Catharina Helena Dörrien (1717-1795), una sorprendente y original botánica alemana

Vidas científicas

El destacado escritor, artista y colaborador de la página web Women you Should Know, Dale DeBakcsy afirmaba categórico en 2018 que «la desafortunada tendencia a infravalorar la Ilustración alemana ha dado como resultado que personajes verdaderamente notables se hayan deslizado casi hasta el olvido cuando claramente merecían un destino mejor». En este sentido, continúa el escritor, «una generación de genios fue infravalorada, incluyendo a una mujer polifacética que surge casi increíblemente rica en dones intelectuales y artísticos».

Catharina Helena Dörrien.

Dale DeBakcsy se está refiriendo a Catharina Helena Dörrien (1717-1795), artista con mucho talento, ya que hoy es reconocida como «la naturalista femenina más famosa de habla alemana de su tiempo». Nacida el 1 de marzo de 1717 en Hildesheim, Baja Sajonia, Alemania, Catharina Dörrien, subraya el autor, fue una «innovadora pedagoga, pintora de renombre, naturalista rigurosa, esforzada traductora y dotada narradora, que ganó fama internacional en su tiempo, [si bien parecía] desvanecerse en una completa oscuridad durante los dos siglos que siguieron a su muerte».

Catharina fue la segunda hija de cuatro hermanos de una culta familia formada por el pastor Johann Jonas Dörrien y Lucia Catharina Schrader. «Como defensor de la naciente Ilustración, indica DeBakcsy, su padre creía que sus hijas e hijos debían tener acceso por igual a los recursos necesarios para aprender sobre el mundo y su historia, tanto natural como política». A la luz de tales ideas, la niña recibió la misma formación que sus hermanos varones y pudo «aprender todo aquello que despertara su fantasía, incluyendo latín, historia, geografía y ciencia». Su biógrafa, Regina Viereck, ha destacado la amplitud de los intereses de Catharina, enfatizando que la joven también aprendió botánica al colaborar con sus padres en el cuidado del jardín de la casa parroquial, «actividad que se convirtió para ella en un verdadero placer».

Cuando Catharina tenía 16 años, falleció su madre y cuatro años más tarde moría su padre. Sobre la década siguiente existen muy pocos datos biográficos, y se supone que la joven probablemente vivió con parientes o amigos, mientras que sus hermanos fueron a la universidad.

La vida de Catharina Dörren experimentó un notable cambio tras recibir una carta de su amiga de la infancia, Sophie Anna Blandina von Alers, invitándola a su casa en Dillenburg, ahora estado de Hesse situado a unos 260 kilómetros de Hildesheim, para que fuera institutriz de sus hijos. La intelectualmente inquieta Dörren, que tenía entonces 30 años de edad, aceptó gustosa la sugerencia. Pronto se vio incluida en una atmósfera donde reinaba el estudio, pues el marido de su amiga era el respetado historiador y amante de las plantas Anton Ulrich von Erath (1709-1773). Estimulada por el ambiente de esta familia culta y defensora de la educación femenina, relata Debakcsy, la joven «aprendió francés, pintura y taxonomía botánica en una rápida sucesión».

Inicialmente, Catharina Dörrien pintaba por placer, pero Erath detectó sus múltiples habilidades y la invitó a desplazarse con él por el Principado de Orange-Nassau, estimulándola en la búsqueda de nuevas variedades de plantas que documentar y pintar. Entusiasmada con los hallazgos, Dörrien publicó sus primeros trabajos ilustrados; éstos eran sobre todo de carácter pedagógico y ofrecían deslumbrantes relatos dirigidos principalmente a la educación de las jóvenes.

Como muy bien ha recordado Dale DeBakcsy, en 1756, tres años antes de que naciera Mary Wollstonecraft (1759-1797), célebre autora británica que reivindicó los derechos de las mujeres (Vindication of the Rights of Woman, 1792), Catharina Dörrien decidió desafiar en sus escritos la forma en que las niñas eran educadas. Esta pionera alemana concebía la educación como un gran ejercicio para generar gente útil tanto para sí mismas como para los demás, e insistía en que una «buena formación generaría mujeres intelectualmente satisfechas mucho más útiles que las educadas para ser dóciles y placenteras compañeras».

Dörren puede considerarse una adelantada a su tiempo, pues declaraba que «las mujeres podían hacer cualquier cosa que la vida requiriera en términos de su propio mantenimiento, sin depender perezosamente de otros». Asimismo, sostenía que «el conocimiento debe suplementarse de lecturas regulares, dirigidas con pasión y placer desde los primeros años de vida, y que traten sobre historia y, más importante, sobre ciencia». En sus numerosos escritos, recomendaba varias revistas con detallados artículos científicos que debían incluirse en el régimen de lectura de las jóvenes (DeBakcsy, 2018).

Anton von Erath murió en 1773, pero Dörrien no abandonó sus estudios ni perdió el entusiasmo por su trabajo. Tal y como ha descrito la experta en historia de la botánica y Asociada Honoraria del Jardín Botánico de Merlbourne (Honorary Associate del Royal Botanic Gardens), Sara Maroske, la creativa Dörrien publicaba finalmente en 1777 su obra maestra: un catálogo de 496 páginas de las plantas de Orange-Nassau, acompañado de un gran número de ilustraciones. La historiadora ha señalado al respecto que «el exhaustivo detalle con el que esta botánica interpretó y describió las plantas locales, condujeron a que su obra fuera ampliamente admirada y reconocida; y a que varios de sus trabajos se tradujeron a otras lenguas alcanzando numerosas ediciones».

Sara Maroske también ha hecho referencia al extraordinario mérito de Dörren subrayando que «ser taxonomista [quien clasifica y ordenada jerárquicamente las plantas] requiere acceso a la educación, incluyendo conocimientos de latín, y a recursos como herbarios, colegas y bibliotecas, y la capacidad de publicar. La taxonomía moderna comenzó con Carl Linneo (1707-1778) en el siglo XVIII, y la única mujer contemporánea comparable a él fue precisamente la alemana Catharina Helena Dörrien, quien fue también la primera mujer que dio nombre al primer grupo de clasificación científica de hongos. Sus logros no los repetiría ninguna otra en medio siglo».

El catálogo de Dörrien estaba dividido en cuatro partes, describe Sara Maroske, con la sección final dedicada a los hongos. Linneo solo incluyó una docena de hongos en la primera edición de Species Plantarum (Linnaeus 1753), y no es sorprendente que Dörrien encontrara especies adicionales en Orange-Nassau. En la mayor parte de los casos no introdujo formalmente especímenes nuevos, aunque sí proporcionó descripciones con un nivel de detalle de notable meticulosidad.

Por su parte, DeBaksy, ha calificado el libro de Dörren de «obra magistral, en la cual las plantas coleccionadas durante más de 30 años a lo largo de cientos de kilómetros, están descritas y dibujadas magníficamente». Asimismo, añade que «la autora, conscientemente evita el uso del latín o el empleo de un estilo académico con el fin de que su libro fuera más accesible a los aficionados a la botánica y a los profesores de ciencia.» Y concluye: «una revolución adelantada en dos siglos».

Reconocimientos concedidos en vida de la botánica

La comunidad científica ha puesto de manifiesto que Catharina Dörrien fue reconocida en vida como una notable botánica. Ciertamente, fue elegida integrante honoraria de numerosas sociedades, entre ellas la Societatis Botanicae Florentinae, desde 1766, la Sociedad de Amigos de la Investigación Natural de Berlín (Gesellschaft Naturforschender Freunde zu Berlin), desde 1776, y la Sociedad Botánica de Regensburg, desde 1790. Al respecto, Sara Maroke ha subrayado que «estos nombramientos fueron logros extraordinarios en una época en que solo unas pocas mujeres, principalmente de la nobleza, pertenecían a sociedades ilustradas alemanas».

Anagallis arvensis, acuarela de Catharina Helena Dörrien. Wikimedia Commons.

A lo largo de su vida Catharina Dörrien pintó más de 1400 hermosas acuarelas en color de la flora regional. Cuando murió, el 8 de junio de 1795 en Dillenburg, el naturalista alemán Moritz Borkhausen (1760-1806), dio en su honor el nombre de Doerriena a un género de plantas.

Las ilustraciones de Dörrien fueron heredadas por la familia von Erath. Una pequeña colección se prestó en 1875 a la Asociación de Arqueología e Investigación Histórica de Nassau (Verein für Nassauische Altertumskunde und Geschichtsforschung), donde fue altamente admirada. Sara Maroske ha relatado que en 1890, el Museum of Wiesbaden [situado en el suroeste de Alemania] adquirió una colección de unas 2500 acuarelas de plantas pintadas por Johan Philipp Sandberger, un artista amigo de Anton Von Erath, si bien la mayor parte de sus acuarelas se consideran copias de los originales de Dörrien. Posteriormente, en 1937, el museo compró 34 pinturas auténticas de Dörrien, que posiblemente, añade Maroske, eran las que fueron exhibidas en 1875.

La historiadora ha escrito que «el contraste entre los originales de Dörrien y las copias de Sandberger, enfatiza la pérdida para el arte botánico debida a la desaparición del grueso de la colección de la botánica. En 1941, continúa Maroske, «el conservador del museo Friedrich von Heinbeck declaraba que la agudeza del estilo de las pinturas de ella podía compararse con las puntadas de una bordadora que trabajara con los más finos hilos». Finalmente, concluye lamentado que «el destino del herbario de Dörrien es hoy desconocido».

Un penoso olvido

El lugar en la historia de la ciencia de Catharina Dörren después de su muerte fue constantemente menguando, de manera semejante a lo ocurrido con la extraordinaria naturalista, exploradora e ilustradora científica alemana Maria Sybilla Merian (1647-1717) o con la excelente ilustradora botánica Elizabeth Blackwell (1707-1758). Tal como ha explicitado DeBakcsy «los catálogos sobre biografías que solían incluir párrafos acerca de su trabajo en pedagogía, traducción, ilustración y botánica le fueron concediendo cada vez menos espacio a medida que el siglo XIX transcurría; en el cambio al siglo XX, incluso las fuentes alemanas rutinariamente omitieron su nombre por completo, o permaneció en una o dos líneas presentando datos incorrectos y vagas generalidades. Mientras tanto, las 1400 acuarelas que creó se dispersaron con el viento, y hoy solo nos queda un puñado de ellas».

Y esto no fue una excepción. Al igual que lo ocurrido con la biografía de numerosas científicas cuyas contribuciones fueron extraordinarias, hubo que esperar a finales del siglo XX, cuando los múltiples esfuerzos de los estudios con perspectiva de género empezaron a producir sorprendentes resultados; salió entonces a la luz un creciente número de trabajos realizados por agudas y afanadas estudiosas, cuyas aportaciones, pese a todo, habían caído mayoritariamente en el más lamentable de los olvidos.

Por fortuna, dentro de este nuevo panorama, tal como narra DeBakcsy, «unos pocos historiadores [e historiadoras] se dedicaron a la tarea de descubrir los destalles perdidos de la vida y trabajo de Catharina Dörren, y hoy su estrella brilla nuevamente en Alemania y también en el resto del mundo. Su obra es citada en la actualidad como una fuente invaluable para la reconstrucción del pasado de la botánica, y su ejemplo como una voz temprana y distintiva en el campo de la pedagogía de las mujeres. [Por eso] es reconocida como el gran adelanto que representó».

Y el autor termina con una satisfactoria afirmación: «Finalmente hemos avanzado lo suficiente como civilización para apreciar al completo los logros de Catharina Dörrien, y esto augura beneficio tanto para ella como para nosotros».

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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