Desde muy antiguo la reproducción biológica, esto es, la capacidad de los organismos vivos para hacer copias de sí mismos, ha asombrado a los observadores de la naturaleza. Pasando por los microorganismos, las plantas más pequeñitas o los animales más corpulentos, incluido el ser humano, todos cumplen con esta maravillosa propiedad de la vida en la Tierra.
Sin embargo, si entre la gran diversidad biológica dirigimos nuestra atención a la reproducción humana y a los esfuerzos realizados para explicarla, empezamos a tomar conciencia de una realidad lamentable: este proceso se ha interpretado de forma deliberadamente sesgada. De hecho, a lo largo de toda la historia y hasta llegar a la ciencia moderna, las investigaciones y descubrimientos relacionados con el sexo masculino siempre han despertado más interés que aquello que tiene que ver con el sexo femenino. El resultado ha sido que parte de lo sostenido por la biología de la reproducción como conocimiento riguroso, en realidad, ha estado distorsionado y condicionado por la ideología androcéntrica —centrada en el varón— dominante en nuestra cultura.
Ya en la Grecia clásica, el influyente Aristóteles sostenía que en la generación de un nuevo individuo, el sexo femenino sólo provee la materia necesaria para la formación del embrión y el alimento requerido para su crecimiento, mientras que el sexo masculino comunica a esta materia el principio de movimiento que le dará forma, el «espíritu que la anima». Los filósofos y médicos del Medioevo continuaron formulando un modelo en el que la mujer provee la materia y el hombre la forma y el dinamismo vital. Y este pensamiento se prolongó incluso después del nacimiento de la ciencia moderna en los siglos XVI y XVII.
Los historiadores han intentado justificar la sobrevalorada noción de que el poder masculino estimula a un útero inactivo argumentando que los óvulos permanecieron ocultos en el interior del cuerpo femenino hasta ya empezado el siglo XIX. No obstante, una vez hecho este hallazgo, los expertos continuaron con los mismos estereotipos: los óvulos son células inertes «despertadas a la vida» gracias a la acción de los vigorosos espermatozoides.
En esta línea, la investigadora Nancy Tuana ha denunciado, tras rigurosos estudios, que todas las teorías sobre la reproducción llevan impresa, más o menos sutilmente, la idea de que la función femenina es siempre secundaria. Si bien la explicación aristotélica de la reproducción humana hoy ha quedado obsoleta y ya no se considera a las mujeres simples recipientes donde se desarrolla la semilla del varón, en las actuales teorías, afirma Tuana, se sigue adjudicando a la mujer un papel pasivo y subordinado.
Incluso a pesar de que las observaciones recientes proporcionadas por la biología celular y molecular muestran que la centralidad femenina en la reproducción es indiscutible, son notables los esfuerzos por perfilar argumentos más o menos rebuscados con el fin de mantener al sexo femenino en un lugar secundario. De manera habitual, los datos científicos procedentes de investigaciones diversas se interpretan impregnados de una subjetividad descaradamente concentrada en el varón, hasta el punto de que la comunidad científica actual está inmersa en acalorados y polémicos debates en torno al tema.
Evidentemente, nadie discute la innegable asimetría exhibida por los gametos o células sexuales: el óvulo es grande y rico en nutrientes, y el espermatozoide es extremadamente pequeño y contiene poco más que su material genético (en los seres humanos, el tamaño del óvulo es 250.000 veces el del espermatozoide). Asimismo, los biólogos no han tenido más remedio que asumir que tales diferencias, tras la fecundación, ejercerán una profunda influencia en el desarrollo del nuevo organismo. El consenso, sin embargo, no va mucho más allá.
Como ha señalado la prestigiosa antropóloga Emily Martin, en lo que a la producción de gametos femeninos y masculinos respecta los científicos no han perdido su sesgo sexista. Pese a que ambos procesos deberían concebirse como análogos o semejantes, en realidad se presentan como opuestos; por ejemplo, la ovulación recibe una valoración negativa frente al carácter positivo otorgado a la producción de espermatozoides.
Ciertamente, en la mayor parte de los libros de texto actuales el ciclo menstrual se describe como un fracaso: dado que el objetivo de este ciclo es producir óvulos listos para la fecundación, la menstruación es vista como un signo evidente de que lo anterior no se ha producido, por lo tanto se trata de un producto de desecho o de un desperdicio. La producción de espermatozoides, por el contrario, se describe como si fuese una gran hazaña dada su magnitud numérica. No deja de ser llamativo, sin embargo, que ningún experto considere un desperdicio el que un hombre produzca alrededor de 200 millones de espermatozoides por eyaculación pese a que sólo uno de ellos pueda unirse al óvulo. Lo más frecuente es leer en los manuales que los espermatozoides poseen una naturaleza prolífica y una gran capacidad de renovación, mientras que los óvulos muestran claras limitaciones y una evidente tendencia a la degradación.
Emily Martin, junto a otras autoras, también ha hecho interesantes referencias al uso del lenguaje, denunciando las peculiares expresiones utilizadas en torno al proceso de la fecundación y las células implicadas. En este contexto, el óvulo se describe como una célula grande pero pasiva, es «liberado» del ovario en vez de desprenderse por sí mismo; tampoco se mueve o se traslada, sino que es «transportado o barrido» hasta el útero. Por el contrario, los espermatozoides son pequeños, pero vivaces, numerosos y activos y nadan enérgicamente impulsados por su potente cola hasta alcanzar victoriosos al paciente óvulo.
Esas descripciones han sido denominadas por diversas estudiosas como «cuentos del esperma» o «narraciones usadas por la ciencia». Las han atribuido a un subgénero literario que es mitad épica y mitad ciencia ficción donde el espermatozoide aparece como el responsable activo de la reproducción: un «heroico vencedor que sobrevive a un viaje lleno de peligros a través de un útero hostil».
Y este tipo de lenguaje se manifiesta constantemente. Por ejemplo, en el periódico El País del 21 de julio de 2003, el prestigioso psiquiatra de la Universidad de Nueva York Luis Rojas Marcos escribe a propósito de la fecundación, que «el fogoso espermatozoide […] atraviesa victorioso la envoltura gelatinosa del apacible óvulo […] que lo espera a la entrada del útero».
Tales narrativas también se han asociado acertadamente con el cuento de La bella durmiente: «el óvulo es una novia dormida que espera el beso mágico de su pareja que le infundirá el espíritu y le dará la vida» ha escrito Emily Martin. O bien, los espermatozoides se han «militarizado» como «aguerridos guerreros que tienen una misión: asaltar el óvulo y conquistarlo». Y, lo más condenable, aparte de la falta de rigor científico de estas interpretaciones, es que pretenden valerse de un estereotipo femenino pasivo y frágil para lograr una clara jerarquización de los procesos biológicos donde lo masculino adquiere un rango superior y lo femenino se muestra claramente devaluado.
Sin pretender entrar en detalles, valga recordar que cuidadosas investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas, han demostrado que la mentada movilidad de los espermatozoides no es tan eficiente como se creía. En realidad, estas células tienen una fuerza propulsora muy pequeña, pues se mueven con un impulso casi diez veces mayor hacia los lados que hacia delante. Además, se ha observado que cuando está cerca del óvulo el espermatozoide proyecta un largo filamento, que puede interpretarse como una «llamada de auxilio», que le permite adherirse a la membrana ovular y conseguir llegar hasta su meta.
Estos acontecimientos, meticulosamente observados gracias a las nuevas tecnologías, han contribuido a arrojar serias dudas sobre esa tendencia abrumadoramente mayoritaria de atribuir actividad y fuerza motriz al componente masculino en la fecundación y relegar la participación femenina a un rol pasivo y facilitador. Las científicas, apoyadas por compañeros varones, están consiguiendo en una lucha constante liberar al proceso reproductivo de tanta carga androcéntrica.
Sirva de remate manifestar que en el contexto de un discurso que ha alcanzado en ocasiones una gran efervescencia e incluso una buena dosis de acritud, razonablemente Emily Martin ha subrayado en numerosos foros que es urgente que los expertos sean hoy capaces de elaborar una alternativa que incluya la interacción de ambas células reproductoras, sin necesidad de predominancia de una sobre otra. «El óvulo y el espermatozoide son compañeros mutuamente activos», ha afirmado esta experta. Y sólo por este camino podrá lograrse una prudente pacificación de los ánimos y encauzar los esfuerzos de los especialistas hacia una mejor interpretación de los hechos.
Lecturas complementarias
- Martin, Emily, The Egg and the Sperm: How Science Has Constructed a Romance Based on Stereotypical Male-Female Roles, SignsVol. 16, No. 3 (Spring, 1991), pp. 485-501
- Martínez Pulido, C., Biología de la reproducción, Blog, julio 2011
- Pérez Sedeño, E., El sexo de las metáforas, ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 – 747 enero-febrero (2011)
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.
21 comentarios
[…] Las «narrativas» sexistas en torno a la reproducción humana […]
Soy biólogo de la reproducción, y no reconozco nada de lo que se describe en este artículo en la literatura científica desde hace al menos 30 años. Otra cosa es la divulgación (por cierto, el único ejemplo es el de un psiquiatra).
Si quieres bibliografía actualizada sobre el tema, Felipe, puedes mirar las lecturas recomendadas.Sólo con hacer un clic en los vínculos la obtendrás.
Saludos
Soy psicóloga y trabajo a nivel clínico y de docencia en el área de la psicología perinatal. Mis felicitaciones por este artículo, desde mi perspectiva de trabajo y de estudio no podemos desvincular la visión de género del tratamiento que se ofrece a la mujer en el área de la biología y la salud. No solo en cuanto a la interpretación de estudios, sino en el abordaje de aspectos fisiológicos, como menstruar, parir, amamantar… que se convierten en patología desde la visión médica yatrogénica y como no, en todo lo concerniente a la reproducción asistida. Me ha sido grata e interesantísima la información que ofreces, poco accesible en la literatura habitual, mi enhorabuena.
Hola Sara, me alegra mucho que a una profesional como tu le haya gustado este artículo. Es realmente un tema muy interesante y las referencias que haces a mujer y salud tienen mucho calado; creo que daría para otro artículo. En las lecturas recomendadas cito a una profesora del CSIC, Eulalia Pérez Sedeño, que ha trabajado sobre este tema, y también sobre reproducción asistida y los tratamientos a que somenten a las mujeres. Sus resultados son altamente esclarecedores. Tiene página web, quizás te interese.
Un cordial saludo.
[…] o los animales más corpulentos, incluido el ser humano, todos cumplen con esta maravillosa propiedad de la vida en la […]
Todo muy bien hasta que leo «… el espermatozoide proyecta un largo filamento, que puede interpretarse como una «llamada de auxilio», que le permite adherirse a la membrana ovular y conseguir llegar hasta su meta». ¿Esta no es una interpretación, también, sin rigor alguno? Por favor!! Seamos serios!!
Gioconda, el filamento proyectado por el espermatozoide ha sido observado al microscopio electrónico en numerosas preparaciones.
Hubiera deseado más citas de frases sexistas directas para que la crítica fuera contundente, y no sólo quedarme con la impresión que tiene Emily Martin de lo que ha leído.
Que bueno que el texto es bien objetivo y no es una narrativa sexista en torno a la reproducción humana, que no tiene visiones sesgadas y menos aún la interpretación sobre el adjetivo «sexista»
Cortando con el sarcasmo, te invito a leer el libro «The Red Queen» en donde el autor intenta escribir lo mas objetivamente posible, basandose en el método científico y la razón en vez de los estados emocionales, el cómo y porqué se da la evolución a través del sexo. Entre otras cosas también se discute porqué la raza más evolucionada terminó teniendo solo dos sexos y no solo el sexo masculino o femenino como por ejemplo algunas especies de moscas por algunas generaciones solo dan a luz a moscas femininas.
Cuando lees ese libro considero que quedaría un poco claro que la mayoría del esperma es para competir contra esperma de machos que podrían haber pasado antes y de esta manera no hubieras escrito esta frase altamente subjetiva, casi en tono de queja: «No deja de ser llamativo, sin embargo, que ningún experto considere un desperdicio el que un hombre produzca alrededor de 200 millones de espermatozoides por eyaculación pese a que sólo uno de ellos pueda unirse al óvulo». Las razones son varias más, pero me daría la impresión de que, en algún nivel de consciencia, te gustaría leer que alguien calificado lo catalogue como un desperdicio
Imagino que sos emocionalmente estable y sabés entender el sentido del humor, por eso te dejo este artículo para que nos riamos todos un rato:
http://exijoquealguienhagaalgo.blogspot.de/2015/05/putas.html
[…] El lenguaje, la palabra, es una forma más de poder, una de las muchas que nos ha estado prohibida. Los organismos vivos son capaces de hacer copias de sí mismos. […]
Excelente trabajo editorial, realmente no es de extrañarse esta cuestion sexista sobre la reproducción humana ya que casi en todos los ámbitos incluyendo los de la ciencia asi ha sido de manera reiterada y desgraciadamente las personas que no estan informadas las vuelven verdades absolutas, abonando con ésto a la supremacía de un sexo sobre el otro. Gracias por la excelente información.
Hola Yolanda, también desde el blog te damos las gracias por tu interesante comentario. Ciertamente, la ciencia no ha sido neutra, ha sido profundamente androcéntrica, y por tando nos ha dado una visión muy masculina del funcionamiento del mundo. La incorporación de mujeres formadas es altamente necesaria y positiva: nos permite ir limando sesgos y construir una ciencia mucho más rica, inclusiva y más próxima a la objetividad que todos deseamos.
Un cordial saludo,
Carolina
La Obra Maestra de Aristóteles con la que ilustras el post no fue escrita por el filósofo griego. Es un manual de divulgación sexual muy popular publicado en Inglaterra en el sXVII y popularizado en Europa hasta el siglo XIX (creo q la primera versión española es precisamente de ese siglo).
El uso de la teórica autoría de Aristóteles fue un gancho para conseguir mayor credibilidad. Creo que no estaría mal aclararlo en el post.
Gracias por la información Elena. No lo sabía.
Un cordial saludo
Carolina
Hola! Interesante leer sobre reproducción humana con perspectiva de género. Me sorprende no encontrar alguna referencia a la capacidad del óvulo de «elegir» al único espermatozoide q ingresará para la fecundación. Ese mecanismo ya estaba demostrado.
Hola Myriam, gracias por tu comentario. Es cierto que el óvulo puede aceptar o rechazar a los espermatozoides según la carga genética del gameto masculino; es lo que se suele llamar.
“fertilización genéticamente tendenciosa”, y que demuestra, una vez más, que el óvulo no tiene un papel pasivo en la reproducción, como se ha pretendido atribuirle. Además, también existe un reconocimiento a nivel bioquímico entre el óvulo y el espermatozoide, y ese reconocimiento depende de moléculas que se encuentran distribuidas en la membrana celular del gameto femenino.
Cuando se escriben artículos para un blog, a veces resulta difícil compensar la longitud de la entrada y la información disponible. Quizás no debí omitir lo que me sugieres, y lo incluyo ahora. De todos modos el objetivo era demostrar que la pasividad del óvulo no existe.
Un cordial saludo,
Carolina
Iba a comentar justo la capacidad del óvulo de elegir entre los pretendientes (el espermatozoide no puede permitirse ese lujo), pero veo que ya se ha comentado. En un proceso de FIV comenté que no quería ICSI, que prefería que el óvulo eligiera, seguro que lo haría mejor que el biólogo. El Ginecólogo me miró pasmado.
Otro tema es el manido «Las mujeres nacen con todos los óvulos mientras que los hombres los producen TODA la vida». Resulta que no, que la fertilidad es un proceso epigenético en gran medida, y que el ovario produce óvulos a lo largo de toda la vida fértil, y que la menopausia se empieza a ver ahora que es un proceso reversible o plástico.
Vamos, que toda la medicina reproductiva se ha basado en una falacia sin ningún valor científico. Y tan panchos.
«A diferencia de los hombres, que continúan produciendo espermatozoidesa largo de su vida, la mujer nace con todos los folículos que contienen óvulos en sus ovarios y no produce folículos nuevos durante su vida. …»
Estoy hasta el moño, hasta mi ginecólogo general sabe que esto no es cierto y se sigue anunciando en TODAS las clínicas de fertilidad.
Hola Inés. Gracias por tu comentario. Estoy de acuerdo con muchos de tus argumentos, pero no creo que «toda la medicina reproductiva se ha basado en una falacia sin ningún valor científico», como apuntas. Sí creo que la medicina en general y la reproductiva mucho más se han elaborado desde un punto de vista androcéntrico y cargadas de prejuicios. No obstante, hay muchos aspectos que tienen valor científico y una aplicación práctica exitosa. Las técnicas de reproducción asistida y entre ellas la fecundación in vitro que tu nombras, por ejemplo, son producto de la investigación científica y han ayudado a mucha gente a tener hijos que de otra manera no habría sido posible.
Un cordial saludo
Carolina
[…] invierte en el proceso de la fecundación. Argumentaba el científico que, si bien es cierto que los óvulos son significativamente más grandes que los espermatozoides, no se conoce ningún macho de ninguna especie que eyacule un único espermatozoide cada […]
[…] invierte en el proceso de la fecundación. Argumentaba el científico que, si bien es cierto que los óvulos son significativamente más grandes que los espermatozoides, no se conoce ningún macho de ninguna especie que eyacule un único espermatozoide cada […]