La telaraña de la vergüenza

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¿Qué te atreverías a hacer si el miedo no te paralizara?

Esta es la pregunta con la que comienza el libro El poder de ser vulnerable de Brené Brown. Brené es doctora en Trabajo Social y profesora en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Houston. Investiga sobre la vergüenza, la escasez y la desconexión.

Imagen: Freepik.

Dice que la vulnerabilidad no es debilidad, y la incertidumbre, el riesgo y la exposición emocional a los que estamos sometidos a diario no son opcionales. La única opción para mejorar nuestra vida es implicarse. El miedo y la desconfianza, la culpa y el «no soy suficiente», hacen que mantengamos un muro de protección para no mostrarnos vulnerables. A esto Brené lo llama vergüenza.

Las mujeres y la telaraña de la vergüenza

Cuando Brown pidió a las mujeres que compartieran sus definiciones o experiencias de vergüenza, obtuvo lo siguiente:

  • Tener un aspecto perfecto. Hacerlo todo perfecto. Ser perfecta. Todo cuanto sea inferior a eso es vergonzoso.
  • Ser juzgada por otras madres.
  • Estar expuesta: los defectos que quieres ocultar, los conocen todos.
  • Por más que haya logrado o por lejos que haya llegado, mis orígenes y mi pasado siempre me impedirán sentir que soy lo bastante buena.
  • Aunque la gente sabe que no es posible hacerlo todo, espera que lo haga. La vergüenza te domina cuando no puedes lograr que parezca que lo tienes todo controlado.
  • En casa nunca es suficiente. En el trabajo nunca es suficiente. En la cama nunca es suficiente. Con mis padres nunca es suficiente.
  • No hay sitio entre las mejores. Las chicas guapas se ríen.

Las doce categorías que Brené recogió en sus investigaciones son: aspecto e imagen corporal, dinero y trabajo, maternidad/paternidad, familia, crianza, salud física y mental, adicción, sexo, envejecimiento, religión, pasar traumas y ser estereotipado o etiquetado. El principal desencadenante para las mujeres, en cuanto a su fuerza y universalidad, es el primero, la imagen. Todavía. A pesar de toda la concienciación y sentido crítico, seguimos avergonzándonos por no estar delgadas, por no ser jóvenes y por no llegar a ser guapas.

Curiosamente, entre las cosas que avergüenzan a las mujeres, la maternidad está en un cercano segundo lugar. Y (¡el extra!) no tienes por qué ser madre para experimentar la vergüenza de la madre. La sociedad considera la condición de mujer inextricablemente unida a la de la maternidad; el valor como mujeres muchas veces va unido a al rol de madre o de posible madre. A las mujeres todavía hoy se nos pregunta por qué no nos hemos casado o, si estamos casadas, por qué no hemos tenido hijos. Incluso a las mujeres casadas que tienen un hijo, muchas veces les preguntan por qué no han tenido otro niño. Y si has dejado pasar mucho tiempo entre tu primer hijo y los restantes, «¿En qué estabas pensando?» Demasiado juntos, «¿Por qué? Eso es muy injusto para los niños». Si trabajas fuera de casa, lo primero que te preguntan es: «¿Y los niños?» Si no trabajas: «¿Qué ejemplo les estás dando a tus hijas?».

Pero lo que aumenta la vergüenza sea del tipo que sea, es que se espera que seamos perfectas. Sin embargo, no se nos permite que parezca que lo estamos intentando. Hay que materializarlo por arte de magia, todo sin esfuerzo. Se espera que seamos bellas por naturaleza, maternales por naturaleza, líderes por naturaleza y buenas educadoras por naturaleza, y queremos pertenecer a familias fabulosas por naturaleza. Pensemos en cuánto dinero ganan las empresas vendiendo productos que prometen «el aspecto natural». Y cuando nos referimos al trabajo, todavía se escucha: «Ella hace que todo parezca tan fácil…», o «Es tan natural».

Con todas estas cosas, Brené se imaginó una telaraña; visualizó una pegajosa y complicada telaraña de expectativas superpuestas, en conflicto y rivalizando entre sí que definen con exactitud «Quiénes debemos ser, qué tenemos que ser, cómo tenemos que ser». Al intentar serlo todo para todos (algo para lo que nos educan a las mujeres), nos enredamos todavía más. Cada intento de movernos para abrir un hueco en la telaraña sólo consigue enredarnos más; cada decisión tiene consecuencias o conduce a que alguien se sienta decepcionado.

Imagen: Wikimedia Commons.

La telaraña muestra la situación clásica del doble vínculo. La filósofa Marilyn Frye describe el doble vínculo como «una situación en que las opciones son muy limitadas y que todas ellas nos exponen a la penalización, la censura o la privación». Si eliges expectativas que rivalizan y que son conflictivas (normalmente inalcanzables) nos encontramos con esto: ser perfecta, pero sin hacer demasiada propaganda ni sacar el tiempo de ninguna otra parte, como de tu familia, tu pareja o tu trabajo, para lograr esa perfección. Si eres realmente buena, la perfección debería ser fácil.

No disgustes a nadie, pero sé sincera y di lo que piensas. Apasiónate cuando los niños estén en la cama, después de que hayas paseado al perro y limpiado la casa, pero enfríate en la reunión de la AMPA (Asociación de madres y padres). Y, bueno, hagas lo que hagas, procura no ser excesiva porque ya sabes cómo hablan de las señoras excesivas en esos encuentros. Sé natural, pero no lo seas si eso significa ser tímida o insegura. No hay nada más sexi que una persona segura de sí misma (especialmente si eres joven y atractiva). No hagas que la gente se sienta incómoda, pero sé sincera. No te emociones demasiado, pero tampoco te desconectes mucho; demasiada intensidad y serás una histérica. Demasiado fría y serás una insensible sin sentimientos.

En un estudio reciente sobre la conformidad con los estereotipos femeninos realizado en Estados Unidos, los investigadores enumeraron los atributos más importantes asociados a «ser femenina», y entre ellos estaban: ser agradable, intentar tener un cuerpo delgado ideal, ser modesta y no pavonearte por tus talentos o habilidades, ser hogareña, que te gusten los niños, comprometerte en la relación sentimental, mantener relaciones sexuales sólo dentro de una relación seria y utilizar el dinero para invertir en tu aspecto.

«El objetivo es ser lo más pequeñas, dulces y silenciosas posible, y utilizar nuestro tiempo y aptitudes para cuidar nuestra imagen. Nuestros sueños, ambiciones y talentos no son importantes. ¡Confiemos en que una joven investigadora que ande cerca de encontrar la curación del cáncer no descubra esta lista!», dice Brené. Todas las mujeres con éxito le han hablado de su lucha, a veces diaria, para saltarse «las normas», para poder reafirmarse en sí mismas, defender sus ideas y sentirse cómodas con su poder. Es cierto que el tema de «ser pequeña, dulce y silenciosa» puede parecer desfasado, pero las mujeres todavía se lo encuentran.

Brené se expuso y experimentó la vergüenza

Durante toda su carrera profesional, Brown estuvo evitando la difusión de su trabajo. No quería exponerse y le daban miedo las críticas malintencionadas tan habituales en la cultura de Internet. Después de una charla TED muy exitosa en la que se arriesgó a mostrarse vulnerable, aparecieron muchos comentarios, y la gran mayoría de ellos iban dirigidos a reforzar estereotipos que, por increíble que parezca, todavía permanecen en el imaginario cultural.

Cuando un sitio de noticias pasaba el vídeo, se iniciaba un debate en la sección de comentarios sobre el peso de Brené. «¿Cómo puede hablar de autoestima cuando es evidente que le sobran ocho kilos?» En otro sitio web, se abrió una discusión sobre si era adecuado que las madres tuvieran ansiedad. «Lo siento por sus hijos. Las buenas madres se mantienen firmes». Otro odiador profesional escribió: «Menos investigación y más Botox».

Sucedió algo parecido cuando publicó un artículo sobre la imperfección para CNN.com. Para acompañar el artículo, utilizó la foto que le había hecho a una amiga que llevaba escrito encima del pecho «Soy suficiente». Eso incitó a comentarios como: «Ella puede pensar que es suficiente, pero viendo ese pecho, un poco más no le vendría mal» y «Si yo me pareciera a Brené Brown, también defendería la imperfección».

Estos ejemplos son sintomáticos de la cultura de crueldad en la que vivimos, pero Brené identificó la clave de los comentarios que más daño le hacían: atacaban su aspecto y su maternidad; dos disparos mortales sacados de la lista de los estereotipos femeninos. No tocaron su inteligencia ni sus investigaciones o sus teorías. Eso no le habría dolido tanto. La vergüenza (sentirse culpable, no creerse merecedora, no sentirse suficiente…) es una vía de acceso para reforzar roles y estereotipos. Aparecerán buitres ante cualquier gesto de vulnerabilidad.

Atreverse a arriesgar

¿Qué tienen en común las personas con mejor resiliencia a la vergüenza, las que se consideran «suficientes»? Saben que tienen miedo a exponerse y, aun así, saltan a la arena siguiendo estas directrices:

  1. No les importan los reforzadores de estereotipos.
  2. Piensan que lo mejor es enemigo de lo bueno; se dan «cancha».
  3. Rehúyen la indiferencia y se implican.
  4. No ponen el foco en la escasez. Cultivan la gratitud.
  5. No necesitan certezas absolutas de todo.
  6. Descartan la comparación; no ponen barreras a la creatividad.
  7. Ignoran la norma de que la productividad sea el medio para valorar el mérito.
  8. No admiten las carreras para todo y a toda velocidad como estilo de vida. Valoran la quietud.
  9. Tienen confianza en sus propios criterios y pueden equivocarse.
  10. Huyen del estado de alerta permanente y del autocontrol excesivo; fomentan la risa.

Por lo tanto, lo saludable al levantarse por la mañana es pensar: «soy suficiente». Citando un párrafo del libro de Brené:

En un mundo donde imperan la escasez y la vergüenza, y en el que tener miedo se ha convertido en algo natural, la vulnerabilidad es subversiva. Incómoda. A veces, hasta un poco peligrosa. Exponernos a ella implica un riesgo mucho mayor para que nos hieran. Cuando pienso retrospectivamente en mi vida y en lo que significa para mí atreverse a arriesgarse, puedo decir con toda sinceridad que no hay nada más incómodo, peligroso y doloroso que observar mi vida desde fuera preguntándome cómo sería si tuviera el valor de dar la cara.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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