Mucho se ha hablado, escrito y recreado sobre el dilema moral que fue para Robert Oppenheimer el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Nagasaki e Hiroshima cuyo desarrollo dirigió. Pero hubo una mujer joven a la que aquellos dos hechos, en los que también se vio implicada por su trabajo científico, dieron un vuelco inimaginable a su vida. Se trata de la física nuclear Joan Hinton que, tras participar en el conocido Proyecto Manhattan, se fue a vivir China y ayudó a levantar un régimen político que era el opuesto al que se hacía fuerte en Estados Unidos. Las revistas de la época llegaron a publicar su caricatura con gabardina bajo el título de “La espía atómica que se escapó” e hicieron circular historias sobre ella dignas de una película. Y, en realidad, su vida bien merece ser llevada a la gran pantalla.
La historia de Joan Chase Hinton, que tuvo como segundo nombre el de “camarada Han Chun”, comenzó el 20 de octubre de 1921 en Chicago, donde nació de la pareja formada por un abogado y la fundadora de The Putney School, una escuela progresista independiente. Su bisabuelo y su abuelo habían sido reconocidos matemáticos, así que el mundo de los números era el contexto de la familia Hinton. Tras graduarse en la escuela de su madre, Joan comenzó a destacar por su habilidad para el esquí y llegó a ser seleccionada para el equipo nacional de su país en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1940, que fueron cancelados por el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Frustrada su carrera deportiva, y siguiendo la saga familiar, Joan se matriculó en Física, y se doctoró con solo 23 años en la Universidad de Wisconsin. Fue el decano de su escuela quien, en 1944, le propuso trabajar en un proyecto secreto que se desarrollaba en Los Álamos (Nuevo México). Era el Proyecto Manhattan, que culminó con el desarrollo de la primera bomba atómica. La joven científica se incorporó al equipo del Nobel Enrico Fermi, que había creado el primer reactor nuclear.
La bomba: «un océano de luz»
Bajo la supervisión de Fermi, Joan calibró los detectores de neutrones que se utilizarían en la prueba preliminar que tuvo lugar el 16 de julio de 1945 en Alamogordo, la llamada Prueba Trinity. Ese día, una joven Joan, junto a unos amigos, logró evitar el control de guardas de seguridad y ver de cerca la monstruosa explosión nuclear. La describió como «un océano de luz». Semanas después, quedó impactada al saber que había participado de un proyecto militar que se lanzaría sobre Japón el 6 y 8 de agosto, causando casi 250 000 muertes.
Joan Hinton no tardó en unirse a los científicos que, primero en Los Álamos y luego en el resto del país, se alzaron contra el uso militar del conocimiento nuclear, recorriendo el país en una campaña de denuncia de estos hechos. Tal fue su oposición que se hizo conocida por su virulencia contra los políticos de su país.
Fue en Washington donde se reencontró con Erwin (Sid) Engst, un amigo de su hermano, hijo de agricultores, con el que inició un romance, aunque eran de clases sociales muy distintas. Durante un tiempo, Joan trabajó como asistente de doctorado en Física con Fermi en la Universidad de Chicago, pero Sid se había ido a China para trabajar para Naciones Unidas como experto en cría de ganado y se quedó.
Casi dos años tardó Joan en decidirse a seguir sus pasos y dejar sus estudios e investigaciones. Finalmente, a comienzos de 1948, llegaba al país asiático para encontrarse con Sid que trabajaba en territorios del interior. Así que tardó meses en verlo y poder casarse, un tiempo en el que enfermó de malaria, disentería y malnutrición, aunque lo superó.
De física nuclear a granjera china
A finales de 1949, Sid fue enviado al interior de Mongolia para poner en marcha un programa de cría de ganado, y la ya pareja se embarcó en un peligroso viaje, atravesando sin ayuda una zona de bandidos en pésimas condiciones (incluso vivieron un tiempo en unas cuevas) hasta llegar a Chungchuan. Era una aldea con las casas llenas de ratas, sin modo de calentarse en el frío invierno y donde el único alimento era el mijo. Allí levantarían la granja Three Borders (Tres Fronteras). Joan pasó parte de la década de 1950 de enfermedad en enfermedad, en un ambiente hostil contra los americanos tras la entrada de China en la guerra de Corea contra Estados Unidos, y con granjeros locales poco dispuestos a seguir las directrices del programa ganadero de Mao.
Poco a poco, el matrimonio se fue asentando. Mientras Erwin Engst trabajaba como criador, Hinton diseñaba, perfeccionaba y construía maquinaria agraria. Entre sus logros está un pasteurizador de leche automático de flujo continuo y una serie de refrigeradores de leche, entre otros dispositivos de utilidad. La pareja construía y dirigía la primera granja mecánica de China, haciendo una enorme contribución al desarrollo y la mecanización de la ganadería.
Embarazada, y en busca de cuidados médicos imposibles en Mongolia, en 1952 Joan regresó a Beijing, una ocasión en la que se le pidió participar en la Conferencia de paz de Asia y la Región del Pacífico. Aquello fue un aldabonazo. Invitada a hablar en público, se hizo mundialmente famosa al denunciar las bombas atómicas lanzadas sobre Japón, además de la guerra bacteriológica y las investigaciones que promovían estos usos militares. Fue este discurso el que la convirtió en “Atomic Joan” y desencadenó en su país las investigaciones del FBI sobre su persona, llegando a ser acusada de espiar para el desarrollo de la bomba nuclear china durante el Proyecto Manhattan. En China, sin embargo, ocurrió justo al contrario y el gobierno de Mao la apoyó e incluso la facilitó su dura vida a su regreso a Mongolia.
Después de tres años en la granja Three Borders, que no acababa de despegar y era atacada por bandidos, Sid y Joan (allí Hun Chun) fueron trasladados cerca de la ciudad de Xi’an a un programa para crear ‘fábricas agrícolas’ que estaban basadas en un exhaustivo control sobre los empleados para aumentar la productividad. Pese a las penalidades cotidianas (sin electricidad, sin agua corriente, sin gran variedad de alimentos…), Joan siempre dijo que allí fue feliz. Se consideraban parte de una revolución «democrática-igualitaria», según sus palabras, pese a que para entonces las decisiones eran impuestas desde arriba. Con «El Gran Salto Adelante» de 1958, destinado a una rápida industrialización y colectivización, Mao eliminó la propiedad privada y comenzaron a abrirse gulags para trabajos forzados con el fin de construir gigantescas infraestructuras. Estas políticas llevaron a una hambruna en la que murieron decenas de millones de personas. Cuando en 1962 la madre de Joan les visitó unos meses, se quedó anonadada de ver las condiciones en las que vivía la familia.
Pese a su defensa de las políticas comunistas, el hecho de ser americanos les comenzó a pasar factura desde 1963, siendo acusados de no cumplir a rajatabla las órdenes e incluso de espionaje. De hecho, fueron obligados a trasladarse a Beijing para vivir segregados, como el resto de los extranjeros, en un hotel, algo que Joan no quería aceptar. Quería vivir integrada en la comunidad china. Incluso apoyó la Revolución Cultural e hizo campaña para que, pese a ser extranjera, les dejaran participar en ella, apoyando a la Guardia Roja, encargada de eliminar cualquier vestigio de revisionismo burgués o de intelectualidad. Y lo logró, aunque con reticencias. Joan afirmaba: «Se trata de igualar a unos pocos con muchos. ¿Cómo va a estar mal?». Pese a toda esta implicación, no fue hasta 1972 que la pareja pudo volver a trabajar en una granja de cría de ganado mecanizada cerca de la capital.
La cara de Joan en una moneda china
Durante el resto de su vida, Joan siguió defendiendo las ideas de Mao, siendo una figura conocida, hasta el punto que después de su muerte su rostro se puso en una moneda china. En una entrevista concedida en 2002, en la que recordaba su vida, diría que nunca se arrepintió de haber vivido en ese país.
Cuando Sid murió en 2003, ella siguió viviendo sola allí, pues sus tres hijos se habían mudado a Estados Unidos. Joan explicaba que solo conservaba su ciudadanía americana porque la consideraba «conveniente para viajar». Finalmente, a los 86 años, el 8 de junio de 2010, falleció en Beijing. «La señora Hinton ha hecho importantes contribuciones a los productos lácteos de nuestra nación», proclamó la Academia China de Ciencias de Mecanización Agrícola al conocer su muerte. Y agregó que se apreciaba «profundamente la memoria de la camarada Han Chun».
Referencias
- Liu Chang, Atomic Joan: A Historic Life, China Pictorial, 9 diciembre 2021
- China commemorates US physicist who contributed to China’s revolution in the 1940s, Global Times, 21 octubre 2021
- Colin Burke, The “Atomic” Joan Hinton, a China Life, and Ann Tompkins of Sausalito and Beijing, UMBC
- Charles W. Hayford, Joan Hinton (1921-2010). The China Beat Blog Archive 2008-2012, 729, 2010
- Joan Hinton, Wikipedia
Sobre la autora
Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.