Ida H. Oglivie fue una geóloga estadounidense muy reconocida. Nacida en 1874, consiguió doctorarse en la Universidad de Columbia, donde pudo hacerse un hueco en una ciencia de hombres, demostrando que podía lanzarse a la aventura como cualquiera.
Muchas veces no llegamos a ser lo que han querido para nosotros. Muchas veces, eso sale bien. Como en el caso de Ida, cuyos padres la educaron para ser artista y, sin embargo, terminó siendo una científica de renombre.
Elisabeth A. Wood fue alumna de Ida H. Oglivie y también una geóloga de renombre. Ella la recuerda como una persona de silente dignidad y una sinceridad directa. En su memorial recoge un gráfico recuerdo de su entrega por su alumnado y su ciencia. En ese texto escrito al poco de la defunción de Ida, describe un día en el campo en la que la Dra. Ogilvie permanecía sentada en lo alto de unas piedras, impacientando a su alumna. Allí se mantuvo mientras sus estudiantes buscaban minerales en la cantera y, cuando se reunieron con ella, Ida les mostró los cristales más magníficos que los que cualquiera de los alumnos pudiera encontrar. Esa misma noche tuvieron que ingresar a la maestra por apendicitis, que estuvo adoleciendo durante la clase.
Wood la describe como una profesora entregada, que se tomaba muy en serio su docencia. Hasta el punto de poner a alguien en su puerta los ratos previos a la clase para evitar que nadie le molestase.
Sería difícil encasillar a una mujer así: ella confesó que su pasión era la petrología, pero se especializó en geología glaciar para hacerse un hueco entre el profesorado, ya que en la especialidad de su preferencia, la universidad se encontraba bien avenida. También hizo aportaciones en vulcanología, describiendo la composición de la lava, y sobre el efecto de la aridez en los procesos erosivos, bautizando a un fenómeno causado por la aridez como conoplain (rampa de erosión o glacis en español).
Tocó todos los palos que pudo y, por ello, fue la segunda mujer en ser miembro de la Geological Society of America. También obtuvo hasta tres veces la distinción de la American men of Science (hoy en día American men and women of science), que es una crónica donde se reconocen los mayores avances científicos norteamericanos.
Sus investigaciones la llevaron a la aventura: como cuando se asomó al cráter del Popocatapetl, uno de los volcanes más altos de México (con 5 500m de altitud), explorando las Montañas Rocosas, visitando lugares lejanos y grandes montañas y glaciares. Se la conocía como una mujer intrépida a la que le gustaba escalar montañas.
Durante la Primera Guerra Mundial, nos recuerda Elisabeth, la geóloga participó en la Women’s Land Army, una iniciativa para paliar el hambre de la población en la que las mujeres se echaban a los campos, dado que las manos que debían labrarlos se encontraban empuñando bayonetas en el frente. Parece ser que le cogió cariño a regentar una granja por lo que, al finalizar la guerra, aunque mantuvo su puesto como docente, dejó la investigación para poder dedicarse también a mantener una finca. Esa granja o «La Ermita», como solía llamarla a causa de su origen, la compró y en ella dio trabajo a muchas de las mujeres que tuvo bajo su mando durante el conflicto. «¡Soy la orgullosa dueña de una muestra de una sección transversal geológica con camas plegadas, una discordancia, camas horizontales, y algunas masas intrusivas vívidas!», dijo I. H. Ogilvie con humor hablando de «La Ermita».
Tras su jubilación, se retiró a la granja donde pasó el resto de su vida tranquilamente. Su alumna y amiga recuerda su vejez así:
Referencias
- Elizabeth A. Wood (1964). Memorial to Ida Helen Oglivie (1874-1963), Bull. Geological Society of America, vol. 75, no. 2: 35-40
- Ida Helen Ogilvie, Wikipedia
- Ida H. Ogilvie, Barnard’s College
Sobre el autor
Manuel San Martín Fernández de Heredia (@Cieniciencia) es microbiólogo y divulgador.