Genevieve Estelle Jones, ornitóloga e ilustradora que no llegó a ver el reconocimiento de su obra

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La bella y detallada obra científica y artística por la que el nombre de Genevieve Estelle Jones es conocida en el mundo de la ornitología, Ilustraciones de los nidos y huevos de las aves de Ohio, tuvo en su primera edición una tirada de solo noventa ejemplares, financiada por su padre, debido a lo costoso que resultaba imprimir las detalladas y vivas imágenes que Jones había dibujado. Aunque en realidad no todas eran suyas. La existencia de este libro es en realidad una historia familiar.

Genevieve Estelle Jones y sus ilustraciones de nidos. Imágenes: Wikimedia Commons.

Jones nació el 13 de mayo de 1847 en Circleville, Ohio. Era hija de un doctor y aficionado a la ornitología con el que a menudo cabalgaba por los bosques cercanos a su ciudad en busca de aves, nidos y huevos que colocaban en una vitrina en casa. Estudió en casa hasta que tuvo edad para ir al instituto, donde destacaron sus notas en matemáticas, lenguas antiguas, música y ciencias. Tras graduarse de la educación secundaria siguió estudiando cálculo, música e idiomas con un tutor.

Un objetivo para salir de la tristeza

Sin embargo, padecía de problemas de salud y de relaciones sociales: era muy tímida y experimentaba dolores habituales de cabeza y en los ojos que los médicos de la época achacaban a una fuerte ansiedad a causa de la guerra civil que Estados Unidos acababa de sufrir. En los años siguientes padeció graves brotes de acné que afectaron a su autoestima, lo que agudizó su timidez y le dificultaban relacionarse con normalidad.

Tuvo una relación romántica en su vida, con un hombre con el que se comprometió para casarse, pero debido a los problemas de alcoholismo que él padecía, la familia de ella se opuso al compromiso y les prohibieron seguir con la relación.

Tras esa ruptura, en 1876, visitó una exposición en Filadelfia que celebraba el centenario de la fundación de Estados Unidos y allí descubrió una copia de Aves de América, un libro detalladamente ilustrado por el naturalista John James Audubon. Desde ese momento la idea de crear un libro similar se convirtió en un empeño personal, impulsado además porque en el libro de Audubon había muy pocos dibujos de nidos y nadie más había retomado esa tarea desde entonces. Su familia la animó a llevarlo a cabo para fomentar su vocación pero sobre todo para darle un objetivo y sacarla de la tristeza.

Un empeño familiar

Toda la familia se implicó. Su padre se comprometió a ocuparse de la parte financiera del proyecto, que decidieron que se vendería bajo suscripción y por fascículos: tres litografías más su texto en cada entrega. Una amiga de la infancia, Eliza Shulde, ayudaría a Jones a hacer las ilustraciones en placas para las impresiones y su hermano elaboraría los textos que acompañarían a esas ilustraciones. La primera entrega se envió en 1897 y quienes las recibieron quedaron impresionados por la calidad de las imágenes que las dos mujeres, sin formación previa en ornitología ni ilustración científica, habían elaborado.

Pero no tuvieron tiempo de completar el proyecto, y mucho menos de disfrutar el reconocimiento que despertó porque en pocos meses Jones contrajo fiebre tifoidea y murió en pocas semanas. Tenía 32 años.

Por ese motivo solo tuvo tiempo de completar cinco de las setenta litografías que tenían previsto incluir en el libro. Su familia en pleno duelo decidió seguir adelante con el proyecto como la mejor forma de hacerle un homenaje. Su amiga Eliza completó varias ilustraciones más antes de perder interés en la idea y dejarlo.

Un homenaje a Jones

Su madre retomó la tarea. Aunque antes de ese momento solo había mostrado interés y talento artísticos limitados, puso todo su esfuerzo y habilidad en elaborar las intrincadas ilustraciones que se convertirían en las placas de impresión para que estuviesen a la altura de la obra de su hija. Su hijo la ayudaba con los elementos que se le resistían y contrataron a dos chicas del barrio para que coloreasen las ilustraciones mientras su marido seguía manejando la parte económica y se encargaba de que las entregas llegasen a tiempo a los suscriptores (uno de ellos fue Theodore Roosevelt, por entonces estudiante universitario que sería naturalista y militar y llegaría a ser presidente de Estados Unidos).

Los últimos fascículos se enviaron 1886 y después se editaron varios volúmenes que recogían lo que finalmente fue un conjunto de 68 litografías con sus respectivos textos. Aunque la calidad era innegable, no consiguieron recuperar la inversión hecha en su producción. Solo se conservan unas cuantas copias de aquella primera edición, aunque a día de hoy se han editado de nuevo con técnicas digitales que permiten abaratar su coste y hacerlo más accesible.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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