Alejandra Jáidar, la primera física de México, empeñada en contagiar la ciencia a todo el mundo

Vidas científicas

Cuentan que cuando Alejandra Jáidar se graduó en Física en la Universidad Autónoma de México (UNAM), la primera mujer que obtuvo el título en su país, y recibió el título de «físico», no le hizo demasiada gracia. Ella era física, no físico. Era 1961 y Jáidar tenía 23 años. No sabemos si consiguió que se lo cambiasen, pero a día de hoy, esa universidad sí que distingue el género de sus graduados al darles el título.

Alejandra Jáidar. Fotografía: Archivo IFUNAM.

Jáidar había entrado en la universidad a los 17 años, salvado obstáculos familiares y sociales que dificultaban a las mujeres por entonces acceder a los estudios universitarios y aun más hacerlo a una carrera de ciencias. Ella no solo completó sus estudios sino que decidió continuarlos y en la misma UNAM comenzó un posgrado que no llegó a terminar. Su campo de estudio siempre fue la experimentación en física nuclear.

El interés por lo multidisciplinar

Entre 1958 y 1964 ocupó el puesto de coordinadora de los laboratorios de física de la Facultad de Ciencias de la UNAM y entre 1963 y 1971 se incorporó como profesora de esa misma Facultad. Más tarde sería investigadora del Instituto de Física y jefa del Departamento de Física Experimental.

Durante toda su carrera científica se centró en investigar cómo se podían aplicar los métodos y técnicas de la física nuclear como herramientas de análisis en otros campos de la física. También se interesó por fomentar la interdisciplinariedad: organizaba talleres y actividades en las que se reunían profesorado y alumnado de distintas disciplinas para intercambiar experiencias, problemas y soluciones, en el intento de que lo que servía a unos inspirase a los otros y sirviese para empujar sus respectivas investigaciones.

Búsqueda incansable de apoyo y recursos

Uno de los proyectos de su vida fue el que culminó con la construcción del acelerador de partículas Van de Graaff que todavía hoy funciona en el Instituto de Física de la UNAM y que se considera el más grande de América Latina: fue su intervención y su esfuerzo por promover la colaboración de las empresas privadas con la universidad la que logró que la compañía Ingenieros Civiles Asociados participase en la construcción del edificio que lo alberga. El acelerador había sido donado por la Universidad de Rice, en Houston, Texas, pero la UNAM no tenía medios para instalarlo ni para construir el edificio que lo albergaría.

Tras ver el edificio construido y la maquinaria instalada, la gran aspiración de Jáidar sería verlo en funcionamiento. Falleció antes de poder hacerlo, en septiembre de 1988. La sala de experimentación del acelerador fue bautizada con su nombre poco después, el 2 de febrero de 1989.

También lleva su nombre la actual sede biblioteca del Instituto, para la que ella buscó fondos y un nuevo emplazamiento después de que la anterior sede comenzase a mostrar grietas a causa del peso de los volúmenes. Igual que el acelerador, no pudo ver la nueva biblioteca construida: el rector puso la primera piedra el 27 de enero de 1989.

Alejandra Jáidar. Fotografía: Archivo IFUNAM.

Divulgación científica para distribuir conocimiento y poder

Además de a fomentar la colaboración científica, Jáidar dedicó gran parte de sus esfuerzos a trasvasar los resultados de la investigación a la sociedad en general. A menudo decía que no había suficientes textos científicos en español y que las universidades debían cubrir ese hueco. Quiso contagiar su entusiasmo por la ciencia al resto de la sociedad, y contagiar a los demás científicos de su pasión por divulgar. Decía de cultivar la ciencia en soledad era una actividad «demasiado egoísta» y que solo servía para alimentar la vanidad y la «soberbia del intelecto». Para ella, la divulgación era una tarea de los científicos, no como un pasatiempo o un acto de generosidad, sino como un pilar más de su actividad investigadora.

Habló de ello en muchas ocasiones, señalando la costumbre de acumular el conocimiento en unos pocos como una forma de ejercer el poder y la responsabilidad que tienen los científicos de favorecer la distribución de ese conocimiento, empezando por adaptarlo a un lenguaje comprensible para el público. Su intención es que todo el mundo supiese algo de ciencia, lejos de la rigidez y el rigor de las aulas.

Como resultado de su interés por la divulgación, Jáidar participó en la creación de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia, coordinó la colección «La Ciencia desde México» publicada por el Fondo de Cultura Económica (a día de hoy, «La ciencia para todos«, abierta a científicos y aportaciones de todo el ámbito hispanoamericano) y ayudó a organizar jornadas científicas en decenas de colegios y escuelas.

Sentía también una especial sensibilidad por la situación de discriminación de las mujeres. Solía asistir a las sesiones de la Cámara de los Diputados cuando sabía que se iban a hablar de los temas que afectaban especialmente a la población femenina.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista.

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