Antes de que el término “computer” se empleara para referirse a una máquina, se utilizaba para nombrar a las personas que procesaban datos en los proyectos científicos. La mayoría de las calculadoras humanas fueron mujeres dotadas de habilidades numéricas extraordinarias, y todas ellas acometieron cálculos matemáticos largos y a veces tediosos antes de que existieran los ordenadores. Su trabajo fue fundamental para la compilación de tablas astronómicas, el éxito de las primeras misiones espaciales o como predecesoras de las computadoras electrónicas, entre otros. A pesar de ello, la labor de estas científicas fue invisibilizada de manera sistemática durante décadas.
La científica estadounidente Margaret King Robinson (1906-2006) fue una figura destacada en el campo de la oceanografía. Sus análisis de datos de temperatura oceánica contribuyeron significativamente a la comprensión de los mares del mundo. La historia de esta mujer resulta particularmente inspiradora por dos motivos: uno, porque llegó a este campo de manera fortuita, y, dos, porque protagonizó una carrera exitosa en una época en la que la suya era una disciplina masculinizada. Este artículo pretende visibilizar su trayectoria y su legado.

Margaret King (Robinson después de casada) nació el 23 de febrero de 1906 en Provo, Utah, EE.UU., siendo la menor de cuatro hermanos. Desde pequeña mostró interés por los idiomas y, tras viajar extensamente por Europa entre 1923 y 1925, se graduó con una especialización en francés y alemán por la Universidad de Utah en 1928. Posteriormente completó su formación como lingüista en la Universidad de California en Berkeley, y como taquígrafa en Casper (Wyoming).
Durante la Segunda Guerra Mundial se mudó a California y se formó como delineante y diseñadora de herramientas en una empresa aeronáutica de San Diego hasta el fin del conflicto. Tras un breve periodo como profesora de secundaria en la misma ciudad, en 1946 llegó al Instituto de Oceanografía Scripps (SIO, por sus siglas en inglés) para trabajar como taquígrafa en la Unidad de Batitermógrafos. El inicio de su trayectoria profesional en el campo de la oceanología no estuvo motivado por un interés por la ciencia, sino por la necesidad de encontrar empleo local.
¿Qué es y para qué sirve un batitermógrafo?
La creación de la Unidad de Batitermógrafos en el SIO está intrínsecamente ligada al desarrollo de un instrumento crucial para la oceanografía y la guerra naval: el batitermógrafo. Se trata de un dispositivo que contiene un sensor de temperatura y un transductor para detectar cambios en la temperatura del agua en función de la profundidad.
En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, la oceanografía era una disciplina relativamente nueva y carecía de información física básica sobre los océanos. El batitermógrafo proporcionó una forma de medir y cartografiar las distribuciones de temperatura en detalle, permitiendo a los oceanógrafos identificar la termoclina o capa de profundidad en la que la temperatura del agua disminuye rápidamente.
En la década de 1940, la comunidad científica no era la única interesada en localizar la termoclina. Con la entrada de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, la Armada se dio cuenta de que identificarla era crucial para el éxito de sus operaciones marítimas: las ondas de sonar se desvían bruscamente en la termoclina, creando así una «zona de sombra» donde los submarinos pueden esconderse sin ser detectados. Asimismo, esta desviación forma un canal que permite que las ondas sonoras viajen largas distancias, fenómeno que la Armada aprovechó con el sistema SOFAR para ayudar en las misiones de rescate cuando sus aviones eran derribados.

Conscientes de la importancia de conocer los perfiles de temperatura oceánica para el éxito militar, la Armada comenzó a instalar batitermógrafos en los barcos alrededor de 1940. Miles de barcos fueron equipados con estos dispositivos, generando así una gran cantidad de datos cuyo procesamiento fue transferido al Instituto de Oceanografía Scripps al acabar la guerra. Fue este el contexto en el que Margaret Robinson se unió a la Unidad de Batitermógrafos del SIO.
De taquígrafa…
Los empleados de la Unidad de Batitermógrafos, en su mayoría mujeres, se encargaban de traducir los gráficos de temperatura-presión en mapas y gráficos que la Armada pudiera interpretar y utilizar. Aunque la recopilación de datos en aguas era una tarea monótona, la división del trabajo en oceanografía reflejaba las normas de género de la época: los hombres realizaban el trabajo de campo y las mujeres ocupaban los puestos disponibles en tierra. Estos últimos requerían una enorme paciencia y el análisis detallado de miles de despliegues de batitermógrafos, tarea tediosa que los científicos varones evitaban.
Tras su entrada fortuita como taquígrafa del SIO en 1946, surgió el interés por las ciencias oceánicas. Margaret se propuso progresar dentro de la unidad, con esfuerzo constante y sin dilación. Así pasó a ser técnica de laboratorio, ayudante de ingeniería y auxiliar de oceanología. A pesar de la discriminación que padecía por su género –el entonces director del SIO, Harald Sverdrup, le advirtió de que aquel era un campo de hombres y ella nunca sería aceptada–, Robinson demostró una gran tenacidad y ambición científica. Persistió en su propósito de mejora y utilizó su trabajo en la unidad para obtener una maestría en oceanografía por la Universidad de California en 1951.
… a jefa de unidad
En febrero de 1957, poco más de una década después de su llegada al centro, Margaret Robinson fue nombrada jefa de la Unidad de Batitermógrafos. Bajo su liderazgo, la unidad se dedicó al análisis de los cambios de temperatura oceánica a diversas profundidades, a lo largo del tiempo y el espacio. Los mapas que generaron desempeñarían un papel crucial en el desarrollo de la oceanografía física.
Cada vez era más común emplear máquinas para gestionar grandes conjuntos de datos, y Margaret Robinson fue pionera en el uso de ordenadores para analizar los datos oceanográficos a escala mundial. Su trabajo tuvo aplicaciones en diversos campos como el seguimiento de submarinos, la migración del atún y los huracanes, entre otros. Más tarde también contaría con grandes subvenciones para digitalizar el histórico de observaciones del SIO.
A lo largo de su carrera, Margaret se convirtió en una experta en el procesamiento, análisis y archivo de datos de batitermógrafos. Publicó numerosos informes y artículos científicos, incluyendo los atlas de la temperatura superficial y subsuperficial del mar y la profundidad de la cima de la termoclina en las aguas del Ócéano Pacífico Norte, el Golfo de México y el Mar Caribe.
Más allá del SIO
Además de su trabajo en el SIO, Robinson también participó en colaboraciones internacionales. La UNESCO la nombró experta técnica en el departamento hidrográfico de la Real Armada Tailandesa entre 1962 y 1963, donde asesoró al gobierno de Tailandia en oceanografía.
La científica se retiró del Instituto de Oceanografía Scripps en octubre de 1973. Tras su jubilación, se mantuvo activa y se involucró en la política local. Fue elegida miembro del comité central del Partido Demócrata para el condado de San Diego en 1976 y ocupó este cargo durante la década de 1980.
Perteneció a numerosas organizaciones científicas, incluyendo la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, la Unión Estadounidense de Geofísica y el Instituto Ártico de América del Norte. En 1983, la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad de Utah la honró con un Premio al Mérito.
Margaret King Robinson falleció el 20 de febrero de 2006, a falta de 3 días para cumplir un siglo de vida. Sus archivos y documentos se encuentran actualmente en la Universidad de California en San Diego.
Referencias
- Deborah Day, Margaret King Robinson Biography, UC San Diego, 31 enero 2002
- Kathleen Onorevole, Margaret Robinson and the Thousand Thermoclines, Under the C, 31 octubre 2014
- Margaret King Robinson, Wikipedia
Sobre la autora
Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.