Susana Martínez-Conde: «Hay que fomentar el idealismo en la gente joven»

Protagonista

Susana Martínez-Conde. Foto: © Marcos Lainez,
cortesía de SUNY Downstate.

Susana Martínez-Conde es una neurocientífica gallega conocida tanto por su creativa investigación con magos como por su labor divulgativa. Reside en Nueva York y prepara nuevo libro y proyectos.

Guillermo de Haro (GdH) Hola Susana, para empezar me gustaría saber quién te inspiró o qué motivó para dedicarte a la ciencia.

Susana Martínez-Conde (SMC) Pues la verdad es que no me acuerdo muy bien. Ser científica es algo que, más o menos, quise ser siempre. O por lo menos desde la época del instituto. Normalmente los niños cada semana quieren ser algo diferente. Sin embargo, las tres cosas que recuerdo haber querido ser de pequeña eran escritora, médico y científica. Escritora además desde muy pequeña, fue la primera cosa que quise ser. Después oscilé bastante entre medicina e investigación, pero cuando pensaba en medicina siempre pensaba en especialidades que tenían que ver con el cerebro: neurología, neurocirugía, psiquiatría… Al final acabe decidiendo que me interesaba más la investigación que la clínica, y concretamente la investigación en neurociencia.

(GdH) ¿Mola dedicarse a la ciencia?

(SMC) Sí que mola (ríe). Yo creo que de hecho es lo que me atrajo de pequeña a la investigación. Lo que me atrajo es que me parecía una profesión que molaba. Lo que son los detalles y el día a día, no tenía ni idea. Yo nunca había conocido a un científico cuando decidí que quería dedicarme a esto, pero si me parecía que molaría.

(GdH) ¿Cuál fue tu primer contacto con lo que supone dedicarse a la ciencia?

(SMC) No recuerdo exactamente la fecha, pero estamos hablando de la época del instituto. Entonces, con 14, 15 y 16 años, yo leía la revista Muy Interesante. Además, yo particularmente tenía la suerte de vivir en Coruña, que es dónde está la Casa de las Ciencias, ahora convertida en los Museos Científicos Coruñeses. Y Moncho Núñez hizo muchísimo por la divulgación científica. Me acuerdo que vivía a pocos minutos de la Casa de las Ciencias y me iba a visitarla sola. También me acuerdo de leer a Moncho Núñez, que tenía una columna en Muy Interesante. Yo me la leía y me parecía alucinante lo que era la ciencia y la divulgación en esos momentos. Eso para mí fue una influencia muy significativa, la casa de las Ciencias de Coruña y la labor de Ramón Núñez. Por eso ha sido también un orgullo y una gran experiencia que nuestro libro ganase el premio Prisma al mejor libro editado en 2012. Eso para mí, como científica y coruñesa, y por el origen de este interés mío temprano, pues para mí fue todo un hito. Eso fue en un principio. Luego más adelante, y ya cursando la carrera universitaria, recuerdo leer los artículos que se publicaban en Investigación y Ciencia. Concretamente una serie de artículos sobre el cerebro que se publicaron en esa revista, que era la versión española de la revista Scientific American. Me acuerdo de leer los artículos escritos por David Hubel, premio Nobel de Medicina en 1981, que llegó a ser mi mentor postdoctoral; o de Eric Kandel, que también se llevó el premio Nobel con Arvid Carlsson. Recuerdo perfectamente leer artículos escritos por ellos para Scientific American sobre sus descubrimientos y sus historias personales de investigación, etc. Eso fue lo que finalmente me impulsó en segundo de carrera a decidir que a lo que yo quería dedicarme era la neurociencia. Y no sabía exactamente cómo lo iba a conseguir. Es más, quizá ni siquiera sabía exactamente lo que significaba la palabra neurociencia. Pero como decías antes yo pensaba que molaba (ríe) y me dije “me voy a dedicar a eso”.

(GdH) ¿Cómo ves de importante en la divulgación conocer historias de gente que te pueda inspirar?

(SMC) Creo efectivamente que es importante el tener un ejemplo cercano. Como te decía antes en segundo año de carrera decidí dedicarme a la neurociencia, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, no sabía ni dónde estudiar en ese campo. Sin embargo, tuve la suerte de que había antes un estudiante en la misma carrera del que los profesores hablaban siempre como alguien excepcional. Estaban todos los profesores súper orgullosos de él, pero se había ido de Coruña. Que por cierto en aquel momento no era ni universidad, era colegio universitario y dependía de la universidad de Santiago. Pues él se había ido a hacer la especialidad de la carrera a la Complutense, y al mismo tiempo había recibido una beca de iniciación a la investigación que le había permitido hacer investigación en cuarto o quinto de carrera en el Instituto Ramón y Cajal, del CSIC. Escuché que un profesor mencionó esto en clase y pensé: “ya está, ya sé cómo lo voy a hacer”. E hice exactamente lo mismo. Este chico es hoy día el doctor Manuel Castro-Alamancos, que también dirige un laboratorio en EE.UU. Siguiendo su ejemplo, decidí que yo también me iba a la Complutense a hacer la especialidad, pedí la beca del CSIC, con la suerte de que me la otorgaran, y me fui igualmente a desarrollarla al Instituto Ramón y Cajal de neurociencias. Y así fue como conseguí empezar, pero era porque tuve un ejemplo de cómo hacerlo, una referencia. De no haberla tenido quizá ese deseo que tenía de hacer neurociencia se hubiera quedado en nada. Si no tienes un ejemplo concreto de cuáles son los pasos a seguir, qué es lo siguiente que tienes que hacer para llegar al objetivo, es complicado.

Un tema que no hemos mencionado antes: algo que me parece muy interesante y una diferencia muy importante entre el sistema de EE.UU. y el español es que en el sistema académico en España a los 18 años decides qué carrera vas a hacer. Y ya estás encasillado para toda la vida. Mientras que, en EE.UU. al llegar a la universidad no declaras inmediatamente la titulación que te interesa, sino que acabas decidiendo en el segundo o el tercer año realmente lo que te gusta. Luego, una vez tienes tu título, puedes acabar dedicándote a cualquier cosa. Por ejemplo, yo conozco gente que ha entrado en un programa de doctorado de neurociencias viniendo con un título universitario de económicas. En mi propio laboratorio hemos tenido miembros procedentes de estudios de ingeniera en telecomunicaciones, de física, de biología, de informática, de medicina, casi de todos los campos. Parece que hay mucha más flexibilidad aquí en EE.UU. para saltar de un campo a otro. Por lo menos en etapas tempranas. Mientras que en España ya vas encasillado desde los 18 años. Yo por ejemplo puedo decirte que mi título universitario es en sicología, con especialidad en sicología experimental. Esto a la gente le llama mucho la atención en España. “¿Pero tú no eres sicóloga?” preguntan. No, yo no soy sicóloga, soy neurocientífica. Obtuve un título de licenciada en sicología, pero no soy sicóloga, nunca he ejercido de sicóloga y siempre profesionalmente he estado en neurociencia. Este es un error que en EE.UU. no se comete.

Susana Martínez-Conde. Foto: © Marcos Lainez, cortesía de SUNY Downstate.

(GdH) Un libro divulgativo supone un gran esfuerzo, esfuerzo que a menudo no es valorado en mundo académico. Pero decidiste enfocarte en la magia y escribir un libro sobre magia y neurociencia.

(SMC) Bueno, como científicos lo que es el escribir, el comunicar, es importantísimo para la investigación. Es algo que la gente, sobre todo la gente que no trabaja en investigación, no se da cuenta. Pero es fundamental porque un descubrimiento, por importante que sea, si no se comunica no se conoce. Es decir, el descubrimiento no puede llevárselo el científico a la tumba, tienes que escribirlo y publicarlo. Normalmente hoy en día se hace en forma de un artículo en una revista de investigación, o artículo académico. Esto ya lo habíamos hecho, como cualquier otro científico. El primer artículo de investigación en el que figuro como autora pudo haber sido publicado el año 1994 mientras que para el primer contenido divulgativo estamos hablando de principios del nuevo milenio. Creo que en el año 2000 empecé a hacer algo de divulgación. ¿Cómo surgió esto? Fue para la revista Ciencia al Día, y el artículo describía una de mis líneas de investigación primarias.

Cuando empezamos a interesarnos por el tema de la magia, y cómo las ilusiones cognitivas que utilizan los magos pueden ser interesantes de cara al estudio de la neurociencia en general, publicamos en un primer momento y como suele ser habitual en revistas académicas. Uno de estos artículos fue en una revista académica conocida, prestigiosa, llamada Nature Reviews Neuroscience y fue firmado por mí y por Stephen Macknik, que como sabrás es mi marido y colaborador. Entre los autores había además cinco magos. Debe ser la primera vez en la historia de la revista. A este artículo siguió otro más conciso y general para el público, que publicamos en Scientific American y figuró en la portada de la revista. A partir de ahí empezaron a ponerse en contacto con nosotros editoriales y agentes literarios, animándonos a escribir un libro divulgativo sobre la neurociencia de la magia. Nos pareció que la idea podía tener su mérito y acabamos animándonos. La experiencia fue muy positiva. De hecho, estamos terminando un segundo libro que se publicará en 2017.

Pero lo que iba a decir es que el publicar un libro de cara al público ha sido una gran ventaja, incluso desde el punto de vista académico. Porque, aunque el libro está destinado a un público general y explica los conceptos de manera que no hace falta tener una carrera universitaria para entenderlos, vemos que el libro también tiene interés para otros colegas neurocientíficos. De hecho, nos escriben colegas diciendo que están usando nuestro libro como texto en sus clases, tanto para universitarios como para doctorandos. Es decir, el libro está teniendo no solo repercusión de cara al público en general, si no también repercusión académica. Pienso que estamos alcanzando mucha más repercusión académica con este libro que la que hubiéramos alcanzado quizás si lo hubiéramos destinado a un público mucho más exclusivo de lectores académicos.

(GdH) ¿No te dio un poco de miedo mientras lo escribías la posible reacción de la comunidad científica al publicar un libro de divulgación de este estilo?

(SMC) Es evidente que cuando escribes un libro o un artículo de divulgación no puedes profundizar tanto como en un artículo académico. Pero eso no quiere decir que debas abandonar el rigor científico. Un libro puede ser perfectamente riguroso. Eso es lo que intentamos con nuestro libro y por eso está teniendo una repercusión tan buena, incluso entre la comunidad científica y académica. Por otra parte, aunque un lector neurocientífico vaya a estar familiarizado con los principios de procesamiento cerebral descritos en el libro, muy probablemente no conocerá la mayoría de los conceptos de prestidigitación que les resultan inmediatos a muchos magos. Así que dentro del mismo libro vamos a encontrar detalles que van a interesar a lectores de uno y otro tipo, lectores de distintos niveles de formación. Es un poco como el concepto de películas de Walt Disney y Pixar, que les gustan a los niños y a los padres porque, aunque sea una película que está pensada para el público en general y los niños en particular, siempre va a haber unos chistes más pensados para adultos, más sofisticados y que van a hacer más gracia a los padres que a los niños. Es decir, con el mismo producto, en este caso una película, estas alcanzando a públicos muy diversos. Y eso es lo que intentamos también nosotros al escribir este libro o los artículos de divulgación: alcanzar al público en general, pero también al público profesional y al público académico.

(GdH) Hablando del público en general, ¿cómo explicas a tus hijos a qué te dedicas?

(SMC) Pues yo creo que hoy en día me resulta más fácil explicarlo, y no solo a la familia, porque tengo la experiencia de hacer divulgación científica de cara al público. Así puedo explicar fácilmente lo que hago. De hecho, el año pasado fuimos dar una pequeña presentación a la clase de nuestro hijo de 7 años y todos los compañeros se lo pasaron muy bien. Lo que hago con niños pequeños, y con adultos también, funciona muy bien porque tengo la suerte de que en mi campo de trabajo una de las herramientas más importantes son las ilusiones. Visuales, cognitivas o de cualquier tipo, una ilusión por definición se produce cuando nuestra percepción subjetiva no encaja con la realidad objetiva. Entonces tenemos esa disociación entre realidad y percepción, que es una herramienta buenísima para entender lo que el cerebro está haciendo en todo momento cuando está construyendo nuestra percepción o experiencia del mundo. Esto desde un punto de vista de la investigación es importante, pero la ventaja que tiene además es que las ilusiones visuales, o las ilusiones en general, cualquier tipo de ilusión, es algo que puede disfrutar cualquiera y que te puede intrigar, aunque no tengas una gran formación en ciencia. Entonces, normalmente cuando hablas de cara al público, especialmente a niños pequeños, las ilusiones siempre suelen ser una buena herramienta para despertar su curiosidad y que se pregunten qué está pasando en el cerebro, y por qué lo que veo no es lo que está pasando en realidad.

Susana Martínez-Conde. Foto: © Marcos Lainez,
cortesía de SUNY Downstate.

(GdH) En relación con la realidad y la ilusión, si pudieras viajar en el tiempo, ¿que cambiarias de tu pasado?

(SMC) Quizás no cambiase nada, porque creo que al final, en el momento, es difícil de saber. Quizás si cambiases algo se pondrían las cosas peor de lo que están. En mi propia historia vital estoy ahora mismo en un momento muy bueno, tanto profesional como personal. Entonces no me atrevería a tocarlo porque quizás si eliminamos las dificultades personales y profesionales por las que llegamos a pasar, no tendríamos los éxitos tampoco, ni la satisfacción del momento presente. Quizás no me atrevería a tocar nada.

Pero sí podría decir qué aconsejaría por ejemplo hoy a personas jóvenes que quieran dedicarse a la investigación. Básicamente porque yo tenía cierto miedo, mejor dicho respeto, cuando decidí irme a EE.UU. para continuar mi carrera. Pensaba que iba a tener problemas con el inglés, que iba a tener dificultades…Yo creo que si hay algo que te motiva hay que ir a por ello. Y si lo haces vas a tener muchas más oportunidades de llegar a conseguir algo que valga la pena, que merezca la pena. Especialmente en estos momentos que estamos con crisis tanto en EE.UU. como en Europa y España, la gente tiene miedo y se vuelve un poco, demasiado prudente. Yo les aconsejaría eso. Mira, por ejemplo, tuve la oportunidad de ir a Coruña el año pasado. Visité el instituto de bachillerato donde yo estudié y me pidieron que diera una presentación para los alumnos. Estamos hablando de chicos y chicas de 14 y 15 años. La verdad es que me dio mucha pena. La charla les gustó, pero se veía que estaban ya como decepcionados, desilusionados, tanto con su futuro profesional como con la perspectiva del desempleo. Eso es algo que yo, con 14 o 15 años, no me planteaba. A los 14 y 15 años tenía la ilusión de ser científica, de investigar, de descubrir cosas que no se conocían. Por eso creo que la prudencia en algunos casos puede llegar a ser excesiva. No recomendaría a una persona que esté empezando una carrera en la universidad que intente conseguir un título que, aunque no le guste o no le motive especialmente, le parezca que vaya a ser mejor de cara a encontrar trabajo. Que decidan únicamente por motivos más pragmáticos. Yo creo que hay que fomentar el idealismo en la gente joven.

Algo que haría de otra manera seguramente sería irme antes. Si tuviera que revisar cómo yo hice las cosas, me hubiera ido a hacer el doctorado en EE.UU. Hice el doctorado en España, fue una experiencia positiva, pero no fue… al final, salieron las cosas bien, pero en ese momento hubiera sido una apuesta más segura el irme a hacer un doctorado fuera. De hecho, me lo había recomendado un profesor que hoy por hoy es un colega, Fernando Valle-Inclán. Nunca llegó a darme clase, pero si ejerció en su momento de mentor en diversos puntos de mi carrera y me había recomendado que me fuera a hacer un doctorado en EE.UU. Pero entre que no sabía exactamente cómo conseguir la información necesaria, porque estamos hablando de una época previa a internet, 1992, y por otro lado me daba miedo el tema del inglés, decidí dejarlo pasar. Es lo que te hablaba antes del miedo, de tener miedo y quedarte bloqueado en ese momento. Finalmente fui a EE.UU. a hacer mi postdoctorado y cuando por fin me acabé yendo me di cuenta de que el miedo que le tenía al tema del inglés y a irme de España tampoco era para tanto.

(GdH) La clave entonces es seguir la motivación.

(SMC) Si no haces lo que te gusta, si no estás entusiasmado, no vas a conseguir dar todo lo que tienes. Yo creo que, si me hubiera metido a hacer alguna carrera de empresariales o algo así, no hubiera llegado muy lejos la verdad, porque no es algo que me hubiese motivado en aquel entonces.

(GdH) ¿Cuáles crees que son hoy en día las mayores motivaciones negativas o amenazas para la ciencia y la investigación?

(SMC) Mira, estábamos hablando curiosamente de esto en el laboratorio esta mañana: creo que una amenaza significativa es el énfasis en la investigación aplicada. Porque la investigación es algo que tiene que estar motivado fundamentalmente por la curiosidad y si intentamos aprender, descubrir, procesos básicos y fundamentales de cómo funciona el cuerpo humano, el cerebro, de cómo funciona el universo, esto a corto plazo, o quizá no tan corto, puede que no resuelva problemas. Pero a veces pienso que hay una perspectiva algo miope, en la que se dice “vamos a curar el cáncer”. O la diabetes. O simplemente vamos tener este u otro objetivo concreto. Pero se hace cuando no conocemos lo suficiente sobre los procesos básicos y fundamentales. Entonces esto es problemático. Al final se acaba gastando mucho dinero y tiempo en resolver problemas muy concretos que no vamos a poder solucionar hasta conocer mejor lo básico. Si pensamos por ejemplo en cuando Watson y Crick descubrieron la estructura del ADN es fácil ver que no estaban intentando resolver un problema genético concreto, sino que estaban intentando entender cuáles son los bloques biológicos fundamentales de la vida en el planeta. Y entonces, resolviendo una cuestión de esta magnitud, las aplicaciones terminar por ser después prácticamente infinitas. De forma similar cuando David Hubel, mi supervisor postdoctoral, y Torsten Wiesel estaban haciendo sus investigaciones en la corteza visual lo que les impulsaba era la curiosidad. Esa comezón de saber qué es lo que está pasando en el cerebro, qué circuitos se están usando, qué estímulos se están procesando. Luego llegaron a obtener el Premio Nobel y sus descubrimientos tuvieron aplicaciones importantísimas para el tratamiento del estrabismo, de la ambliopía. Pero lo que les impulsó no fue generar un tratamiento contra la ambliopía, realmente no hubieran llegado lejos si esa fuese su motivación. Su motivación fue descubrir qué es lo que estaba sucediendo en la corteza visual.

(GdH) ¿Quizá estamos generando presión por publicar o conseguir financiación?

(SMC) Se ha creado, en todos, una perspectiva de la ciencia muy mercantilista, y se ha perdido, o estamos a riesgo de perder, el idealismo. Yo creo que es porque estamos en esta crisis, una que ya lleva varios años, y cuando entras en el tema de los recortes, de lo que los políticos piensan, parece que de lo que podemos prescindir sin ningún problema es de la investigación. Y de nuevo es una perspectiva completamente miope. La gente, los científicos, deberíamos estar considerando qué es lo que va a llevar al descubrimiento más importante, pero en realidad tenemos que estar peleando por pequeños proyectos financiados y estar intentando sobrevivir día a día. Porque es muy difícil sobrevivir en investigación con la poca financiación que hay hoy por hoy. Esta supervivencia cotidiana resulta un poco incompatible con perseguir objetivos científicos a largo plazo.

(GdH) Me quedo con la importancia de la motivación, contar con buenos referentes y no tener miedo. Muchísimas gracias por tu tiempo Susana.

Sobre el autor

Guillermo de Haro es ingeniero, doctor en economía y en organización de empresas y profesor de Economía Aplicada en URJC. Publica en JotDown, Xataka o ElEconomista entre otros.

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