Las algas, un hecho demostrado: son el principal pulmón del planeta

Ciencia y más

El estudio científico de las algas se llama ficología y su historia está ligada a la historia de la botánica general. Como podemos leer en Wikipedia, este nombre procede del término griego phykos, que significa planta marina, del que derivó el nombre latino fucus.

Variedad de algas pluricelulares, entre algas verdes, rojas y pardas. Wikimedia Commons.

Los proyectos de investigación dedicados a estos organismos cobraron notable vigor a partir de comienzos del siglo XIX, gracias principalmente a las mejoras de la tecnología disponible. Frente al rico panorama que se desplegaba, las mujeres no se mantuvieron al margen y un notable número de ellas versadas en coleccionar, clasificar e ilustrar especímenes, escribieron influyentes artículos e incluso libros sobre el tema. Sin embargo, raramente fueron identificadas como científicas, incluso a pesar de generar trabajos altamente originales y rigurosos.

En la actualidad, las investigaciones sobre las algas han ido cobrando cada vez más importancia, aumentando paralelamente el número de expertas participantes, sobre todo en el Reino Unido. Como ha señalado la profesora de la Universidad de Tasmania, Catriona Hurd, «existe una famosa tradición de mujeres como investigadoras de las algas de la Universidad de Liverpool en el Reino Unido, donde estudié y me quedé fascinada por el mundo de las algas».

Al respecto, Catriona Hurd reconoce haber sido «afortunada al encontrarme con muchas de las pioneras científicas allí, incluyendo a Elsie Burrows (1913-1986), quien realizó la principal contribución a la ficología británica en la posguerra; además mi tutora fue la ficóloga Joanna Jones (1930-2017), la primera mujer buceadora del Reino Unido y posiblemente del mundo», tal como ha descrito la profesora Alecia Bellgrove de la Deakin Universityde Australia.

Consideramos que el gran desarrollo alcanzado por la ficología es merecedor de una entrada en este blog, puesto que las científicas juegan en este ámbito un papel notablemente significativo. Con el fin de no extendernos demasiado en un tema cuya amplitud crece día a día, nos centraremos en uno de sus aspectos más influyentes: el relevante papel ecológico que juegan las algas en los ecosistemas marinos. Asimismo, incluiremos a título de ejemplo, las observaciones de la reconocida científica británica Juliet Brodie.

Las algas en el mundo vivo

Estos organismos conforman un grupo muy diverso, cuyos representantes mayormente viven en ambientes acuáticos como los ríos, los lagos y el mar, aunque con algunas excepciones habitan en la superficie terrestre y es posible encontrarlos creciendo sobre troncos de árboles, sobre nieve e incluso hasta en los desiertos.

Uno de los aspectos más destacados de las algas radica en su capacidad para realizar la fotosíntesis, el conocido proceso que permite producir materia orgánica y oxígeno a partir de la energía procedente de la luz del sol y del dióxido de carbono (CO2) atmosférico. Esta actividad, apunta el blog El mundo submarino de Galicia, es vital para el equilibrio del planeta pues las convierte en los principales organismos acuáticos productores de oxígeno, constituyendo una pieza clave para el equilibrio de la biodiversidad marina.

La morfología de las algas es muy variada, ya que muchas son unicelulares microscópicas, es decir, se trata de microalgas que suelen encontrase flotando en el agua, mientras que otras son macroscópicas, visibles a simple vista pudiendo alcanzar hasta 50 metros de longitud; son las macroalgas, que habitualmente viven adheridas a un sustrato que las retiene.

Los bosques de algas en mares y océanos

Los ecosistemas marinos son los ecosistemas acuáticos más grandes de la Tierra y juegan un papel vital en los hábitats costeros. Recordemos que un ecosistema está formado por el conjunto de organismos, el medio ambiente en el que viven, o sea, el hábitat, y las relaciones que se establecen entre ellos.

Algas.

Las algas desempeñan un relevante papel ecológico en los ecosistemas marinos, ya que gracias a su actividad fotosintética producen más del 50 % del oxígeno global disponible para los organismos vivos terrestres, humanos incluidos. En palabras del editor de la revista National Geographic, periodista especializado en ciencia y naturaleza, Héctor Rodríguez, «existe la extendida y errónea creencia de que los bosques son los principales productores de oxígeno de nuestro planeta, lo que conviene desmentir, no por restar importancia al papel que selvas y bosques desempeñan, si no por dársela a los verdaderos responsables de que hoy tú y yo podamos respirar: los océanos».

Ciertamente, en las últimas décadas la comunidad científica ha sorprendido a propios y extraños afirmando que las algas son la mayor fuente de oxígeno del planeta. Si bien tradicionalmente se ha pensado, insiste Rodríguez, que «son los bosques y praderas jóvenes en tierra firme los grandes productores de oxígeno […], nada más lejos de la realidad, pues el balance neto de oxígeno [procedente] de las plantas terrestres, aunque puede ser positivo, en general es mínimo en comparación con el servicio que ofrecen las algas».

Además de ser parte importante del aporte de oxígeno al planeta, las macroalgas proporcionan un hábitat protector para un amplio rango de flora y fauna. A ello hay que sumar que también preservan la comunidad costera, ya que disminuyen la energía de las olas y retienen sedimentos y nutrientes. Es de interés subrayar que en los últimos años su importancia se está incrementando notablemente debido al creciente número de especies descritas en todo el mundo, cuyos resultados muestran propiedades hasta hace poco desconocidas y en muchos casos sorprendentes.

Aunque las algas no son tan complejas como las plantas, juegan el mismo rol en los ecosistemas acuáticos como productores primarios. Esto significa, según se describe en la página web L’Acuàrium, que forman el primer eslabón de la cadena trófica marina y proporcionan alimento al resto de organismos. Tengamos presente que la cadena trófica o alimenticia ​se refiere al proceso de transferencia de sustancias nutritivas a través de las diferentes especies de una comunidad biológica, en la que cada una se alimenta de la precedente y es alimento de la siguiente. Así pues, como las algas están en la base de la cadena alimenticia, la existencia de casi toda la vida marina (ballenas, focas, tortugas, peces, langostinos, langostas, pulpos, almejas, y un largo etcétera) depende de ellas.

Por otra parte, los nuevos hallazgos sobre la importancia de las algas en nuestro planeta demuestran que los bosques submarinos constituyen un ecosistema frágil y, al igual que tantos otros organismos, se encuentran bajo amenazas cada vez más preocupantes.

Sin pretender profundizar en los acalorados debates que actualmente atañen a la comunidad especializada, sí nos parece de interés subrayar que los mares y océanos en la actualidad están cambiando más rápido que en cualquier otro momento de la historia geológica. Tales transformaciones se deben, en gran medida, a los graves efectos que provoca en el agua el exceso de dióxido de carbono (CO2).

A lo largo de miles o decenas de miles de años, los mares y océanos han absorbido y expulsado dióxido de carbono a la atmósfera, en un lento y equilibrado intercambio, como ha subrayado la escritora científica Alejandra Brounda en National Geographic. Las actividades humanas, sin embargo, llevan tiempo perturbando esa delicada reciprocidad al añadir toneladas de dióxido de carbono adicional a la atmósfera, como resultado de la quema de combustibles fósiles, la tala de bosques y otras acciones. Estas emisiones industriales de carbono no solo provocan un recalentamiento del planeta, sino que también generan la acidificación de mares y océanos.

Dado el creciente interés ecológico del llamado «efecto invernadero», que implica el aumento de la temperatura en la Tierra, nos parece de interés detenernos brevemente en ello. Valga señalar que, por un lado, las emisiones de CO2 influyen en la atmósfera porque sus partículas en suspensión dejan pasar la radiación solar, pero impiden que esta salga, dando como resultado un incremento de la temperatura en la Tierra.

Por otro lado, el aumento de temperatura afecta al pH del agua, esto es el índice que expresa el grado de acidez o alcalinidad de una solución acuosa​. Con el calor, las moléculas tienden a separarse en sus elementos: hidrógeno y oxígeno. Al crecer la proporción de moléculas fragmentadas, se libera hidrógeno y el medio se vuelve más ácido, o sea, su pH desciende (cuanto más bajo, mayor es la acidez del medio).

En este contexto, se ha comprobado que cada año las aguas de océanos y mares absorben alrededor del 25 % de todo el CO2 extra emitido, lo que da lugar a que el pH del agua baje, es decir, que aumente su acidez poniendo en peligro la vida circundante. Entre los numerosos aspectos dañinos podemos destacar una mayor vulnerabilidad de las especies y una clara disminución de la biodiversidad.

En suma, cuando el planeta se calienta debido al exceso de emisiones de carbono, los mares y océanos cambian, tornándose cada vez más ácidos, lo cual pone en peligro a un sinfín de organismos marinos que pueblan los ecosistemas acuáticos. Otro asunto colateral en la causalidad de fenómenos que se superpone a lo mencionado es la inmensa acumulación de plásticos y distintos residuos dañinos volcados a mares, ríos y aguas terrestres.

Un ejemplo esclarecedor

La investigadora del Museo de Historia Natural (Natural History Museum) de Londres Juliet Brodie, especialista en taxonomía de las algas, ecología, conservación y evolución, estudia las numerosas especies de estos organismos que viven en los mares fríos del Reino Unido.

Juliet Brodie. NHM.
Juliet Brodie. NHM.

La experta mirada de esta científica ha constatado que los vastos bosques de algas que crecen en la profundidad de los océanos tienen un papel esencial en los ecosistemas submarinos. Al respecto, en una entrevista concedida a Emily Osterlof, Brodie destaca que entre las muchas especies de algas marinas presentes en los fríos mares británicos, las de mayor tamaño son las pardas (Feofíceas). Asimismo, describe que crecen desde la costa hasta 20-30 metros por debajo, o incluso a más profundidad si el agua es clara, formando densos y bellos bosques que proporcionan el hábitat para un amplio rango de organismos.

Dichos bosques submarinos, continúa la científica, contribuyen a la proliferación y diversidad de un elevado número de seres vivos propios de aquellas regiones, y añade que «suelen ser refugio de los peces y de otras especies de animales y de algas. [Además], cuando estas colonias se observan cuidadosamente, se detectan en ellas gusanos, caracoles, e incluso esponjas. Hasta el rizoide, la estructura que conecta un alga parda grande con el suelo marino rocoso, sostiene una gran cantidad de seres vivos». Juliet Brodie ha declarado admirada, «el bosque sumergido está lleno de una sorprendente y variada vida».

En defensa de la protección del extraordinario paisaje submarino, la experta advierte que las algas pardas halladas a lo largo de la línea de la costa británica crecen hasta alcanzar los tres metros de altura, aunque recalca que las mayores del mundo son realmente gigantescas y suelen encontrarse en regiones como la costa de California donde alcanzan hasta 50 metros.

Brodie no olvida denunciar con energía que las algas pardas de muchos lugares del mundo, al igual que las verdes y las rojas, están paulatinamente desapareciendo debido al aumento de la temperatura del agua del mar. «En esta época de rápido cambio ambiental, insiste, tales pérdidas a gran escala dañan los ecosistemas marinos, desplazando los organismos que viven en ellos. Igualmente, las costas de alrededor del mundo también se ven muy expuestas a deterioros debidos a la erosión al perderse las algas que forman barreras protectoras».

Al mismo tiempo, Brodie denuncia que «aún se conoce muy poco sobre estos irremplazables organismos, y la falta de medidas protectoras ante diversas amenazas disminuyen nuestras oportunidades de conocerlos mejor». Y, continúa informando, «en los últimos años hemos hecho considerables progresos en nuestros conocimientos sobre las algas marinas del Reino Unido, pero solo estamos empezando a comprender la enorme escala de su variedad en otras partes del mundo. Hay una gran riqueza de diversidad esperando a ser descubierta antes de que sea demasiado tarde».

En resumen, las algas conforman todo un mundo clave que va dejando atrás su interés secundario en la opinión pública, colocándose en una valoración acorde a su funcionalidad estratégica en el planeta.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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