Nada es más complejo de investigar en el cuerpo humano como es el más complejo de sus órganos. A ese kilo y medio de que llamamos cerebro, que contiene 86 000 millones de neuronas, dedicó su vida la neurocientífica austriaca Alexandra Adler, que vivió un siglo para darnos a conocer muchos de los misterios que ocultaba, relacionados con el daño cerebral, la esquizofrenia o el estrés postraumático.
Alexandra nació casi con el siglo, el 24 de septiembre de 1901, en Viena, en época del Imperio austrohúngaro y en el seno de una familia de clase alta y dedicada a la ciencia. Su padre era el famoso psicólogo Alfred Adler, conocido por fundar la psicología individual, y su madre, Raissa Timofeyevna Epstein, una judía rusa de ideario socialista radical. Al parecer, Raissa influyó en las opiniones de su marido sobre las mujeres y sirvió como modelo feminista para sus dos hijas y su hijo. De hecho, había emigrado porque en Rusia las mujeres no podían estudiar ciencias, que la apasionaban. Justo cuando estalló la Primera Guerra Mundial, madre e hijos fueron hechos presos mientras estaban de vacaciones en Rusia, aunque lograron ser liberados contando una patraña al zar. La infancia de nuestra protagonista no debió de ser fácil entre un padre de origen obrero dedicado a la novedosa psicología y una madre volcada en la política, además ambos de países de origen que estaban en guerra entre sí.
En su ciudad, animada por ese contexto familiar, Adler se licenció en medicina en 1926, consiguiendo más tarde la especialidad de psiquiatría. Enseguida, comenzó a trabajar en el Hospital de Neuropsiquiatría de la universidad y se centró en el tratamiento neurológico de mujeres. En 1935, su vida sufrió un vuelco inesperado, debido a los acontecimientos internacionales. Según una versión, su padre se había ido a Estados Unidos a comienzos de la década de 1930 ante el temor a que los nazis pusieran fin al desarrollo de la psicología individual a la que dedicaba su vida. El resto de la familia se quedó en Austria, pero habría seguido sus pasos en 1935 debido a que se había puesto gravemente enfermo. Otra versión cuenta que emigraron al otro lado del océano porque Raissa fue detenida por colaborar con los comunistas de la “ayuda roja” y su esposo se comprometió a sacarla de Austria si la dejaban libre.
El caso es que, a su llegada, Alexandra no tardó en ser contratada en la Facultad de Medicina de Harvard, siendo una de las primeras neurólogas del país, como también lo había sido en Austria. De hecho, como a ninguna mujer se le asignaban puestos docentes regulares, se la contrató como personal de investigación, con nombramientos anuales renovables automáticamente. También ejerció en el Hospital General de Massachusetts hasta 1944, en la sección de neurología. Después de aquello pasaría por varios hospitales más, e incluso por la práctica privada. Durante 20 años trabajó también con delincuentes femeninas en el correccional de Nueva York, llegando a publicar sus observaciones sobre un millar de sus pacientes en 1955.
Pero más allá de su trabajo como psicoterapeuta, Alexandra fue una de las intérpretes más fructíferas del trabajo de su padre, que fue un pionero al hablar de técnicas para la educación infantil o sobre la frontera entre neurosis y psicosis. En libros, folletos, enciclopedias o diccionarios, ella fue sistematizando conceptos como el de inferioridad de órganos, la compensación psíquica, el estilo de vida del neurótico, la influencia de la posición familiar o del orden de nacimiento, etcétera. A la vez, escribía artículos sobre las técnicas ‘adlerianas’ que su progenitor había propuesto para tratar males neurológicos, como la esquizofrenia, las neurosis y los trastornos de la personalidad, además del uso de tratamientos farmacológicos modernos en psicoterapia, la práctica de la terapia de grupo, etcétera. Hoy todo ello suena muy común, pero en la primera mitad del siglo XX era toda una revolución.
En 1959, Adler se casó con Halfdan Gregersen, decano y profesor de lenguas romances en el Williams College. Desde 1948, era la directora médica de la recién fundada Clínica de Higiene Mental Alfred Adler, en Manhattan, y también había sido nombrada presidenta de la Sociedad Estadounidense de Psicología Adleriana.
El estrés postraumático
Si algo especialmente novedoso tenían sus investigaciones es que no sólo trataban de comprender los trastornos mentales y sus tratamientos, sino que tenían muy en cuenta los entornos sociales que rodeaban al malestar mental que sufrían las personas.
Entre sus más destacadas aportaciones está el estudio sobre lo que hoy se llama estrés postraumático que hizo con los supervivientes de un incendio en un club nocturno de Boston, en 1942, en el que murieron 492 personas. En los meses siguientes, Alexandra contactó con 46 de ellos y, con cuestionarios mensuales sobre su evolución, descubrió que tiempo después seguían afectados por un duelo no resuelto, con cambios de personalidad que implicaban culpa, rabia y mucha desmoralización. Un año después del suceso, el 50 % aún tenían el sueño alterado, nerviosismo, ansiedad y sensación de ser responsables de lo sucedido. Los que habían perdido el conocimiento en el incendio eran quienes tenían complicaciones mayores. Este trabajo la afianzó como pionera en la detección del trastorno por estrés postraumático (TEPT). Es más, si no fuera por el estudio de Adler sobre un evento tan catastrófico, aquellos que hoy enfrentan a estas situaciones todavía podrían estar mal diagnosticados.
Además, Adler describió cómo una superviviente con una lesión cerebral causada por vapores de monóxido de carbono que le generó una ceguera, iba sumando en su mente parte a parte para reconocer el todo que tenía delante y luego esas partes podían juntarse de forma equivocada. Ella demostró que no se debía a un fallo en el campo visual, sino cerebral y que tenía relación con la percepción que tienen las personas esquizofrénicas. Años después, junto con su colega Tracy Jackson Putnam, realizó un estudio post mortem del cerebro de una mujer con esclerosis múltiple que facilitó la comprensión de las bases neurológicas de una enfermedad que, por desgracia, aún no tiene cura. Como una de las primeras mujeres en practicar la neurología, también dirigió el Departamento de Neurología para Mujeres.
En 2001, Alexandra Adler falleció en el hospital de la Universidad de Nueva York, dejando tras de sí numerosas contribuciones a los campos de la psicología, la psiquiatría, la psicoterapia y la neurología han sido profundas. Gracias a ella, hoy entendemos la psicoterapia del trastorno por estrés postraumático y la esclerosis múltiple de otro modo.
Referencias
- Hendrika Vande Kemp, Alexandra Adler (1901-2001), Society for the Psychology of Women
- Dr. Alexandra Adler – The Impact of Social Values on Psychotherapy, The NYPR Archive Collections
- Alexandra Adler, 99, was one of Harvard’s first women neurologists, News Harvard, 18 enero 2001
- Alexandra Adler, Wikipedia
Sobre la autora
Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.