Mary Elizabeth Banning (1822–1903), estudiando y pintando hongos

Vidas científicas

El respetado especialista en hongos estadounidense, John Haines, tras haber recuperado a finales de la década de 1970 un manuscrito botánico magníficamente ilustrado, afirmaba que «las extraordinarias pinturas de hongos del siglo XIX realizadas por Mary Elizabeth Banning son una fusión de ciencia y arte popular, científicamente rigurosas y muy hermosas al contemplarlas. Su autora las entregó en 1890 al Museo del Estado de Nueva York (New York State Museum), donde permanecieron en la oscuridad durante casi un siglo».

Actualmente, la comunidad especializada considera que Mary Elizabeth Banning fue una extraordinaria botánica, siendo figura clave entre las fundadoras de la investigación científica realizada por mujeres en el complejo ámbito del estudio de los hongos en los Estados Unidos.

El rescate de una artista botánica desconocida

Mary Elizabeth Banning nació en 1822 en la costa atlántica de Maryland. Era la hija de Mary Macky y Robert Banning, quien falleció en 1845, cuando la joven tenía 23 años. Diez años más tarde, en 1855 según se describe en los Archivos de Maryland, el resto de la familia se trasladó a vivir a Baltimore, donde Mary Elizabeth tuvo que cuidar de su madre inválida.

Mary Elizabeth Banning.

El citado botánico John Haines ha señalado que «la principal vía de escape para el indomable espíritu de Mary Elizabeth tuvo lugar a través del estudio y la ilustración de la naturaleza. Finalmente, se centró en los hongos porque le parecieron los organismos vivos más desafiantes y misteriosos». Con su propio dinero, continúa el científico, se compró un microscopio y comenzó a reunir una biblioteca científica y un herbario privado.

En la misma línea, la investigadora Emily J. Steedman sostiene que «el interés de Banning por la micología se convertiría durante la última mitad de su vida en una gran pasión». Pese a carecer de una formación formal o académica en el tema, decidió y consiguió estudiar meticulosamente, registrando diversos tipos de hongos de Maryland, convirtiéndose en una erudita micóloga. Por su parte, el periodista científico del The Washington Post, David Brown, ha recordado que según Mary Elizabeth Banning «los hongos eran cosas para admirar y amar».

Esta vocacional botánica fue una asidua visitante de los parques y bosques de su entorno, según relatan diversos autores y autoras, realizaba excursiones periódicas al campo con el fin de recolectar hongos que luego estudiaba y dibujaba con gran pericia, logrando crear hermosas ilustraciones. Durante algunas de sus excursiones, Banning incluso empleó a chicos en edad escolar para que la ayudasen a recolectar los hongos. Tras extensas exploraciones que incrementaron en gran medida el material disponible, su interés inicial por estos organismos se desarrolló rápidamente, alcanzando un nivel profesional que la guiaría por el resto de su vida, según consta en los Archivos de Maryland. De hecho, la fascinación de esta botánica por la micología estuvo presente a lo largo de su vida personal y de su vida pública.

En su formación autodidacta, Mary Elizabeth Banning recibió el significativo apoyo de Charles Horton Peck (1833-1917), importante micólogo del Museo de Nueva York con quien mantuvo un intercambio de cartas a lo largo de 30 años. En palabras de John Haines, «aunque nunca se encontraron en persona, Peck se convirtió en su mentor en la identificación de hongos por correspondencia. Entre ellos intercambiaron regularmente numerosas cartas y bellas láminas, al tiempo que Banning se iba convirtiendo en una experta en los hongos de su región». La mayor parte de lo que se conoce sobre la vida adulta de Banning procede de las 37 cartas que envió a Peck, según han relatado diversos especialistas.

John Haines ha comprobado que Mary Banning descubrió 23 especies desconocidas para la ciencia, que fueron descritas y publicadas en la revista Botanical Gazette y en el Annual Report of the New York State Botanist. Asimismo, la investigadora Annette Heist apuntaba en 1999 que «Banning escribió alrededor de media docena de artículos cortos que se publicaron en revistas respetables, semi-populares de su tiempo».

Un extraordinario manuscrito arrinconado

En 1868, la entusiasta botánica emprendió un proyecto completamente novedoso para su tiempo y que le llevaría más de 20 años: comenzó a elaborar un libro cuyo resultado fue un extraordinario manuscrito. Como ha detallado Haines, contenía precisas descripciones científicas de numerosos hongos junto a 174 bellísimas y detalladas pinturas de acuarela en color, todo ello acompañado de amenas historias. Por ejemplo, en 1877 la botánica escribía que «los micólogos pueden compararse a pioneros caminando por una tierra llena de formas alternativamente hermosas y fantásticas».

Mary Elizabeth Banning, insistimos, elaboró sus magníficas láminas ella sola, contando únicamente con la colaboración de Peck, que la ayudó a confirmar la taxonomía de varios hongos que la perspicaz botánica había recolectado y analizado. Este conjunto de láminas científicamente clasificadas y descritas, constituyó un manuscrito (no estaban encuadernadas) titulado The Fungi of Maryland.

En 1889, Banning dio por terminado dicho manuscrito ilustrado y se lo dedicó a su tutor y amigo Charles Peck. Un año más tarde, sintiéndose enferma, se lo envió al Museo de Nueva York con una nota en la que decía: «al separarme de él [del manuscrito] siento que me despido de un amigo querido con quien he pasado muchas horas placenteras. Las circunstancias me empujan a colocarlo en un lugar seguro» (Annette Heist,1999).

Cuando el botánico recibió la obra la guardó en un cajón, donde permaneció olvidada durante casi un siglo, hasta que el citado micólogo John Haines la recuperó. Desde entonces, el manuscrito se hizo famoso por sus coloristas ilustraciones de acuarela correspondientes a diversas especies, y que Annette Heist ha descrito como «jubilosos hongos, de colores resplandecientes, con su forma completa, y rodeados de un conjunto de musgos, pastos, y pequeñas flores pintados con preciso detalle».

Al respecto, David Brown puntualiza que «las pinturas presentan un color brillante (demasiado brillantes, de acuerdo con algunos micólogos). Como muchas de las ilustraciones científicas realizadas con anterioridad al siglo XX, las imágenes están compuestas de manera atrayente y decorativa, aunque sin renunciar a su propósito descriptivo. Cada imagen incluye una sección transversal del hongo representado, revelando sus estructuras anatómicas. Muchos también muestran diminutos dibujos de las esporas de la especie».

Además, continúa detallando Brown, «debajo de cada acuarela, Banning escribió el nombre científico y el nombre común, un párrafo o dos describiendo el ejemplar y, a menudo, los acontecimientos que llevaron a su hallazgo. Por ejemplo, en un dibujo apuntaba: “El hongo aquí pintado fue recolectado por la mañana, pero era tan delicado que se deshizo antes de las cinco de la tarde”».

El asombro despertado cuando el trabajo se desempolvó, tras más de 80 años sin estudiar y completamente olvidado, «revelaba en sus páginas a una desconocida, talentosa y excéntrica autora perteneciente a la gran tradición de la historia natural descriptiva», ha referido David Brown. Tras la sorpresa inicial de la comunidad especializada, y de un meticuloso estudio del documento hallado, las láminas de Mary Elizabeth Banning se encuentran actualmente expuestas en la Sociedad Histórica de Maryland (Maryland Historical Society). Y al respecto, Brown ha comentado que «como un retrato metafórico de una vida oculta, las pinturas de hongos de Banning están hoy entre las más valoradas en su especialidad».

Cabe señalar que el descubrimiento de la obra de Mary Banning ha generado un breve debate entre especialistas, no por su valía que es indiscutible, sino por la fecha en que fue realizado. Los Archivos del Estado de Maryland, citando a Carol Stegman, afirman que «en esa época nadie había escrito un libro sobre los hongos de Norteamérica». John Haines, por su parte, también defiende que «en 1868 no había libros a partir de los que aprender sobre los hongos de Norteamérica». Sin embargo, en Wikipedia podemos leer que ninguna de estas afirmaciones es técnicamente correcta, ya que el botánico y micólogo germano-estadounidense Lewis David de Schweinitz (1780-1834), considerado el «padre de la micología de Norteamérica», en 1822 había publicado el primer trabajo sobre la flora fúngica de los Estados Unidos.

Científica minusvalorada solo por ser mujer (¡una vez más!)

Gran parte de quienes han estudiado la vida de Mary Elizabeth Banning consideran que «indudablemente ella deseaba la aceptación y la fraternidad de los científicos del siglo XIX, pero como mujer no lo tuvo fácil». Tenía vetada la educación formal, y los científicos del establishment ni siquiera la tomaron en serio; fue rechazada por la sociedad académica, un espacio que en aquel tiempo estaba exclusivamente reservado para los hombres. De hecho, solo Charles Peck la apoyó en sus empeños micológicos.

Banning, sin embargo, no pensaba aceptar que actitudes arbitrarias y misóginas la mantuvieran fuera de su vocación por la ciencia, y en su correspondencia con Peck revelaba su profunda insatisfacción ante tales comportamientos. Así lo reflejan también los Archivos de Maryland, denunciando que «incapaz de obtener fondos y teniendo que cuidar a su madre inválida […], sufrió crecientes problemas económicos», además de la animadversión que despertaban sus objetivos micológicos entre sus colegas. Al igual que muchas otras mujeres, era considerada una advenediza en un mundo de hombres, y tuvo que soportar incómodos encuentros con ciertos «sabios» del momento. Mary Banning, sin embargo, superando limitaciones y restricciones, supo encontrar su camino.

El final de una fructífera vida

Amanita banningiana.

En 1903, «con pérdida de visión y reumatismo, Mary Banning murió soltera y sola, incapaz ya de disfrutar del confort que la naturaleza le había proporcionado», rememora la página web Women’s History. Terminaba así la vida de una «mujer excepcional que vivió tiempos de desafío, demostrando con su persistencia y paciencia el carácter de una verdadera científica».

Hoy es elogiada como miembro sobresaliente del Maryland Women’s Hall of Fame, en el que fue incluida en 1994. Esta es una institución creada en 1985 con el fin de reconocer públicamente los logros significativos y contribuciones estatales realizadas por mujeres. Es asimismo de interés subrayar que en 2013 Mary Elizabeth Banning tuvo uno de los reconocimientos más destacados que puede recibir un naturalista: se nombró una especie, Amanita banningiana, en su honor.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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