Galina Balashova, la arquitecta rusa que ayudaba a los cosmonautas a distinguir el suelo del techo

Vidas científicas

El diseño interior de las cápsulas espaciales en las que soviéticos y estadounidenses se lanzaron a conquistar el espacio seguramente despierta hoy sensaciones distintas a las que despertó cuando se utilizaron. A los que no tenemos los conocimientos técnicos necesarios para apreciar toda su complejidad y lo avanzados que realmente eran, nos parecen encantadoramente retro y hasta un poco ingenuos, con la ventaja que nos dan las décadas pasadas para saber cómo ha sido lo que entonces era un futuro que trabajaban por aprehender.

Galina Balashova. Imagen: Museum of Cosmonautics.

En su día, esas construcciones eran tecnología punta y símbolos de sus respectivos orgullos nacionales, y su diseño interior, el espacio en el que los cosmonautas y astronautas llevarían a cabo las hazañas espaciales encomendadas por sus países, eran inevitablemente parte de ese espíritu de desarrollo tecnológico y conquista de lo desconocido. Una mujer, la arquitecta rusa Galina Balashova, participó en esa carrera espacial precisamente al imaginar, diseñar y construir el interior de las aeronaves en las que viajarían, trabajarían y vivirían los cosmonautas soviéticos en las misiones espaciales.

Arquitectura para el espacio

“El interior de una nave espacial también es arquitectura, porque la arquitectura es la organización del espacio y su intención es proyectar interiores”, contaría años después Balashova. “Nunca sentí que estuviese cambiando de carrera, aunque tampoco había soñado con el espacio. Nunca”.

Balashova nació en Kolomna el 4 de diciembre de 1931 y desde pequeña mostró una vena artística, especialmente vertida en su gusto por pintar con acuarelas, que le sería útil y seguiría practicando como parte de su actividad profesional de adulta. Su decisión de convertirse en arquitecta fue en realidad de su abuela. “Surgió por mi afición de esculpir pequeñas casas de barro. Mi abuela dijo “deberías ser arquitecta”, y me convertí en una”.

Se formó en el Instituto de Arquitectura de Moscú y comenzó su carrera en el instituto de diseño GripoAviaProm, en Kúibyshev, en 1955. En esa época su trabajo consistía en la eliminación de elementos decorativos, considerados decadentes y propios de la burguesía, dentro del régimen y la estética soviética, de los edificios residenciales.

Cómo distinguir arriba y abajo sin gravedad

Fue en 1957 cuando comenzó su participación en el esfuerzo soviético por ganar la carrera espacial. Ese año comenzó a trabajar como arquitecta senior en OKB-1, hoy una empresa energética y por entonces la oficina de diseño experimental de la URSS. Comenzó diseñando residencias para los trabajadores pero terminó contribuyendo al diseño de los interiores de la nave Soyuz y de las estaciones Salyut y Mir. Más adelante sería también consultora en el programa Buran, ligando su trayectoria al programa espacial soviético.

Código de colores en la Estación Espacial MIR. Imagen: Cosas de arquitectos.

Su trabajo, una actividad creativa aunque también de gran carga técnica, consistía en el diseño de los espacios interiores, el mobiliario del interior de las naves, que debía ser extremadamente funcional para ser tan útil como fuera posible ocupando el mínimo espacio posible. También participó en el diseño de los paneles de control, los logos decorativos que transmitían de un solo vistazo la presencia de una superpotencia mundial en cada rincón de las naves y las comodidades relativas que los cosmonautas podían disfrutar dentro de estos espacios angostos.

Había además otro desafío a superar: la gravedad cero, que podía provocar desorientación con facilidad. Balashova decidió resolverlo asignando colores oscuros a los suelos y claros a los techos, facilitando que los cosmonautas los distinguiesen ambos sin problema cuando “arriba” y “abajo” dejasen tener el significado al que estaban acostumbrados en la Tierra. Consciente también de la importancia que tendría la retransmisión por televisión de las hazañas espaciales, trabajó a menudo con el color verde porque era un color que los aparatos de televisión de la época podían reproducir fielmente.

Sin reconocimiento por seguridad nacional

Balashova diseñó y pintó también los murales decorativos del interior del módulo de habitación de la Soyuz, eligiendo un paisaje invernal de su ciudad natal, las vistas desde su apartamento y una escena playera del Mar Negro. Esos murales no se conservan, ya que ardieron al incendiarse algunas partes de la nave en la reentrada a la atmósfera.

Emblema de la misión espacial Soyuz-Apollo (Galina
Balashova). Imagen: Museum of Cosmonautics.

También participó en el diseño de las naves con las que la URSS quería ser la primera en llegar a la Luna, pero ese trabajo nunca llegó a utilizarse, ya que Estados Unidos ganó esa etapa de la carrera especial y los planes de la URSS cambiaron.

Durante décadas, su trabajo estuvo clasificado como secreto de estado e incluso le fue denegada por supuestos motivos de seguridad la petición de que su nombre apareciese asociado al que se convertiría en el emblema oficial de la misión Apolo-Soyuz en 1973, una misión conjunta entre Estados Unidos y la URSS, por lo demás, dos enemigos declarados. La colaboración recibió una gran atención de los medios de comunicación de la época y se distribuyeron miles de pines con ese emblema, pero nadie supo entonces que era suyo ni conoció su nombre. Cuando la fábrica que producía las insignias expidió un certificado a su nombre, sus jefes reaccionaron con irá y uno de ellos amenazó con enviarla a la cárcel por “traicionar secretos de estado”. Tuvo que declarar que había sido la fábrica, y no ella, quien había expedido el certificado, y renunciar a cualquier futuro beneficio por su comercialización.

El secretismo en cuanto al trabajo de Balashova duró hasta que la Unión Soviética se desintegró en 1991. También su trabajo dentro de la industria espacial soviética se interrumpió en ese momento. Ella ya tenía 60 años y había sido, en muchos momentos de su carrera, la única mujer dentro de su entorno laboral. Desde ese momento dejó de pintar acuarelas espaciales, algo que más allá de su desempeño profesional nunca le resultó especialmente interesante personalmente, para pintar paisajes terrestres.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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