Hay una brecha bien documentada entre el número de trabajos producidos por mujeres y hombres en ciencia, con no muy buenas consecuencias para la promoción de las mujeres. Podría pensarse que la brecha fuera por diferencias de productividad pero el resultado de una investigación reciente muestra que estas desigualdades se deben a que no se reconoce la contribución de las mujeres.
No es que no aporten, es que no se les reconoce
En un estudio (Ross et al., 2022) llevado a cabo por un equipo de investigadores norteamericanos se ha mostrado que las mujeres en los equipos de investigación tienen significativamente menos probabilidades que los hombres de que se les atribuya la autoría de trabajos que les corresponde. Los hallazgos son consistentes en tres fuentes de datos muy diferentes. El análisis de la primera fuente (datos administrativos a gran escala sobre equipos de investigación, producción científica del equipo y atribución de autoría) muestra que las mujeres tienen menos probabilidades de ser nombradas en un determinado artículo o patente producido por su equipo en comparación con sus pares masculinos. La diferencia entre hombres y mujeres en la atribución existe en la mayoría de los campos científicos y en casi todas las etapas de la carrera. La segunda fuente, una amplia encuesta de autoras y autores, muestra de manera similar que las contribuciones científicas de las mujeres tienen sistemáticamente menos probabilidades de ser reconocidas. La tercera fuente, las respuestas cualitativas, sugiere que la razón por la que es menos probable que se reconozca a las mujeres es que su trabajo a menudo no se conoce, no se aprecia o se ignora. Por lo tanto, no estamos ante una menor contribución de las mujeres a la ciencia, sino en que no se les reconocen esas aportaciones.
La clave de esta investigación es que, independientemente de la medida del aporte científico, y a pesar de los esfuerzos por estandarizar los criterios de publicación, las mujeres tienen muchas menos probabilidades que los hombres de recibir reconocimientos, premios, promociones y visibilidad por su trabajo. Los resultados se mantienen frente a una variedad de especificaciones alternativas y restricciones de muestra descritas en detalle en el propio artículo.
En este estudio queda claro que la brecha no está tanto en la contribución de las mujeres a la ciencia, como en el reconocimiento de estas contribuciones. El trabajo cualitativo asociado sugiere que los estándares que determinan la atribución científica no son bien conocidos o entendidos por todas las partes y con frecuencia se ignoran. El resultado parece ser que las mujeres están sistemáticamente en desventaja. Aunque el enfoque se puso en el género, estas brechas también se observaron en las respuestas recogidas de otros grupos marginados.
Desánimo entre las investigadoras jóvenes
La evidencia es consistente con la noción de que las diferencias de género en la ciencia pueden reforzarse a sí mismas, que el destino experimentado por Rosalind Franklin y otras como ella desanimó y puede desanimar a numerosas investigadoras excelentes de ingresar a la ciencia. La subrepresentación de mujeres en puestos docentes puede ser el resultado de un desaliento temprano entre las investigadoras jóvenes: se acentúa la falta de confianza en ellas mismas si no hay un reconocimiento de sus aportaciones, especialmente en proyectos básicos pero muy potentes, y, en consecuencia, es frustrante lo poco que avanzan en sus carreras. El trabajo longitudinal sobre el progreso de las trayectorias profesionales de las mujeres podría promoverse mediante el estudio de estos datos, que proporcionan un vínculo empírico entre la atribución de autoría, la progresión de la carrera científica en las mujeres y el desánimo de las investigadoras en etapas iniciales. Más allá de los resultados presentados, el estudio nos da la pauta para una nueva y rica infraestructura de datos; conocer las causas de las desigualdades para buscar soluciones.
Hacer repostería para divulgar ciencia
¿Y si somos creativas para hacer visibles los resultados de nuestra investigación? ¿Qué tal presentar un pastel inspirado en los logros conseguidos con nuestro trabajo?
Esta forma de unir repostería y ciencia tiene nombre: #BakeYourResearch. Hace unos meses, un micólogo creó hongos hiperrealistas de caramelo que crecían de un bizcocho de chocolate con forma de tronco. Esta obra maestra micológica no es un caso aislado; los científicos y las científicas de las redes sociales utilizan harina y azúcar para ilustrar conceptos complejos. Esto puede variar desde microbiólogos que demuestran cómo funciona la mitosis usando pastel de mantequilla de cacahuete, hasta maquetas de mazapán que muestran esquemas de investigaciones sobre cómo convertir cementerios en áreas ambientales protegidas. Algunos dulces científicos están hechos por expertos, mientras que otros son proyectos de fin de semana preparados de forma casera. Pero todos ellos tienen un poder enorme para llamar la atención.
Los concursos universitarios y hashtags como #BakeYourResearch permiten a las científicas y a los científicos poner a prueba su creatividad. A través de varios productos horneados basados en la investigación y condimentados con la ciencia, se puede hacer divulgación y quizá así reivindicar la autoría real de los avances en una línea de investigación. Es evidente que la broma sólo es eso, una broma, y aunque hablemos de dulces, las injusticias cometidas por el mundo de la ciencia en cuanto a autorías femeninas no reconocidas son amargas y deben solventarse con medidas urgentes y reparadoras.
Pastelitos de bacterias
Charlotte Roughton, estudiante de doctorado en el área de Microbiología dice: «En abril, mi colega Vic Burge y yo organizamos un evento Bake Your Research como parte del Comité Social del Instituto de Biociencias. Vimos una amplia variedad de piezas creativas, desde un microscopio de galletas hasta larvas de pez cebra de pan de jengibre y orgánulos de profiteroles».
Roughton y Burge usaron pastelitos para representar un esquema de la actividad de las enzimas digestivas de peptidoglicano de la bacteria Clostridioides difficile, una superbacteria que se propaga y causa infecciones al formar células inactivas llamadas esporas. Para crear estas esporas, la bacteria debe usar enzimas (los Pacman azules y rosas) para remodelar su pared celular, que está formada por una malla de azúcares (los cupcakes) y aminoácidos (dulces en forma de brocheta) llamada peptidoglicano.
Otra gran obra fue el pastel misterioso: Tharika Liyanage, estudiante de doctorado de Ciencias de la Tierra en Australia, describió los primeros rastros de vida unicelular en el registro geológico de rocas que se conservan como biomoléculas fosilizadas, llamadas biomarcadores. Algunos biomarcadores, como los cheilantanos, son abundantes y omnipresentes en el registro de rocas de la Tierra. Pero se desconocen las biomoléculas precursoras originales o los microorganismos que las generan. El pastel sería como los cheilantanos. En su investigación, Tharika encontró la molécula fosilizada simple cocida en las rocas, pero no sabía cómo se formó. No se sabe cuáles son los ingredientes. No tenía ni idea de cuál es la receta. Tampoco de qué microbios hicieron los cheilantanos, así que presentó el pastel a los jueces y tuvieron que descubrir los ingredientes y la receta utilizando el sabor, el olor, la textura y el aspecto del pastel. «No pudieron encontrar los ingredientes principales, pero fue muy divertido. ¡Este misterio es similar a cómo he estado avanzando en las fuentes biológicas de los cheilantanos!»
Nooshin Sheidaei, estudiante de doctorado de dinámica celular y molecular, horneó su tarta hace unos meses para celebrar su primera reunión de laboratorio presencial tras la pandemia. Acababa de encontrar una interesante receta de pastel de mantequilla de cacahuete en la red. Mientras glaseaba el pastel, recordó que tenía cacahuetes enteros que podrían usarse para una guarnición simple. La clave fue que los cacahuetes se parecen mucho a los cromosomas. El pastel fue una grata sorpresa para su equipo en el laboratorio (la investigación de su grupo se centra en la división celular). A todos en esa primera reunión no virtual les encantó la tarta. Más tarde ese día lo compartió en Twitter, donde tenía un grupo muy pequeño de seguidores (quizás menos de 30), y nunca imaginó que el pastel tuviera la difusión que alcanzó. La respuesta fue realmente abrumadora, y recibió comentarios muy halagadores. Se había convertido en una chica nerd de la ciencia (especialmente de la biología).
Si todo este despliegue de arte y creatividad sirve para que otros se entusiasmen con la ciencia, merecen la pena las horas dedicadas a la repostería. Si tenemos que hacer tartas con cobertura de doble hélice de ADN en caramelo de dos sabores, pues se hacen y a divulgar. Con autoría reconocida, eso sí, del dulce y del hallazgo científico.
Referencias
- Ewbank A (2022). How Scientists Are Using Cake to Share Their Research. Atlas Obscura
- Ross MB, Glennon BM, Murciano-Goroff R, Berkes EG, Weinberg BA, Lane JI (2022). Women are credited less in science than men. Nature 608, 135-145. DOI: 10.1038/s41586-022-04966-w
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.
1 comentario
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