Susan Fenimore Cooper, la precursora de Thoureau y Darwin

Vidas científicas

La vida y obra de la escritora y naturalista Susan Fenimore Cooper es un compendio de contradicciones, entre la literatura, la ciencia y la familia. Con excepcionales textos sobre lo que después se ha llamado ecologismo, en el siglo XIX que le tocó vivir no dejó de ser una mujer sometida a un padre autoritario que, sin embargo, le abrió la puerta a una profesión literaria en la que alcanzó la brillantez. Susan se enfocó en la fascinante naturaleza que le rodeaba y aquello la llevó a reflexionar sobre temas tan dispares como la implantación de especies europeas, y por tanto exóticas, en un continente americano que no era el suyo, el lirismo de los nombres de las plantas, la migración de las golondrinas o, incluso, a la crítica a las matanzas de los indígenas ‘pieles rojas’.

Susan Fenimore Cooper.

Esta pionera mujer nació, el 17 de abril de 1813 en Scarsdale, estado de Nueva York. Era hija del famoso novelista James Fenimore Cooper, autor de El último mohicano, y Susan De Lancey Cooper. Cuando contaba con 12 años, su padre fue nombrado cónsul en Lyon (Francia), un viaje a Europa que duraría seis años. Durante ese tiempo, la adolescente estudió en un internado francés y con clases particulares que la formaron en las materias tradicionales para las niñas de la época, como son los idiomas, las artes o botánica y zoología.

De vuelta a Nueva York, se convirtió en la secretaria literaria de su padre, al que admiraba profundamente, hasta el punto que se dice que no se casó porque él la disuadía para mantenerla a su lado. A la vez, en una casa llena de libros, Susan, animada por James, y aunque él la ponía algunos reparos por su estilo, empezó a escribir sus propias obras. Primero, una novela sobre una chica de campo, titulada Elinor Wyllys (1846), que firmó con un seudónimo, y luego algunos relatos.

Pero por lo que ha sido recordada hasta nuestros días es por su faceta como escritora naturalista. El primer libro que publicó sobre este tema, y el más conocido y reeditado, es Rural hours, de 1850. Tampoco en éste puso su nombre real. Relata el día a día de una joven sobre sus observaciones durante dos años de la flora y fauna en el norte del estado de Nueva York, así como de la vida en Cooperstown, donde los Cooper residían. La ciudad tenía esta nombre porque había sido fundada por su abuelo en esos tiempos en lo que todo estaba por hacer para los blancos en ese territorio. La profunda sensibilidad de Susan ante el entorno que la rodeaba convierte esta obra en una joya en la que se revive con igual pasión la belleza del instante en el que nace una nueva flor que el ecocidio que supone talar un árbol centenario. Y triunfó.

Elogios de Charles Darwin

En alguna de las cartas que escribió Charles Darwin, ‘padre’ de la teoría de la evolución y gran naturalista británico, se puede leer:

Hablando de libros, ando en mitad de uno que me está encantando: ‘Rural Hours’, de la señorita Cooper. ¿Quién puede ser? Parece una mujer muy inteligente, y ofrece un relato magistral de la batalla entre nuestras malas hierbas y las de ustedes.

Hoy Rural hours es reconocido, no solo por su perspicacia al mencionar asuntos como las especies invasoras trasladadas por los humanos a su continente, sino por su llamamiento a la preservación de los bosques de Otsego, cuatro años antes de que el más conocido Henry David Thoureau hiciera una gran defensa de la naturaleza virgen en su libro titulado Walden. Es más, se dice que pudo haber sido ella con tus textos quien inspiró alguno de los pasajes de la obra del también gran naturalista, mucho más famoso.

Dibujo de Otsego Hall, la residencia de la familia Fenimore Cooper en Cooperstown. Wikimedia Commons.

Como durante su estancia en Europa Susan mostró un gran interés por el arte, e incluso lo estudió, algunos escritores actuales creen que las láminas de la edición ilustrada de Rural hours también fueron obra suya, pero no ha podido confirmarse. Lo cierto es que, sin pretenderlo, dejó una obra casi científica, con espectaculares detalles descriptivos de los especímenes que veía gracias a sus conocimientos de botánica.

Por desgracia, no pudo disfrutar de la felicidad de su éxito durante mucho tiempo porque poco después falleció su padre, en septiembre de 1851, tras lo cual pasó a encargarse de su patrimonio literario y su reputación, editando sus diarios y artículos inéditos y escribiendo prólogos para las reediciones de las numerosas novelas de James Fenimore Cooper.

Todo parece indicar que después de esa muerte, en lugar de seguir la carrera literaria que se había forjado, decidió dejarla de lado, como un reflejo del desagrado que su padre había sentido en sus últimos años por la literatura. De hecho, Susan solo firmó con su nombre las introducciones a los libros de su progenitor. Conocidos suyos decían que esa actitud provenía de la muy conservadora tradición hugonote de su familia, en la que las mujeres no tenían lugar fuera de las actividades domésticas ni libertad para desarrollar su talento creativo.

Pero si bien no publicó un libro más, sí escribió ensayos y relatos en publicaciones populares como The Atlantic Monthly, The Freeman’s Journal, Graham’s Magazine, Harper’s New Monthly y Putnam’s Magazine y se consolidó como editora de éxito, con cinco libros más que eran antologías de las obras de su padre. Entre sus artículos y ensayos, llama la atención el titulado Sufragio Femenino: Una Carta a las Mujeres Cristianas de América, que publicó en la revista Harper’s New en 1870. Es un texto en el que se opone a que se conceda a las mujeres el sufragio femenino, pero a la vez apoya la educación superior y la igualdad salarial, por lo que se la considera en algunos foros como una precursora del feminismo, aunque un tanto contradictoria.

Desde que murió James, además de dedicarse a su memoria literaria, Susan también se volcó en la ayuda a organizaciones benéficas, aprovechando los contactos conseguidos para recaudar fondos para proyectos como albergues, la fundación del Hospital Acción de Gracias o la creación del Orfanato del Santo Salvador en su ciudad, que comenzó como una modesta casa con cinco niños y se convirtió en un gran edificio con noventa niños y niñas en 1900. Para ella sería el «trabajo de su vida» y para asegurar que continuara en el futuro, estableció The Friendly Society en 1886: cada mujer que se unía a la sociedad elegía a una niña del orfanato para cuidarla.

Algunas ilustraciones de «Rural hours». Wikimedia Commons.

Susan Fenimore Cooper murió mientras dormía el 31 de diciembre de 1894 a la edad de 81 años. Durante décadas su gran obra cayó en el olvido, pero un siglo después de su muerte, tras la reedición de Rural hours en 1998, con el auge del ecologismo, se comenzó a reivindicar su figura como escritora, destacando que suya es la «primera obra importante de no ficción literaria ambiental» de una mujer norteamericana que, a la vez, fue fuente y rival de Thoureau. Hasta 2018 no fue posible tener la edición en castellano, con el título de Diario Rural, momento en el que fue objeto de numerosa atención mediática en España

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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