Durante la Primera Guerra Mundial, en el frente belga, dos mujeres emprendieron una lucha intensa por salvar la vida de miles de soldados heridos y enfermos. La pasión por las motocicletas, algo poco habitual en mujeres de finales del siglo XIX, las unió en una aventura que marcaría sus vidas para siempre. La prensa las recordó como las «Damas de Pervyse», localidad en la que fijaron su centro de operaciones; fueron condecoradas una y otra vez por Inglaterra y Bélgica; sus rostros fueron inmortalizados una y otra vez siendo las mujeres más fotografiadas en el frente de la Gran Guerra. La historia de Elsie y Mairi, dos mujeres que se enfrentaron a la muerte, el hambre y la desesperanza de un conflicto que se llevó por delante miles de almas, ha permanecido durante décadas escondida.
El 25 de septiembre de 1914, Elsie Knocker y Mairi Gooden-Chilsom se embarcaron rumbo a Bélgica, país que había sido ocupado por las tropas alemanas poco después del inicio de la Primera Guerra Mundial. Una curiosa afición común las había unido tiempo atrás. Elsie y Mairi eran unas apasionadas de las motocicletas y se habían conocido en una de las muchas carreras que se celebraban entre Hampshire y Dorset. Pero más allá de su afición a los vehículos de dos ruedas, Elsie y Mairi venían de mundos muy distintos. Para empezar, les alejaba una amplia diferencia de edad.
Elsie era el nombre de pila con el que conocían sus seres queridos a Elizabeth Blackall Shapter. Había nacido en Exeter, Devon, el 29 de junio de 1884. Era la pequeña de los cinco hijos del doctor Thomas Lewis y Charlotte Bayly. Elsie tendría muy pocos recuerdos de sus progenitores pues quedaría huérfana de madre a los cuatro años y de padre a los seis. Mientras que sus hermanos fueron acogidos por varios miembros de la familia, Elsie fue dada en adopción a los Upcott, Lewis Edward Upcott, profesor en el Marlborough College, y su esposa Emily, dedicada a la pintura.
Elsie fue separada de sus hermanos de los que no conservó ninguna fotografía, tampoco de sus padres, cuando se trasladó a vivir con sus nuevos padres, a los que nunca llamó como tal, sino que nombró siempre con respeto como sus tíos. Elsie tuvo una infancia triste, primero en la escuela de chicas de Marlborough en la que nunca se adaptó y después en la escuela para señoritas Saint Nicholas de Kent. En 1903 sus padres adoptivos la trasladaron a un internado en Suiza.
De vuelta a Inglaterra, cuando ya era una mujercita que superaba los veinte años de edad, conoció al que se convertiría en su marido, Leslie Duke Knocker, con quien se casó el 5 de abril de 1906. Leslie trabajaba en un banco en Londres y tenía diez años más que Elsie. Poco tiempo después la pareja se trasladó a Singapur donde uno de los hermanos de Leslie le había conseguido un trabajo en la China Mutual Insurance Company.
La vida en Asia no fue un camino de rosas. Al poco de llegar a Singapur, Elsie supo que estaba embarazada. Leslie, a quien, con el tiempo, se dio cuenta que no conocía, empezó a comportarse de manera sombría y a alejarse de su esposa a la que llegó a maltratar y echar de casa. Por suerte, Elsie disponía de la herencia familiar y pudo regresar a Londres donde dio a luz a su hijo Kenneth. A pesar de la actitud violenta de Leslie hacia su mujer, esta decidió regresar a Singapur con su hijo en agosto de 1907. Elsie aún viajó varias veces de Inglaterra a China y tuvo que aguantar el maltrato y el adulterio de su marido. Cansada de la situación en diciembre de 1910 dejó para siempre Asia y regresó con su hijo a la casa de sus padres adoptivos a los que nunca explicó la verdad acerca de su fallido matrimonio.
A finales de 1912, Elsie Knocker inició un proceso de divorcio, algo inusual y muy mal visto en la Inglaterra de principios del siglo XX. Apenas trescientas mujeres habían iniciado demandas de divorcio pues se exponían al ostracismo y al rechazo social. Pero Elsie era una mujer independiente gracias a la herencia paterna y no estaba dispuesta a continuar casada con un hombre que la había hecho infeliz. Sin embargo, cuando Elsie conoció a Mairi y al resto de personas con las que compartiría su vida durante la Primera Guerra Mundial se inventaría otro pasado haciéndose pasar por una mujer viuda.
Pero antes de que estallara la Gran Guerra, Elsie empezaría una nueva vida como partera en el Queen Charlotte’s Hospital de Londres mientras su hijo permanecía con los Upcotts en Marlborough. En julio de 1913 se reencontró con los suyos y vivió una de las épocas más felices de su vida. Con parte de la herencia que había recibido de un tío suyo, Elsie decidió hacer algo poco habitual en una mujer, se compró una motocicleta y un sidecar, cumpliendo uno de sus sueños, poder disfrutar de la velocidad que le permitían estos nuevos artilugios colocando a su pequeño Kenneth en el asiento del sidecar. Elsie se unió al Gypsy Motor Cycle Club y exprimió la vida al máximo… hasta que la guerra estalló.
La historia de Mairi era muy distinta a la de Elsie. Mairi Lambert Gooden-Chisholm había nacido el 26 de febrero de 1896 en Escocia, cuando Elsie ya era una niña de 12 años y sufría el rechazo de sus compañeras en la escuela por ser adoptada. La infancia de Mairi estuvo llena de alegría y ciertos lujos como bicicletas y caballos para ella y su querido hermano, Ualiean. Sus padres, el Capitán Roderick Gooden-Chisholm y su esposa, Margaret Fraser, se trasladaron a vivir a Dorset cuando Mairi tenía cuatro años. Allí, Mairi y Ualiean fueron educados por una gobernanta hasta que fueron enviados a la escuela. En 1906, la familia creció con la llegada de la pequeña Lucy y un año después Mairi empezaba sus estudios en Redmoor y después al Saint Katharine’s School.
Cuando Mairi se reencontró con su hermano años después, lejos de divertirse con entretenimientos dignos de una señorita, ambos disfrutaban de actividades masculinas, entre ellas, hurgar en las tripas de una motocicleta. Mientras que a su padre no le importaba que Mairi se dedicara a montar aquellos cacharros, su madre se desesperaba creyendo que su hija iba a arruinar su futuro.
Pero la felicidad de Mairi junto a su hermano Uailean también terminó pronto. Sus padres hacía poco que habían comprado una hacienda en Trinidad y se trasladaron allí a vivir con la pequeña Lucy reclamando también la presencia del hijo.
En el otoño de 1913, Mairi había conocido a una mujer a la que se la conocía como la «gitana», que disputaba carreras de motos. Era Elsie Knocker. Así que cuando la guerra estalló, hacía muy poco tiempo que ambas se habían conocido. Pero su amistad, fundada en la pasión por las motos, había arraigado con fuerza y así permanecería durante la dura etapa de la guerra. Al enterarse del inicio del conflicto, Elsie escribió una palabras a Mairi que cambiarían sus vidas para siempre: «Hay trabajo que hacer». Elsie propuso a Mairi unirse al Women’s Emergency Corps que había fundado Evelina Haverfield junto con otras mujeres sufragistas.
Cuando se trasladaron a Londres, el Doctor Hector Munro conoció a Mairi en uno de los actos del Women’s Emergency Corps y la invitó a unirse al Flying Ambulance Corps, una unidad que se estaba preparando para curar a los soldados en el frente belga. Mairi no se lo pensó dos veces y incorporó a Elsie en el proyecto. El 25 de septiembre de 1914, Elsie y Mairi se embarcaron en un barco rumbo a Bélgica. Junto a ellas y el doctor Munro viajaban otras voluntarias como Dorothie Feilding y May Sinclair.
Después de pasar por varios enclaves belgas, Elsie y Mairi se dieron cuenta que sus hospitales de campaña se encontraban demasiado lejos del frente. Perdían demasiado tiempo y esfuerzo trasladando a los heridos, por lo que decidieron separarse del cuerpo de ambulancias y establecerse en Pervyse, una localidad que se encontraba muy cerca del campo de batalla. Allí establecieron en un edificio abandonado el British First Aid Post. Allí permanecieron los tres años y medio siguientes, hasta poco antes del fin de la guerra.
El puesto de Pervyse no estaba vinculado a ninguna organización internacional por lo que fueron ellas mismas las que tuvieron que buscar los recursos necesarios. En varias ocasiones viajaron a Inglaterra donde daban conferencias explicando su labor en el frente y recogiendo todo tipo de donativos en dinero y especies para poder no sólo curar, sino también vestir y alimentar a los soldados heridos y enfermos.
Elsie y Mairi hicieron una labor inmensa en el frente pero también tuvieron tiempo para pasarlo bien organizando veladas con los soldados y fotografiando el que se había convertido en su mundo. Un mundo al que llegaron infinidad de periodistas que querían retratar y conocer a las que fueron bautizadas como las «Damas de Pervyse» o los «Ángeles de Pervyse». Además de ser las mujeres más inmortalizadas en el frente durante la Primera Guerra Mundial, fueron también de las más condecoradas.
En 1916, Elsie se casó con un piloto de las fuerzas aéreas belgas al que no le dijo que estaba divorciada, continuando con la versión de su viudedad. Harold de T’Serclaes era barón, por lo que Elsie adoptaría el título de baronesa.
Al finalizar la guerra, las cosas no fueron nada fáciles para aquellas mujeres que habían forjado un vínculo recio fundado en la lucha y la superación. Elsie y Mairi no presenciaron el final del conflicto en Pervyse pues poco antes de declararse el armisticio, un ataque con gas las obligó a trasladarse a Inglaterra y abandonar el que fuera su hogar que, durante años dio sentido a sus vidas.
Elsie no pudo ocultar por mucho tiempo más que no era viuda. La familia de su segundo marido, católica y tradicional, no podía aceptar que Harold estuviera casado con una mujer divorciada. Tampoco el propio Harold que se alejó de Elsie para siempre. De la misma manera, Mairi, que había sido su amiga inseparable, se sintió traicionada por Elsie de la que se distanció.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Elsie Knocker, que mantuvo el título de baronesa, se unió de nuevo a la causa, esta vez como oficial de la Women’s Auxiliary Air Force (WAAF). En julio de 1942, Elsie quedó devastada por la muerte de su hijo Kenneth al ser abatido el avión en el que viajaba en el frente. Acompañada de sus perritos, la baronesa Elsie Knocker terminó sus días siendo una anciana de 93 años, el 26 de abril de 1978.
Mairi le sobrevivió tres años. Tras el final de la guerra, Mairi se reencontró con una amiga de la infancia, May Davidson, con quien abrió una granja de aves de corral y tuvo una vida tranquila hasta que falleció el 22 de agosto de 1981.
Sobre el artículo original
El artículo Las damas de Pervyse, Elsie Knocker (1884-1978) y Mairi Chisholm (1896-1981) se publicó en el blog Mujeres en la Historia de Sandra Ferrer Valero el 7 de julio de 2017.
Un especial agradecimiento a la autora del artículo por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.
Sobre la autora
Sandra Ferrer Valero, periodista y apasionada de la historia, escribe en su blog sobre Mujeres en la Historia.
2 comentarios
Excelente el blog. Los leo con mucha atención ya que me interesa mucho la emancipación de la mujer y más aún las que han llevado la misma con coraje, decisión y determinación. Felicitaciones y muchas gracias por vuestra tarea
¡Muchas gracias!
Un saludo
Marta (editora)