Carmen Aldecoa nació en Turón de Mieres, un pequeño pueblo de Asturias, el 10 de diciembre de 1897. Aunque comenzó su carrera como científica y profesora, la Guerra Civil cambió el rumbo de su vida.
La historia de esta asturiana está impregnada de ciencias, letras y, sobre todo, compromiso y solidaridad.
Inicios en la oceanografía
Carmen Aldecoa estudió Ciencias Naturales en la Universidad Central de Madrid en una época nada fácil para las mujeres universitarias. Contaba Carmen que en su primer año, en 1915, las únicas tres alumnas y un sacerdote se sentaban aparte, y algunos compañeros lo llamaban con desprecio “la zona de las faldas”. También tuvo que enfrentarse a profesores en desacuerdo con los nuevos espacios que las mujeres trataban de ocupar. Cuenta Carmen que un profesor de Química les decía: “Señoritas, la química es una ciencia viril. Ustedes nunca serán buenas químicas”.
En 1918, Carmen empieza a compaginar sus estudios con el trabajo en el Instituto Español de Oceanografía (IEO) como alumna interna y recibe una beca de 600 pesetas para formar parte de las investigaciones que se realizarían en julio, agosto y septiembre en el Laboratorio de Santander del IEO. Su participación en algunos de estos trabajos los recogió la prensa de la época. El 27 de julio, un tiburón peregrino de más de tres metros de longitud fue capturado a una milla de Santander por una lanchilla de pesca. Fueron Carmen Aldecoa y otra alumna del IEO las encargadas de conservar la cabeza y estudiar las vísceras del escualo.
La asturiana se licenció en marzo de 1920 y un mes después se incorporó al IEO en Madrid, convirtiéndose en la primera científica que contrataba la institución. Estuvo algo más de un año y medio, hasta que renunció al puesto por enfermedad. Durante ese tiempo, recibió una ayuda para hacer una estancia en la Universidad de París, donde se especializó en animales inferiores, como se conocía en esa época a los invertebrados más simples. Más tarde, en 1926, entraría a formar parte de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
De profesora a heroína de guerra
Continuó como profesora en la Universidad Central hasta 1932, momento en el que Carmen dio un importante cambio en su vida. Aprobó los exámenes para ejercer de profesora de segunda enseñanza y dejó Madrid para volver a su tierra. Ejerció primero un año en Mieres y, al año siguiente, obtuvo la cátedra de Historia Natural del Instituto de Santander Menéndez Pelayo donde trabajó hasta que estalló la Guerra Civil.
En ese momento, es destinada al Colegio Cántabro de Santander, donde se haría responsable del albergue de hijos de milicianos, un refugio que acogía a más de 200 niños y niñas cuyos padres combatían en el frente.
Fue aquí cuando conoció al que fue su marido, Jesús González Malo, obrero portuario y presidente del sindicato de trabajadores del muelle de Santander que formaba parte del Comité de Guerra del Frente Popular y era comisario general de las milicias de la ciudad.
En los meses siguientes, el avance y recrudecimiento de la Guerra Civil llevaron al límite el albergue de hijos de milicianos. Llegaban refugiados de los pueblos y de otras provincias, que encontraban en la capital cántabra su única salida a medida que avanzaba el frente norte.
Entre los meses de julio y agosto de 1937 más de 30 000 personas fueron evacuadas desde Santander por mar a Francia. El 14 de agosto dio comienzo la batalla de Santander y las fuerzas sublevadas, apoyados por la aviación alemana y tropas italianas, tomaron la ciudad en apenas 15 días. El 24 de agosto del 1937, dos días antes, comenzó la evacuación de la mayoría de los dirigentes republicanos de Santander, entre ellos Jesús Malo, que logró llegar a Burdeos. No sabemos si Carmen viajaba con él o lo hizo antes, pero ambos se reunieron en Francia, desde donde regresaron a España, a Barcelona.
En la ciudad condal, donde seguía gobernando la República, Carmen se dedicó en cuerpo y alma a la evacuación de niños refugiados. Fue directora de la colonia Iberia en Lyon, un orfanato en el que se refugiaron cientos de niñas y niños durante la guerra. Ella misma acompañó personalmente, en varias ocasiones, a grupos de niños en su viaje desde Barcelona a Lyon.
Literatura y solidaridad en el exilio
Cuando termina la guerra, Carmen y Jesús huyen definitivamente a Francia, donde sobrevivieron en un campo de concentración hasta que pudieron embarcarse en el Mexique y llegar a Cuba, donde se exiliaron los primeros años.
Allí Carmen siguió inmersa en la lucha por ayudar a los refugiados de la guerra. Fue vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Ayuda al Pueblo Español y vocal de la directiva del Ateneo Socialista Español. Además, ejerció como profesora en la Escuela Libre de la Habana, creada a semejanza de la Institución Libre de Enseñanza por intelectuales cubanos y exiliados españoles.
Jesús consiguió un visado en Nueva York y trabajó durante un año de lavaplatos hasta que pudo ahorrar lo suficiente para pagar el billete de Carmen. Tras pasar por varias universidades, Aldecoa consiguió trabajo como profesora de español y civilización española en la Universidad de Nueva York, donde trabajaría más de 20 años, logrando un gran reconocimiento y prestigio entre la comunidad universitaria.
En este tiempo en Estados Unidos, tanto Jesús como Carmen se volcaron en la lucha contra la dictadura desde el exilio y, especialmente, en la ayuda a refugiados españoles en todo el mundo. Participaron activamente en las Sociedades Hispanas Confederadas, más conocidas como las Confederadas, una organización de apoyo a los refugiados radicada en Nueva York.
La lucha política de Jesús y Carmen, así como detalles de su vida privada, han quedado documentados a causa del espionaje que el FBI hizo al matrimonio, cuyas comunicaciones con el extranjero eran intervenidas. Unas cartas que muestran su enorme trabajo para evitar deportaciones, gestionar acogidas y ayudar a exiliados en el extranjero.
Además, Jesús, con la ayuda de Carmen, promovió y dirigió una publicación antifranquista, España Libre, siempre con dificultades para su financiación, pero que conseguía distribuirse en los principales países que acogían refugiados españoles e incluso llegaba a España gracias a un sistema clandestino de mensajería que estableció a través de marineros en el puerto de Baltimore. Carmen publicó varios ensayos en esta revista sobre la literatura y el pensamiento obrero que, en 1957, recogió en el libro Del sentir y del pensar.
Aldecoa colaboró con otras organizaciones que asistían a los refugiados españoles, como la Spanish Refugee Aid (SRA) que lideraba la hispanista Nancy Macdonald, con quien Carmen tuvo una estrecha amistad. Esta organización, a lo largo de tres décadas, recaudó más de cuatro millones de dólares y ayudó a más de 5 500 familias con medicinas, ropa, pagas mensuales y apoyo y contacto personal.
Regreso a España
En 1965 fallece Jesús y al poco tiempo ella se jubila y vuelve a Madrid. Carmen Aldecoa continuó trabajando en la ayuda a los refugiados antes y después de la muerte de Franco. Fue un importante enlace en España para hacer llegar las ayudas económicas de la SRA durante los años 60 y 70.
En 1977, la asturiana acogió y acompañó en su primer viaje por España a Nancy Macdonald con el doble objetivo de gestionar las ayudas de la SRA y de entrevistar a supervivientes de la Guerra Civil, unas entrevistas que Macdonald recogió en el libro Homage to the Spanish exiles, voices from the Spanish Civil War, que está dedicado a Carmen Aldecoa.
Carmen participó en la fundación de la asociación Amigos de los Antiguos Refugiados Españoles cuyo objetivo era continuar el trabajo de la SRA y para que, una vez establecida la democracia, las ayudas a los refugiados se realizasen desde España.
A esta labor humanitaria continuó dedicada Carmen Aldecoa hasta su muerte en 1988, a los 90 años.
Esta historia es fruto de una investigación del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) en el marco del proyecto Oceánicas que tiene entre sus objetivos recuperar historias de pioneras de la oceanografía. El artículo completo puede encontrarse en la web del proyecto.
Sobre el autor
Pablo Lozano Ordóñez, Doctorando en Conservación y Gestión del Mar, Instituto Español de Oceanografía (IEO – CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.