En la primera mitad del siglo XIX destacó la figura de la botánica Marie-Anne Libert, quien personifica una presencia femenina realmente excepcional entre la inmensa mayoría de botánicos hombres. Desde muy joven, Libert centró su interés en el estudio de los hongos y, como han descrito Sara Maroske y Tom May, fue una autora autodidacta muy prolífica, consiguiendo alcanzar el respeto de sus pares científicos. En la actualidad, su recuperada figura alcanza un notable reconocimiento en la historia de la ciencia.
Marie-Anne Libert vino al mundo el 7 de abril de 1782 en Malmedy, un pueblo perteneciente a la región de las Ardenas, situada entre Bélgica, Luxemburgo y Francia. Tal como se describe en Wikipedia, formó parte de una familia muy numerosa pues era el número doce de los trece hijos que tuvieron Henri-Joseph Libert y su esposa Marie-Jeanne-Bernadine Dubois. Ambos eran personas educadas de clase media y regentaban un negocio de procesado de pieles para producir cuero. De pequeña, Marie-Anne recibió instrucción en casa hasta los once años. Posteriormente fue a una escuela interna para niñas en Alemania con el fin de completar su formación, aprender el idioma y violín, actividades que muy pronto dominó.
Cuando volvió del colegio, su padre reconoció el potencial intelectual de la joven y se preocupó por completar su educación; para ello, le enseñó algebra y geometría al objeto de que pudiera participar en el negocio familiar. No obstante, Marie-Anne Libert, con un gran entusiasmo por la ciencia, amplió sus estudios mucho más allá de las necesidades gestoras del comercio.
Según el botánico Charles Morren (1807-1858), la dedicación de Libert a la botánica comenzó con el intento de preparar una receta medicinal compuesta solo por plantas silvestres a partir de un libro escrito en latín. Aunque la obra contenía ilustraciones, ella deseaba comprender el texto, y aprendió el idioma de forma autodidacta, consiguiendo así una llave para abrir otros volúmenes de historia natural de la biblioteca familiar. También existen evidencias de que aprendió griego antiguo por sí misma, e igualmente se inició en la botánica leyendo a Jean-Jacques Rousseau (Maroske y May, 2018).
Movida por una intensa curiosidad, «todo le interesaba y de todo quería saber»; Libert principalmente se dedicó a estudiar las plantas criptógamas, esto es, aquellas que carecen de flores y semillas, caso de los hongos, las algas o los musgos, aunque su amplitud de miras también la llevó a interesarse por muchas otras plantas existentes en su región de las Ardenas. Según relatan Maroske y May, durante sus numerosas excursiones al campo la joven llevó a cabo un extenso trabajo, e iba vestida con el traje de las campesinas de su entorno, al parecer, con el fin de no llamar la atención.
Dedicó largas horas a caminar por los entornos del pueblo de Malmedy, observando y recolectando en sus bosques multitud de ejemplares de diversas plantas. Luego, en las oficinas de su padre, con ayuda de algunos libros que tenía a su alcance, catalogó y clasificó con notable rigor científico el material recolectado, según refleja el Historique du Cerque Real. Asimismo, se esforzó por entrar en contacto con algunos especialistas de la época, a fin de confirmar sus conclusiones como autodidacta. Asombrados por las facultades botánicas de la joven, al menos dos de ellos se convirtieron en sus tutores.
Antes de continuar, nos interesa abrir un breve paréntesis para referirnos al papel de los tutores en aquella época, y a la actitud de cierta humildad que no pocas mujeres interesadas en la ciencia se vieron obligadas a asumir.
La «modestia» femenina en el avance profesional
Según han señalado Maroske y colaboradores, el uso del término «modestia» por las mujeres como coartada a su autoría está bien reconocido en la historia de la ciencia. Las figuras femeninas, conscientes del profundo rechazo que despertaban entre los «sabios» del momento, optaron por ocultar su vocación bajo un aspecto sumiso con el fin de apaciguar la misoginia reinante.
Aparentemente, Libert confirmaba ese estereotipo femenino de humildad y falta de pretensiones. Tal actitud le permitió contar con el apoyo de tutores que, a modo de trampolín, contribuyeron a que fuera aceptada dentro de los círculos científicos de habla francesa. No obstante, aunque algunas cartas escritas por Libert encarnan el ejemplo clásico femenino que emplea una voz formal de inferioridad, en otras epístolas la propia botánica revela las limitaciones de la estrategia modesta, mostrándose como una persona resuelta capaz de protegerse y de impactar con su formación. Un comportamiento, sostienen Maroske y May que dejaba perplejos a sus defensores, y terminaba por provocar que fueran ellos quienes explicaran y minimizaran su aparente falta de modestia.
Una espléndida carrera profesional
Con poco más de 20 años de edad, Libert se había creado una reputación suficiente como naturalista, logrando atraer la atención de su primer mentor, el médico y botánico belga Alexandre Louis Lejeune (1779–1858), un insigne estudioso de la flora de Bélgica que además, vivía a unos 20 km de Malmedy. En varias ocasiones, se describe en la Revista de Botánica Lejeunia, recorrieron juntos los bosques de la región, y el científico no solo valoró y estimuló los conocimientos y actividades de la joven, sino que también la impulsó a buscar y a clasificar nuevos especímenes. Consciente del interés de los hallazgos de su pupila, Lejeune le pidió que elaborara una lista con el nombre de las especies de plantas de Ardenas.
Con impecable rigor científico Marie-Anne Libert redactó la lista pedida, contribuyendo así al principal trabajo de Lejeune, Flore des environs de Spa, compuesto por dos volúmenes publicados en 1811 y 1813. Al respecto, el botánico dejaba escrito en el primer tomo que había «esperado por Libert para escribir la sección sobre criptógamas». Y en el segundo volumen, añadía que «la criptogamia presenta tantas dificultades en la descripción de las especies que ha puesto a prueba las habilidades de una inteligente botánica». Aclaraba seguidamente que «la práctica de la medicina requiere la mayor parte de mi tiempo, [por lo tanto] dejé el estudio de esta curiosa rama de la botánica para que fuese completamente descrita por Miss Libert.» (Maroske y May, 2018).
Cuatro años más tarde, Lejeune amplió el círculo de mentores de Libert presentándola personalmente al famoso botánico suizo Augustin Pyramus de Candolle (1778–1841), quien estaba preparando un trabajo sobre la vegetación de varios departamentos del lugar. Cuando el célebre botánico acudió a Malmedy, el trío recolectó plantas conjuntamente, con resultados muy fructíferos; hermosos y variados especímenes, algunos muy poco conocidos para la ciencia, fueron cuidadosamente coleccionados en los frondosos bosques de Ardenas.
De Candolle registró sus impresiones sobre Marie-Anne Libert en su diario manuscrito y en un informe oficial. Según han relatado Maroske y colaboradores, en su diario escribió que se trataba de una «una mujer notable». Además, añadió que «sin otra ayuda que una enciclopedia de la flora de Francia se las arregló para determinar casi todas las plantas, incluso los líquenes con gran precisión […]. Ella cultivaba los ejemplares que recogía en un pequeño jardín y consideraba esta actividad con gran modestia y simplicidad».
En su informe oficial sobre la excursión a Bélgica, De Candolle repetía aproximadamente sus afirmaciones privadas: «Miss Libert, de Malmedy, en un lugar tan distante de toda instrucción, se ha dedicado a estudiar la historia natural de su región con un celo y un talento dignos del más merecido elogio, ya que su éxito no ha alterado de ninguna manera su modestia e ingenuidad mental» (Maroske et al., 2018).
En ambos escritos, el célebre botánico introducía tres aspectos claves sobre la personalidad de Libert en la esfera pública, de los cuales se hicieron eco otros mentores y biógrafos. Tenía talento, era autodidacta y era modesta. Además, elogia la última característica porque permitía que «ella expresara las dos anteriores abiertamente, sin disminuir su femineidad o respetabilidad». Estos comentarios reflejan con nitidez la pericia de Libert para representar un comportamiento adecuado a su tiempo. De hecho, con posterioridad demostraría que era perfectamente consciente de su capacidad intelectual y su valía como botánica.
Especialistas como Maroske y May han acreditado que De Candolle había dirigido la atención de Libert hacia la flora criptógama de Malmedy. El científico claramente apreció que dicha flora era muy rica en hongos, líquenes, musgos y hepáticas, pero estaba escasamente estudiada. Al apreciar la capacidad e interés de Libert, estimuló su vocación y probablemente contribuyó al éxito profesional de la joven.
En este contexto no debemos olvidar que De Candolle fue un influyente especialista en micología, profesor de la Universidad de Montpellier y fundador del Jardín Botánico de Ginebra. Fue realmente un científico extraordinario que dedicó su vida profesional a un exhaustivo estudio del mundo vegetal.
La historia de la botánica reconoce a Augustin de Candolle por ser uno de los fundadores, junto a Linneo, de la taxonomía moderna, que en biología hace referencia a la clasificación ordenada y jerárquica de los organismos vivos. El perspicaz botánico estableció este modelo en una de sus principales obras, Teoría elemental de la botánica (1813), donde acuñó el término «taxonomía», derivado de dos palabras griegas: Taxis (ordenar, clasificar), Nomos (tratado, conocimiento), como podemos leer en Wikipedia. De Candolle también emprendió la redacción del Sistema natural del reino vegetal, obra monumental que tenía como objetivo describir todas las plantas conocidas. No pudo acabarla en vida y completaron la tarea su hijo y su nieto.
Mujer y botánica merecidamente reconocida
Tras la rica experiencia alcanzada, en parte fruto de la colaboración con expertos botánicos, Libert concentró intensamente su propio trabajo en la taxonomía de los hongos, tema al que se dedicaría durante la mayor parte de su vida. Como podemos leer en Wikipedia, describió 200 especímenes nuevos, una extraordinaria productividad que superó a muchos de sus contemporáneos micólogos varones. Tan notable actividad como criptógama también enfatiza el éxito con que fue capaz de colocarse a sí misma como figura de autoridad en un ambiente científico dominado por los hombres.
Marie-Anne Libert recibió destacados premios y homenajes. Por ejemplo, en 1820 fue elegida integrante de la Société Linnéenne de Paris, además de galardonada con la medalla de oro. Años más tarde, en 1836, fue unánimemente elegida presidenta de la sección de ciencias naturales de dicha sociedad, con una especial nota escrita destacando que «[Libert] ha llevado a cabo su trabajo sin contar con el beneficio de algún gran centro científico próximo o de una biblioteca importante».
El proyecto más ambicioso en el que Marie-Anne Libert se involucró tenía como finalidad al estudio taxonómico de toda la flora criptógama de Ardenas. Pese a su gran interés en el tema, debió interrumpir ese proyecto debido a que en torno a 1845, en los Países Bajos, Irlanda e Inglaterra se produjo una devastadora enfermedad en las plantaciones de patatas, que terminaría por provocar una espantosa hambruna entre la población.
Ante tan terrible situación, Libert dedicó sus esfuerzos a investigar las plantas enfermas. Tras meticulosos análisis, sus observaciones al microscopio le permitieron identificar que el causante era un hongo al que identificó con precisión como Asteroma rosae. Sus resultados tuvieron gran trascendencia al contribuir en la superación de tan destructora plaga. Además, sus conclusiones sirvieron para que la comunidad botánica tomase consciencia de que los hongos constituyen la principal causa de numerosas enfermedades de las plantas. En este contexto, la sagaz botánica impulsó el nacimiento de una nueva disciplina hoy conocida con el nombre de patología vegetal o fitopatología.
Los múltiples éxitos alcanzados por Marie-Anne Libert, resultantes de un impecable rigor científico, le proporcionaron considerable notoriedad no solo en su país, sino también a nivel internacional. Su fama propició que cada vez más naturalistas acudieran a visitar la región de Ardenas, donde ella los recibía entusiasta y acompañaba y guiaba en excursiones por los bosques locales (Wikipedia).
A lo largo de su fructífera vida, esta distinguida botánica recibió reconocimientos de gran valor. Por ejemplo, apuntan Maroske y May, en 1862, una época en que las mujeres estaban rigurosamente excluidas de las instituciones científicas, la prestigiosa Société Royale de Botanique de Belgique invitó a Marie-Anne Libert a formar parte de sus miembros, hasta la fecha solo masculinos. Además, otras sociedades de Europa occidental siguieron el mismo camino y la científica belga entró a formar parte del personal premiado en investigación. Durante su vida, Libert dio nombre a cuatro géneros, y tres más fueron nombrados después de su muerte, lo que refleja que sus colecciones se siguieron usando y estudiando.
Esta gran micóloga nunca se casó, vivió con cinco hermanas solteras en la casa familiar donde compartían la gestión de la propiedad heredada de sus padres y administraban una modesta casa de huéspedes. El 14 de enero de 1865, unos meses después de cumplir 83 años, Marie-Anne Libert murió en Malmedy a causa de una enfermedad que solo duró tres días.
Su biblioteca se vendió en 1871, y el Jardin Botanique National de Belgique (BR) compró su herbario, como se describe en Wikipedia. Los especímenes, muy bien conservados constituyen hoy un valioso recurso para las investigaciones de diversos científicos y científicas. No nos cabe duda de que el legado de tan destacada micóloga, una de las primeras mujeres europeas dedicadas a esta especialidad, ha constituido y constituye un gran referente para todas las interesadas en el estudio de los hongos.
Referencias
- Historique du Cercle Royal Marie-Anne Libert. 2012-06-30.
- Maroske, Sara & Tom W. May. Naming names: the first women taxonomists in mycology. Studies in Mycology, Volume 89, Number 1, 1 March 2018, pp. 63-84(22)
- Marie-Anne Libert, Wikipedia
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.