El radio y nuevos conceptos en química

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Marie Curie

En 1911, Marie Curie recibió el Premio Nobel de Química –su segundo Premio Nobel, tras el de Física en 1903en reconocimiento a sus servicios al avance de la química con el descubrimiento de los elementos radio y polonio, por el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza de los compuestos de este elemento notable.

Se reproduce debajo la traducción a castellano de la conferencia que Marie Curie impartió el 11 de diciembre de 1911, con motivo de la recepción de este Premio Nobel de Química: Radium and the New Concepts in Chemistry El radio y nuevos conceptos en química.

Esta traducción ha sido realizada por Mercedes González, a partir del documento original reproducido por Arbor: Ciencia, Pensamiento y Cultura CLXXXVII Extra (2011) 31-46, doi:10.3989/arbor.2011.extran1113.

El radio y nuevos conceptos en química

Hace 15 años la radiación del uranio fue descubierta por Henri Becquerel, y dos años más tarde el estudio de este fenómeno se extendió a otras sustancias primero por mí y luego por Pierre Curie y yo misma. Este estudio nos llevó rápidamente al descubrimiento de cuerpos nuevos cuyas radiaciones, análogas a las del uranio, eran mucho más intensas. Todos los cuerpos que emitían este tipo de radiaciones fueron denominados por mí radiactivos, y la nueva propiedad de la materia que se manifiesta en esta emisión recibió así el nombre de radiactividad

Gracias al descubrimiento de nuevas sustancias radiactivas de gran potencia, y sobre todo del radio, el estudio de la radiactividad se ha desarrollado de una forma extraordinaria. Los descubrimientos se sucedieron con gran rapidez, y era evidente que una nueva ciencia comenzaba a desarrollarse. La Academia de Ciencias Sueca quiso celebrar el advenimiento de esta nueva ciencia mediante la concesión del Premio Nobel de Física de 1903 a las personas que, por primera vez, trabajaron en este campo, Henri Becquerel, Pierre Curie y Marie Curie.

A partir de ese momento numerosos científicos se han dedicado al estudio de la radiactividad. Permítanme recordarles a uno de ellos que por sus certeros juicios, por sus audaces hipótesis y por los numerosos trabajos realizados por él o con sus alumnos, ha sabido no sólo aumentar los conocimientos ya adquiridos, sino clasificarlos con una gran claridad; él ha dotado a la nueva ciencia de una estructura en forma de una teoría muy precisa y admirablemente adecuada al estudio de estos fenómenos. Me complace recordar que el Sr. Rutherford llegó a Estocolmo en 1908 para recibir el Premio Nobel como una merecida recompensa por su trabajo.

Lejos de detenerse, el desarrollo de la nueva ciencia no ha dejado de seguir un curso ascendente. Y ahora, tan sólo 15 años después del descubrimiento de Henri Becquerel, estamos frente a frente con todo un mundo de nuevos fenómenos pertenecientes a un ámbito que, a pesar de su estrecha relación con los campos de la física y la química, tiene una especificidad propia.

La importancia del radio en este campo, desde el punto de vista de las teorías generales, ha sido decisiva. La historia del descubrimiento y el aislamiento de esta sustancia han aportado la prueba de mi hipótesis, según la cual “la radiactividad es una propiedad atómica de la materia y puede proporcionar un método de investigación de nuevos elementos”. Esta hipótesis ha conducido a las actuales teorías de la radiactividad según las cuales podemos predecir con certeza la existencia de alrededor de 30 nuevos elementos que, por lo general, no pueden aislarse o caracterizarse por métodos químicos. Admitimos además que estos elementos sufren transformaciones atómicas, y la prueba más directa en favor de esta teoría ha sido aportada por el hecho experimental de la formación del elemento químicamente definido como helio a partir del elemento químicamente definido como radio.

Situándonos desde este ángulo, se puede decir que el trabajo del aislamiento del radio ha sido la piedra angular del edificio que forma la ciencia de la radiactividad. Por otra parte, el radio sigue siendo una útil y poderosa herramienta en los laboratorios de la radiactividad. Pienso que, debido a estas consideraciones, la Academia Sueca de Ciencias ha tenido el honor de adjudicarme este año el Premio Nobel de Química.

Me veo obligada pues a presentarles el radio ante todo como un nuevo elemento químico dejando a un lado la descripción de los numerosos fenómenos radiactivos que ya han sido descritos en las Conferencias Nobel de H. Becquerel, P. Curie y E. Rutherford.

Antes de abordar el tema de esta conferencia, me gustaría recordar que el descubrimiento del radio y del polonio fue realizado por Pierre Curie en colaboración conmigo. Se deben también a Pierre Curie estudios fundamentales en el terreno de la radiactividad que efectuó solo, en común conmigo, o en colaboración con sus alumnos.

El trabajo químico, que tenía como finalidad el aislamiento del radio en el estado de sal pura y su caracterización como un nuevo elemento, fue llevado a cabo fundamentalmente por mí, aunque haya estado íntimamente relacionado con nuestro trabajo en común. Creo pues interpretar correctamente la intención de la Academia de Ciencias, pensando que la concesión de esta alta distinción de la que soy objeto está motivada por este trabajo en común y constituye por lo tanto un homenaje a la memoria de Pierre Curie.

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En primer lugar les recordaré que una de las propiedades más importantes de los elementos radiactivos es la ionización del aire en sus alrededores (Becquerel). Cuando un compuesto de uranio se coloca sobre una placa metálica A situada frente a otra placa B y se mantiene una diferencia de potencial entre ambas, una corriente eléctrica se establece entre dichas placas. Esta corriente se puede medir con precisión en condiciones adecuadas y puede servir como una medida de la actividad de la sustancia radiactiva. La conductividad del aire puede ser atribuida a la ionización producida por los rayos emitidos por los compuestos de uranio.

Utilizando este método de medición, en 1897 emprendí un estudio de las radiaciones de los compuestos del uranio y luego lo extendí al estudio de otras sustancias con el objetivo de investigar si ese tipo de radiación se producía en otros cuerpos. De esta forma constaté que de los otros cuerpos conocidos, sólo los compuestos del torio se comportaban como los compuestos del uranio.

Me llamó la atención el hecho de que la actividad de los compuestos del uranio y del torio parecía ser una propiedad atómica de cada uno de los elementos uranio y torio, es decir, los compuestos químicos y las mezclas que contienen uranio y torio eran tanto más activas cuanto mayor era la cantidad que contenían de estos metales. La actividad no se destruye ni por los cambios de estado físico ni por las transformaciones químicas.

Medí la actividad de una serie de minerales y todos los que mostraban radiactividad siempre contenían uranio o torio. Sin embargo, se observó un hecho inesperado: ciertos minerales (pechblenda, calcosina, autunita) tenían una actividad mayor de la que cabría esperar si se tomaba como base su contenido de uranio o torio. Así, algunas pechblendas que contenían el 75% de óxido de uranio eran cuatro veces más radiactivas que este óxido. La calcosina (fosfato cristalizado de cobre y uranio) era alrededor de dos veces más radiactiva que el uranio. Este hecho estaba en desacuerdo con la opinión que sostenía que no existía ningún mineral más activo que el uranio. Para esclarecer el fenómeno preparé calcosina sintética partiendo de productos puros, y los cristales obtenidos tenían una actividad relacionada con su contenido de uranio, es decir, aproximadamente la mitad de la del uranio.

Esto me llevó a pensar que la mayor actividad de los minerales naturales podría estar determinada por la presencia de una pequeña cantidad de un material altamente radiactivo diferente del uranio, del torio y de los cuerpos conocidos en ese momento.

Entonces pensé que si estaba en lo cierto podría ser capaz de extraer esta sustancia del mineral por los métodos ordinarios de análisis químico. Pierre Curie y yo emprendimos esta investigación con la esperanza de que la proporción del nuevo elemento pudiese llegar a varios puntos porcentuales. En realidad, la proporción del hipotético elemento era mucho menor, y esta fue la razón de que se tardase varios años en demostrar de manera inequívoca que la pechblenda contenía al menos un material altamente radiactivo y que se trataba de un nuevo elemento en el sentido que la química da a esta palabra.

Esto nos llevó a crear un nuevo método de investigación de nuevos elementos, un método basado en la radioactividad considerada como una propiedad atómica de la materia. Cada separación química iba seguida por una medición de la actividad de los productos obtenidos y, de esta manera, nos dimos cuenta de qué forma se comportaba la sustancia activa desde el punto de vista químico. Este método se generalizó rápidamente y tenía cierta analogía con el análisis espectral. Gracias a la gran variedad de las radiaciones emitidas, el método pudo ser perfeccionado y extendido de forma que permitiese, no sólo descubrir nuevos materiales radiactivos, sino también distinguirlos con certeza unos de otros.

El uso del método indicado permitió asegurar que, efectivamente, era posible concentrar la actividad de los elementos por métodos químicos. Nosotros comprobamos que la pechblenda contenía al menos dos cuerpos radiactivos, a uno de los cuales, que acompañaba al bismuto, se le dio el nombre de polonio, mientras que al otro, que acompañaba al bario, se le denominó radio.

Posteriormente se descubrieron otros cuerpos radiactivos como el actinio (Debierne), radiotorio y mesotorio (Hahn), ionio (Boltwood), etc.

Nosotros estábamos convencidos de que los cuerpos que habíamos descubierto eran nuevos elementos químicos. Esta conclusión se basaba exclusivamente en el carácter atómico de la radiactividad. Sin embargo, desde el punto de vista químico, todo parecía al principio como si nuestras sustancias fuesen sólo compuestos puros del bismuto y del bario. Era esencial mostrar que la propiedad radiactiva estaba ligada a las trazas de otros elementos que no eran ni el bismuto ni el bario. Por eso era necesario aislar a los hipotéticos elementos. Ese trabajo pudo realizarse completamente en el caso del radio, aunque requirió varios años de incansables esfuerzos. El radio en forma de sal pura es una sustancia cuya fabricación se ha industrializado, pero los resultados obtenidos no han sido tan positivos para ninguna otra sustancia radiactiva.

Los minerales radioactivos están siendo objeto de estudio muy intenso porque la presencia del radio les da un valor considerable. Estos elementos son fácilmente identificables ya sea por el método electrométrico, o sencillamente por la impresión que producen en una placa fotográfica. El mejor mineral del radio es la pechblenda de St. Joachimsthal (Austria), que desde hace mucho tiempo ha sido procesada para producir sales de uranio. Después de la extracción de este último, el mineral deja un residuo que contiene el radio y el polonio. Nosotros hemos utilizado normalmente este residuo como materia prima.

El primer tratamiento consistió en extraer el bario radiactivo y el bismuto que contiene el polonio. Este tratamiento, que se llevó a cabo por primera vez en el laboratorio a partir de varios kilogramos de materia prima (hasta 20 kg), fue posteriormente realizado en fábricas debido a la necesidad de procesar miles de kilogramos. La experiencia nos demostró progresivamente que el radio estaba contenido en la materia prima en la proporción de unos pocos decigramos por tonelada. De una tonelada de residuos se obtiene cerca de 10 a 20 kg de sulfato de bario crudo que contiene radio. La actividad de estos sulfatos es ya de 30 a 60 veces mayor que la del uranio. Estos sulfatos se sometieron a un proceso de purificación y se transformaron en cloruros. En la mezcla de cloruros de bario y radio, el radio está presente sólo en la proporción de 3 porciones por cada 100.000. En la industria del radio en Francia el mineral utilizado tiene una proporción mucho menor. Para separar el radio del bario utilicé un método de cristalización fraccionada del cloruro (el bromuro también se puede utilizar). La sal del radio, menos soluble que la sal del bario, se concentraba en los cristales. El fraccionamiento es una operación larga y metódica que poco a poco va eliminando al bario. Para obtener una sal muy pura tuve que realizar varios miles de cristalizaciones y controlar el progreso del fraccionamiento mediante mediciones de la actividad.

La primera prueba de que existía el elemento radio fue proporcionada por el análisis espectral. El espectro del cloruro enriquecido por la cristalización presentaba una nueva línea que Demarcay atribuyó al nuevo elemento. A medida que la actividad se concentraba, la nueva línea aumentaba en intensidad y aparecieron otras líneas, al mismo tiempo que el espectro del bario se hacía cada vez menos importante. Cuando la pureza era muy elevada, el espectro del bario apenas era visible.

En repetidas ocasiones determiné el peso atómico promedio del metal en la sal que era sometida al análisis espectral. Utilicé un método que consiste en añadir en el estado de cloruro de plata el cloro contenido en una cantidad conocida de cloruro anhidro. Observé que este método daba muy buenos resultados, incluso con pequeñas cantidades de materia (0,1 a 0,5 g), a condición de utilizar para las medidas una balanza muy rápida para evitar la absorción de agua durante la pesada por la sal alcalinotérrea. El peso atómico aumentaba a medida que el espectro acusaba un enriquecimiento del radio. Los sucesivos pesos atómicos obtenidos fueron: 138, 146, 174, 225, 226.45. Este último valor se determinó en 1907 con 0,4 g de radio en sal muy pura. Los resultados de una serie de determinaciones fueron, 226.62 226.31, 226.42. Estos resultados han sido confirmados por experimentos más recientes.

La preparación de sales de radio puro y la determinación del peso atómico del radio aportaron la prueba definitiva de que el radio era un elemento nuevo y permitieron asignarle una posición definitiva. El radio es el homólogo más alto del bario en la familia de los metales alcalinotérreos; ha sido colocado en la tabla de Mendeleiev en la columna correspondiente y en la fila que contiene al uranio y al torio. El espectro del radio es muy claro y hace que se le reconozca con precisión. Estos resultados tan claros para el radio convencieron a los químicos y justificó el establecimiento de la nueva ciencia de las sustancias radiactivas.

Desde el punto de vista de la química, el radio difiere poco del bario; las sales de estos dos cuerpos son isomorfas, aunque las del radio son normalmente menos solubles que las sales del bario. Es muy curioso constatar que la fuerte radioactividad del radio no supone, desde el punto de vista químico, ninguna anomalía, y que las propiedades químicas son las que corresponden a su posición en la tabla periódica de los elementos indicada por su peso atómico. La radiactividad del radio en sus sales sólidas es 5 millones de veces mayor que la de un peso igual de las del uranio. Debido a esta actividad, sus sales son espontáneamente luminosas. También quiero recordar que el radio da lugar a una liberación continua de energía que se ha podido medir en forma de calor a razón de 118 calorías por cada gramo de radio y hora.

El radio fue aislado en estado metálico por M. Curie y A. Debierne, en 1910. El método utilizado consistió en la destilación en una atmósfera de hidrógeno muy puro de una amalgama de radio obtenida por electrólisis de una solución de cloruro y utilizando un cátodo de mercurio. Sólo fue tratado un decigramo de la sal, de ahí las enormes dificultades encontradas. El metal obtenido tiene una temperatura de fusión de 700°C, temperatura a partir de la cual empieza a volatilizarse. Se altera rápidamente en el aire y descompone el agua enérgicamente.

Las propiedades radiactivas del metal son exactamente las que se podían prever si se admite que la radiactividad de las sales es una propiedad atómica del radio que no se ve afectada por el estado de combinación. Era de vital importancia corroborar este punto para vencer las dudas sobre este aspecto de aquellos que aún no consideraban evidente la hipótesis de la radiactividad como propiedad atómica.

Aunque el radio hasta ahora sólo haya sido obtenido en pequeñas cantidades, se puede decir, en conclusión, que este cuerpo es un elemento químico perfectamente definido y bien estudiado.

Por desgracia, no puede decirse lo mismo del polonio a pesar de haberse hecho un esfuerzo considerable. La dificultad reside en el hecho de que la proporción de polonio en el mineral es de aproximadamente 5.000 veces más pequeño que el del radio.

Antes de que se hubiesen dado razones teóricas desde la que se prevé esta proporción se había llevado a cabo varios tratamientos muy laboriosos para concentrar el polonio. Yo obtuve de esta forma unos productos con una alta actividad pero sin poder obtener resultados concretos como en el caso del radio. La dificultad se ve agravada por el hecho de que el polonio se desintegra espontáneamente desapareciendo la mitad del cuerpo en un período de 140 días. Ahora sabemos que el radio tampoco tiene una vida infinita, pero la tasa de desaparición es mucho menor (se reduce a la mitad al cabo de 2000 años). Con los medios de que disponíamos era imposible determinar el peso atómico del polonio, porque la teoría preveía que un mineral rico puede contener sólo unas centésimas de miligramo por tonelada, pero se esperaba poder observar su espectro. La operación de concentración del polonio, como señalaré más adelante, era, además, un problema de gran interés teórico.

He emprendido recientemente, en colaboración con el Sr. Debierne, un tratamiento de varias toneladas de residuos de mineral de uranio con vistas a la preparación del polonio. Este tratamiento, efectuado primero en la fábrica y luego en el laboratorio, ha dado finalmente unos pocos miligramos de sustancia 50 veces más activa que un peso igual de radio puro. En el espectro de la sustancia se han podido observar algunas líneas nuevas que son atribuibles al polonio, una de las cuales, la más importante, tiene una longitud de onda de 4170.5 Å. De acuerdo con la hipótesis atómica de la radiactividad, el espectro del polonio debería desaparecer al mismo tiempo que desaparecía la actividad, y este hecho se ha comprobado experimentalmente.

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Al considerar al radio y al polonio como sustancias químicas no sólo he demostrado la hipótesis fundamental que establece que la radiactividad es una propiedad atómica de la materia, sino que esto ha llevado al descubrimiento de nuevos elementos químicos. Voy a indicar ahora cómo el alcance de esta hipótesis se ha visto ampliado por las consideraciones y hechos experimentales que han conducido al establecimiento de la teoría de las transformaciones atómicas radiactivas.

El punto de partida de esta teoría hay que buscarlo en las reflexiones relativas a la fuente de energía que se presenta en los fenómenos de la radiactividad. Esta energía se manifiesta como una emisión de rayos que producen fenómenos caloríficos, eléctricos y luminosos. Puesto que la emisión se produce de forma espontánea sin ninguna causa de excitación conocida, se han propuesto varias hipótesis para explicar este desprendimiento de energía. Una de las hipótesis planteadas al inicio de nuestra investigación por Pierre Curie y yo misma, consistía en admitir que la radiación era una emisión de materia acompañada de una pérdida de peso de las sustancias activas y que la energía procedía de la misma sustancia cuya evolución aún no está acabada y que sufría una transformación atómica.

Esta hipótesis, que en un principio podría ser enunciada junto con otras teorías igualmente válidas, ha adquirido una importancia preponderante terminando por imponerse en nuestras mentes debido a un conjunto de hechos experimentales que la apoyaban. Estos hechos fueron esencialmente los siguientes: existe una serie de fenómenos radiactivos en los cuales la radiactividad parece estar unida a las materias en una cantidad imponderable; la radiación, además de no ser permanente, va desapareciendo más o menos rápidamente con el tiempo. Esto ocurre en el polonio con las emanaciones radiactivas y los depósitos de radiactividad inducida.

Por otro lado se constata que, en algunos casos, la radiactividad observada aumenta con el tiempo. Esto es lo que sucede en el caso del radio recién preparado, para la emanación que acaba de ser introducida en el aparato de medidas, para el torio privado del torio X, etc.

Un estudio atento de estos fenómenos ha demostrado que se puede dar una explicación general muy satisfactoria si admitimos que cada vez que se observa una disminución de radiactividad hay destrucción de materia radiactiva, y que cada vez que hay un aumento de actividad hay una aparición de materia radiactiva.

Por otro lado, las radiaciones que desaparecen y aparecen son de una naturaleza muy variada y podemos admitir que cada tipo determinado de rayos puede servir para caracterizar la materia, que es su fuente, y aparece y desaparece con ella.

Como la radiactividad es además una propiedad esencialmente atómica, la producción o la destrucción de un tipo distinto de radioactividad se corresponde con una producción o una destrucción de átomos de la sustancia radiactiva.

Por último, si se supone que la energía radiactiva procede de la transformación atómica, se puede deducir que toda sustancia radiactiva experimenta una transformación, incluso si nos parece que permanece invariable. La transformación en ese caso es muy lenta y esto es lo que ocurre en el caso del radio y el uranio.

La teoría que acabo de resumir es obra de los Señores Rutherford y Soddy, que la han titulado teoría de la desintegración atómica. Mediante la aplicación de esta teoría se puede concluir que una materia radiactiva primaria, como el radio, experimenta una serie de transmutaciones atómicas en virtud de las cuales el átomo radio da lugar a una serie de átomos con un peso atómico cada vez más pequeño. No se puede alcanzar ningún estado estable en tanto que el átomo formado sea también radiactivo. La estabilidad sólo puede conseguirse con la materia inactiva.

Desde este punto de vista, uno de los más brillantes triunfos de la teoría ha consistido en la predicción de que el gas helio, siempre presente en los minerales radiactivos, puede representar uno de los productos finales de la desintegración del radio y, dichos átomos de helio, son expulsados en forma de rayos alfa. Ahora bien, la producción de helio por el radio ha sido probada por los experimentos del Sr. Ramsay y el Sr. Soddy, y hoy se puede afirmar que el elemento químico definido, el radio, da lugar a la formación de otro elemento igualmente definido, el helio. Por otra parte, las investigaciones del Sr. Rutherford y sus alumnos han demostrado que las partículas alfa emitidas por el radio con una carga eléctrica también se encuentran en forma de gas helio en el espacio en el que fueron recogidas.

Debo destacar aquí que la audaz interpretación de la relación existente entre el radio y el helio se basa enteramente en la certeza de que el radio es un elemento químico igual que el resto de los elementos conocidos, y que, de ninguna forma, puede considerarse como una combinación molecular de helio con otro elemento. Podemos ver lo fundamentales que han sido en estas circunstancias el trabajo llevado a cabo para probar la individualidad química del radio, y se puede ver también por qué vía la hipótesis de la naturaleza atómica de la radiactividad y la teoría de las transformaciones radiactivas han dado lugar al descubrimiento experimental de un primer ejemplo claramente establecido de transmutación atómica. He aquí un hecho cuya importancia no puede escapar a nadie y que marca una época, desde el punto de vista químico.

Numerosos trabajos, guiados por la teoría de las transformaciones radiactivas, han dado lugar a unos 30 elementos radiactivos nuevos, clasificadas en 4 familias de acuerdo con la sustancia primaria: estas familias son las del uranio, el radio, el torio y el actinio. Las familias del uranio y del radio pueden ser reunidas en una sola, porque parece demostrado que el radio es un derivado del uranio. En la familia del radio el último cuerpo radiactivo conocido es el polonio, cuya producción por el radio es un hecho probado. Es probable que la familia del actinio esté relacionada con la del radio.

Hemos visto que el gas helio es uno de los productos de la desintegración del radio. Los átomos de helio se desprenden del radio y sus derivados en el curso de la transformación. Se supone que después de la salida de cuatro átomos de helio, el átomo de radio produce un átomo de polonio; la salida de un quinto átomo de helio determina la formación de un cuerpo inactivo con un peso atómico que se supone será igual a 206 (20 unidades por debajo del radio). Según el Sr. Rutherford este elemento final es el plomo; esta suposición es objeto de comprobación experimental en mi laboratorio. La producción de helio por el polonio ha sido demostrada directamente por el Sr. Debierne.

La cantidad de polonio, relativamente fuerte, preparada por Marie Curie y el Sr. Debierne ha permitido emprender un importante trabajo. Este trabajo consiste en contar un gran número de partículas alfa emitidas por el polonio y recoger y medir el correspondiente volumen de helio. Puesto que cada partícula es un átomo de helio, podemos determinar cuál es el número de átomos de helio que ocupa un volumen determinado y su peso. Por lo tanto, se puede deducir, de una manera general, el número de moléculas que hay en una molécula gramo. Este número, conocido como la constante de Avogadro, es de gran importancia. Los experimentos realizados con el polonio han proporcionado un primer valor de este número que está de acuerdo con los valores obtenidos por otros métodos. La enumeración de las partículas alfa se hace por un método electrométrico debido al Sr. Rutherford; este método se ha perfeccionado mediante un dispositivo de registro fotográfico.

Investigaciones recientes han demostrado que el potasio y el rubidio emiten una radiación muy débil, similar a la radiación beta del uranio y del radio. No sabemos aún si debemos considerar estas sustancias como verdaderos cuerpos radiactivos, es decir, cuerpos en proceso de transformación.

estrellasPara concluir insistiré sobre la nueva naturaleza química de los cuerpos radiactivos. Para extraer el radio del mineral, fue necesario tratar toneladas de material Las cantidades de radio disponibles en un laboratorio son del orden del miligramo, o del gramo y esta sustancia tiene un valor 400.000 francos por gramo. Muy a menudo se trabaja con material en los que la presencia del radio no podría ser determinada por medio de la balanza ni incluso por medio del espectroscopio. Y sin embargo, poseemos métodos de medida tan perfectos y tan sensibles que podemos saber con mucha exactitud las cantidades pequeñas de radio que estamos usando. El análisis radiactivo por métodos electrométricos nos permite calcular con precisión del 1% de una milésima de miligramo de radio y detectar la presencia de 10-10 gramos de radio diluido en unos pocos gramos de material. Este método es el único que podía conducir al descubrimiento del radio a la vista de la dilución de esta sustancia en el mineral. La sensibilidad de este método es aún más llamativa en el caso de emanación de radio, que puede ser detectado cuando la cantidad asciende, por ejemplo, a tan solo 10-10 mm3. La medida de la actividad específica de una sustancia está, en el caso de las radiaciones análogas, aproximadamente en proporción inversa a la vida media, de forma que si el promedio de vida es muy breve, la reacción radiactiva puede alcanzar una sensibilidad sin precedentes. También estamos acostumbrados en la actualidad a manejar en el laboratorio sustancias cuya presencia sólo se muestra a nosotros por sus propiedades radiactivas, pero que sin embargo se pueden medir, disolver, precipitar de sus soluciones y depositar por electrolisis. Existe pues una química particular para la cual es más útil el empleo del método electrométrico que el de la balanza y que bien podríamos denominar la química de lo imponderable.

Sobre la autora (de la traducción)

Mercedes González Moreno, actualmente jubilada, ha sido catedrática de Física y Química de Enseñanza Secundaria.

1 comentario

  • […] Marie Curie En 1911, Marie Curie recibió el Premio Nobel de Química –su segundo Premio Nobel, tras el de Física en 1903– en reconocimiento a sus servicios al avance de la química con el descubrimiento de los elementos radio […]

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