Año 1913. En una foto en blanco y negro, trece mujeres –entre ellas, Antonia Maury, Margaret Harwood, Williamina Fleming, Henrietta Swan Leavitt y Annie Jump Cannon–, y un hombre, el astrónomo Edward Charles Pickering (1846-1919), director del Observatorio Astronómico de Harvard, posan mirando al frente. Alguna de ellas sonríe, la mirada de otras resulta indescifrable. Todas se mantienen erguidas, en algunas caras se aprecia el hastío, parece como si no quisieran que ese instante se alargara demasiado. No están habituadas a ser observadas, normalmente son ellas las que lo hacen; contemplan el cielo, cuentan estrellas, escriben sobre ellas. Son los ojos que no se cansan de mirar.
El grupo formado por aquellas mujeres, llamadas también “las calculadoras de Harvard” –y muy despectivamente “el harén de Pickering”–, empezó con su cometido de contar y catalogar estrellas a finales del siglo XIX; analizando fotografías del firmamento obtenidas a través de las cámaras fotográficas acopladas a los telescopios del Observatorio. Entre sus quehaceres, estaba el de completar el catálogo de estrellas que inició Henry Draper (donde se recogían datos de las posiciones, magnitudes y sus espectros).
Dentro de ese grupo de grandes profesionales, estaba Annie Jump Cannon, que destacó por catalogar estrellas variables y sus espectros. Su labor fue clave para ayudar a clarificar la estructura estelar ya que estableció el sistema alfabético actual de clasificación espectral.
Un sistema de clasificación universal
Existen tres factores para clasificar las estrellas: la clase espectral, el color y la magnitud absoluta. Cannon se centró en la primera, que consiste en analizar la luz que emiten. La radiación electromagnética que procede de la estrella se analiza mediante su división por un prisma (un objeto que descompone la luz en colores) y este muestra el arcoíris de colores, además de las llamadas líneas de absorción, unos “saltos” en esa gradación que impiden que el espectro sea continuo. Cannon observaba con increíble habilidad y rapidez ese especie de código que emergía de cada estrella. De esta manera, se dio cuenta de que había distintos tipos de estrellas y que necesitaba un método para clasificarlas.
No tardó mucho en idear y fijar lo que ahora se conoce como “Sistema de clasificación de Harvard”: dividió las clases espectrales en siete categorías alfabéticas que daban una secuencia de temperaturas: O, B, A, F, G, K, y M, donde la letra O correspondía a las estrellas más calientes (muy raras de encontrar, y son a su vez, muy brillantes) y las del grupo M, las más frías (y las más abundantes). Para recordar el orden, Cannon inventó una regla nemotécnica que ayudó a muchas generaciones de astrónomas y astrónomos venideros: “Oh, Be A Fine Girl–Kiss Me!” (en español: “Sé una buena chica, ¡bésame!”).
Amor por la astronomía
Cannon nació en Dover (Delawere, EE.UU), en 1863. Su padre fue un constructor de barcos, y sabía algo sobre las estrellas, pero fue su madre quien le inculcó su pasión por la astronomía. No dudó en estudiar Física y Astronomía en el Wellesley College, donde aprendió a hacer medidas espectroscópicas, y se graduó en 1884. Mientras realizaba sus estudios de posgrado, ayudó a su profesora Sarah Frances Whiting a realizar experimentos con rayos X. En 1894, cuando su madre murió, empezó a dar clases de física en Wellesley y al mismo tiempo, estudió astronomía en el Radcliffe College con el profesor Pickering. El Observatorio de Harvard comenzó a ganar fama por su investigación fotográfica y Cannon no dudó en empezar a trabajar allí. En 1896, ingresó en el Observatorio por un sueldo de 50 centavos la hora –Pickering creía que las mujeres eran mucho más meticulosas y pacientes para este tipo de trabajo. Además, cobraban menos que los hombres–.
Una vez integrada en el equipo de investigadoras, empezó a examinar las brillantes estrellas del hemisferio sur. Su ojo para los espectros estelares era increíble. Desde 1911 hasta 1915, clasificó 5 000 estrellas al mes. Además, descubrió 300 estrellas variables –sobre ellas escribió en Bibliography of Variable Stars Comprising 60.000 Cards–, cinco novas y una binaria espectroscópica. Durante su carrera, clasificó más de 300 000 cuerpos estelares.
Para entonces, tanto Pickering como Williamina Fleming ya habían trabajado en un sistema para clasificar estrellas según su temperatura. Sin embargo, fue Cannon, junto con otra de las investigadoras, Antonia Maury, quien creó el sistema de clasificación de estrellas, que en 1922, la Unión Astronómica Internacional convirtió en oficial. Tras su muerte, el relevo de su investigación lo tomó Cecilia Payne, otra gran astrónoma.
Finalmente, en 1938, fue reconocida por la institución de Harvard nombrándola profesora regular de astronomía. Entre otros premios y reconocimientos, fue la primera mujer en recibir la medalla Henry Draper (1931) y la primera también en ser elegida como miembro de la Sociedad Astronómica Estadounidense. Además, para valorar su dedicación y trabajo en los más de cuarenta años de carrera en el ámbito de la astronomía, bautizaron un cráter lunar con su nombre y el premio que se otorga (ahora anualmente) a una mujer astrónoma en América del Norte también lleva su nombre en su honor.
Bibliografía
- El diario secreto de Henrietta S. Leavitt: Annie Jump Cannon, Mujeres con ciencia, En la red, 10 agosto 2014
- Astrónomas en Harvard, Mujeres con ciencia, En la red, 8 noviembre 2015
- Marta Macho Stadler, Cielo silencioso, Mujeres con ciencia, Ciencia y más, 13 noviembre 2015
- Marta Macho Stadler, Annie Jump Cannon y las estrellas variables, ::ZTFNews, 11 diciembre 2013
- Annie Jump Cannon, Wikipedia
Sobre la autora
Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.
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[…] Entre las “calculadoras” que fueron más allá destacan Fleming, Leavitt, Antonia Maury o Annie Jump Cannon, autoras de algunos de los mayores hallazgos astronómicos de los siglos XIX y XX. Además de […]
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[…] Muy pocas personas podrían afirmar y demostrar algo tan difícil sobre estas esferas luminosas; quizá Neruda, que no sé cómo se las ingenió para que en una noche de cielo estrellado, cogiese una, maravillado por su belleza, y se […]