Un año después

Hitos

Mujeres con Ciencia cumple hoy un año. Desde el 8 de mayo de 2014 hasta hoy, esta bitácora ha venido publicando anotaciones de forma diaria. Ha sido un año de crecimiento y consolidación. A día de hoy cuenta con nueve secciones diferentes –vidas de mujeres científicas, citas breves, efemérides, entrevistas a científicas en activo y otras– que configuran una publicación rica en contenidos, y que se ha convertido en excelente escaparate de la actividad y logros científicos de las investigadoras de hoy y de quienes las antecedieron. De eso se trataba; era eso lo que queríamos cuando pusimos en marcha este proyecto, por lo que tenemos buenas razones para felicitarnos –me refiero a la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU– y de felicitar a quien, con su dedicación, ha hecho posible que el proyecto no haya dejado de crecer: Marta Macho, su editora.

Me propongo retomar en estas líneas algunas de las ideas que desgrané hace un año aquí, y como punto de partida he aprovechado unos datos que hizo públicos la Directora de la Escuela de Posgrado de la UPV/EHU, Gabriela Chotro, en la última ceremonia de investidura de doctores y doctoras celebrada en nuestra universidad el pasado 24 de abril. Más adelante los comentaré, pero empezaré antes por glosar brevemente otros datos, los de los jóvenes que se matriculan en la Universidad del País Vasco para cursar sus estudios de grado.

En el mismo acto, se ha investido también a los 479 nuevos doctores y doctoras de la UPV/EHU durante el año 2014 y se ha proclamado a los 34 premios extraordinarios de doctorado del curso 2011-12.
Acto de investidura a los 479 nuevos doctores y doctoras de la UPV/EHU, 24 de abril de 2015

Como es bien sabido, las preferencias de los chicos que acceden a la universidad son muy diferentes de las de las chicas. En la UPV/EHU, de cuantos se matriculan en primer curso de estudios tecnológicos –ingenierías, principalmente–, un 75% son chicos; en ciencias experimentales y naturales son un 51%; en ciencias jurídicas y sociales, un 43%; en artes y letras, un 40%; y en ciencias de la salud, un 25%. Las diferencias son muy importantes, y aunque dentro de cada una de esas categorías también las hay entre disciplinas, en términos generales se cumple la pauta expuesta, que es, además, muy común en los países de nuestro entorno. Quizás merezca la pena señalar que dentro de la categoría de ciencias experimentales, las chicas se inclinan más por la química y las ciencias de la vida, mientras que los chicos lo hacen por la geología, la física y, en menor medida, las matemáticas; pero considerada la rama en su conjunto y contra lo que suele pensarse, mujeres y hombres optan por cursar carreras de ciencias en una medida muy similar. Y si atendemos a los grandes campos del saber, las diferencias verdaderamente importantes son las que determinan las ingenierías, a favor de ellos, y las ciencias de la salud, en el de ellas.

Las cosas cambian de manera notable cuando vemos lo que ocurre más adelante, al alcanzar el doctorado. Algunas de las proporciones que reflejan esas preferencias cambian de manera sorprendente, o quizás no tanto. Debo advertir que no estamos utilizando datos correspondientes a la misma generación, puesto que quienes accedieron al doctorado en 2014 empezaron sus estudios universitarios unos diez años antes, en promedio, pero sospecho que las diferencias entre chicos y chicas en las preferencias a la hora de optar por unos estudios o por otros no han variado en exceso desde entonces.

El 72% de quienes defendieron su tesis doctoral en 2014 en la UPV/EHU en el campo de ciencias de la salud eran mujeres. Ese porcentaje es muy similar al 75% que era el de quienes empezaron estudios de grado en ese campo el pasado año, con lo que poco hay que añadir al respecto.

En ciencias sociales y jurídicas las cosas son diferentes: un 57% de quienes empezaron los estudios eran mujeres, pero sólo lo eran el 44% de quienes leyeron la tesis doctoral en esa rama. En el campo de artes y letras también es muy inferior el porcentaje de tesis doctorales defendidas por mujeres: un 35% frente al 60% de quienes iniciaron estudios universitarios en este campo. Esas diferencias sugieren que en esas áreas son los hombres los que optan preferentemente por acceder al máximo nivel de formación académica y, en muchos casos, por dedicarse a la investigación.

Y lo opuesto ocurre en ciencias experimentales y en ingenierías. Un 51% de los jóvenes que se matricularon en 2014 en la universidad para empezar una carrera de ciencias experimentales eran chicas; y sin embargo, un 67% de quienes defendieron su tesis doctoral en este campo lo eran. Y en las ingenierías, aunque las chicas que empezaron una carrera de esa rama en 2014 representaban sólo una cuarta parte de las matrículas (25% exactamente), fue un 43% el porcentaje de quienes accedieron al doctorado en ese año. Son diferencias importantes. En parte, quizás reflejen el hecho de que las mujeres tienen, en general, un mejor desempeño académico y, en parte, quizás sean consecuencia también de que haya una mejor inserción laboral para los hombres fuera de la universidad, lo que puede suponer un incentivo fuerte para no realizar estudios de doctorado. Pero sean cuales sean los fenómenos que están en el origen de esas diferencias, no hay duda de que conducen a un panorama curioso, en el que al comienzo de la carrera investigadora (no otra cosa es para muchos nuevos doctores la obtención de ese grado) en ciencias experimentales e ingenierías las mujeres superan numéricamente a los hombres. En la UPV/EHU en 2014 defendieron su tesis 136 mujeres en áreas de lo que se conoce con el acrónimo STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics), mientras que en esas áreas, los hombres que se doctoraron fueron 98. Y si se incluyeran aquí a quienes defendieron su tesis en ciencias de la salud, el desequilibrio sería aún mayor, puesto que fueron 21 hombres y 53 mujeres.

Al comienzo de la carrera investigadora hay, por lo tanto, un considerable desequilibrio a favor de las mujeres (58% vs. 42% en términos globales), pero ese desequilibrio cambia de signo conforme se asciende en los niveles de la jerarquía académica o de investigación. Se han barajado razones diversas para explicar esa inversión: diferentes roles ligados al sexo; el efecto de la maternidad y del cuidado a los familiares dependientes, a cargo, sobre todo, de las mujeres; la primacía de la carrera profesional de la pareja masculina; y el sesgo antifemenino en los procesos de promoción académica. No sé en qué medida puede influir en la perpetuación de esos factores el hecho de que las mujeres tengan menor visibilidad en el mundo científico. Pero si lo hace en alguna medida, seguirá siendo necesario el esfuerzo por dar visibilidad y valorar en su justo grado el trabajo de las mujeres en los campos de la ciencia y la tecnología. Para eso surgió Mujeres con Ciencia y para eso es importante que se siga publicando.

Sobre el autor

Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

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