María Elena Bottazi, la microbióloga que desarrolla vacunas sin patentes para enfermedades poco estudiadas

Vidas científicas

Hace más de 20 años que investiga y diseña vacunas para enfermedades tropicales desatendidas (ETD), que son poco estudiadas por la investigación científica por contar con bajas tasas de mortalidad. El equipo que codirige en Estados Unidos libera las patentes de las tecnologías que desarrollan para que sean accesibles en países con menos recursos, donde generalmente viven quienes más sufren las consecuencias de este tipo de afecciones. Esta es la historia de María Elena Bottazzi, la microbióloga ítalo-hondureña que ha dedicado su carrera a mejorar la calidad de vida de niños y niñas de lugares humildes.

Maria Elena Bottazzi. LinkedIN.

La científica nació en Génova (Italia) en 1966. A los ocho años se trasladó a Honduras, país de origen de su padre, en donde pasó su infancia y juventud. Luego estudió microbiología y química clínica en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

No quiso dedicarse al análisis de laboratorio de sangre, que es a lo que apuntaba la mayoría de sus colegas. Uno de sus profesores había creado una técnica que servía para detectar casos de epilepsia vinculados a la cisticercosis, una enfermedad causada por parásitos cisticercos. Así fue que descubrió hacia dónde quería orientar su carrera: a estudiar métodos de diagnóstico y desarrollo de medicamentos.

Viajó a Estados Unidos a perfeccionarse. Primero obtuvo un doctorado en Inmunología Molecular y Patología Experimental en la Universidad de Florida, en Gainesville. Más tarde hizo posdoctorados en Biología Celular en la Universidad de Miami y en la Universidad de Pensilvania.

Por qué estudiar enfermedades olvidadas

Ya instalada en Pensilvania, Bottazzi se inscribió en una Maestría en Gerencia, en donde casi todos sus docentes trabajaban para las farmacéuticas más importantes del país. En esos momentos conoció a su socio, Peter Hotez, investigador de la Universidad George Washington y uno de los principales promotores del control de enfermedades tropicales desatendidas (ETD), presentes generalmente en poblaciones de bajos ingresos de África, Asia y América.

Se trata de afecciones comunes, para nada raras, pero que sufren millones de personas en todo el mundo. No presentan una tasa alta de mortalidad, por lo cual no atraen la atención de la investigación científica, que se concentra más en estudiar aquellas que causan muchas muertes.

Este tipo de enfermedades no mortales impactan especialmente en personas con menos recursos, causando situaciones precarias o condiciones de discapacidad, sin que puedan salir adelante o valerse por sus propios medios.

Bottazzi tiene mucha sensibilidad por las secuelas que dejan estas afecciones en los habitantes de los países más humildes. Ha visto en primera persona las consecuencias de las infecciones tropicales en Honduras, en donde más del 65 % de la población vive en la pobreza.

Y sabe, por ejemplo, que el 50 % de los niños en edad preescolar de su país nunca alcanza la productividad económica porque sufren infecciones de parásitos intestinales, que reducen su capacidad de crecimiento y afectan su desarrollo cognitivo e intelectual.

Vacunas para todos y todas

Bottazzi es Decana Asociada de la Escuela Nacional de Medicina Tropical, profesora de pediatría y codirectora del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital de niños de Texas en el Colegio de Medicina en Houston. Su aporte a la salud global es crucial, ya que encabeza un equipo de investigación que desarrolla vacunas accesibles y seguras para combatir este tipo de enfermedades, que sin estas investigaciones, seguirían sin ser estudiadas, y sin mejorar la calidad de vida de miles de niños y niñas de todo el mundo.

Usan tecnologías que no resultan caras, que son efectivas, que pueden ser transferidas a países con bajos y medianos ingresos, y que llegado el caso, pueden ser producidas regional o nacionalmente.

Combatir el Covid-19, sin patentes

Entre las afecciones poco estudiadas estuvieron incluidas mucho tiempo enfermedades emergentes y reemergentes de importancia pandémica, como las diferentes variantes de coronavirus. Los ejemplos previos a la pandemia, como el brote de 2003 en Asia (denominado SARS, por sus siglas en inglés) o el de 2012 en Medio Oriente (conocido como MERS, por sus siglas en inglés), salieron pronto del radar de las prioridades de estudios científicos y se dejó de invertir en esas investigaciones.

El equipo de Bottazzi fue una excepción: hace más de 15 años crearon prototipos de vacunas para estos virus, y cuando llegó la pandemia del COVID-19, desarrollaron su propia tecnología basada en proteínas recombinantes, en colaboración con la compañía india Biological E.

María Elena Bottazzi y Peter Hotez. Texas Medical Center.

Así nació Corbevax, la primera vacuna contra el Covid-19 con tecnología accesible de manera global. Bottazzi y su equipo liberaron su patente para que cualquier país pudiera producirla sin restricciones.

Todos los procesos de elaboración del prototipo están publicados porque la científica hondureña sostiene que su intención no es lucrar, “sino que las vacunas y sus desarrollos se extiendan, para que ayuden a reducir la carga de las enfermedades, y prevengan sus secuelas”.

La liberación de la patente de Corbevax permite a los países con menos recursos, que cuentan con la tecnología necesaria, tener sus propias vacunas contra el Covid-19, que aún afecta a los más vulnerables, como personas mayores, con enfermedades crónicas o inmunosuprimidas.

Por esta iniciativa, en 2022 Bottazzi y su socio fueron nominados al Premio Nobel de la Paz.

Mejor calidad de vida

El equipo ha desarrollado otros proyectos, entre los que figuran también las primeras vacunas contra la infección del parásito intestinal anquilostoma, contra la esquistosomiasis y contra la enfermedad de Chagas. También han diseñado vacunas contra infecciones de coronavirus, incluidas las de las enfermedades de SARS y MERS mencionadas previamente.

El caso de Bottazzi y su grupo de trabajo demuestra que la ciencia puede y debe ser una herramienta de equidad que le mejore la calidad de vida a las personas. Su trabajo inspira a futuras generaciones de científicos y científicas a crear soluciones accesibles para todos y todas. Especialmente para quienes menos tienen y más lo necesitan.

Referencias

Sobre la autora

Analía Boggia es comunicadora, periodista, docente y divulgadora. Actualmente cursa el Máster en Comunicación Social de la Investigación Científica en la Universidad Internacional de Valencia.

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