marder, el sistema estomatogástrico es el ejemplo mejor estudiado de un generador de patrón central, el mismo tipo de circuito neuronal rítmico que controla la respiración y la masticación en los humanos.
La ventaja del sistema estomatogástrico (STG) es que una vez extraído del animal y en una placa de Petri, esta red de treinta neuronas dispara rítmicamente al ritmo de su propio marcapasos durante horas, sin ninguna entrada exterior. Las grandes neuronas del STG, fáciles de identificar y registrar, proporcionan un circuito pequeño y simple, pero poderoso. Con este sistema, conseguido a partir de las langostas y cangrejos que compraba en las pescaderías locales, pudo demostrar que incluso una red neuronal simple puede generar respuestas funcionales diversas.
Durante los siguientes años, mientras completaba su doctorado en la UCSD y sus estudios postdoctorales en la Universidad de Oregón en Eugene y la École Normale Supérieure en París, Francia, Marder comenzó a hacer algunos descubrimientos notables e innovadores. En ese momento, los científicos creían que las conexiones en los circuitos neuronales estaban organizadas para producir un patrón de salida y ese patrón era el sustrato del comportamiento. En otras palabras, había unas entradas, un procesado por el circuito neuronal y una salida fija, única y predecible. Marder descubrió, sin embargo, que lejos de ser fijo, el STG era notablemente plástico. Podía alterar tanto sus parámetros como su función en respuesta directa a varios neurotransmisores, y lo hacía manteniendo su integridad básica. Sus descubrimientos de estos «neuromoduladores» marcaron un cambio de paradigma en la forma en que los científicos veían la arquitectura y la función de todos los circuitos neuronales, incluidos los de los seres humanos. En otras palabras, los distintos neuromoduladores ajustaban el circuito y conseguían un repertorio mayor de respuestas. También aclaró una duda que tuvimos durante décadas: ¿por qué hay tanta variedad de neurotransmisores y no basta con uno excitador y otro inhibidor? Marder dijo:
Ha sido pionera en la expansión de la neurociencia teórica, que utiliza herramientas informáticas y matemáticas para modelar lo que hacen los sistemas nerviosos y cómo funcionan. Como parte de este esfuerzo, desarrolló, junto con el doctor Larry Abbott de la Universidad de Columbia, una importante herramienta experimental conocida como la pinza dinámica («dynamic clamp»), que permite a los científicos introducir en las neuronas biológicas parámetros sinápticos u otras conductas modeladas matemáticamente o puestas a punto en redes neuronales artificiales. El dispositivo se utiliza ahora en todo el mundo para el estudio de los sistemas neuronales a nivel celular y de circuitos.
Más recientemente, Marder ha estado investigando cómo los circuitos neuronales mantienen la estabilidad, u homeostasis, durante largos períodos de tiempo a pesar del constante reemplazo de las proteínas de los canales iónicos que dan a las neuronas sus características propiedades de excitabilidad. En sus palabras:
En la autobiografía que escribió con motivo del premio Kavli, Marder se despedía:
Para leer más
- Ganguli I (2007) Neuroscience: A gut feeling. Nature 450 (7166): 21-23
- Marder E Autobiography
- Marder E, Calabrese RL (1996) Principles of rhythmic motor pattern generation. Physiol Rev 76 (3): 687–717.
- Eve Marder. The Gruber Foundation. Universidad de Yale
Sobre el autor
José Ramón Alonso es catedrático de biología celular y director del Laboratorio de plasticidad neuronal y neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León, además de prolífico autor de textos de divulgación científica.