A Bertha Lutz no le debió hacer mucha gracia enfrentarse a la clásica dicotomía entre ciencias y letras, para ella esa división era inservible. Se decantó por la zoología y la botánica, sí, pero también estudió derecho, y asentó las bases del feminismo en Brasil. Gracias a su activismo consiguió hacerse un hueco en la política, logró el derecho al sufragio femenino en su país natal (1932) y participó en la Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945 en la Conferencia de San Francisco, donde se menciona explícitamente a la mujer por primera vez. Este fue el preludio de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que tuvo lugar en París tres años después.
En esa Conferencia lo tenía todo en contra. Algunos compañeros de otros países la intentaron disuadir para que se hiciera a un lado, para que dejara de molestar con sus quimeras, ya que “pedir algo para las mujeres sería vulgar”. Sin embargo, Lutz actuaba como ella consideraba oportuno. Además, se encontraba flanqueada por otras diplomáticas que entendían la importancia de mencionar los derechos de las mujeres en la Carta, quienes ajenas a los consejos de los demás, siguieron adelante con esta propuesta, como fueron Minerva Bernardino y Virginia Gildersleeve.
Entre anfibios y diplomáticos
Bertha nació en Sao Paulo en 1894, en el seno de una familia científica: su padre, Adolfo Lutz fue médico y su madre, Amy Fowler, enfermera. Se sintió atraída por las profesiones de sus padres y se decantó por estudiar Ciencias Naturales en la Sorbona (París), donde se especializó en anfibios anuros. De hecho, existe una especie de rana que lleva su nombre: Paratelmatobius lutzii. Después de terminar los estudios, regresó a Brasil convertida en una zoóloga entusiasta y totalmente asombrada por los movimientos feministas europeos de los que fue testigo en París.
En 1919, entró a trabajar en el Museo Nacional de Río de Janeiro. Este dato llama la atención ya que en aquellos años los cargos públicos estaban prohibidos para las mujeres. Aquí desempeñó su profesión como zoóloga pero también como naturalista, más tarde, en la Sección de Botánica, de la que fue jefa hasta 1964. En ella bullían las ansias de tomar dos caminos a la vez. De esta forma, eludió una vez más esa división sin sentido, y sin retroceder lo más mínimo en el camino de la ciencia, decidió estudiar Derecho en la Universidad Federal de Río de Janeiro en la que logró la licenciatura en 1933.
De las calles al congreso
Lutz se sumergió de lleno en la lucha feminista. En 1922, fundó la Federación Brasileña por el Progreso Femenino (FBPB), de la que fue presidenta durante veinte años. La campaña se centraba, sobre todo, en la lucha para conseguir el voto femenino. A estas alturas no hay duda de que logró lo que se propuso: el presidente Getúlio Vargas autorizó por decreto el derecho de sufragio femenino en 1932 (el voto sin restricciones llegó dos años más tarde).
En 1934, representando a la Liga Electoral Independiente, fue electa diputada suplente y en 1936 asumió el cargo. Desde el congreso, luchó por cambiar la legislación laboral femenina e infantil, también por la igualdad remunerativa en hombres y mujeres, e instauró de forma oficial el Día de la Madre, del Niño y el de la Paz. Asimismo, logro el ingreso de niñas en el colegio Pedro II, el principal en Río de Janeiro y fundó en 1929 la Universidad de la Mujer. Del mismo modo, se interesó por la protección de la naturaleza y la conservación de la fauna y la flora del país.
Ella tenía más ideas, pero no dejaron que las desarrollara ya que, en 1937, Vargas clausuró el Parlamento y estableció el Estado Novo, una copia de los regímenes totalitarios italiano y alemán que anhelaban el poder absoluto. Entretanto, se dedicó a la ciencia, concretamente realizó muchos avances sobre la transmisión de la lepra y la malaria por insectos. En el terreno político, destaca la publicación de La nacionalidad de la mujer casada, en la que hace una defensa de los derechos legales de las mujeres. En 2001, el Congreso Brasileño creó el Premio Bertha Lutz, el cual se otorga anualmente a cinco mujeres que hayan trabajado en defensa de los derechos de las mujeres y de la igualdad de género.
Recientemente en un artículo de El País se citaron las palabras de Ángeles Ezama Gil, profesora del Departamento de Filología Española de la Universidad de Zaragoza, quien describió de manera sencilla y certera la situación de las mujeres en la historia: “A los hombres se les perdona la mediocridad más que a ellas, que deben estar muy bien reconocidas para pasar a los libros». Bertha Lutz estaba muy lejos de la mediocridad, de hecho, logró lo más complicado, ser imprescindible en dos ámbitos: ciencia y feminismo. Si nadie se dignó a escribir su libro, ella lo hizo con sus logros.
Bibliografía
- Bertha Lutz, Wikipedia
- Bertha Lutz, Mujeres que hacen la historia, 1 octubre 2019
- José Chrispiniano, Lutz, Bertha Maria Julia, Enciclopedia Latinoamericana
- Bertha Lutz: una sufragista brasileña en el laboratorio, Fábrica de la memoria, 12 febrero 2016
- Bertha Lutz, Mulier
Sobre la autora
Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.
1 comentario
Sin duda una gran mujer que lucho y vivio por una causa.