Cristina Escarmís, obrera de la investigación

Por pares

Preguntada en una entrevista por la primera secuenciación de ADN que se hizo en España, Margarita Salas contestó: “Sí, efectivamente, nosotros fuimos los primeros en secuenciar partes del ADN de Phi29. (…) Esos primeros experimentos de secuenciación en España se hicieron en mi laboratorio. Fue Cristina Escarmís la que los hizo”.

Nos sentamos a charlar con Cristina Escarmís en una cafetería de Colmenar Viejo mi hija Ana Victoria (doctoranda de primer año en Biología) y yo.

Ana Victoria Rojo y Cristina Escarmís durante la entrevista. Fotografía: Juan Rojo.

Cristina Escarmís (CE): Nací en Barcelona. Cuando fui a la universidad no había una carrera de Bioquímica, así que estudié Químicas (se licenció en Ciencias Químicas en 1965, Universidad de Barcelona). Luego me doctoré en Bioquímica (1969, Universidad de Barcelona) con Ferran Calvet, ya fallecido, represaliado tras la Guerra Civil que volvió a la universidad como catedrático de Química Técnica, no de Bioquímica que era lo que había hecho y le gustaba. Pero tenía doctorandos en Bioquímica, entre ellos yo.

Ana Victoria Rojo (AV): Sí, tu tesis es Bioquímica total y típica de los años 60.

(CE): Luego me desvié un poco de la Bioquímica y pasé a estudiar virus, a comprender cómo funcionan. Fueron estudios en el laboratorio, in vitro. Es lo que se llama investigación básica. Hay que denunciar la poca importancia que se da a esta investigación básica. Como en otros órdenes de la vida se da preferencia a lo que pueda dar aplicaciones a corto plazo. Sobre todo, si éstas dan lugar a beneficios económicos. No se dan cuenta que muchas de las aplicaciones prácticas de la investigación derivan en realidad de una investigación básica previa. Podría dar muchos ejemplos.

Tras el doctorado con Calvet en Enzimología, me fui a Kansas City y trabajé con Santiago Grisolía también en Enzimología.

(AV): Ahora a Santiago Grisolía se le estudia en Historia de la Biología.

(CE): Estuve un año con él. Estudié la carbamilación del tRNA. La verdad es que allí no me fue muy bien. Un año es muy poco tiempo. Pero sí recuerdo que durante aquella estancia se descubrió en otro laboratorio estadounidense, la transcriptasa en reverso, que rompía con el dogma ADN ⇒ ARN ⇒ proteína.

(AV): Aun así, me parece totalmente rompedor que según acabaste la tesis dijeras: «Ahí se hace la ciencia y ahí voy yo».

(CE): Sí. Mi madre se llevó un disgusto enorme. Era 1969. Ese disgusto me ha creado algún sentimiento de culpa, porque lo repetía continuamente. Ella no estaba preparada para eso.

Mientras no me fui de casa, mi madre lo aguantaba, pero luego no lo llevó tan bien. Quería que hiciera como la gran mayoría de mis compañeros de promoción, que se colocaron en industrias químicas. Pero yo no quería eso. Quería investigar. Para mi madre, nacida en 1916, con la educación básica que se daba en aquel entonces a las mujeres, le sonaba extravagante.

De las chicas de mi promoción, unas 20 de más o menos 100 alumnos, solo dos nos dedicamos a investigar. Las demás se casaron y que yo sepa se olvidaron de la carrera.

Como he dicho fui a Kansas City a hacer el postdoctorado y mi actual marido Esteban fue a UCIrvine en California.

Volvimos en 1970 y nos casamos. De nuevo nos fuimos a Estados Unidos, esta vez a Irvine para investigar con el Profesor Robert Warner en la Universidad de California. Hicimos una especie de viaje de novios a Madrid a hablar con Margarita Salas y su marido Eladio Viñuela para explorar la posibilidad de encontrar algún sitio de investigación en España. Nos dijeron que sí, pero que tendríamos que publicar algunos artículos científicos más para poder encarar con éxito las oposiciones a colaborador en el CSIC.

En Irvine aprendí casi toda la Biología Molecular que sé, atendiendo a diversos cursos de doctorado. Allí estudiamos el mecanismo de transcripción de ARN polimerasas bacterianas dependientes de ADN, utilizando ADN de fagos de Azotobacter vinelandii como molde. Comparamos los sigma factors de E.coli y de Azotobacter. Era el tema de moda en aquel momento, porque se acababan de descubrir.

(AV): ¿Cuánto tiempo estuviste en Estados Unidos?

(CE): Estuvimos 4 años. Allí tuve a mi hija mayor.

Cuando terminamos en Irvine y siguiendo la recomendación de Margarita y Eladio fuimos a Suiza antes de incorporarnos a su grupo. En California habíamos asistido a un seminario que dio el doctor Charles Weissmann, que trabajaba en un fago que infectaba E. coli y que se llamaba . Nos gustó mucho el seminario, y decidimos hacer un segundo postdoctorado con él.

(AV): Entonces en Suiza trabajaste en el grupo del Dr. Weissmann.

(CE): Mi marido trabajó directamente con el doctor Weissmann, que era jefe de laboratorio, y yo con un profesor de su grupo, el doctor Martin Billeter. Allí fue donde aprendí a secuenciar.

Estaban empezando a hacer secuenciación de ARN, porque el fago Qβ tiene un ARN pequeñito de aproximadamente 4 000 nucleótidos.

La secuenciación de ARN era algo muy novedoso en Europa. Otro laboratorio suizo publicó un artículo científico sobre ello y nosotros fuimos los segundos en aplicarlo.

El proceso entonces era muy lento. Yo secuencié en Suiza con Martin Billeter 150 nucleótidos nada más. Y eso se publicó en The Journal of Biological Chemistry, una revista prestigiosa.

(AV): Sí, allí hicisteis cosas súper rompedoras.

(CE): Cuando volvimos en 1976, fuimos directamente a trabajar al grupo de Margarita Salas y su marido. Al principio trabajamos casi un año en el CIB en el centro de Madrid porque el CBM no estaba terminado. Aún sin estar terminado nos trasladamos al laboratorio de Margarita Salas, que estaba de prestado en un edificio de ciencias físicas. El edificio actual del CBMSO se construyó bastante más tarde. Yo trabajé directamente con Margarita con un fago, el (phi) Φ29, cuyo genoma era ADN. Y fue cuando apliqué por primera vez en España la secuenciación de ADN.

(AV): He leído los materiales y métodos de tu paper con Margarita Salas y he de decir que, a pesar de haberlo estudiado recientemente, me ha costado. Era un protocolo complejísimo.

(CE): Sí. Era un protocolo complejo, porque era el protocolo químico. Después se aplicó el protocolo enzimático de Sanger, mucho más sencillo. El químico era el de Maxam-Gilbert.

Tenías un extremo del ADN que lo marcabas con radioactividad e ibas cortando parcialmente el ADN, con lo que tenías una colección de fragmentos con un extremo fijo y el otro terminando en cada base del ADN. Al separar dichos fragmentos en un gel de poliacrilamida podías leer la secuencia del ADN.

Luego pasé al laboratorio de mi marido. Esteban era el investigador principal y yo era colaboradora.

Ana Victoria Rojo y Cristina Escarmís durante la entrevista. Fotografía: Juan Rojo.

(AV): Tu marido estaba en uno de los másteres donde yo estaba que era el de biotecnología. Yo hice en vez de el de biotecnología, el molecular, el que hacía Margarita Salas. De hecho, fuimos a la última clase que dio Margarita, porque la clase de replicación de ADN de Φ29 la daba ella personalmente en el máster. Un año antes de su fallecimiento.

Una curiosidad que tengo es que una persona con tu currículum que solamente de trabajar y publicar con Margarita Salas ya podías estar por delante de mucha gente de la investigación española y que fueron investigadores principales ¿cómo es que no decidiste dar el paso tú?

(CE): Sinceramente no me vi capaz de ser investigadora y tener un grupo propio. Además, entonces tenía ya dos niñas y formábamos una familia tradicional, en la que la que se cuidaba de la casa y las hijas era yo. Pero la razón principal era el no sentirme capaz. Siendo colaboradora fui muy feliz. No tengo capacidad de organización para tener un grupo. Cada persona debe ser consciente de sus capacidades.

Me gustaba mucho trabajar en la mesa de trabajo haciendo experimentos. Tener un grupo implica apartarte de la mesa de laboratorio.

(AV): Siguiendo con esto, un tema que quería comentar contigo es el de mujeres a la sombra. Sigue siendo sorprendente cuando te dicen ‘esto lo ha hecho una mujer’. Incluso en el CBMSO hay solo un 20 % de investigadoras principales.

(CE): Sí. Recuerdo que cuando le dije a Margarita Salas que quería irme al grupo de mi marido, ella me respondió: ‘Piensa que si vas al grupo de Esteban será él el que recibirá todo el reconocimiento’.

(AV): ¿Entonces Margarita tenía un planteamiento feminista?

(CE): Sí, bastante. De hecho, ella se independizó de su marido al volver de Estados Unidos. A mí no me importaba porque a mí lo que me gusta es trabajar en la mesa de laboratorio. Hacer experimentos. Soy una persona con cierta inclinación técnica.

(AV): ¿Una obrera de la investigación?

(CE): Y soy muy perfeccionista. La técnica de PCR permite amplificar una molécula de ADN exponencialmente y por lo tanto es muy sensible a contaminaciones de moléculas de ADN no deseadas. Me hice construir una cabina y los PCR se realizaban allí para evitar la contaminación de moléculas que existen en el resto del laboratorio.

(AV): En el CBMSO eras tú sola haciendo la secuenciación. Supongo que vendrían muchos estudiantes para aprender la técnica. Del CBMSO salieron muchos estudiantes que lo hacían.

(CE): Sí. Vino bastante gente. Por ejemplo, vino un estudiante de otro grupo del CIB, para aprender la técnica de secuenciación. También se organizaron unos cursos durante varios años, que ahora se llamarían másteres en los que se hacían prácticas en las que se crecía el fago, se secuenciaba, etc. y yo intervine dos o tres años.

La verdad es que mi especialidad ha sido la secuenciación.

(AV): Ejerciste de profesora para mucha gente en el laboratorio, y es muy importante porque son los mejores momentos para aprender, donde tienes a alguien que te diga ‘si cortas de esta forma te va a salir el experimento muchísimo mejor’ y eso es lo más bonito de aprender. Además, dirigiste oficialmente a cuatro doctorandos.

(CE): Codirigí con Margarita Salas a uno o dos. Luego con Esteban a otros dos. A uno le dirigí yo sola y al otro le codirigí.

[Aquí hago un inciso para remarcar la genuina modestia de Cristina Escarmís. Basta leer la biografía de ella escrita con admiración y aprecio por uno de sus doctorandos, Armando Arias. En la biografía, Arias dice “Cristina supervisó de manera oficial a cuatro estudiantes de doctorado, aunque la lista de científicos predoctorales y postdoctorales que nos beneficiamos de su conocimiento y ayuda es muchísimo mayor de lo que refleja su currículum”. Luego enumera los importantísimos logros en los que Cristina fue parte importante.]

(AV): Ya, pero ahora pienso mucho en lo que nos dijo una profesora de que, aunque seas una sola persona que sabe bien una técnica, pero si la enseñas, luego termina repercutiendo en todo el país en cosas que no son tu rama y que es vital para muchas investigaciones. Y ese es tu caso. Tu repercusión es enorme. A mucha gente a la que diste clase están ahora en el CBMSO y en otros centros de investigadores principales.

Perteneces a una generación que ha sido uno de los hitos de la Biología de España. A nivel de Biología Molecular sois los superhéroes. Debería haber cromos de vosotros.

Cristina sonreía.

Sobre el autor y autora

Juan Rojo es traductor jubilado y activista local.

Ana Victoria Rojo es estudiante predoctoral en la Doctoral School of Biomedical Sciences en KU Leuven.

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