Anne Fausto-Sterling, una decidida apuesta por la tolerancia sexual

Vidas científicas

Simplemente, el sexo de un cuerpo es un asunto demasiado complejo. No hay blanco o negro, sino grados de diferencia.

Anne Fausto-Sterling
Anne Fausto-Sterling.

La doctora Anne Fausto-Sterling, nacida en 1944, es en la actualidad profesora emérita de la Universidad de Brown (University of Brown) y pertenece a la prestigiosa AAAS (American Association for Advancement of Sciences). Experta en Biología y Estudios de Género (Biology and Gender Studies) ha sido una de las pioneras en la aplicación de la crítica feminista a la construcción del conocimiento científico.

Convencida de que el sexo no se limita a ser mujer u hombre, Fausto-Sterling ha realizado una ingente labor logrando cambiar la visión tradicional sobre cómo los seres humanos hemos interpretado nuestra sexualidad. Desde su vanguardista perspectiva, muestra un considerable alejamiento de las formas binarias del sexo y del género, así como del modo en que la ciencia ha configurado y a veces ha escondido este tema.

Una fructífera carrera profesional

En una entrevista concedida en 2015 a la escritora científica y editora fundadora de la revista Method Quarterly, Azeen Ghorayshi, Anne Fausto-Sterling explicaba los inicios de su carrera universitaria al matricularse en ciencias biológicas y escoger un curso de embriología, el cual influyó profundamente en su vocación. En ese curso, la joven estudiante tuvo la oportunidad de ver un vídeo sobre las primeras etapas del desarrollo de un embrión. Algo que, en sus propias palabras, «me hizo dar un brinco en mi asiento, y me dije esto es precisamente lo que quiero estudiar», y a continuación añade con entusiasmo: «fue maravilloso observar las células dividirse y desplazarse, disponerse en capas y llegar a configurar una estructura tridimensional capaz de dar forma a los ejes básicos del cuerpo». [Se refiere a los ejes anteroposterior: cabeza-cola; dorsoventral: vientre-espalda; y transversal: lado a lado].

En el año 1965, Anne Fausto-Sterling empezaba a cumplir con su vocación graduándose en la Universidad de Wisconsin, tras haber estudiado genética del desarrollo. Cinco años más tarde, defendía con excelencia su tesis doctoral en la Universidad de Brown, donde sería profesora durante más de 40 años. Además, tuvo un laboratorio a su cargo en esta universidad dedicado a investigar sobre reproducción sexual y regeneración.

Anne Fausto-Sterling (2013).

En un magnífico artículo publicado en The New York Times, octubre 2018, Anne Fausto-Sterling ha explicado con notable claridad y rigor la base científica de su formación profesional. Comienza recordando que «en la década de 1950, el reconocido psicólogo especializado en sexología, John Money y sus colegas, habían realizado un extenso estudio sobre criaturas humanas nacidas con combinaciones sexuales inusuales; por ejemplo, con ovarios y pene o con testículos y vagina, u otras combinaciones a las que hoy en día llamaríamos intersexuales.

Como resultado de sus investigaciones, Money y su equipo elaboraron un modelo de desarrollo sexual compuesto por varios niveles. Comenzaron con el sexo cromosómico, que se determina durante la fecundación cuando un espermatozoide, provisto de un cromosoma X o de un cromosoma Y, se fusiona con un óvulo que posee un cromosoma X. «Sin embargo, explica Fausto-Sterling, el grupo de Money describía que en casos menos comunes un óvulo o un espermatozoide pueden carecer del cromosoma sexual o, por el contrario, tener uno adicional. El embrión resultante tendrá entonces un sexo cromosómico poco común: XO, XXY o XYY […], lo que muestra que en esta primera fase de desarrollo del sexo puede haber más de dos categorías.»

«De ocho a doce semanas después de la concepción, sigue explicando la científica, el embrión adquirirá el sexo gonadal fetal, esto es, cuando los embriones con cromosomas XY desarrollarán testículos embrionarios, y los que tienen dos cromosomas X desarrollarán ovarios embrionarios. De esta manera, quedará establecida la base para la etapa siguiente: el sexo hormonal fetal, durante la cual los testículos o los ovarios fetales generaran hormonas capaces de ayudar a que el embrión se desarrolle como femenino o masculino (según las hormonas que aparezcan). Alcanzado el cuarto mes de gestación, esas hormonas fetales completarán su trabajo dando forma al sexo genital externo.»

De este modo, apunta la bióloga, «al nacer una criatura ha pasado por varias etapas en el establecimiento de su sexo. Sin embargo, como sucede con el sexo cromosómico, cada etapa subsecuente no siempre es estrictamente binaria. Las etapas pueden entrar en conflicto entre sí, siendo binaria una y la otra no, y así, un bebé que tiene cromosomas XX puede nacer con un pene, y uno que tiene cromosomas XY puede tener una vagina, o un extenso etcétera de combinaciones».

Tras estas explicaciones, Fausto-Sterling concluye que «si en las diversas etapas surgen discrepancias, éstas frustrarán cualquier plan que pretenda asignar de manera categórica y a perpetuidad el sexo de un recién nacido tan solo mirando sus genitales». Además, «a esta complejidad se suma que el proceso no se detiene en el nacimiento. Los adultos que rodean al recién nacido/a identificarán el sexo a partir de sus genitales, empezando entonces la etapa de socialización del género».

A lo expuesto hay que añadir, revela Fausto-Sterling, que quienes recurren a la biología para definir con facilidad el sexo deberán, además, tener en cuenta los últimos hallazgos procedentes de la genética molecular. «Por ejemplo, anota la experta, ahora sabemos que los testículos o los ovarios fetales, en vez de desarrollarse bajo la dirección de un solo gen lo hacen según redes genéticas opuestas, una de las cuales reprime el desarrollo masculino mientras estimula la diferenciación femenina, y la otra hace lo contrario. Entonces, lo importante no es solo la presencia o la ausencia de un gen en particular, sino el equilibrio de poder entre las redes genéticas que trabajan en conjunto o en una secuencia específica. Esto socava la posibilidad de usar una prueba genética simple para determinar el sexo».

Perspectiva desde la crítica feminista

En los primeros años de su profesión, Anne Fausto-Sterling dedicó sus esfuerzos a investigar la complejidad que acarrea interpretar el desarrollo sexual humano; paralelamente, ejerció con gran entusiasmo su docencia como profesora universitaria. Muy pronto, a comienzos de la década de 1970, sus actividades se vieron notablemente enriquecidas al entrar en contacto con los estudios de mujeres y la crítica feminista de la ciencia.

En una época muy propicia para grandes debates, Fausto-Seterling, al igual que tantas compañeras de su generación, pronto constataría que el funcionamiento de la ciencia ofrecía importantes dudas sobre su supuesta objetividad y neutralidad. Tras largas reflexiones sobre su propia especialidad, la científica llegaría a la conclusión de que el sexo binario no existe, no hay solo hombres y mujeres, sino también hay una serie de formas intermedias que la ciencia no ha querido, o no se ha atrevido a enfrentar con claridad. En este contexto escribiría una de sus obras más importantes, el libro titulado Myths of Gender: Biological Theories about Women and Men, editado por primera vez en 1985 y reeditado en 1992.

En la citada entrevista con Azeen Ghorayshi, la científica apunta que «Myths of Gender estaba dirigido sobre todo a aprovechar mis conocimientos como bióloga para argumentar que, en realidad, las diferencias entre hombres y mujeres no son tan esenciales como se piensa; es la cultura la que crea aquello que percibimos». No obstante, afirma Fausto-Sterling, «la resistencia a la idea de la construcción social del conocimiento científico ha sido, y hasta cierto punto aún lo es, bastante virulenta».

En un debate celebrado en mayo de 1992, titulado Gender: Nature vs. Nurture, la investigadora aseveraba convencida que «he pasado cuatro años escribiendo ese libro [Myths of Gender], he revisado muchísima literatura sobre el tema procedente de fuentes muy distintas, y gran parte de lo consultado es mala literatura». Y aclara, «es mala literatura porque comienza con un conjunto de presunciones culturales sobre mujeres y hombres que luego se aplican a los hallazgos, alcanzando así las conclusiones deseadas». Fausto-Sterling ha afirmado en muchas ocasiones que el sexo, el género y la ciencia están tan entretejidos que no se pueden estudiar sin mencionarlos mutuamente.

En otro momento del citado debate, la investigadora sostiene con firmeza que «distinguir entre biología y cultura, es algo imposible de hacer. No es cuestión de que es muy difícil, es que no puede hacerse […]. Creo que buscar las diferencias biológicas entre hombres y mujeres se ha convertido en una excusa para no tratar sobre un amplio rango de temas sociales y políticos. Es una excusa para no tratar la violencia contra las mujeres. Es una excusa para no tratar seriamente las diferencias de salarios. Es una excusa para gran variedad de cosas. Se buscan explicaciones basadas en la biología porque no queremos enfrentar los problemas sociales teniendo en cuenta el género».

El revuelo generado por la publicación de Myths of Gender, comentaba Fausto-Sterling en la entrevista con Ghorayshi, la impulsó a «escribir un segundo libro, profundizando en la idea de que el sexo biológico, como el género, no es simplemente binario». Además, añade, «en la década de 1990 había una gran cantidad de fermento intelectual en términos de la teoría feminista […]. Yo estaba muy interesada en el campo de la intersexualidad. Trataba de comprender el cuerpo como una construcción social más que estrictamente enfocado a la biología».

Las supuestas verdades sobre la sexualidad humana

Fausto-Sterling trabajó a lo largo de más de seis años en la que sería, según la crítica especializada, su obra más importante e influyente. Se trata de un extenso libro que, bajo el título Sexing the Body. Gender Politics and the Construction of Sexuality, salió a la luz en el año 2000 alcanzando muy pronto enorme popularidad. En 2006, se tradujo al castellano como Cuerpos sexuados, la política de género y la construcción de la sexualidad, siendo el único trabajo de esta autora traducido por ahora a nuestro idioma.

«Sabía que tenía que escribir Sexing the Body porque debía demostrar cómo las ideas dominantes sobre el género, de forma más o menos inconsciente, se han ido entretejiendo con el conocimiento biológico», narraba la autora a A. Ghorayshi. Ciertamente, en este libro analizaba con meticulosidad la construcción social de la identidad de género, rechazando la dualidad masculino/femenino mediante un cuidadoso estudio de los estados intersexuados.

Es importante apuntar que Anne Fausto-Sterling se opone a la diferenciación dicotómica entre sexo y género, según la cual el sexo hace referencia a la fisiología y la anatomía, y el género a las conductas sociales. Según la bióloga, «el “sexo” no es una categoría puramente física». Insiste en que la complejidad de los cuerpos es demasiada como para encajarla en sólo dos diferencias sexuales. Junto a otras autoras de diversas disciplinas, Fausto Sterling rechaza que se escojan unos rasgos y no otros para clasificar los cuerpos en dos categorías sexuales.

Desde el primer capítulo de Cuerpos sexuados, Fausto-Sterling nos deja muy clara su visión feminista sobre la construcción del sexo: «el sexo, que se ha considerado como biológico, es en realidad una instancia cultural, tan construida como el género. La visión de los cuerpos como pertenecientes a dos y sólo dos categorías está mediada por un contexto social, histórico y cultural».

Según la investigadora, el conocimiento científico está tan profundamente enraizado en la vida social que para la ciencia es imposible salir del binarismo mujer-hombre. Situación que llega hasta el punto de ignorar datos que encajarían en sistemas científicos capaces de aceptar la existencia de estadios intermedios de sexo.

Nada más empezar la lectura de Sexing the Body puede constatarse que su autora sostiene que «el sexo de un cuerpo es un asunto sumamente complejo. No hay blanco o negro, sino grados de diferencia, pues se trata de un continuum, como el espectro de los colores». La científica reitera con convicción que «etiquetar a alguien como varón o mujer es una decisión social. El conocimiento científico puede asistirnos en esta decisión, pero sólo nuestra concepción del género, y no la ciencia, puede definir nuestro sexo. Es más, nuestra concepción del género afecta al conocimiento sobre el sexo producido por los científicos en primera instancia».

«Nuestros cuerpos biológicos colectivos, subraya la experta, no comparten el empeño del Estado y la legislación por mantener solo dos sexos. Machos y hembras se sitúan en los extremos de un continuo biológico, pero hay muchos otros cuerpos que combinan componentes anatómicos atribuidos a uno u otro polo […]. Si la naturaleza realmente nos ofrece más de dos sexos, entonces nuestras nociones vigentes de femineidad y masculinidad son presunciones culturales».

Más adelante, la científica especifica que «la tesis central de este libro es que las verdades sobre la sexualidad humana creada por los intelectuales en general y los biólogos en particular, forman parte de los debates políticos, sociales y morales sobre nuestras culturas y economías».

Por ejemplo, «los médicos se rigen por, y perpetúan, creencias profundamente arraigadas sobre las sexualidades masculina y femenina […]. La posesión de un único sexo es una necesidad de nuestro orden social». Ante tales convicciones, denuncia Fausto-Sterling, «las criaturas que al nacer no son “ni una cosa ni otra, o ambas” (un fenómeno bastante corriente) desaparecen pronto de la vista porque los cirujanos los “corrigen” sin demora». Se trata de pacientes que «requieren tratamiento médico porque deberían haber nacido varones o mujeres». Además, recalca la autora, «el bebé debe abandonar el hospital con un solo sexo […], y los padres deben poder responder con claridad si han tenido un niño o una niña».

En la extensa y compleja obra que es Sexing the Body, su autora se enfrenta con el intensamente debatido, y no menos conflictivo tema del nature versus nurture, al que podemos traducir como naturaleza versus cultura (o lo innato frente a lo adquirido, entre otras definiciones). La científica recomienda introducir flexibilidad en el estudio de los modelos de comportamiento humano.

En una conferencia impartida en la Universidad de Mar del Plata, Argentina, en 2019, al ser preguntada por su pensamiento actual sobre la dicotomía naturaleza/cultura y la noción de continuum, Fausto-Sterling respondía con claridad que «sigo sosteniendo que no podemos separar naturaleza de cultura (crianza, educación o formación), así que no es una dicotomía, sino que es una unidad. Hay otra metáfora para pensar en esto: es como si fueran dos caras de una misma moneda. Sigue siendo un centavo, pero de un lado es naturaleza y del otro crianza. No puedes utilizar el lado de la naturaleza para comprar algo sin utilizar el lado de la crianza, y viceversa. Son inseparables, no podemos hablar sobre ellos como una dicotomía, debemos hablar sobre cómo trabajan juntos para formar un peso [la moneda argentina]».

La relevancia de la obra de Anne Fausto-Sterling

Las publicaciones de esta acreditada científica, como acuerda la comunidad especializada, han abierto poderosos ámbitos de investigación para las feministas actuales, así como también para futuras activistas interesadas en diseccionar las normas sociales y los constructos alrededor del género y la sexualidad.

Anne Fausto-Sterling (2019).

Además de su profunda implicación en los Estados Unidos, Fausto-Sterling también ha enseñado en el extranjero temas de ciencia médica y biología, y de estudios de género. En sus charlas y conferencias ha exhibido su excelente formación con respecto a los roles de género y la sexualidad humana. Asimismo, con sus razonados y doctos conocimientos ha proporcionado un invaluable impulso a la defensa del movimiento feminista.

El libro Sexing the Body ha tenido gran influencia en el mundo académico, generando debates muy activos. Asimismo, el eco despertado entre gran parte de los medios de comunicación fue notable. Solo por citar unos pocos ejemplos, cuando se tradujo en España (Cuerpos sexuados, 2016), el suplemento Babelia de El País lo reseñaba como «un ensayo audaz que revisa los textos científicos como metáforas culturales y representaciones políticas a través de los que se han construido las ideas de masculinidad y feminidad, de heterosexualidad y homosexualidad durante el último siglo».

Por su parte, la revista Lambda, publicación decana del movimiento LGTB, decía: «Cuerpos sexuados es un libro imprescindible, no sólo para saber qué dice la ciencia y cómo tenemos que leer de manera crítica aquello que nos dice, sino también para disponer de un conocimiento sólido detrás de los debates sobre sexo, género y orientación sexual. Un debate que ahora está más vivo que nunca».

Mientras, en Encuentros. De lecturas y lectores, podemos leer: «Culmina de esta manera su autora un trabajo que le ha supuesto seis años de dedicación a esta ambiciosa obra […] que busca la provocación para estimular debates sobre aspectos como el feminismo o la sexualidad».

Apuntemos, además, que Anne Fausto-Sterling no se ha limitado a la vida académica. Su interés por llegar al gran público ha quedado reflejado en un comentario que realizó en la citada Universidad de Mar del Plata: «Considero que los científicos deben escribir para personas que estén más allá de la academia. Pienso que una de las cosas sorprendentes de la existencia de Internet es la posibilidad de tener seguidores en YouTube, Twitter, Facebook…, y blogs destinados a una audiencia popular. Casi nunca rechazo una entrevista con la prensa, incluso cuando algunas de ellas son muy irritantes».

Anne Fausto-Sterling ha sido, y lo sigue siendo todavía hoy, una académica de notable importancia en el campo de mujeres, género, sexo y sexualidad. Entre sus muchos méritos no solo se cuenta haber logrado que el público en general se cuestionara la honestidad de asumir la superioridad masculina y la subordinación femenina. También ha subrayado, como destaca el blog Psychologist of the Week-Fall 2012, que culpar a las mujeres por su corto recorrido en ciencia infravalora las realidades del entorno y las causas sociales.

El inestimable trabajo de Anne Fausto-Sterling, principalmente centrado en desafiar las ideas convencionales sobre la división naturaleza/cultura, sobre las mujeres y el género en la ciencia, o sobre la intersexualidad y la homosexualidad, la han convertido en una de las biólogas más respetadas e influyentes de nuestro tiempo. El poderoso impulso que ha dado a la lucha por la deseada y necesaria igualdad, utilizando rigurosas herramientas científicas, ha tenido y tiene un eco cada vez más amplio y profundo en nuestra sociedad.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

4 comentarios

  • En mi opinión, como doctora en humanidades en temas de género. Aquí se confunde un poco el sexo, dato biológico, con el género, construcción social que varía según las sociedades pero que implica una jerarquía de opresión hacia las personas con sexo biológico femenino, las mujeres, a las que se les impone un género (o roles distintos según el sexo), determinados. El sexo biológico es binario, incluso teniendo en cuenta las 40 o más variedades intersexo, que, además de ser menos del 0,01% de la población, ninguno presenta gametos distintos a óvulos o espermatozoides, por lo que no existe un tercer sexo, además de que la mayoría de personas intersexo son hembras o machos. No hay que confundir los rasgos biológicos primarios, que son los más directamente destinados a la reproducción, con los secundarios, donde hay más variedad, e incluso así, existen una serie de diferencias físicas como la mayor capacidad pulmonar de los hombres o los síntomas diferentes en muchas enfermedades, o los máximos y mínimos en altura, etc, que hacen importante que las mujeres estén representadas en todo tipo de pruebas, ya que todo se hace a la medida del hombre, macho de la especie. También es curioso que muchas personas que hablan de sexo biológico como un espectro o como construcción social, luego afirmen que existen cerebros masculinos o femeninos, lo que es neurosexismo, y está más que comprobado que no es cierto, aunque los cerebros también son «plásticos» y «aprenden» de las experiencias. https://theconversation.com/how-neurosexism-is-holding-back-gender-equality-and-science-itself-67597 https://www.theguardian.com/science/2019/feb/24/meet-the-neuroscientist-shattering-the-myth-of-the-gendered-brain-gina-rippon? https://theparadoxinstitute.com/blog/2020/07/16/sciencevets-sex-spectrum/

  • Hola Silvia. Gracias por tu opinión. Veo que es muy distinta de la tesis de Fausto-Sterling, que es es la que he querido transmitir aquí. He leído gran parte de la obra de esta autora, y a mí sí me resulta convincente, sobre todo porque está basada en datos y estudios muy rigurosos, como he intentado reflejar. En lo que respecta a la plasticidad del cerebro, también he tratado el tema en este blog, y concretamente los trabajos Gina Rippon y otras neurocientíficas, están aportando interesantes datos sobre la inexistencia de un cerebro femenino distinto del masculino.
    Un cordial saludo
    Carolina

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