María Blasco: ejemplaridad en la vanguardia de la ciencia

Vidas científicas

Igual que se baila por amor a la danza, se investiga por amor a la ciencia.

May-Britt Moser.
María Blasco (Foto de AMIT).

En el año 1993, el célebre laboratorio de investigación de Cold Spring Harbor (Cold Spring Harbor Laboratory, CSHL), situado en Nueva York y cuna de reconocidos investigadores como Barbara McClintock, la Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1983, o Alfred Hershey y Martha Chase, quienes confirmaron que el ADN es el material genético, recibía como becaria posdoctoral a una joven y brillante bióloga española: la alicantina María Antonia Blasco Marhuenda. Bajo la dirección de otra conocida española Margarita Salas Falgueras, la nueva doctora acababa de defender una excelente tesis en el Centro de Biología Molecular «Severo Ochoa» de la Universidad Autónoma de Madrid.

Con su trabajo doctoral, María Blasco realizaba sus primeras aportaciones científicas importantes, al tiempo que comenzaba a destacar como experta en el proceso de replicación del ADN. Motivada por su interés en los mecanismos moleculares que regulan el funcionamiento de los cromosomas, solicitó y obtuvo una beca postdoctoral para el afamado centro neoyorquino. Al respecto ha relatado: «Lo que encontré en el Harbor Laboratory de Nueva York fue a un grupo trabajando en la frontera del conocimiento, y entre ellos, a la que luego sería premio Nobel de Medicina, Carol Greider. Fue mi maestra, quien más me ha marcado».

El principal objetivo de la doctora española en el laboratorio estadounidense era investigar unas estructuras cromosómicas llamadas telómeros y una importante molécula enzimática: la telomerasa. Entrevistada en junio de 2014 por la revista Quo, Blasco explicaría con notable claridad: «Los telómeros son unas estructuras que protegen el material genético y juegan un papel fundamental en el proceso del envejecimiento celular. Se encuentran en los extremos de los cromosomas y resultan esenciales para la estabilidad del genoma y para la vida de las células».

A pesar de su importancia, continúa Blasco, «cada vez que las células se dividen, las terminaciones cromosómicas se erosionan de forma progresiva, generando un deterioro que se va acumulando con la edad. Cuando este desgaste es máximo, se produce la senescencia y muerte celular». Los organismos vivos, sin embargo, cuentan con un enzima especial: la telomerasa, cuya función es precisamente mantener la longitud de los telómeros.

No obstante, explica la experta, los organismos se enfrentan a un problema: «la telomerasa solo actúa durante el desarrollo embrionario; después del nacimiento su actividad se silencia, deja de funcionar en la mayor parte de los órganos y los tejidos. Progresivamente, los cromosomas se van volviendo cada vez más cortos y surgen diversos tipos de daños que finalmente conducen al envejecimiento y muerte de la célula».

Cromosoma (izquierda) y telómero (derecha).
Imagen Wikipedia.

Este proceso, sin embargo, presenta una adversa excepción: las células cancerígenas. María Blasco lo explica: «para que haya cáncer, las células tienen que rejuvenecerse, algo que consiguen activando de nuevo la telomerasa, es decir, despertando aberrantemente un gen embrionario. Así, alargarán su vida dando lugar a cánceres más agresivos […]. En este aspecto, se ha detectado que cerca del 95% de todos los tipos de tumores humanos activan la telomerasa para mantener la longitud de sus telómeros, logrando dividirse indefinidamente».

Cuando en 1993 María Blasco se incorporó al laboratorio de Carol Greider en Cold Spring Harbor, centró su trabajo en la telomerasa. La notable creatividad y gran capacidad de trabajo de la joven investigadora no tardaron en dar fruto. Muy pronto estuvo en primera línea de investigación al publicar un importante artículo en la revista Science (1995), dedicado a un minucioso estudio del enzima telomerasa y sus componentes.

Sobre su estancia en el laboratorio neoyorquino, María Blasco al ser entrevistada por la revista digital Jot Down, recordaba que «cuando fui a trabajar con Carol Greider era justo la época en que ella acababa de aislar la telomerasa. De esta enzima se sabía muy poco, que era capaz de conservar la longitud de los telómeros y no mucho más». Sin embargo, esa propiedad permitió formular una hipótesis esencial: la telomerasa debe ser importante para mantener la división celular incontrolada. Dado que solo las células cancerígenas son capaces de dividirse ilimitadamente, y el resto de células, las que seguían sanas no tienen esa deriva o capacidad, las alteraciones de los telómeros tendrían que estar asociadas al cáncer y al envejecimiento.

En la misma entrevista María Blasco rememora: «Con Carol Greider empecé el tema de mi trabajo actual. En ese sentido ha sido una de mis mayores influencias. Después de pasar por su grupo lo que he hecho ha sido continuar estudiando los telómeros y la telomerasa, que es algo que inicié, ya digo, cuando estuve trabajando con ella.»

En 1997, su último año en Cold Spring Harbor, María Blasco publicaba en la revista Cell otro magnífico artículo, esta vez sobre la generación de un modelo de ratón sin el gen de la telomerasa. Estos ratones han sido decisivos para entender la función desempeñada por la telomerasa en el cáncer y en el envejecimiento. Tengamos en cuenta que entre los roedores y los humanos existe una notable semejanza genética.

María Blasco ha hablado de este trabajo durante una larga conversación mantenida en octubre de 2016 con el periodista José Luis Barbería. Ante la pregunta sobre el momento más eufórico de su experiencia profesional, respondía: «Cuando demostré que la telomerasa era esencial para mantener los telómeros en los mamíferos. Primero aislé un posible gen de la telomerasa y luego demostré la importancia de su función al generar por medio de la ingeniería genética un ratón desprovisto de ese gen. Lo hice en el laboratorio de Carol Greider. Todavía no se había aislado dicho gen y se ignoraba si tenía que ver con el cáncer y el envejecimiento. Fue el momento más emocionante de mi carrera, mi momento Eureka».

A pesar de las diversas y atractivas ofertas que la científica española recibió para trabajar en los EE. UU., ella decidió asumir el reto de crear su propio equipo de investigación en Madrid. Tras cuatro años de excelente rendimiento en el laboratorio neoyorquino, en 1997 María Blasco regresó a España para ser Jefa de Grupo en el Departamento de Inmunología y Oncología en el Centro Nacional de Biotecnología, CSIC.

Unos años más tarde, concretamente en 2003, optó por trasladarse al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid), como Jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa, y Directora del Programa de Oncología Molecular. Tras ocupar otros cargos en el centro, en junio de 2011 fue nombrada directora en sustitución de Mariano Barbacid. En este centro ha permanecido hasta el presente, donde está realizando una magnífica labor con reconocimiento generalizado.

Cabe señalar que el CNIO es una institución distinguida con el Severo Ochoa, una acreditación de Centro de Excelencia. En palabras de la científica: «Esta acreditación se consigue de forma competitiva; si uno es bueno, se le concede. Como va asociada a una dotación económica de un millón de euros, la excelencia ha aumentado de rango porque se ha ampliado el número de centros que podían optar a ella».

María Blasco. Foto CNIO.

Un trabajo de investigación altamente valioso

En la actualidad, María Blasco es una de las científicas españolas más reconocidas internacionalmente por sus contribuciones fundamentales sobre los telómeros y la telomerasa ante la función que desempeñan en el cáncer y el envejecimiento.

Desde la década de los noventa ya los expertos pudieron predecir la importancia de la telomerasa en el control del crecimiento tumoral. Asimismo, también en aquellos años fue posible augurar que las células sanas envejecen debido a que en ellas no se expresa el gen de la telomerasa y por tanto carecen de ese enzima. Con justificado orgullo, en la revista Jot Down en 2013 Blasco afirmaba que ambos postulados han sido demostrados en los mamíferos gracias a los meticulosos experimentos llevados a cabo con ratones por su grupo de investigación.

Ciertamente, en los laboratorios del CNIO el importante equipo de profesionales altamente cualificados dirigido por María Blasco ha contribuido a consolidar la discutida hipótesis sobre el impacto de la longitud de los telómeros y la expresión de la telomerasa en la salud y en el envejecimiento. En este debate, tercia la científica: «Hay estudios en animales donde se ve que la longitud telomérica determina la longevidad. Nosotros hemos publicado [en 2013] un artículo donde observamos que en ratones también sucede lo mismo. Hemos visto que aquellos que acumulan con rapidez telómeros cortos son los que menos viven». En otras palabras, el equipo ha logrado demostrar que cuanto menor sea la longitud de los telómeros más rápido será el envejecimiento, mientras que si éstos son más largos el proceso se retrasa.

En una de sus muchas entrevistas concedidas a El País, Blasco explicaba en 2015 que «numerosas enfermedades son simplemente la consecuencia de una causa molecular, una causa biológica que no es otra que el proceso de envejecimiento celular. O sea, conforme van pasando los años nuestras células van perdiendo su estado de forma, van envejeciendo y eso es lo que causa la enfermedad. Precisamente este es mi campo de investigación».

Sobre esta novedosa perspectiva, la científica resalta: «la forma que tenemos ahora de ver enfermedades como el cáncer o las cardiovasculares se basa en que tienen un origen similar: el proceso de envejecimiento celular. Ha habido en los últimos años, yo diría quince o veinte años, una ciencia de altísima calidad, una ciencia muy rompedora, que ha empezado a desvelar cuáles son la causas moleculares del envejecimiento, y por primera vez también hace unos pocos años se ha demostrado que alterar solo una de estas causas retrasaría multitud de enfermedades».

En su coloquio con el periodista de José Luis Barbería, celebrado en 2016, María Blasco insiste nuevamente en el tema, explicando con precisión: «el envejecimiento no es una enfermedad, es la causa de las enfermedades […]. La apuesta clave de la ciencia es desentrañar el envejecimiento a nivel molecular para poder manipular genéticamente ese proceso y evitar las enfermedades». Más adelante, la científica aclara que ya «ha prescrito la idea de que el envejecimiento es algo inexorable y demasiado complicado como para meterle el diente científico. Las investigaciones nos sitúan en la perspectiva futura de un importante aumento de la esperanza de vida».

Haciendo gala de una extraordinaria perspicacia, y de un loable interés por divulgar la ciencia, María Blasco explica: «El futuro va hacia intentos para retrasar todas las enfermedades. ¿Y esto por qué? Porque lo que se ve que es importante realmente es estar sano, estar saludable durante el mayor tiempo posible. Es lo que se llama alargar el tiempo de vida de juventud. Ese es uno de los grandes retos, una de las grandes revoluciones en la manera de ver la enfermedad y una de las cosas que más avances nos va a dar.»

El equipo del CNIO ha enfocado sus esfuerzos en entender el envejecimiento y aplicarlo a enfermedades concretas como el infarto, la fibrosis pulmonar, el Parkinson o el cáncer. Uno de los logros más importantes del grupo ha sido frenar el crecimiento del carcinoma de pulmón en ratones, gracias a la acción de la telomerasa.

Con todo, advierte la científica, «los telómeros y la telomerasa son una de las rutas utilizadas para combatir el envejecimiento, pero queda mucho por descubrir […]. Sólo vemos la punta del iceberg. Estamos empezando a tener claves sólidas de cómo abordar enfermedades que ahora son incurables y que durante muchos años hemos estudiado muy a fondo, pero los esfuerzos aún no se han traducido en una solución; quizás desde el ángulo molecular podremos contribuir a resolver el problema». Esa es la esperanza, confía la experta.

El tema del envejecimiento y las enfermedades que conlleva, se complejiza porque, sobre todo en el caso humano, advierte Blasco, «también es necesario considerar los componentes psicológicos y los hábitos de vida. De hecho, hay estudios que asocian la mayor longitud de los telómeros con el menor estrés».

Ciertamente, la forma de vida y la exposición al ambiente no solo influyen en los genes, sino en cómo éstos se expresan. En el organismo existe un conjunto de señales bioquímicas que, a modo de interruptores, encienden o apagan la actividad de los genes y son básicos para el funcionamiento normal de las células. A medida que pasa el tiempo, los genes o los interruptores que los activan o desactivan sufren daños que pueden ser de origen externo; por ejemplo, incidencias provocadas por radiación solar o por tóxicos químicos, o bien son de índole endógena, como los errores en la replicación del ADN.

Si los mecanismos de reparación de estas lesiones fallan, las alteraciones se acumulan. A pesar de lo mucho que aún se desconoce, sí se sabe, por ejemplo, que el tabaco o la radiación solar pueden incidir sobre la expresión génica. De hecho, los efectos del tabaquismo se encuentran detrás de un 30% de los tumores.

La disciplina que en la actualidad se ocupa de estudiar los mecanismos que controlan la expresión de los genes se conoce como epigenética. Se trata de un ámbito de estudio de notable complejidad y representa una prometedora fuente de nuevos conocimientos. Numerosos centros de investigación en todo el mundo dedican hoy notables esfuerzos a este extenso y novedoso ámbito de trabajo. Entre ellos, el CNIO es uno de los más destacados.

María Blasco con Mercedes Gallardo (CNIO). Foto de AMIT.

La relevancia de un gran centro de investigación español: el CNIO

La calidad del CNIO, donde trabajan cerca de quinientas personas, está ampliamente reconocida. Como ha apuntado su directora: «En todos los rankings figura entre los mejores del mundo […]. El CNIO es un centro líder en modelos de ratón modificados genéticamente que reproducen distintos tipos de cáncer».

Al respecto, en su encomiable labor por divulgar la investigación científica, María Blasco explicaba a El País (noviembre 2015): «Las últimas investigaciones que ha habido en ratones indican que la longevidad es modulable, que se puede aumentar significativamente. En estos roedores hemos conseguido casi duplicar la duración de su vida». En relación a los humanos, sin embargo, la científica subraya que «el objetivo número uno no es hacer que vivamos el doble, sino lograr que las enfermedades no aparezcan prematuramente». Al respecto anota que «al estudiar a las personas supercentenarias hemos descubierto que llegan a serlo porque en ellas las enfermedades se desarrollan más tarde».

El CNIO produce investigación de gran valía que, como es de imaginar, no es ajena al destacado curriculum de su directora. María Blasco, que está casada con el también científico Manuel Serrano y tienen un hijo, es una científica de excelencia, con numerosos reconocimientos nacionales e internacionales.

Valga apuntar, como ha expresado el periodista científico José Luis Barbería, que «María Blasco es un exponente brillante de la generación de talentos con notoriedad internacional que están cambiando las estructuras científicas españolas. Bajo su jefatura, el CNIO se ha consolidado en la vanguardia de la investigación científica».

María Blasco es autora de más de doscientos artículos originales de investigación en los que se han realizado contribuciones fundamentales altamente valoradas. Parte de sus trabajos los ha publicado en las revistas de mayor impacto internacional, como Cell, Nature, Nature Genetics, Nature Cell Biology y Science. En estos momentos, Blasco es miembro electo de EMBO (European Molecular Biology Organization) y desde enero de 2008 forma parte del Consejo Ejecutivo de esta organización.

La trascendencia del trabajo de María Blasco queda claramente reflejada en la categoría de los premios que a lo largo de su carrera ha ido recibiendo. Veamos a título ilustrativo solo algunos entre los más destacados.

En 2003 fue la primera mujer del mundo en recibir el prestigioso premio suizo de la Fundación del Cáncer Josef Steiner, por su aportación al esclarecimiento del papel de los telómeros en el desarrollo del cáncer. Este galardón, dotado con un millón de francos destinados a la investigación, existe desde hace muchos años y cuenta entre los premiados con importantes científicos, algunos de ellos poseedores del Nobel.

Tras recibir tan valioso reconocimiento, la científica defendió con energía que «España debe apostar por los centros donde se realice una ciencia de calidad». Y también ha comentado: «Cuando me dieron el premio resaltaron que yo era la primera mujer… ¡Me parece un poco increíble que hasta ahora no haya habido ninguna mujer!».

Al año siguiente, 2004, recibió la Medalla de Oro de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO), concedida al mejor investigador europeo menor de 40 años. Este premio está considerado como «el más prestigioso en biociencias de Europa y uno de los más reconocidos internacionalmente».

En 2008, la Fundación Körber, radicada en Hamburgo, distinguió a María Blasco con el premio Ciencia Europea, dotado con 750.000 euros por sus investigaciones sobre el cáncer. El Premio Körber, que lleva más de dos décadas editándose, «promueve a científicos europeos con proyectos de investigación particularmente innovadores».

Dos años más tarde, en 2010, el valorado Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal en el área de Biología, se otorgó a María Blasco por «sus aportaciones pioneras a la biología de los telómeros, sus trabajos con ratones transgénicos demostrando la importancia de la telomerasa, el descubrimiento del papel de las modificaciones epigenéticas […] y el envejecimiento celular». Un importante objetivo de este premio es «reconocer el mérito de aquellos investigadores españoles que estén realizando una labor destacada en campos científicos de relevancia internacional, y que contribuyan al avance de la ciencia».

Esta destacada mujer científica, no sólo alterna con esmerado y perseverante equilibrio la investigación y la gestión. También ha mostrado un profundo interés por la perspectiva de género en la ciencia y se ha implicado a menudo en la lucha por la igualdad. Creemos que los argumentos esgrimidos por tan acreditada investigadora en defensa de la formación profesional de las mujeres y del indiscutible papel de éstas en la construcción del conocimiento, merecen ser divulgadas en una próxima entrada del blog.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

7 comentarios

  • Gracias por la oportunidad de saber más sobre la gran carrera y logros profesionales de María Blasco. Fue muy enriquecedor leer el libro «Morir Joven a los 140» y su estudio de telómeros y telomerasa. Me interesa mucho darle seguimiento a los trabajos de María y su Grupo en CNIO y sus descubrimientos y posibles aplicaciones en ECNT como obesidad, diabetes, hígado graso, enfermedad renal y en general síndrome metabólico.

  • Gracias a ti por leernos, Santiago. María Blasco es una de las científicas más brillantes que tenemos en España. Leer sobre ella es muy estimulante. Se interesa por tantos aspectos, como la perspectiva de género, las aplicaciones de la ciencia o la divulgación científica, que me encanta que también compartas este interés.
    Un cordial saludo, y suerte en tu seguimiento de sus trabajos.

  • Agradecido por la informacion,soy medico que estoy haciendo terapias alternativas y es muy importante el informe de vuestra profesional,se que la biologia molecular sera la respuesta futura a muchas patologis de las cuales somos causantes nosotros mismos,la epigenetica es un lindo nombre que nos conduce a enfermedades fisicas,gracias y sigan apoyando a Blasco ,Maria,se nota su pasion,buenaventura niña.

    • Gracias por tu comentario, José Luis. Es una gran satisfacción saber que este artículo te ha interesado. Y, ciertamente, los novedosos resultados que está obteniendo María Blasco y su equipo de investigación tienen un futuro muy prometedor.
      Un cordial saludo,
      Carolina

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