Elizabeth Fulhame: Un ‘espectro’ que marcó un hito en la química moderna

Vidas científicas

Imegen: Wikimedia Commons.

Solo se conoce su nombre y un libro que publicó en 1794: An Essay On Combustion with a View to a New Art of Dying and Painting. No existe ninguna imagen de Elizabeth Fulhame –apellido de su marido–, ni fecha de nacimiento ni de su muerte. ¿Dónde se crio? ¿Cómo era su familia? ¿Qué le fascinó de la ciencia? ¿Pudo estudiar? En lo desconocido está lo atractivo, y la posibilidad de inventar, de fantasear con esa vida nos embriaga.

Sin embargo, en ese esfuerzo de traerla a la luz para que deje ser un «espectro» –como lo fueron muchas mujeres en la historia de la ciencia–, nos hemos olvidado de lo que hizo. Con tan solo una publicación llegó a marcar un hito en la química: inventó el concepto de catálisis (lo hizo 40 años antes que Jöns Jacob Berzelius), descubrió los mecanismos de la fotorreducción y allanó el camino hacia el conocimiento de la fotografía con sus observaciones sobre imágenes producidas por la acción de la luz.

Gracias a An Essay On Combustion (1794) se conocen algunas de las pruebas que realizó Elizabeth –desarrolló en diez capítulos casi 150 experimentos– y sobre la época en la que le tocó vivir; la dificultad de hacerse un hueco en un ámbito que pertenecía a los hombres. En este tratado, por ejemplo, describe la catálisis. Tras muchos ensayos, creyó que la mayoría de las reacciones de oxidación ocurren solo en presencia de agua, y que esta participa directamente en ellas y se regenera al final de la reacción. Ella demostró esta teoría describiendo detalladamente cómo se necesita el agua y cómo participa directamente en ciertas oxidaciones y cómo se regenera cuando se completa la reacción. De esta manera, criticó la teoría del flogisto y mostró su desacuerdo con las ideas expuestas por Antoine-Laurent Lavoisier.

Elizabeth marcó un nuevo camino sin miedo a la reacción de sus coetáneos. Este trabajo fue un paso muy importante para la química, en el cual elaboró su propia teoría sobre la combustión, muy anterior a las desarrolladas por Berzelius y Eduard Buchner.

Una mujer decidida a dar su opinión

El descubrimiento de la catálisis fue gracias al deseo que tenía Elizabeth de fabricar telas de oro, plata y otros metales mediante procesos químicos. Ella misma describe en el libro que la idea se le ocurrió en 1780. Su marido y alguno de sus compañeros intentaron disuadirla porque consideraban que lo que había previsto Elizabeth era improbable. Sin embargo, ella hizo caso omiso al escepticismo que imperaba a su alrededor. En referencia a esa idea, en el prefacio de su libro, escribe:

El descubrir que los experimentos no podían explicarse en base a ninguna teoría avanzada hasta la fecha me llevó a formarme una opinión diferente de la de M. Lavoisier y otros grandes nombres. Convencida de que ninguna autoridad debe disuadirnos de la investigación de la verdad, por grandiosa que sea, y de que cada opinión debe defenderse o caer por sus propios méritos, me aventuro a ofrecer con timidez la mía al mundo, dispuesta a renunciar a ella en cuanto aparezca una más racional.

Tras la publicación del libro, Elizabeth fue alabada y criticada a partes iguales. Pero no puede decirse que no fuera un logro ya que en 1798 fue traducido al alemán por Augustin Gottfried Ludwig Lentin. Más tarde, en 1810, se publicó en Estados Unidos; también fue un gran éxito. De hecho, ese mismo año, Elizabeth fue nombrada miembro honorario de la Sociedad Química de Filadelfia.

Montaje con algunas páginas de «An Essay On Combustion» de fondo.

No tuvo que ser fácil hacer públicas sus ideas. Había entrado por una puerta que denegaba directamente el acceso a las mujeres. Querer dedicarse a la ciencia conllevaba un riesgo, pero estaba decidida a tomarlo, aunque siempre se encontrara con la hostilidad de sus compañeros. “La censura es quizás inevitable”, escribió en su libro, “porque algunos son tan ignorantes, que se vuelven hoscos y silenciosos, y se horrorizan al ver cualquier cosa que parezca aprendizaje, en cualquiera de las formas que aparezca; y si el ‘espectro’ aparece en forma de una ‘mujer’, los dolores que sufren son realmente funestos”.

Elizabeth se interesó por la química porque como expresó en su momento, su mente le llevó a “este modo de diversión que encontré entretenido”. Todo lo que se sabe de ella está en su ensayo, uno de los más importantes de la historia de la ciencia. En ese libro no hay ninguna imagen suya, ni datos biográficos. Y sin embargo, está todo ahí, todo lo que fue Elizabeth Fulhame. Siempre hay algo oculto de nosotros mismos en lo que escribimos. Ella supo guarecerse allí para quien la quisiera encontrar.

Referencias

Sobre la autora

Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.

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