En general, el tema del artículo no es tan novedoso y no se podría aceptar tal como está, ya que casi todos los artículos en la literatura científica reportan los graves efectos indeseables y tóxicos de la sangre menstrual y todos sus componentes en el cuerpo humano. Incluso es bien sabido en todas las religiones que la sangre menstrual y sus células madre son extremadamente tóxicas y de muy baja calidad. Esta sangre contiene componentes metabólicos destructivos con actividades citotóxicas muy potentes. De hecho, algunas mujeres en algunas culturas utilizan unas pocas gotas de su potente extracto tóxico para matar secretamente a sus maridos.
Este texto es parte de los comentarios recibidos en relación a un artículo de nuestro grupo de investigación que fue enviado en 2021 a una revista científica. En él describíamos cómo potenciar el efecto inmunomodulador de células madre aisladas de la sangre menstrual.
El proceso de revisión por pares tiene como objetivo garantizar que las publicaciones científicas sean válidas, coherentes, rigurosas y originales. Sin embargo, la evaluación de los revisores puede estar influenciada por sesgos cognitivos, constructos sociales o creencias religiosas.
En el caso del artículo mencionado, dicho proceso falló, pero la editorial no tomó medidas para justificar el comportamiento de su revisor. Finalmente, el estudio fue publicado en una revista de otra editorial.
Condenada por las religiones y la (mala) ciencia
Esta historia demuestra que “vergüenza”, “prejuicio” y “estigma” continúan siendo términos asociados a la menstruación, y que existen muchos falsos mitos en torno a ella.
Durante siglos, la sangre menstrual se ha considerado sucia e impura. En el Levítico, un libro del Antiguo Testamento, puede leerse: “Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche”. Y el Corán sentencia: “La menstruación es una impureza”.
Además de lo que se menciona en libros religiosos, varios estudios científicos también investigaron hace décadas la posible presencia de componentes tóxicos en la sangre menstrual y su impacto en diferentes organismos.
En 1923, los farmacólogos David I. Macht y Dorothy S. Lubin explicaron que tanto la sangre menstrual como las secreciones (sudor, saliva, etc.) de mujeres menstruantes contienen una sustancia tóxica llamada “menotoxina”, capaz de inhibir el crecimiento de las raíces y los tallos de plantas vivas, deteriorar las flores cortadas y reducir el crecimiento de células de levadura.
Poco después, en 1925, Macht supuestamente demostró que las inyecciones de suero sanguíneo de mujeres en período menstrual en ratas inducían depresión, pérdida de orientación y parálisis.
Estas teorías fueron confirmadas entre 1940 y 1945 por O. Watkins Smith y George Van S. Smith, quienes aseguraron haber identificado el endometrio premenstrual o menstrual como origen de la potente toxina, capaz de matar al 95 % de ratas en las que se inyectaba. Además, observaron que esta sustancia tóxica parecía ser idéntica a la necrosina, aislada del exudado pleural de perros con una reacción inflamatoria en curso.
Sin embargo, Macht, Smith y Smith no tuvieron en cuenta que la contaminación bacteriana de los globos de goma utilizados para recolectar la sangre menstrual durante 24 horas creó un ambiente propicio para la proliferación de bacterias como estafilococos, estreptococos, Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y lactobacilos.
De hecho, cuando Bernhard Zondek repitió los experimentos de Smith y Smith en 1953, evitó la muerte de las ratas simplemente recolectando la sangre menstrual en condiciones estériles y administrando antibióticos. Así se desveló el misterio: la menotoxina no existe y, por lo tanto, no mata plantas ni ratas ni maridos.
Una fuente de células madre
En los últimos treinta años, la investigación sobre las células madre como herramienta terapéutica ha alcanzado logros inesperados. Gracias a sus hallazgos, sabemos que el endometrio, la capa más interna del útero, contiene unas células madre –llamadas mesenquimales– que desempeñan un papel fundamental en su reconstrucción después de la menstruación.
Como las de médula ósea, las adiposas y las del cordón umbilical, estas células madre son capaces de diferenciarse en tipos celulares más especializados, como cartílago, hueso y grasa. Además, presentan propiedades que las convierten en prometedoras candidatas para tratar enfermedades inmunológicas o inflamatorias.
Durante la menstruación, el endometrio se desintegra y es posible aislar las células mesenquimales de la sangre menstrual mediante un procedimiento indoloro, sencillo, económico, rápido y que no plantea problemas éticos. Tanto las células madre menstruales como el conjunto de factores solubles y vesículas extracelulares que secretan –conocido como secretoma– han demostrado su potencial tanto in vitro como in vivo.
Actualmente, el trasplante de células madre menstruales o su secretoma se encuentra en estudio clínico para afecciones como la baja respuesta ovárica, el daño pulmonar causado por la infección del virus H7N9, la cirrosis hepática, la diabetes mellitus y la covid-19.
¿Cuál será la dosis letal de células menstruales capaz de causar daño a los pacientes casados? Lo descubriremos cuando se publiquen los resultados de los estudios clínicos. Mientras tanto, ¡sigamos investigando!
Sobre la autora
Federica Marinaro, Investigadora Postdoctoral en Reproducción Animal, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.