Para Katherine Austin Lathrop, como para la mayoría de los científicos que participaron en el Proyecto Manhattan, el éxito de ese proyecto fue de alguna forma lo mejor y lo peor que les ocurrió en sus trayectorias profesionales. El conocimiento alcanzado en ese esfuerzo daría pie al desarrollo de decenas de nuevas áreas de investigación, desarrollos tecnológicos y aplicaciones valiosas para la humanidad.
El precio pagado fueron cientos de miles de vidas humanas. La justificación de que lanzar la bomba atómica, resultado final de ese proyecto, sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki desencadenó el final de la Segunda Guerra Mundial no deja de ser eso, una justificación. En una demostración de poder militar absoluto como esa puede haber muchas razones al mismo tiempo, y es difícil creer que todas sean pacifistas.

Lathrop vivió en su persona y en su vida esta contradicción. Su aportación al proyecto Manhattan como bioquímica fue el estudio que la radiación tiene sobre los tejidos y por tanto cómo afecta a personas y animales. Cuando supo del lanzamiento de la bomba sobre las dos ciudades japonesas se quedó impactada por el horror, contaría su hijo años después. Ella sabía perfectamente cuáles serían las consecuencias para los habitantes de esos lugares, podía visualizar al detalle el daño que las bombas causaría en sus cuerpos, y cómo ese daño seguiría produciéndose mucho tiempo después de las explosiones. Si alguien lo sabía, era ella.
Por eso, contaría su hijo, se sentiría muy aliviada al poder utilizar lo aprendido en ese proyecto durante el resto de su carrera para desarrollar modos en los que utilizar la radiactividad en procedimientos médicos, como en la detección y diagnóstico del cáncer, entre otros.
De la economía doméstica a la química textil
Nacida como Katherine Austin el 16 de junio de 1915 en Lawton, Oklahoma, Estados Unidos, su primer contacto con la ciencia fue en un curso de química textil que siguió como parte de sus estudios de economía doméstica. Impresionó tanto al profesor que le pidió que lo impartiese ella misma el año siguiente. Terminó graduándose en Biología por la Universidad Estatal de Oklahoma en 1936, y más adelante también en Física. Finalmente obtuvo un título de máster en Química por la misma universidad.
Comenzó su carrera científica trabajando como asistente de investigación en la Universidad de Wyoming, y se trasladó a Chicago poco después cuando su marido comenzó a estudiar Medicina en la Universidad del Noroeste. Pronto llegaron a la conclusión de que para que la familia pudiese salir adelante ella tendría que trabajar, y un amigo le contó que la Universidad de Chicago estaba contratando gente con formación científica para un proyecto secreto. Presentó una solicitud y fue contratada como bioquímica junior en el Laboratorio Metalúrgico del Proyecto Manhattan.
Del proyecto Manhattan a la fundación de la medicina nuclear
Su tarea era estudiar el metabolismo, la afección de los tejidos y la excreción del radio y los elementos resultantes de la fisión nuclear en los órganos y organismos animales. En una entrevista que ella misma dio décadas después, contó que aunque en el instituto solía odiar las clases de biología en las que había que diseccionar ranas o gatos, ya de adulta, y a cambio del dinero que le permitiese mantener a su familia, no le parecía tan terrible trabajar en animales.

La esa combinación en su formación entre la biología, la química y la física determinó que se le asignase esa tarea, y con ello, que participase en la fundación de la medicina nuclear, una rama de la práctica médica que busca aplicar elementos radiactivos en la detección y tratamiento de algunas enfermedades. Hasta ese momento, apenas era utilizada en el tratamiento de algunas patologías relacionadas con la tiroides, pero tras el Proyecto Manhattan y sus avances, esas posibilidades se multiplicaron.
En 1947, Lathrop obtuvo el puesto de investigadora asociada especializada en bioquímica en el Laboratorio Nacional Argonne, heredero del Proyecto Manhattan. Años después, cansada de los largos trayectos diarios hasta su trabajo y de compaginarlos con el trabajo de criar a sus cinco hijos, cambió de empleo y empezó a trabajar en el Hospital Argonne de Investigación y Cáncer, perteneciente a la Universidad de Chicago. Su puesto era el de bioquímica en el departamento de cirugía, pero su sueldo se redujo a la mitad. Allí fue la mano derecha de Paul Harper, el investigador jefe del laboratorio. La colaboración entre ambos duró más de 40 años.
De los tratamientos a la detección por imagen
Al principio, las investigaciones de su equipo se centraron en implementar el uso de materiales radiactivos para el tratamiento de patologías, pero poco a poco fueron virando hacia el campo de la imagen médica: se dieron cuenta de que varios de esos elementos podrían servir para ver el cuerpo y sus órganos por dentro durante las pruebas de detección de anomalías y enfermedades. Con esa base construyeron su primer escáner cerebral y produjeron sus primeras imágenes de calidad en 1963, publicando los resultados al año siguiente.
Lathrop desarrolló una serie de moléculas marcadas que servían para obtener imágenes de la tiroides, el hígado o los huesos, entre otros, y junto a Harper desarrolló un método aplicable a nivel comercial para producir yodo-135, una de esas moléculas. También ayudó a desarrollar la tecnología necesaria para utilizar esta molécula, junto con un componente fluorescente, para obtener imágenes de calidad de la glándula tiroidea, reduciendo en gran medida la exposición del paciente a la radiación respecto a los métodos anteriores.
Lathrop siguió trabajando en este campo de la medicina toda su carrera, incluyendo sus años como profesora emérita. Fue una de las primeras personas que impartió cursos de seguridad radiológica para trabajadores que debían manejar materiales radiactivos. Con los años recopiló una extensa base de datos sobre los efectos de la radiación en distintos tejidos, que tenía la intención de sistematizar y compartir con otros investigadores del mismo campo. En 1999 publicó su última investigación, basada en estos datos.
En el año 2000 se retiró tras sufrir un ictus. Murió cinco años después.
Referencias
- Katherine Austin Lathrop, Wikipedia
- Oral History of Medical Physicist Katherine L. Lathrop and Physician Paul V. Harper, U. S. Department of Energy, 26 enero 1995
- Anne Harding, Katherine Austin Lathrop, The Lancet 365 (9470) (
- Katherine A. Lathrop, Atomic Heritage Foundation
- Nuclear medicine pioneer Katherine Austin Lathrop, 1915-2005, University of Chicago Medical Center, 18 marzo 2005
- The Nuclear Age, Department of Radiology, University of Chicago
- Alexander Gottschalk, Katherine Austin Lathrop, 1915–2005, Journal of Nuclear Medicine 46 (5) (2005) 18
- Jeremy Pearce, Katherine Lathrop, Pioneer in Isotopes, Is Dead at 89, The New York Times, 27 marzo 2005
Sobre la autora
Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.