Barbara Paulson, una de las “chicas cohete” que impulsaron la conquista del espacio

Vidas científicas

Si pensamos en la salida del hombre al espacio, parece difícil rebatir ahí el uso de la palabra “hombre”. Fueron ellos quienes se subieron a los cohetes durante décadas, quienes pisaron la Luna, quienes desde la Tierra incluso construyeron esos enormes aparatos que simbolizaban el poder técnico y científico de la humanidad, ¿no? Si hasta tienen forma de lo que todos hemos pensado alguna vez. Hay pocas cosas más masculinas que un cohete.

En realidad, eso no es cierto. Solo que no siempre hemos visto la panorámica completa. Muchas mujeres participaron en la conquista del espacio, haciendo que la oración de arranque de este artículo sea mucho más cierta y justa si hablamos del “ser humano” en el espacio, y no solo “el hombre”. Las mujeres siempre han estado ahí y han participado, y en el caso de la conquista espacial, su labor especializada fue básica e indispensable. Después de todo, no hay ingeniería sin matemáticas ni desarrollo informático sin programación.

“Mamá, no quiero ser secretaria. Quiero ser matemática”

Barbara Paulson.

Barbara Jean Paulson nació el 11 de abril de 1928 en Columbus, Ohio. Su padre murió cuando ella tenía 12 años así que vivió su juventud con su madre y sus tres hermanos. Estudió latín y matemáticas en el instituto y al pasar a la educación superior decidió seguir un camino totalmente distinto al de sus dos hermanas mayores, que habían buscado trabajo como secretarias.

Ella sentía un gran interés por las matemáticas y optó por esa carrera al matricularse en la Universidad Estatal de Ohio. Poco después se trasladó a California, donde vivían sus hermanas. Allí se encontraba el Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL por sus siglas en inglés) de la NASA, la agencia donde desarrollaría toda su carrera profesional. Era una época en la que la palabra “computadora” no nombraba una máquina sino a las mujeres que hacían los complejos cálculos que impulsaban la carrera espacial.

Calculadoras humanas para guiar misiles

Se unió a ese equipo de calculadoras en 1948, cuando los cálculos se hacían aún a mano, y los hacían casi exclusivamente mujeres. Aunque era un trabajo esencial se consideraba poco meritorio y básicamente igual que cualquier otra labor de una secretaria, motivo por el que se consideraba apropiado para las mujeres. A Paulson le llevó varios días hacerse con los números y las operaciones necesarias para calcular la trayectoria de un proyectil, pero no se rindió hasta dominarlos perfectamente. Su primera misión estuvo relacionada con el MGM-5 Corporal, el primer misil guiado creado por Estados Unidos para llevar una cabeza nuclear, y el equipo de Paulson y sus compañeras fue invitado a firmar en la carcasa del misil número 100 que se fabricó en esta misión. Eran los años de mayor tensión entre los dos bandos de la guerra fría.

Allí conoció a otras mujeres que se dedicaban a lo mismo. El grupo pasó de trabajar juntas a ser amigas, a ser conocidas como las “rocket girls” (las chicas de los cohetes) y a convertirse en poco menos que una leyenda décadas después, a día de hoy, al reivindicarse su labor como imprescindible para poner a un hombre en el espacio, aunque a menudo olvidada dentro del esfuerzo técnico y científico colectivo que fue aquella hazaña. Su trabajo preciso y metódico, aunque poco espectacular ni reconocido, estaba detrás de cada misión y cada diseño que los astronautas e ingenieros, durante décadas casi invariablemente hombres, utilizaban y lucían ante unas cámaras de televisión que también jugaron un papel esencial en esa gran operación de marketing y propaganda que fue, también, la carrera espacial en el marco de la guerra fría.

Las computistas (1953). Primera fila, de izquierda a derecha: Ann Dye, Gail Arnett, Shirley Clow, Mary Lawrence,
Sally Platt, Janez Lawson, Patsy Nyeholt, Macie Roberts, Patty Bandy, Glee Wright, Janet Chandler, Marie Crowley,
Rachel Sarason y Elaine Chappell. Segunda fila: Isabel deWaard, Pat Beveridge, Jean O’Neill, Olga Sampias,
Leontine Wilson, Thais Szabados, Coleen Veeck, Barbara Lewis Paulson, Patsy Riddell, Phyllis Buwalda,
Shelley Sonleitner, Ginny Swanson, Jean Hinton, and Nancy Schirmer. Fuente: Wikimedia Commons.

Su trabajo manejando datos, algo que hoy es reconocido y apreciado, era entonces ya puntero e innovador, aunque no se le diera una gran importancia. Estas calculadoras humanas contribuyeron al lanzamiento de misiles, de bombarderos y de satélites. En base a sus cálculos se controlaron después misiones a la Luna e incluso hoy están detrás de los mecanismos de control de los robots rovers que circulan y nos envían información en la superficie de Marte. Gracias a sus operaciones se resolvieron problemas técnicos cruciales, como por ejemplo cuánto había que reducir el peso del combustible para que una nave pudiera escapar de la gravedad de la Tierra pero aún así quedase suficiente para la trayectoria de vuelta.

Del espacio a la Luna, a Marte… y más allá

En enero de 1958, tras un trabajo frenético, el equipo del JPL fue capaz de diseñar, lanzar y poner en órbita el satélite Explorer 1, el primer satélite artificial puesto en órbita por Estados Unidos, tras la Sputnik de la Unión Soviética. Las “rocket girls”, entre ellas Barbara Lewis Paulson, fueron las encargadas de hacer todos los cálculos de la misión, que fue un éxito.

En 1960, Paulson estaba embarazada y pidió una plaza de aparcamiento más cercana al edificio. En cambio, fue despedida ya que el JPL no quería tener entre sus trabajadores a una mujer embarazada por motivos relacionados con la cobertura del seguro sanitario. No había ningún tipo de baja por maternidad ni beneficios sociales y a las mujeres embarazadas se las despedía u obligaba a dimitir. Helen Ling, otra de las mujeres que trabajaban en el laboratorio, impulsó e insistió para que se las volviese a contratar. Cuando su hija tenía siete meses, Paulson aceptó el ofrecimiento de Ling y volvió a su puesto. Cuando volvió a quedarse embarazada no pidió cambiar de plaza de garaje.

De calculadoras pasaron a la programación, y el equipo de Paulson y sus compañeras fue el primer equipo de desarrollo que se creó, aunque sus capacidades técnicas estuvieran lejos de lo que hoy se considera un equipo de desarrollo como tal debido a las limitaciones de sus máquinas comparadas con las de hoy. Utilizando los primitivos equipos de IBM con los que contaban, aprendieron a crear código que corriese en ellos y ejecutase las funciones que necesitaban llevar a cabo. Las “rocket girls” llegaron a encariñarse tanto con uno de esos dispositivos, el IBM 1620, que lo bautizaron como CORA y le dieron su propio espacio en su oficina.

Barbara Paulson, Vickie Wang y Helen Ling (1980).

En los años 60, tras el éxito de la misión Explorer-1, el laboratorio comenzó a orientar sus esfuerzos en la llegada a la Luna y otras misiones interplanetarias. Paulson y Ling dedicaron muchas horas (muchas de ellas horas extra, fuera de su horario) a calcular las trayectorias de las misiones Mariner que serían enviadas más adelante a Venus y a Marte. Sus conclusiones, que se demostraron correctas, era que solo había breves ventanas de tiempo en las que se pudieran lanzar esas naves para aprovechar las distancias y las fuerzas de manera óptima a favor de la misión. También en la década de los 60 Paulson recibió el título de ingeniera y ocupó un puesto más alto, de supervisora, dentro del equipo.

En la década de los 70 Paulson estuvo involucrada en el programa Viking, el primero que aterrizó un vehículo en la superficie de Marte, y ella fue quien hizo los cálculos del trayecto que realizó la nave durante los once meses que duró la travesía, así como las operaciones necesarias para las maniobras de entrada, descenso y aterrizaje. A finales de los 70, Paulson y su equipo trabajaron en las primeras fases de las misiones Voyager. La Voyager 1, lanzada en septiembre de 1977, es a día de hoy el objeto fabricado por el ser humano que más lejos ha llegado a través del espacio.

Paulson trabajó en el JPL durante 45 años, hasta su jubilación en 1993. En 216 la escritora y científica Nathalia Holt rescató su historia y la de sus compañeras en un libro llamado The Rise of the Rocket Girls (El ascenso de las chicas cohete), momento en que su nombre y sus aportaciones recibieron por fin parte del reconocimiento que merecían. Fue en ese momento cuando Paulson dio algunas entrevistas que permitieron conocer mejor esa cara hasta entonces casi oculta de la carrera espacial.

Tras sufrir un ictus varios meses antes que había afectado a su salud, Paulson murió el 26 de febrero de 2023.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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