La industria de las flores no es tan respetuosa con el planeta como podríamos imaginar. Desde que se prepara el sustrato para que crezcan hasta el momento en que se coloca un ramo en el jarrón más vistoso del aparador, las flores recorren un largo camino. Este camino puede dejar una huella ambiental significativa.

La floristería sostenible
Hay un movimiento que tiene como objetivo mostrar lo maravillosa que es la naturaleza y además, protegerla. Es el SFN, Sustainable Floristry Network; se fundó como consecuencia de la tendencia #nofloralfoam (#sinespumafloral) promovida por Rita Feldmann. Quiere abordar el cambio climático, la contaminación y la desigualdad social a través de la educación, la toma de decisiones con sentido crítico y la información científica que se le da a sus clientes.
Las flores son productos delicados y perecederos; por esto, los floricultores y floristas utilizan diferentes materiales y métodos para conservar las flores frescas durante más tiempo. Uno de los materiales más utilizados es la espuma floral, o esponja verde que, desde su fabricación hasta su eliminación, representa un problema serio para el medio ambiente. A esto se suman un sinfín de adornos y decoraciones de plástico de un solo uso: envoltorios, cintas, recipientes, bolsas, globos y peluches. A veces, el volumen del embalaje que rodea las flores supera con creces el de las propias flores.
Antes de llegar a este punto, podemos repasar la historia de la floricultura; desde hace unas décadas, la industria florícola mundial ha experimentado una enorme expansión. Se invirtió mucho en establecer centros de cultivo en países con climas favorables, como Colombia, Ecuador, Kenia y Etiopía. Sin embargo, para llegar a los clientes de Europa y Norteamérica, las flores tenían que recorrer miles de kilómetros. Como son muy frágiles fue necesario transportarlas rápidamente mediante sistemas refrigerados de cadena de frío, lo que aumentó de forma drástica su huella de carbono. Los métodos agrícolas insostenibles, como los monocultivos que agotan el suelo y el uso excesivo de fertilizantes, también influyeron.

Y así hasta nuestros días; en este sentido, sabemos que las flores están expuestas a sustancias químicas en muchas etapas de su ciclo de vida. Los más problemáticos son los pesticidas, que se utilizan para proteger los cultivos de las plagas. Su composición química varía, y algunos son más tóxicos que otros para los animales y las personas. Las flores también pueden estar expuestas a sustancias químicas después de la cosecha e incluso algunos países exigen la fumigación de las flores importadas para que no lleven plagas ni enfermedades. Para rizar el rizo, hay procedimientos de «desvitalización», tratamientos químicos que destruyen el tejido vegetal para que no pueda cultivarse en otro país.
La esponja verde, un plástico preocupante
Hay un material muy curioso que da un poco de grima cuando se toca o cuando se corta con un cuchillo. Es la esponja o espuma floral, unos bloques verdes que sirven de base o soporte en los centros de mesa, en los arreglos florales, en los ramos perfectos. Este aglomerado tan compacto y poroso, tan verde, que sujeta y empapa los tallos, que permite colocar las flores en diseños llamativos, representa un problema grave para el medio ambiente. Durante los últimos 50 años, ha sido la base más popular de los diseños florales, pese a no ser sostenible ya que es un plástico de un solo uso.
La espuma floral se fabricó por primera vez en Estados Unidos en la década de 1950. En principio, la empresa Smithers-Oasis la ideó para otros usos, pero se consolidó para los diseños de flores por su utilidad. Es un producto excepcional y muy práctico. Retiene hasta 50 veces su peso en agua y puede sostener el tallo de una flor en la posición que queramos y, además, llevar el agua hacia él. Se puede cortar con facilidad para encajarlo en el recipiente adecuado y es económico si lo comparamos con el precio de las flores frescas. Como opción de embalaje, facilita el transporte de arreglos florales ya que mantiene los tallos en su lugar y evita que el agua se derrame. Estas características de la esponja verde hicieron que se disparara la creatividad en los arreglos florales que se volvieron más complejos; antes de la invención de la espuma floral, los floristas hacían sus arreglos directamente en jarrones o macetas con agua, utilizaban malla de alambre o alfileres metálicos para fijar los tallos en su lugar.
La esponja floral es un plástico; el más parecido es un tipo de espuma aislante para viviendas, pero otros plásticos de esta familia incluyen la baquelita y la durísima resina de las bolas de billar. Todos ellos pertenecen al grupo conocido como resinas fenólicas o fenol formaldehídos. Fueron los primeros desarrollados a principios del siglo XX.

Si la vemos al microscopio, la estructura de la espuma floral es muy similar a la de un panal, con espacios entre las cámaras de conexión que permiten que el agua se mueva a través del material. La esponja floral también es muy similar a la estructura celular del tallo de una planta. Se parece mucho al tallo de la flor.
Un material no biodegradable
La biodegradabilidad es la capacidad de un producto para descomponerse por la acción de hongos y bacterias. Estos organismos utilizan el material como fuente de energía y lo descomponen en compuestos simples. El término «biodegradable» suele asociarse con una sustancia respetuosa con el medio ambiente. Este proceso implica primero la fragmentación del material en trocitos cada vez más pequeños.
Por otro lado, la esponja verde no se disuelve en agua, simplemente se fragmenta en trozos cada vez más pequeños, microplásticos. Esto de soltarse trocitos ocurre en la superficie pero incluso sin desmenuzarse, como bloque, la superficie expuesta es mucha debido a la estructura de este material. No hace falta partirlo en trozos pequeños.
La toxicidad de la espuma floral
Esta esponja compacta se fabrica a partir de dos sustancias químicas consideradas peligrosas para los humanos: fenol y formaldehído. Pero se mezclan con otras no peligrosas para producir el producto final. Éste no se considera particularmente tóxico para los humanos en condiciones normales de uso, porque la composición química cambia durante la fabricación y los componentes tóxicos están en concentraciones muy bajas. Sin embargo, un estudio actual del Royal Melbourne Institute of Technology (RMIT), una universidad australiana, se ha publicado en Science of the Total Environment. Ha sido el primero en analizar los efectos ambientales de la espuma floral y ha mostrado que muchos animales se envenenan cuando la ingieren. Charlene Trestrail, del grupo de Investigación en Ecotoxicología del RMIT, se centró en el impacto de este material en los invertebrados acuáticos. «Probamos en una variedad de invertebrados con diferentes modos de alimentación y todos ingirieron la espuma, y algunas especies mostraron respuestas de estrés como resultado del consumo de la esponja», dijo Trestrail. Se demostró que tanto el consumo de espuma como la exposición al agua que rodea las partículas de esta esponja verde causaron daños a los animales acuáticos estudiados.

Es importante no tirar el agua con trocitos de esponja por el desagüe, no verter esa agua en un jardín, no mezclarlo con desechos verdes o enterrarlo tristemente encima de un ataúd.
Para seguir pensando
Consumimos cada vez más flores, pero los residuos que se generan perjudican al planeta. Los océanos están llenos de microplásticos y a estos van también los desechos de las flores. Según una encuesta reciente de SFN, dos tercios de los floristas utilizan espuma, y de ellos, el 72 % tiran el agua con trozos de esponja verde por el desagüe, mientras que el 15 % lo hace en la tierra del jardín. En las redes sociales se fomenta triturar la espuma, pero de esa manera se contribuye al problema de contaminación por microplásticos.
Rita Feldmann, fundadora de SFN, afirma que la ciencia confirma las sospechas de los floristas preocupados por lo que contamina la esponja verde. Están recurriendo a métodos de diseño floral más sostenibles y tradicionales, sin el uso de la espuma. No es coherente contaminar tanto para una industria que admira la naturaleza y quiere protegerla.
Rita dice:
Durante los últimos 60 años, los floristas de todo el mundo han estado vertiendo la esponja verde por el fregadero o colocándolo en la tierra. Eso no es bueno. Y hay que añadir que no tenemos ni idea de qué hacen los clientes con ella.
Naturaleza lenta
Colocar flores frescas en casa puede ser a la vez bonito y respetuoso con el planeta. Las flores están preciosas en un jarrón con agua. La gran mayoría se venden en ramos, se llevan a casa y se colocan en un recipiente; y están muy bien así aunque el arreglo no sea muy sofisticado.
Al final de su vida útil, las flores cortadas que no se han conservado químicamente pueden emplearse para hacer compost. Cuanto más material orgánico desviemos a los sistemas de compostaje, menos emisiones de gases de efecto invernadero generaremos.
Si pedimos envoltorios de papeles sencillos, recipientes reutilizables y nos negamos a comprar embalajes complejos, los consumidores de flores podemos reducir la huella de residuos de las compras. La #zerowastefloristry (#floristeríasinresiduos) es posible si apoyamos los objetivos de la economía circular y consideramos todo el ciclo de vida de los materiales que se utilizan, desde la fabricación hasta la eliminación.
La ciencia nos dice que comprar flores cultivadas localmente y de temporada produce la mínima huella ambiental. De hecho, se ha demostrado que la huella de carbono de un ramo mixto de flores cultivadas localmente en el Reino Unido es diez veces menor que la de un ramo de tamaño similar elaborado con variedades importadas fuera de estación. La ciencia detrás de esto es simple: cultivar productos de estación significa que se necesitan menos energía y recursos (calefacción, refrigeración) para conseguir un fruto o una flor. Comprar localmente significa que se reduce la energía requerida para el transporte. Estas ideas son la base del Movimiento Slow Flowers de Estados Unidos. Son buenas ideas para vivir con flores en casa de vez en cuando: flores lentas, puestas en agua, que se disfrutan en un ramo sencillo y que se marchitan. Son flores.
Referencias
- SFN (2022). Floral foam – the facts
- SFN (2022). Resources
- SFN (2022). The issues
- Trestrail, Charlene Milanga Walpitagama, Claire Hedges, Adam Truskewycz, Ana Miranda, Donald Wlodkowic, Jeff Shimeta y Dayanthi Nugegoda (2020). Foaming at the mouth: Ingestion of floral foam microplastics by aquatic animals. Science of The Total Environment 705 135826. DOI: 10.1016/j.scitotenv.2019.135826
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.