A lo largo del siglo XX, la pediatra y microbióloga Hattie Elizabeth Alexander tuvo muchos frentes abiertos. Si uno intenta enumerar todas los trabajos e investigaciones que realizó, podría llegar a perderse. Atrapada en una vorágine científica, fue una mujer que lidió con una gran montaña de trabajo, como los libros que se amontonan en la mesita de noche.
Alexander eligió una sola dirección, la de la genética microbiana. En concreto, llevó a cabo una exhaustiva investigación sobre la Haemophilus influenzae (Hib) también llamada bacilo de Pfeiffer, un tipo de bacteria que causó una de las más letales enfermedades en niñas y niños: la meningitis (la Hib también provoca otro tipo de afecciones como neumonía, celulitis, artritis séptica y epiglotitis).
En esa tarea de análisis, encontró un remedio efectivo reduciendo significativamente la tasa de mortalidad de la infección. Asimismo, entre investigaciones y experimentos, fue una de las primeras en estudiar la resistencia a los antibióticos, que según especifica la Organización Mundial de la Salud (OMS), a día de hoy es una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo.
No hay que olvidar que fue la primera mujer en ser elegida presidenta de la Sociedad Estadounidense de Pediatría en 1964, después de haber ocupado el puesto de vicepresidenta desde 1959 a 1960. Además, formó parte de varias asociaciones pediátricas y profesionales de la medicina y publicó un total de 150 artículos académicos. Los premios por su trabajo no tardaron en llegar: en 1942 recibió el premio E. Mead Johnson, en 1956 el premio Elizabeth Blackwell y en 1962, el Premio Oscar B. Hunter Memorial.
Un remedio contra la meningitis
Alexander nació en Baltimore (Maryland), en 1901. Se graduó en Goucher College en 1923; gracias a sus estudios de pregrado en bacteriología y fisiología comenzó enseguida a trabajar como bacterióloga en el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos y en el de Maryland. Después de tres años y dada su experiencia en el terreno de la investigación, fue admitida en la escuela de medicina de la Universidad Johns Hopkins; destacó en sus estudios y recibió su doctorado en 1930.
Como pediatra en prácticas, trabajó en Harriet Lane Home de Baltimore –inaugurada en 1912, fue la primera clínica infantil en EE. UU.–, donde se sumergió en lo que se convertiría en el objeto de estudio recurrente en su carrera: la Haemophilus influenzae (Hib), una bacteria que provocaba la meningitis, una enfermedad letal en aquella época. Durante años, estuvo formándose en el Hospital Johns Hopkins, en el Hospital de Bebés y en el Hospital Presbiteriano de Columbia en la ciudad de Nueva York. Asociada de manera estrecha a Columbia, fue profesora, investigadora y médica durante toda su carrera hasta que en 1966, se retiró oficialmente como profesora emérita. Además de esta fructífera carrera profesional, cabe destacar que durante la Segunda Guerra Mundial, de 1941 a 1945, fue consultora del Secretario de Guerra Henry L. Stinton.
Su investigación sobre la bacteria Hib comenzó en los años cuarenta. De ese trabajo nació el remedio: combinó un antisuero con el uso de sulfamidas, desarrollando también técnicas estandarizadas para el diagnóstico y tratamiento. De esta manera, su ayudante Grace Leidy y ella ayudaron a reducir la mortalidad (del casi 100 % pasó al 25 %). También estudiaron el efecto de los antibióticos en la Hib y encontraron que, por ejemplo, la estreptomicina era muy efectiva.
La resistencia a los antibióticos
De esa investigación nació lo que sería otra línea de trabajo pionero: la mutación genética de las bacterias y la resistencia que desarrollan ante los antibióticos (se trata de la capacidad de una bacteria para sobrevivir a los efectos del antibiótico que inhibe o mata a otras de la misma especie). Alexander informó de la aparición de cepas de Hib resistentes y concluyó que eso estaba causado por mutaciones genéticas aleatorias en el ADN. Ese estudio ayudó en la comprensión de la mutación genética de las bacterias.
Hoy por hoy, la resistencia antimicrobiana y la aparición de “las superbacterias” se considera una amenaza mundial. El uso masivo y abusivo de los antibióticos causa la pérdida de la eficacia de los medicamentos. A lo largo de la historia, puede verse que el uso correcto de ellos puede salvar vidas pero la OMS insta a cambiar la forma de prescribirlos y utilizarlos para evitar la resistencia (y su transmisión) de las bacterias.
Bibliografía
- Hattie Alexander, Wikipedia
- Dr. Hattie Elizabeth Alexander, Changing the face of Medicine, National Library of Medicine
- Hattie Elizabeth Alexander, Encyclopaedia Britannica
- Jean Thomas, Hattie Elizabeth Alexander, Femilogue, 2013
- Haemophilus influenzae, Wikipedia
- Juan-Ignacio Alós, Resistencia bacteriana a los antibióticos: una crisis global, Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica 33 (10)(2015) 692-699
- Resistencia bacteriana a los antibióticos, Lab Tests
Sobre la autora
Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.