Miembro de la denominada “escuela biológica catalana”, se formó en el Instituto de Fisiología de Barcelona bajo la dirección de August Pi Sunyer y Jesús M. Bellido en la década de los años 20 del siglo pasado. En Barcelona, inició una prometedora carrera investigadora con estancias en Gran Bretaña (Laboratorios de la Pharmaceutical Society) y en Estados Unidos (Johns Hopkins Medical School), gracias a ayudas de la Junta para la Ampliación de Estudios (1928) y de la Fundación María Patxot Rabell (1930).
Sin embargo, la Guerra Civil alteró drásticamente su trayectoria vital y científica. En el verano de 1937, Josefa Barba atravesó clandestinamente la frontera para encontrarse con quien sería su marido y compañero de trabajo, Louis Flexner, sobrino de Abraham Flexner, reformador de los estudios de medicina norteamericana, y de Simon Flexner, primer director de la Rockefeller Foundation. Primero en Baltimore, en la Johns Hopkins, y desde 1951, en Filadelfia, en la Universidad de Pennsylvania, ambos desarrollarían una larga e intensa labor en el campo de las neurociencias estudiando la memoria y los procesos de aprendizaje.
En Estados Unidos, Josefa inició una segunda vida, no solo por la pérdida de la línea de investigación que había dejado en Barcelona, sino porque, al casarse e integrarse en la sociedad americana, utilizó sistemáticamente el apellido de su marido y contrajo el suyo de soltera: de Josefa Barba Gosé pasó a llamarse Josefa B. Flexner, o simplemente J.B. Flexner, difuminándose así su perfil como autora. Al lado, o quizás a la sombra de su marido, desarrolló una notable carrera profesional y científica, que duró cerca de sesenta años. Trasladados en 1951 a la University of Pennsylvania, Louis ganó una cátedra de anatomía en la Facultad de Medicina y dos años después fundó el Mahoney Institute for Neurosciences.
Por motivos que cabría averiguar más detenidamente, la historiografía local casi no ha conservado ningún indicio de su memoria. En la actualidad, los estudios sobre la escuela biológica catalana no incluyen más que alusiones a la presencia de “Pepita Barba” anterior a la Guerra Civil e ignoran toda la carrera posterior. El vídeo deja la Puerta abierta a diversas interpretaciones. Es indudable que estamos ante una “creative couple”, en la que ella y él consiguieron reconocimientos desiguales. Sin embargo, no es fácil decidir si, para ella, se trató de una vía de acceso al ejercicio profesional de la investigación científica conseguida con éxito, o más bien fue penalizada por el llamado “efecto Matilda” (Margaret Rossiter), que contribuye a hacer invisibles a las mujeres en el mundo científico.
1 comentario
Lo que si sabemos es que la Junta de Ampliacion de Estudios y fundaciones humanistas lucharon para sacar al pais del atraso secular, que se truncó una vez mas con la triste guerra civil y lo que vino despues