Isabella Karle, la cristalógrafa que ayudó a su marido a ganar un Nobel pero quedó excluida de él

Vidas científicas

A Isabella L Karle una vez le dijeron que la química no era “un campo adecuado para las chicas”, pero ella no debió escucharlo y si lo hizo le dio igual porque fue el campo científico al que se dedicó durante toda su vida, especializándose en cristalografía y desarrollando como parte de su trabajo métodos que hicieron más directo y sencillo el estudio de la estructura molecular de los elementos, ahorrando tiempo y esfuerzo y ganando precisión.

Isabella Karle. U.S. Naval Research Laboratory.

En 1985, su marido y compañero de investigación, Jerome Karle, obtuvo el premio Nobel de Química junto al matemático Herbert A. Hauptman por haber desarrollado métodos directos para analizar los datos de difracción de los rayos X. Isabella Karle fue excluida del premio, a pesar de que tanto su esposo como la comunidad científica consideraban que se lo merecía tanto como él. Sí que recibió en 1995 la Medalla Nacional de la Ciencia de Estados Unidos que le entregó el entonces presidente Bill Clinton.

Química de origen polaco: tras los pasos de Marie Curie

Karle, que se apellidaba de soltera Lugoski, nació en Detroit, Michigan, el 2 de diciembre de 1921 en una familia de inmigrantes polacos. Acudió a una escuela pública de su ciudad y allí una profesora de ciencias le sirvió de inspiración junto a la biografía de Marie Curie, química y de origen polaco, como ella misma. Sin embargo, también tuvo que escuchar, por parte de otra de sus profesoras, lo inapropiado que era el campo de la química para las mujeres, según ella misma contó en una entrevista recogida en el libro The door in the dream, de entrevistas a mujeres científicas de renombre y mencionada en la necrológica que publicó el Washington Post tras su muerte.

Como decíamos, Karle no se dejó desanimar y decidió estudiar química en la Universidad de Michigan donde se graduó en esta materia en 1941, obtuvo un título de máster en 1942 y se doctoró en 1944. Allí conoció al que sería su marido, Jerome Karle casi por casualidad: al sentarse en clase por orden alfabético resultaron ser compañeros de mesa.

Tras graduarse y en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Isabella, ya con el apellido Karle, participó en el Proyecto Manhattan, el esfuerzo estadounidense por desarrollar la bomba atómica que culminó con el lanzamiento de dos bombas devastadoras sobre Japón y el cese bélico en el Pacífico. En esa tarea, Karle desarrolló técnicas que permitían extraer cloruro de plutonio de una mezcla que contuviese óxido de plutonio.

Él la teoría y ella la práctica

En 1946, tras el fin de la guerra, Karle comenzó en el Laboratorio de Investigación Naval estadounidense, donde su marido había sido contratado un par de años antes. Ambos permanecieron allí hasta su jubilación en 2009. “Yo hago las aplicaciones físicas y él hace el trabajo teórico. Hacemos un buen equipo, la ciencia requiere de ambas cosas”, explicaba ella en una pieza publicada por el Washington Post con motivo del Nobel a su marido en 1985.

Jerome Karle e Isabella Karle. Wikipedia.

El trabajo de los Karle consistía en encontrar nuevos métodos para estudiar la materia. Antes de sus trabajos en los años 50, que terminaron siendo merecedores del Nobel décadas después, la única forma que tenían los químicos de estudiar la estructura molecular de una sustancia, algo necesario para entender cómo se comporta o para desarrollar nuevas sustancias, era a través de un proceso lento y laborioso de cristalografía por rayos X, en el que se dirigían estos rayos hacia la molécula a estudiar y se analizaban los patrones que formaban al refractarse.

Karle y su esposo desarrollaron un método más directo que permitía a los científicos utilizar matemáticas para determinar esa estructura molecular de una forma mucho más directa, sencilla y precisa. El desarrollo teórico que él diseñó pasó desapercibido durante varios años hasta que ella publicó varias aplicaciones prácticas para el mismo que le permitieron estudiar la estructura de distintos tipos de moléculas: esteroides, alcaloides, toxinas procedentes de ranas, nanotubos y sobre todo péptidos, moléculas presentes en la naturaleza y el cuerpo humano con gran número de funciones.

Finalmente sus métodos fueron adoptados en laboratorios de todo el mundo. Pronto se convirtieron en esenciales para el avance de la cristalografía y sus aplicaciones en un amplio número de áreas científicas: química, bioquímica, biofísica, mineralogía, ciencia de materiales, farmacia y farmacología entre otras. Este tipo de análisis e información sobre la estructura de las moléculas se convirtió años después en la base de la química computacional y en los cimientos del desarrollo de nuevos materiales y sustancias.

“No se me ocurre nadie más cualificado que mi mujer”

Isabella Karle (2009). Wikipedia.

Jerome Karle obtuvo el Nobel de Química en 1985 precisamente por estos desarrollos teóricos junto con el matemático Herbert A. Hauptman, con el que colaboró. Isabella Karle quedó fuera del galardón. Su marido declaró que “no se me ocurre nadie que esté más cualificado que mi mujer” y que esperaba que un día el honor se hiciese extensivo a ella también.

Aunque no ganó ese Nobel, sí recibió otros reconocimientos científicos como la Medalla Nacional de las Ciencias que le entregó Bill Clinton, por entonces presidente del gobierno, o el Distinguido Premio de Servicio Civil de la Armada, el más alto honor que concede la armada estadounidense a sus trabajadores civiles, que recibieron tanto ella como Jerome en la ceremonia de su jubilación en julio de 2009.

Karle falleció en 2017.

Referencias

Sobre la autora

Rocío P. Benavente (@galatea128) es periodista.

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