Aunque el papel de las mujeres durante la conquista espacial solo en contadas ocasiones ha sido reconocido por el público, y normalmente esto ha ocurrido con décadas de retraso, lo cierto es que las mujeres estuvieron ahí desde el principio, por todas partes y en todos los momentos.
A menudo en segunda fila (con contadas excepciones como la de Valentina Tereshkova o Mae Jemison), fueron mujeres las encargadas, por ejemplo, de generar parte del código que utilizarían el Módulo de Mando y el Módulo Lunar de la misión Apolo 11, la primera que puso a un hombre sobre la Luna (Margaret Hamilton, la primera en utilizar la expresión “ingeniería de software”) y también la responsable de elaborar el código que abortase la misión y trajese a los astronautas de vuelta si algo salía mal en la Apolo 13 (fue la labor de la ingeniera Judith Love Cohen).
Una profesora de matemáticas menos, una calculadora de trayectorias de cohete más
Otra de esas mujeres fue Billie S. Robertson, matemática, que participó en el desarrollo de los programas y modelos de lanzamiento de varios programas espaciales, entre ellos también la misión Apolo. Una mujer cuyo papel fue esencial en el desarrollo de la exploración del espacio y de los avances tecnológicos que resultaron de la misma: materiales de construcción, superconductores, informática y computación…
Robertson nació en Jasper, Alabama, en una familia con pocos recursos económicos que creía sin embargo que la educación era la mejor forma de salir adelante y salir de la pobreza. Aunque eran una familia grande, todos ellos pudieron continuar su formación más allá de la secundaria. Robertson amaba las matemáticas y su padre le animó a seguir ese interés, pero ella pensaba que había pocas formas de hacerlo más allá de convertirse en profesora, así que se graduó en Educación, en la especialidad de Matemáticas, en lo que hoy es la Universidad del Norte de Alabama. Su intención original era ejercer como maestra, pero en 1951 empezó a trabajar para una compañía de productos químicos dentro de la base militar de Redstone Arsenal calculando el impulso de motores para cohetes.
En 1952 aceptó un puesto de trabajo para la Armada, que en esos años buscaba activamente más matemáticos e ingenieros que incorporar a sus filas, dentro del equipo de diseño de esos cohetes. Por entonces no conocía a ninguna otra mujer que trabajase como matemática allí, aunque sí había lo que llamaban computadoras, mujeres encargadas de introducir en aquellos ordenadores primitivos los programas creados por los matemáticos.
El hecho de ser la única mujer en ese puesto hizo que recibiese mucha publicidad. “Fue un poco embarazoso”, contaría ella años después. Escribieron sobre ella en varias revistas y le hicieron fotografías en su casa con su familia.
Fue en ese puesto cuando aprendió a calcular y medir trayectorias de despegue, algo que utilizaría más adelante en su puesto en la NASA. Durante su trayectoria en la Agencia Espacial, Robertson trabajó con material clasificado (eran los años de la Guerra Fría y la competición con la Unión Soviética por la conquista del espacio era feroz) relacionado con distintos programas espaciales.
Entre otros, Robertson participó y elaboró parte de los cálculos de guía y control del programa Júpiter C, que terminaría enviando al espacio el Explorer 1, el primer satélite estadounidense. Como parte de su trabajo, elaboró simulaciones sobre trayectorias de despegue que permitieron el éxito de esa misión.
Llegada a la NASA para poner nuevas misiones en órbita
En los años 60 el trabajo de su laboratorio en la Armada se trasladó definitivamente a la NASA, donde Robertson ayudó a desarrollar el manual para elaborar modelos por ordenador para los lanzamientos de la misión Apolo (que pondría el primer hombre en la Luna en 1969), la Skylab y el proyecto de pruebas Apolo-Soyuz (ASTP, por sus siglas en inglés).
En la misión Apolo contribuyó a realizar los cálculos necesarios para que los vuelos preliminares sirviesen para prever y tener en cuenta todos los posibles imprevistos y accidentes que pudiesen ocurrir en la misión y solventarlos con éxito. “De pronto se me ocurrió, ¿qué pasa si nos quedamos sin electricidad? ¿Qué haríamos? Que luego no pasó. Pero estuvimos trabajando en ello muy en serio, nadie hablaba ni se reía. Aunque una vez que supimos que teníamos las condiciones necesarias para ir a la Luna, entonces sí que cundió la alegría, una especie de relajación”.
Una vez cumplida la misión, tocaba sacar de ella misiones útiles para el futuro, y una de ellas fue que todo ese trabajo debía documentarse adecuadamente para que sirviese como guía en el futuro a las siguientes misiones.
Durante el programa ASTP, Robertson actuó como coordinadora de toda la labor de apoyo a la Oficina de Servicios de Computación, encargada del intercambio de información entre distintos integrantes de la misión respecto al lanzamiento. Elaboró el plan que definía las responsabilidades de cada integrante en determinadas instalaciones y oficinas, lo que hizo al equipo eficaz y ágil al elaborar las importantes pruebas previas al despegue de las aeronaves, además de las operaciones de despegue, vuelo, operación y recuperación y procesamiento de los datos posteriores.
Por este trabajo, Robertson fue reconocida como Empleada del Mes del proyecto ASTP en mayo de 1975 y recibió como premio una plaza para ver el despegue en directo desde Cabo Cañaveral, gracias también a la documentación previa que había elaborado para los lanzamientos espaciales. “No estaba en la sala de ordenadores así que no sé si tuvieron que utilizar mi manual, pero allí estuvo por si hizo falta”.
Hacia el final de su carrera su trabajo tuvo cada vez más que ver con sentar las bases sobre las que tendrían que trabajar otros matemáticos e ingenieros. Se dedicó a la supervisión de las subcontratas a empresas dedicadas al análisis, el desarrollo y el mantenimiento de los modelos matemáticos utilizados en ordenadores cada vez más avanzados. “Nunca quise irme a trabajar para la empresa subcontratada. ¿Qué ocurriría con mi empleo si perdían ese contrato? Perdería mi trabajo. Sin embargo en la NASA siempre tendría un sitio, así que me quedé en la NASA”, explicaría ella años más tarde. Actuando como intermediaria entre la agencia y esas empresas, siguió siempre al día de lo que implicaban sus trabajos. Estas tareas requerían que ella definiese, coordinase y dirigiese los sistemas de estudio de órbitas, trayectorias y planificación de las misiones que se lanzarían al espacio.
Además de su trabajo como matemática, Robertson dedicó mucho tiempo de su carrera en activo visitando institutos y escuelas para convencer a las mujeres jóvenes de buscar una oportunidad laboral en la industria aeroespacial. En ese momento, mucho del trabajo de cálculo y los primeros desarrollos de software eran elaborados a mano por mujeres con conocimientos matemáticos y de programación. Se retiró en 1979.
Referencias
- Lee Mohon, Billie Robertson, NASA, 8 marzo 2018
- Marshall Remembers Apollo: Billie Robertson, NASA’s Marshall Space Flight Center
Sobre la autora
Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.
1 comentario
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