Rosemary Biggs, la hematóloga que distinguió entre dos tipos de hemofilia donde solo se conocía uno

Vidas científicas

Rosemary Peyton Biggs. RCP London.

Si sus padres se hubiesen salido con la suya, Rosemary Biggs nunca habría entrado en los libros de historia de la medicina y la hematología. Edgar y Ethel Biggs no querían que su hija estudiase medicina. Nacida en Londres en 1921, ella fue la menor de los cuatro hijos, y aunque sus dos hermanas mayores habían acudido a la escuela pública y después habían estudiado en Oxford, su madre estaba preocupada por el efecto que la educación podía haber tenido en sus hijas y decidió proteger a Rosemary de esas posibles consecuencias.

Así que trató de educarla en las formas y maneras de una dama, enseñándola principalmente a leer, a pintar con acuarelas y a bordar, actividades que la pequeña Rosemary de hecho disfrutaba mucho. Jugar al tenis o al golf eran otras de sus obligaciones, que ella en realidad detestaba.

Medicina para contribuir al esfuerzo de la guerra

Nada de esto truncó la vocación de la chica, que ya de adolescente decidió que quería ser médico. Bajo la presión de sus padres, aceptó matricularse y graduarse en Botánica, una ocupación que parecía más aceptable para una mujer. Obtuvo su título de botánica en 1934 en la Universidad de Londres y después viajó a Canadá, donde se doctoró en Micología en la Universidad de Toronto.

Pero el comienzo de la Segunda Guerra Mundial hizo que volviese a Inglaterra y, ahora sí, comenzase los estudios de Medicina en la Escuela de Medicina para Mujeres de Londres, utilizando el argumento de que como médico podría contribuir al esfuerzo bélico de forma más decisiva que como botánica. Se graduó en 1943 y en 1944 comenzó a trabajar en el departamento de Patología del Hospital de Radcliffe como asistente graduada.

Al principio dedicó su esfuerzo a investigar el síndrome del aplastamiento, del que había visto muchos casos durante los bombardeos de Londres. Esta enfermedad consiste en un shock intenso que puede llevar al fallo renal tras liberar un miembro del cuerpo que ha estado aplastado y que se produce por la liberación de elementos del interior de las células en la circulación del cuerpo, causando así efectos nocivos.

Interés por las enfermedades de la sangre

Tratamiento de un niño hemofílico en el Hospital Churchill (1966).
De izda a dcha: Linda Strauss, Gwyn Macfarlane, Rosemary
Biggs y Angela Vartan. Journal of Medical Biography.

Sin embargo, por influencia del hematólogo Gwyn Macfarlane pronto cambió el objetivo de sus investigaciones para estudiar la variabilidad de resultados que se podían encontrar en los análisis de sangre realizados de forma rutinaria. De ahí pasó al estudio de los mecanismos de coagulación de la sangre y qué elementos fallaban cuando una persona sufría hemofilia, es decir, una enfermedad que precisamente impide esa coagulación.

En esta época, a principios de los años 50, se creía que la causa de la hemofilia era la falta de un compuesto llamado factor hemofílico. Para llevar a cabo el diagnóstico se mezclaba la sangre de una persona hemofílica y de una persona no hemofílica y se observaba la forma en que esa mezcla coagulaba. Sin embargo, Biggs mezcló sangre de dos personas hemofílicas y comprobó que también coagulaban. Esas dos personas, que supuestamente sufrían la misma enfermedad, no carecían del mismo elemento.

La hemofilia no es una, sino dos

Gracias a esta investigación, Biggs descubrió que lo que antes se consideraba una sola enfermedad, la hemofilia, de hecho son dos, ahora llamadas hemofilia A y hemofilia B (en su momento esta se llamó Christmas disease o enfermedad de Navidad por las fechas en que se publicó el paper –27 de diciembre– y también porque así se apellidaba el primer paciente en el que se diagnosticó, un niño de 2 años), esta última menos común, según el factor de coagulación que le falta a la persona que la padece. En 1953, Biggs y Macfarlane publicaron el libro Human blood coagulation and its disorders que se considera básico en el desarrollo de la hematología.

Abebooks.

Ocupó puestos de gestión en su área científica, como el Laboratorio de Investigación de la Coagulación de la Sangre del Hospital Churchill y la dirección del nuevo Centro de Hemofilia de Oxford, pero siempre defendió que la investigación de laboratorio valía muy poco si el conocimiento que se adquiría no podía utilizarse rápidamente para mejorar la vida de los pacientes. También recibió premios, como el Premio de la Fundación James F. Mitchell a la Investigación del Corazón y Vascular o el Premio Macfarlane de la Sociedad de Hemofilia en 1978.

Fuera del laboratorio, dedicó mucho esfuerzo a luchar activamente por mejorar las condiciones de vida, académicas y laborales de los niños, adolescentes y hombres afectados por hemofilia. Sentía una gran frustración al comprobar que a pesar de los avance médicos que permitían mejores tratamientos para estos pacientes, la ignorancia social y en concreto de los responsables de centros educativos y empresarios impedía a los afectados llevar una vida normal.

Aunque no se casó, tuvo una hija adoptiva que vivió con ella hasta que falleció en 2001.

Referencias

  • Rosemary Biggs, Wikipedia
  • Charles Rizza, Rosemary Peyton Biggs, British Medical Journal 323 (2001) 871
  • Rosemary Biggs, A. S. Douglas, R. G. Macfarlane, J. V. Dacie, W. R. Pitney, C. Merskey, and J. R. O’Brien, Christmas Disease, British Medical Journal 2 (4799) (1952) 1378–1382

Sobre la autora

Rocío P. Benavente (@galatea128) es periodista.

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