Rosalie Edge, la gata del infierno y el halcón misericordioso

Vidas científicas

Martha.

Hubo una época en la que millones de bisontes pacían por las praderas del interior de Norteamérica –se estima que la población antes de la llegada de los europeos podía alcanzar los 100 millones–, pero la cacería precipitó su declive y, a principios del XX, apenas quedaban unos cientos, salvados in extremis en zoológicos. Otras especies, como la paloma pasajera (Ectopistes migratorius), no tuvieron tanta suerte y acabaron extinguiéndose.

Los primeros colonos habían quedado impresionados por las grandes bandadas de miles de individuos que durante las migraciones oscurecían la luz a su paso, algunas tardaban más de catorce horas en cruzar una zona. ¿Quién iba a pensar que en 1914 moriría en cautividad Martha, la última hembra de su especie? Este último caso es un ejemplo que ilustra a la perfección como una especie puede pasar de ser una de las aves más comunes del mundo a desparecer, en menos de un siglo. En la historia son frecuentes los ejemplos de animales y plantas que, aunque en su día fueron muy abundantes, el hombre ha llevado a la extinción porque creía que eran un recurso inagotable. Uno de los puntos débiles en la biología de la conservación ha sido subestimar a las especies comunes, que a menudo han sido infravaloradas.

En este sentido, Rosalie Barrow Edge (1877-1962), ornitóloga amateur y defensora del medio ambiente, fue una pionera ya que abogó por la preservación de las especies, poniendo especial énfasis en la necesidad de proteger a todas mientras eran comunes para que no se volvieran raras. Su enfoque supuso un cambio radical en el pensamiento y la manera de abordar la conservación en una época en la que la práctica habitual era proteger sólo las que tenían un valor económico cuantificable. Para lograr este objetivo fundó en 1929 el Comité de Conservación de Emergencia (Emergency Conservation Committee, ECC), una organización muy activa que dirigió hasta su muerte.

Rosalie Edge (1917).

Rosalie Barrow nació en la ciudad de Nueva York, era la menor de cinco hijos de John Wylie Barrow, un adinerado importador británico, familiar de Charles Dickens. En 1909, se casó en Japón con Charles Noel Edge, un ingeniero civil con el que viajó durante tres años por Asia, antes de regresar a Estados Unidos definitivamente. A su vuelta, Edge se separó de su marido y se unió a la Equal Franchise Society, una entidad que luchaba por el derecho al voto de las mujeres, donde descubrió su capacidad para pronunciar discursos y participar en debates. Posteriormente, fue nombrada secretaria-tesorera del Partido del Sufragio de Mujeres del Estado de Nueva York.

En esta época, organizaciones como la National Audubon Society, fundada en 1905 y dedicada a la conservación, realizaban encuentros de avistamiento de aves en el Central Park, y Edge se unió al grupo de ornitólogos y observadores aficionados que acudía a diario a este lugar, comenzando a interesarse por la protección de la naturaleza, sobre todo tras enterarse de las cacerías descontroladas de miles de aves para obtener sus codiciadas plumas como complemento de moda, vender su carne o como simple deporte. Estas matanzas indiscriminadas, que llevaron a la extinción a especies antaño abundantes y dejaron a otras muchas al borde de la desaparición, fueron el detonante para que Edge se convirtiera en activista de la conservación, involucrándose en la política organizativa de la Asociación Nacional de Sociedades Audubon (NAAS), precursora de la Sociedad Nacional Audubon.

Rosalie Edge creó en 1934 la primera reserva del mundo para aves rapaces, especies que en ese momento se estaban cazando sin piedad y al borde de la extinción.

Una vez dentro, conoció de cerca su funcionamiento y se enteró de prácticas perjudiciales que atentaban directamente contra las especies que debían proteger. Edge vio como entidades, entre ellas Audubon, que debían custodiar la naturaleza, no solo no protestaban ante los desmanes, sino que, en ocasiones, eran cómplices porque había en juego muchos intereses económicos. Cuestiones como que el presidente de la NAAS aceptara donaciones de los fabricantes de armas a cambio de adoptar políticas favorables a la caza o que la organización no se opusiera a que el gobierno federal pagara grandes recompensas por las aves rapaces muertas, entre otras tropelías, la indignaron.

Edge afeó la conducta de algunos líderes en las reuniones de la Sociedad Audubon, acusándolos de corruptos por su connivencia con clubes de tiro deportivo, empresas madereras y ganaderos y, cuando vio que todo seguía igual, demandó a la NAAS, poniendo en práctica lo que había aprendido como sufragista.

Una sentencia a su favor le dio acceso a la lista de correo de los 11 000 miembros de la organización y comenzó a comunicarse directamente con todos, exponiéndoles lo que ella consideraba errores en la defensa de la vida silvestre. Con esta medida consiguió que muchos socios se dieran de baja, ejerciendo indirectamente presión sobre los dirigentes, alguno de ellos terminó dimitiendo. Esta agria disputa, que provocó la ruptura entre la NAAS y Edge, duró hasta unas semanas antes de su muerte, en noviembre de 1962.

Para conseguir sus objetivos, fundó un grupo al que llamó el Comité de Conservación de Emergencia (ECC) que, al principio, solo lo integraba ella. Pero su tenacidad comenzó a dar resultados y los logros a partir de entonces fueron impresionantes, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría se produjeron en los años treinta y cuarenta, una época de profunda crisis económica.

Pantalla de tamaño real que compara la envergadura de las alas de las aves rapaces
en Hawk Mountain Sanctuary. Wikimedia Commons.

Uno de los puntos negros para las rapaces era un cerro en las Montañas Apalaches (Pensilvania), donde llevaban décadas matando a los halcones y águilas que sobrevolaban la zona. Estas cacerías deportivas, que eran muy populares, acababan cada año con miles de aves, y algunos conservacionistas, como Richard Pough, hacían campañas para acabar con ellas y recaudar fondos para comprar el lugar.

Edge, conocedora de estas masacres, decidió pasar a la acción, adelantándose a la caza otoñal. Sabía que una de las medidas más efectivas para la protección de especies era la adquisición de tierras, ya que como propietaria podría realizar un manejo adecuado para preservarlas. Pensaba que la empresa de hacer entender a políticos e instituciones la importancia de las aves estaba abocada al fracaso y centró sus esfuerzos en conseguir que las personas que estaban de acuerdo con su visión la respaldaran poniendo dinero para hacerse con la propiedad.

Una de sus primeras actuaciones fue convencer a varios naturalistas para arrendar con opción de compra 1.400 acres de Hawk Mountain (Montaña del Halcón). Así nació en 1934 el santuario de vida silvestre más antiguo del mundo, custodiado por los conservacionistas Maurice Broun e Irma Broun, un matrimonio de Nueva Inglaterra que desde entonces comenzó a realizar los censos de las aves que sobrevolaban este lugar en sus rutas migratorias. En cuestión de un año, consiguieron parar las cacerías y se produjo una notable recuperación en la población de rapaces. En 1938, la Asociación Santuario Hawk Mountain se constituyó como una organización sin ánimo de lucro y Edge adquirió la propiedad, que posteriormente ampliaría su extensión hasta los 2.500 acres, traspasándola a la asociación a perpetuidad.

Hawk Mountain no es propiedad del estado ni está apoyado financieramente por él, fue y sigue siendo totalmente autosuficiente y el lugar se dedica única y exclusivamente a la protección y la observación de aves. El santuario se consolidó gracias a las entradas de quince céntimos al mirador y a pequeñas contribuciones. Pero, sobre todo, es un espacio de concienciación, ya que muchos visitantes, que sólo acudían a ver la migración de las rapaces por curiosidad, salían conociendo muchos aspectos de la conservación medioambiental.

Además, ocupa un lugar único en la historia científica; en 1960, Hawk Mountain Sanctuary proporcionó a Rachel Carson datos significativos de migración que le permitieron vincular la disminución de la población de rapaces juveniles al DDT, investigación que contó en su libro “Primavera silenciosa”.

Por su activismo comprometido y beligerante, poniendo el foco siempre en los conflictos, era conocida como la gata del infierno de la conservación.

Su activismo le llevó a dirigir numerosas campañas para crear y ampliar parques nacionales, desempeñando un papel clave en la creación del de Olympic y Kings Canyon, y en la ampliación de los de Yosemite y Sequoia, además de influir en los fundadores de muchas organizaciones de protección de la vida silvestre y del medio ambiente.

Imagen: University of Georgia Press.

Pero, además, Edge abanderó muchas causas impopulares y fue una de las primeras voces en denunciar el uso indiscriminado de tóxicos y pesticidas, informando sobre los peligros del DDT. A finales de 1941, Edge acudió a una audiencia en el Congreso para oponerse al uso sin control de insecticidas para erradicar las infestaciones de garrapatas del ganado en algunas partes de Florida, alertando de que estas aplicaciones masivas exponían a toda la fauna a los venenos.

Por su activismo comprometido y beligerante, poniendo el foco siempre en los conflictos, era conocida como la gata del infierno de la conservación “la más honesta e indomable”, así la definió The New Yorker en un artículo de 1948. Edge nunca se calló, ni a la hora de criticar a los dirigentes de organizaciones naturalistas cuando veía prácticas incorrectas ni a la hora de dar voz a los científicos cuando investigaban temas espinosos que era difícil que vieran la luz.

Semanas antes de morir, enterró el hacha de guerra con la Sociedad Nacional Audubon; en 33 años habían cambiado muchas cosas y la organización estaba haciendo las cosas bien. Edge asistió a su reunión anual, donde la presentaron como una de las figuras más prominentes de la conservación estadounidense, y, en medio de los aplausos de más de un millar de socios, sus palabras fueron «He hecho las paces con la Sociedad Nacional Audubon».

Aunque, hoy en día, su nombre es desconocido para la mayoría, su legado impregna el movimiento ecologista actual. El libro “Rosalie Edge, Hawk of Mercy: The Activist Who Saved Nature from the Conservationists” (Rosalie Edge, Halcón misericordioso: La activista que salvó a la naturaleza de los conservacionistas), de Dyana Z. Furmansky, recuerda su figura y rinde homenaje a esta mujer pionera en la protección de los ecosistemas, injustamente olvidada.

Referencias

Sobre la autora

Elena Soto es periodista especializada en ciencia. Escribía en B@leópolis, suplemento de divulgación científica y tecnológica de Islas Baleares. También es poeta y ha publicado varios libros.

1 comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.

Este sitio está protegido por reCaptcha y se aplican la Política de privacidad y los Términos de servicio de Google