Mujeres que viajan solas

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Clara Adams (1884-1971) fue una de las primeras viajeras que voló en avión con frecuencia, un papel tan importante en la historia de la aviación como el de los primeros pilotos o el de las primeras aviadoras.

La dama de los vuelos de ocio

A las 3:12 de la tarde del miércoles 28 de junio de 1939, Clara despegó de Long Island para iniciar el primer trayecto de su vuelo alrededor del mundo. No seguiría el desafortunado itinerario de su amiga Amelia Earhart, quien, dos años antes, había intentado convertirse en la primera mujer piloto en dar la vuelta al mundo. Earhart había trazado un curso hacia el este desde Oakland, California, a lo largo del ecuador hasta que desapareció en algún lugar del Pacífico Sur. La ruta de vuelo de Adams la llevaría por un recorrido más al norte, a través de Europa, Oriente Medio y el Sudeste Asiático antes de ir de isla en isla por el Pacífico, con una distancia total que calculó en unos 39 600 km.

Itinerario alrededor del mundo de Clara Adams, 1939. Fuente: Airships.

Dieciséis días, 19 horas y cuatro minutos más tarde, Adams aterrizó a salvo en el aeropuerto de Newark y se convirtió así en la primera persona en dar la vuelta a la tierra mediante vuelos comerciales. Pero Clara Adams no era piloto. Era una pasajera. Los periódicos la llamaban «la primera viajera», «la dama de los primeros vuelos», la mujer que tenía siempre billete para todos los trayectos de avión inaugurales importantes durante los albores de los viajes aéreos. Como los pioneros y las pioneras de la aviación, no sólo perseguía récords, sino que reivindicaba el avión como un medio de transporte habitual, como una forma de viajar que en un futuro llegara normalizarse.

«El concepto de avión para transportar pasajeros no estaba instaurado», dice la historiadora Barbara Ganson sobre los primeros días de la aviación. «Incluso los militares no estaban convencidos de que fuera una buena idea usar este medio para ello». Pasajeros de prueba como Adams, que se convirtieron en celebridades por derecho propio, animaron al público a volar, a subir a esos pájaros de acero y relajarse durante el trayecto.

«Ella era Wally Funk», dice Ganson, comparando a Adams con esta viajera más moderna, que habría sido la primera mujer astronauta si la NASA no la hubiera descartado en la década de 1960, y que finalmente fue pasajera en uno de los primeros vuelos espaciales comerciales en 2021. «Clara Adams despertó el interés por los viajes aéreos. Ahora Wally Funk está haciendo lo mismo con los viajes espaciales».

Una influencer de otro siglo

En 1939, a Clara le propusieron otro viaje histórico: la Feria Mundial en Queens, Nueva York. Allí, 1500 personas se reunieron en un gran pabellón diseñado para evocar un bullicioso aeropuerto y escuchar lo que ella contaba ilusionada sobre sus viajes.

Adams voló por primera vez 25 años antes, en 1914, el año del primer vuelo comercial, y con 30 años pagó 10 dólares para ser la única pasajera en un hidroavión Benoist XIV a una altura récord de unos 200 m sobre el lago Eustis, en Florida. Estaba aterrorizada. «Mi corazón iba tan rápido como el motor». Algunos años más tarde, voló junto a Marjorie Stinson, una de las primeras mujeres piloto de Estados Unidos y la única admitida en el Cuerpo de Reserva de Aviación de este país, en un Wright Flyer sobre el centro de Texas.

Clara Adams. Fuente: Airships.

Adams se hizo amiga de muchas de las primeras aviadoras, pero nunca tuvo ningún interés en sentarse en la cabina. Se consideraba una aficionada a la aviación sin curiosidad por la mecánica del vuelo; sus intereses eran vivenciales, estéticos, algo así como desafíos personales… viajar en avión era sobre todo una experiencia; se sentía una exploradora como aquellos que arriesgan sus vidas para escalar picos cada vez más altos y ver el mundo desde otro ángulo. Adams coleccionó recuerdos, dibujó las escenas que veía desde allá arriba, capturó su asombro en una prosa vívida y lo hizo desde uno de los primeros vuelos de prueba de un dirigible sobre los Alpes, como la primera pasajera en un vuelo transatlántico en zepelín o como privilegiada en el primer vuelo comercial en avión transpacífico (algunos de sus álbumes de recortes se encuentran ahora en los archivos de la Colección de Historia de la Aviación de la Universidad de Texas).

Clara era consciente del poder que tenía para moldear la opinión pública sobre los viajes aéreos. En mayo de 1937, el dirigible alemán Hindenburg explotó cuando intentaba tomar tierra en el aeródromo de Lakehurst, cerca de Nueva York, tras un viaje transoceánico desde Frankfurt. El desastre, que tuvo como consecuencia el declive de la era dorada de los dirigibles, se cobró las vidas de 35 tripulantes y pasajeros y de una persona del público. El día después del accidente, Adams envió un depósito de 100 dólares para el vuelo inaugural de un nuevo dirigible alemán. «Lo hice para demostrar que seguía confiando en la tecnología aeronáutica».

Viajar en avión o viajar en bus, igual de habitual

Después de su circunnavegación comercial en avión, Clara dio una charla frente a un público que quería escuchar sus opiniones sobre los viajes en el futuro que presentaba la Feria Mundial de Nueva York de 1939. Trató de transmitir la magia del vuelo y las maravillas que proporcionaría esta nueva forma de transporte comercial. Había viajado alrededor del mundo, incluso tenía un competidor en un hombre llamado Norman L. Lee, un corredor de bolsa de Nueva York, que estaba dando la vuelta al mundo en un vuelo comercial en la dirección opuesta, siguiendo la ruta Marsella-Basora-Hong Kong-Guam.

Clara Adams (1938).

Clara contó a su audiencia la emoción que sintió al ver la luz del sol que se reflejaba en la cúpula dorada de un templo budista en Rangún. Celebró el 4 de julio en la India, con Lee y Umaid Singh, el marajá de Jodhpur, también un pionero de la aviación, y paseó entre los miles de charranes, piqueros y fragatas que poblaban la isla de Wake en el Pacífico central. «Es como un sueño. Ha sido como ir en la alfombra voladora que leíamos de niños ». Agregó: «Ojalá todos pudieran tener la oportunidad de disfrutar esa misma experiencia».

Su billete para dar la vuelta al mundo había costado 1935 dólares (alrededor de 40 000 dólares de hoy), nada asequible para muchos, pero Adams soñaba con el día en que especialmente las mujeres, tuvieran la oportunidad de sentir un planeta más interconectado cada día. En pleno vuelo, más de una década antes, había escrito: «Es una lástima que la gran mayoría de las mujeres estén tan limitadas por su contexto familiar o socioeconómico, sus responsabilidades o sus ataduras, y que un viaje por el aire les resulte un sueño tan salvaje como un viaje a la Luna».

Clara había volado, según sus propias estimaciones, más de 300 000 kilómetros en vuelos inaugurales durante las décadas de 1920 y 1930. Se había convertido en una garantía un tanto supersticiosa para pilotos y pasajeros en esos primeros vuelos. Pero la Segunda Guerra Mundial la dejó en tierra y, para la década de 1960, la era de la aventura de la aviación ya había pasado. El mundo había entrado en la «edad de oro» de los viajes aéreos, cuando un viaje en avión era ya lo suficientemente común como para ser una posibilidad viable para muchos estadounidenses, aunque todavía estaba imbuido de la sensación de lujo y glamour que Adams conoció a bordo de los dirigibles de la década de 1930. Muy pronto, los viajes aéreos perderían ese brillo a medida que se volvieron más y más baratos (y ocasionalmente desagradables).

Adams ayudó a que la aviación se convirtiera exactamente en lo que había imaginado en 1928. «Es solo cuestión de tiempo», escribió, «el que el servicio regular de transporte aéreo sea tan común como un viaje en autobús.». Desafortunadamente la premonición de Clara se cumplió y hoy la huella de contaminación de los vuelos comerciales es altísima, tanto que muchos viajeros y muchas viajeras se planteen alternativas más sostenibles.

Viajar en solitario

El tópico de que los hombres son más aventureros y atrevidos que las mujeres es eso, un tópico. Análisis de datos realizados por plataformas de viajes muestran que los hombres dedican más tiempo que las mujeres a actividades intensas que provoquen sensaciones fuertes. Pero hay un ámbito en el que esta regla se invierte: según un estudio de Booking.com, si al 55 % de hombres les gusta viajar solos, este porcentaje aumenta en el caso de las mujeres hasta el 72 %. Agencias que organizan viajes individuales en Estados Unidos afirman que entre el 70 y el 75 % de todos sus clientes son mujeres, cifras parecidas a las de Reino Unido y con una tendencia al alza. En una encuesta realizada por Tripadvisor, en España viajan en solitario un 14 % más de hombres que de mujeres, pero esto se debe al porcentaje de viajes laborales, que en el caso de los hombres son la mitad de sus trayectos en solitario y duplica el número de viajes de trabajo que realizan las mujeres.

Un dato llamativo es que la media de edad de las viajeras solitarias es de entre 35 y 55 años, mientras que la de los viajeros es de 30 a 45. Además, para las mujeres la condición principal es la seguridad (la tercera condición en el caso de los hombres), y le sigue la atracción por la cultura local y el turismo tradicional, mientras que ellos hablan más de las posibilidades de aventura. Por otra parte, las mujeres se sienten atraídas por viajes que ayuden a dar un cambio de perspectiva de sus vidas, es decir, el viaje como experiencia reveladora, como oportunidad para reflexionar, cuidarse y pensar en una misma.

Según la psicóloga Lisa Marie Bobby, el número tan bajo de hombres que viajan solos puede deberse a la forma de relacionarse entre ellos; tienen más asociada la construcción de relaciones interpersonales a través de actividades. Muchas mujeres disfrutan con la excusa de un café para hablar, sin la necesidad de organizar un partido de pádel o cualquier evento planificado. Por su forma de socializar, los hombres asocian los viajes más como actividad en grupo donde mejorar la camaradería que como una actividad grata por sí misma.

Quizá las mujeres viajen solas porque no encuentran inconveniente en estar solas, en la gestión de los sentimientos y las experiencias que pueda provocar un viaje grato, como hacía Clara Adams.

Referencias

White A (2022). The Woman Who Taught the World How to Fly. Atlas Oscura

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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