Melba Newell Phillips, la física que sufrió el castigo de no renunciar a sus principios

Vidas científicas

Melba Newell Phillips fue una física insigne en una época y en un país en la que la reputación de los físicos era algo importante. No en vano terminarían marcando el final de la Segunda Guerra Mundial para Estados Unidos. Y sin embargo, el motivo en el que la mayoría de sus compatriotas leyó alguna vez su nombre no tuvo nada que ver con eso. En 1934 su nombre apareció en varios artículos y noticias en los periódicos a causa de lo que leído hoy, es una muestra del tiempo en que vivió.

Melba Newell Phillips.
The Indiana History Blog.

Cuentan esos artículos, con mayor o menor nivel de colorido detalle según el estilo del periodista que lo redactase, que agentes de policía habían encontrado a una chica sola en un coche en lo alto de una colina, sola, llorando y desvalida porque su acompañante la había dejado allí con la promesa de ir a dar un paseo y volver, pero nunca había vuelto. El acompañante era el famoso físico Robert Oppenheimer. Le habían encontrado poco después durmiendo plácidamente en su cama y, sorprendido al ser despertado, había reconocido que se había olvidado de ella.

Con el puritanismo de la época, el hecho de que a ambos se les presupone amantes no está escrito de forma clara, pero se transpira. También que ella es poco menos que una muchacha indefensa y desvalida. No hay pruebas documentales de que Phillips y Oppenheimer tuvieran más que una relación profesional y de amistad, pero de lo que sí hay pruebas es de que ella no era una muchacha indefensa y desvalida: había crecido en la naturaleza y sabía valerse por sí misma, en 1934 había publicado una tesis en física teórica que había sido reconocida por sus colegas de área científica como un valioso trabajo, y se la puede ver en fotografías previas a ese momento conduciendo con seguridad. Es muy poco probable que Phillips, en caso de haberse quedado sola en un coche en un parque urbano, hubiese necesitado ayuda de la policía para volver a su casa.

Graduada del instituto a los 15 años

Phillips nació el 1 de febrero de 1907 en Indiana, Estados Unidos, en una familia de profesores. Se graduó a los 15 años del instituto y se matriculó en la Universidad de la Ciudad de Oakland, donde recibió clases de profesores que eran figuras reputadas de la física del momento, y obtuvo una sólida base de conocimientos matemáticos y físicos. También fue entonces cuando comenzó a demostrar un carácter independiente y contrario a la opresión y a la imposición de reglas que consideraba injustas por muy tradicionales que fueran.

Tras graduarse en 1926 impartió clases en la misma institución antes de aceptar una beca como docente en otra universidad en el estado de Michigan. Allí dio clases y también completó su formación en física matriculándose en cursos avanzados. Obtuvo el título de máster en 1928. Tenía 21 años.

El verano siguiente atendió a un simposio sobre física teórica que impartía en la Universidad de Michigan Edward Condon, un físico reconocido por su pensamiento innovador, que terminaría formando parte más adelante del Proyecto Manhattan, que daría como resultado el desarrollo de la primera bomba atómica. Phillips impresionó a Condon durante esas jornadas y, por recomendación suya, ella fue aceptada en 1930 en el programa de doctorado de la Universidad de California en Berkeley, una universidad que había invertido muchos recursos académicos en potenciar la investigación y atraer talento en el campo de la física. Muchos de los profesores e investigadores que trabajaban allí en esos años terminarían ganando premios Nobel, y muchos de ellos participarían después en el Proyecto Manhattan.

Phillips y Oppenheimer, el interés por lo no resuelto

Phillips trabajó estrechamente con uno de ellos, Robert Oppenheimer, y de hecho entablaron una amistad que duraría toda su vida. Él era profesor asistente de física en la universidad desde pocos meses antes de que ella llegase allí, y daba clases de física teórica, algo en lo que la universidad tenía fama de flaquear. Según las explicaciones del propio Oppenheimer, su intención no era preparar a los estudiantes para que tuvieran carreras brillantes, sino hacerles partícipes de los problemas que aún quedaban por resolver en su campo científico.

Melba Phillips.

Esto resonaba con los intereses más profundos de Phillips, que siempre se había sentido atraída hacia el estudio de lo aún desconocido. Ella eligió dos temas distintos para su tesis doctoral, ambos relacionados con problemas por resolver dentro de la física teórica. Oppenheimer era por tanto el mejor candidato a dirigir su tesis y enseguida se convirtieron en buenos amigos.

El trabajo de investigación que realizó durante su doctorado fue reconocido por su profundidad, lo interesante de sus hipótesis y lo sofisticado de sus cálculos. Varias revistas académicas lo publicaron incluso antes de que ella defendiera oficialmente su tesis. Se había hecho un nombre en el campo de la física ya antes de doctorarse.

A pesar del reconocimiento de sus colegas, incluido el propio Oppenheimer, obtener un trabajo a tiempo completo fue una meta difícil de alcanzar, en parte porque eran los años de la Gran Depresión. Tras doctorarse en 1933 siguió ligada a la universidad con una combinación de asistente de investigación e instructora a tiempo parcial, lo que aprovechó para seguir avanzando en su carrera.

El proceso Oppenheimer-Phillips

Durante este tiempo siguió trabajando para resolver problemas aún sin respuesta en el campo de la física teórica junto a Oppenheimer. En un artículo que publicaron conjuntamente en 1935 proponían lo que se llamó el proceso Oppenheimer-Phillips, algo que se consideró una contribución básica a la teoría cuántica y que describe el comportamiento, entonces desconocido e inesperado, de los deuterones (núcleos de átomos de deuterio, también llamado hidrógeno pesado) cuando reaccionan con otros núcleos.

A pesar de sus logros, el hecho de ser mujer era un desafío añadido. Años después describió cómo a menudo era la única mujer en las clases y aunque aseguraba que como aspirante a doctorarse no había notado una discriminación activa “es verdad que había un profesor que no aceptaba mujeres como asistentes”, si bien añadió que no era difícil elegir otra alternativa. Sin embargo, sí hizo mención en ocasiones a “decisiones injustas” tomadas por la universidad, relativas al salario y las condiciones económicas. De hecho, otros científicos que fueron sus colegas declararon entonces y después, que una aportación a la física como había sido el proceso Oppenheimer-Phillips, en otros casos habría significado automáticamente un ascenso a personal docente de la universidad, algo que no ocurrió con ella.

Años más tarde, hablando de los problemas que enfrentan las mujeres en el campo laboral de la ciencia, diría “no vamos a resolverlos, pero […] si hacemos suficiente esfuerzo, avanzaremos, y yo creo que hemos avanzado. A veces damos pasos atrás, pero no retrocedemos del todo, o no hasta el mismo sitio. Creo que hay mucha verdad si decimos que el progreso no es estable, aunque sea inevitable”.

En octubre de 1937 acudió como delegada a una conferencia de la Asociación Americana de Mujeres en la Universidad en la que el tema central fueron los prejuicios contra las científicas y cómo eso entorpecía no solo sus carreras sino el progreso científico en general. Finalmente en 1938 obtuvo por fin un puesto estable como docente en el Brooklyn College, en Nueva York.

Del Proyecto Manhattan al activismo científico

Al año siguiente comenzaría la Segunda Guerra Mundial, en la que Estados Unidos terminaría entrando plenamente algo después, tras el bombardeo de Pearl Harbor en diciembre de 1941. Sería un conflicto en el que la tecnología y la investigación jugarían un papel crucial, y por tanto los científicos se verían directamente involucrados: entre otros aspectos, el desarrollo de una bomba atómica fue lo que marcó el final de la guerra para Estados Unidos. Decenas de científicos que participaron en ese esfuerzo tendrían que lidiar desde entonces con la responsabilidad y los remordimientos, entre ellos el colega de Phillips. Muchos de ellos se volcaron hacia el mundo académico, mientras que otros consagraron su frustración en el activismo científico. Phillips fue una de ellas.

Phillips ayudó a organizar la primera Federación de Científicos Estadounidenses en 1945, cuyo objetivo era evitar que ocurrieran más guerras nucleares. Ese mismo año se involucró en la creación de la Federación de Científicos Atómicos, que buscaba promover la participación de los científicos en las instituciones y la política, educar a la población en temas científicos, y combatir el uso interesado de la ciencia por parte de las empresas y los gobiernos.

Una audiencia frente al senador McCarthy

El activismo terminaría convirtiéndose en un problema para ella pocos años después, cuando la Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, al miedo a los comunistas y a las inquisitoriales actividades del senador Joseph McCarthy.

Phillips fue llamada a declarar ante el comité de actividades políticas del congreso de Estados Unidos en 1952. Antes de eso, un testigo que afirmaba haber sido previamente un oficial comunista había testificado que había ayudado a organizar unidades secretas de profesores comunistas y que cientos de ellos se habían organizado para ser los líderes del sindicato de profesores. Varios profesores de renombre de Nueva York se habían negado a confirmar o desmentir que tuviesen simpatía por la ideología comunista, y no iban a participar en la caza de brujas. Phillips fue una de ellos.

Melba Phillips (1982).

Por este motivo, fue despedida de su puesto de trabajo, debido a una norma que imponía el cese inmediato de cualquier trabajador de una entidad neoyorkina que se acogiese a la Quinta Enmienda (una enmienda de la Constitución de Estados Unidos que establece, entre otras cosas, que nadie está obligado a declarar contra sí mismo). Años después ella diría que su objeción a colaborar en esas vistas estaba basada en principios más bien éticos que políticos.

A pesar de su despido, su interés y perseverancia en el campo de la ciencia no desaparecieron y, mientras seguía sin trabajo, escribió dos libros de texto que se convertirían en referencias educativas: Electricidad y Magnetismo Clásicos (1955) y Principios de la Ciencia Física (1957).

En 1957 volvió a la Academia como directora asociada del Instituto del Año Académico de la Universidad de Washington en Wisconsin, una escuela para formación del profesorado. Allí desarrolló programas para enseñar a profesores de instituto que daban asignaturas de ciencia básica y física. Siguió allí hasta 1962 cuando entró a trabajar en la Universidad de Chicago. En 1966 se convirtió en la primera mujer que presidió la Asociación Estadounidense de Profesores de Física.

Siguió siendo profesora de la Universidad de Chicago hasta su jubilación en 1972, y después siguió siendo profesora visitante en muchas otras instituciones. Recibió varios premios, incluida en 1981 la primera edición del premio que lleva su nombre.

En 1987 el Brooklyn College se disculpó públicamente por haberla despedido 35 años antes, y en 1997 esa misma institución creó una beca con su nombre. Phillips murió el 8 de noviembre de 2004.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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