El nombre de Ruth Ann Sanger (1918-2001) está ligado a la exploración de los grupos sanguíneos humanos y su herencia genética. En una época muy anterior al auge de las técnicas moleculares, esta científica australiana empleó métodos manuales, sencillos pero muy analíticos, para descifrar la compleja genética que existe detrás de los antígenos sanguíneos. Su trabajo sentó las bases para muchos de los avances en inmunohematología del siglo XX.

Ruth Ann Sanger nació el 6 de junio de 1918 en Southport, Australia, en el seno de una familia con raíces británicas y australianas. Creció en un ambiente ligado a la educación y la disciplina –su padre ejercía como director de escuela– en el que destacaban las vacaciones de verano que la familia disfrutaba en la costa australiana. Fue allí donde comenzó a germinar su interés por la ciencia, en cierta manera influenciada por las amistades de sus hermanos mayores. Dado que a su hermana no le había resultado fácil la carrera de Humanidades, Ruth se decantó por las ciencias al matricularse en la Universidad de Sídney, donde se especializó en fisiología y zoología.
Primeros pasos en la investigación
Su carrera científica comenzó casi por casualidad, al aceptar un puesto temporal en el laboratorio de hematología –rama de la ciencia que estudia la sangre– del Hospital Infantil de Camperdown. Pronto descubrió que aquel entorno le resultaba muy estimulante. De allí pasó al Servicio de Transfusiones de Sangre de la Cruz Roja de Nueva Gales del Sur en 1940, donde trabajó en el secado de plasma –la fracción líquida y acelular de la sangre–, un tema crucial durante la Segunda Guerra Mundial. Así llegó al complejo mundo de los grupos sanguíneos, un campo que capturó su interés y pronto se convertiría en el motor de su carrera científica.
Viaje a Inglaterra y el inicio de una carrera internacional
En 1946, Ruth vendió su único bien personal –el piano familiar– para viajar a Inglaterra en uno de los primeros barcos que transportaban pasajeros tras la guerra. Lo hizo con la intención de comenzar a trabajar en el Instituto Lister de Medicina Preventiva bajo la dirección del médico y genetista Robert Russell Race –quien sería su marido a partir de 1956–.
La llegada de la científica coincidió con la creación de la Unidad de Investigación sobre Grupos Sanguíneos del Consejo de Investigación Médica (MRC, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo era profundizar en el estudio de la herencia de los grupos sanguíneos. Estos grupos son formas de clasificar la sangre según ciertas moléculas –llamadas antígenos– presentes en la superficie de los glóbulos rojos y también según los anticuerpos presentes en el plasma.
El trabajo que encomendaron a Sanger se recogió en una tesis doctoral que defendió en la Universidad de Londres en 1949, titulada “La multiplicidad de los sistemas de grupos sanguíneos”, en la que exploró a fondo los siete sistemas de grupos sanguíneos identificados hasta el momento –ABO, MN, P, Rh, Lutheran, Kell y Lewis–; en la actualidad se conocen cuarenta sistemas más.
Herramientas sencillas para grandes descubrimientos
Una de las primeras contribuciones notables de Sanger pertenece a esa etapa: la identificación de un nuevo antígeno –llamado S– en el sistema MN, algo que consiguió gracias a un método novedoso que pronto se convertiría en característico de sus investigaciones: el uso de herramientas matemáticas simples aplicadas rigurosamente a datos biológicos.
Una de las técnicas biológicas que empleaba Sanger era algo tan básico como la aglutinación de la sangre. Esto consiste en observar cómo los glóbulos rojos se pegan y forman grumos cuando se les añaden anticuerpos específicos –como si estos fueran pegamento para unir células con características de un grupo sanguíneo determinado–. Al principio, muchos anticuerpos no conseguían que las células se pegaran por sí solas, por lo que Sanger incorporó a su rutina otra técnica recién codescubierta por Race, la prueba de antiglobulina, que emplea un segundo anticuerpo para ayudar al primero a unir las células, consiguiendo hacer visibles reacciones que antes no lo eran.

Cuando encontraban un nuevo anticuerpo o una nueva característica en la sangre, Sanger y su equipo no solo observaban si las células se pegaban o no, sino que también empleaban análisis matemáticos básicos, como las tablas de contingencia de Fisher, para calcular la probabilidad de que esa nueva característica estuviera relacionada con un grupo sanguíneo ya conocido o si, por el contrario, era nueva e independiente.
Combinando técnicas biológicas rutinarias y herramientas matemáticas sencillas para la cuantificar sus datos, Sanger elaboró un método serológico simple pero muy poderoso que le permitió avanzar rápidamente en el estudio de los grupos sanguíneos. De esta manera realizó contribuciones significativas a casi todos los sistemas de grupos sanguíneos conocidos, y su trabajo también sirvió para descubrir y comprender nuevos sistemas. Aunque su método era rudimentario en comparación con las tecnologías moleculares actuales, sus estudios y la gran cantidad de datos que recopiló fueron esenciales para los investigadores que la sucedieron.
Consolidación como experta en genética sanguínea
Tras doctorarse, Sanger regresó brevemente a Australia, pero no tardó en volver al Instituto Lister, donde permaneció hasta el final de su carrera en 1983. Junto a Race, escribió Blood Groups in Man, una obra referencia en el campo cuya primera edición apareció en 1950 y cinco posteriores hasta 1975. El texto no solo era exhaustivo y riguroso, sino también accesible y ameno. A medida que el conocimiento sobre grupos sanguíneos aumentó, también lo hizo el libro, incluyendo nuevos sistemas como el Duffy y el Kidd. En su última edición, la obra incluía ya más de 160 antígenos identificados.
La investigación con familias y poblaciones diversas también fue un pilar fundamental del trabajo de Sanger. Al observar cómo las características de los grupos sanguíneos se transmitían de padres a hijos, la científica pudo entender los patrones de herencia y determinar si un nuevo hallazgo pertenecía a un sistema ya conocido o era parte de uno nuevo.
Una de las contribuciones más importantes de Sanger llegó en 1962, año en que identificó un antígeno de la sangre –el Xga– como carácter dominante ligado al cromosoma X. Este hallazgo fue una novedad absoluta en su tiempo –era la primera vez que se asignaba un marcador sanguíneo a un cromosoma sexual– y abrió nuevas posibilidades en el estudio de enfermedades genéticas ligadas al sexo, como el síndrome de Turner o el de Klinefelter.

Sanger fue reconocida como una de las autoridades mundiales en genética de grupos sanguíneos. Recibió numerosos premios internacionales, la mayoría de ellos compartidos con su marido, entre ellos el Karl Landsteiner Memorial Award (1957), el Premio Internacional Gairdner de Canadá (1972) y el Oliver Memorial Award de la Cruz Roja británica (1973). Fue elegida miembro de la Royal Society en 1972. Se jubiló en 1983 y, aunque siguió interesada en el trabajo en la Unidad de Investigación sobre Grupos Sanguíneos, fue retirándose gradualmente de sus compromisos profesionales, dedicándose a cultivar otros intereses, como la arquitectura y la geología.
Ruth Ann Sanger falleció el 4 de junio de 2001, a falta de dos días para cumplir 83 años. La obra de esta hematóloga y seróloga pionera en la genética de los grupos sanguíneos, basada en métodos manuales y estadísticos, trascendió en el tiempo y anticipó con precisión muchos de los hallazgos que más tarde confirmarían los estudios basados en técnicas moleculares.
Referencias
- Nevin Hughes-Jones and Patricia Tippett, Ruth Ann Sanger, Biogr. Mems Fell. R. Soc. Lond. 49, (2003) 463-473
- The Robert Race and Ruth Sanger papers, The Wellcome Library
- Sanger, Ruth Anne, The Australian Women’s Register
- Ruth Sanger, Wikipedia
Sobre la autora
Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.