Todos tenemos nombre: los humanos, los animales, las montañas, los ríos, los mares, los planetas y también las bacterias, aunque no las veamos.
Hay más microorganismos que estrellas en el universo, ¡cómo no iban a tener nombre! Viven en humanos, animales, montañas, ríos y mares. Las personas tenemos en nuestro cuerpo tantas células como bacterias, aunque todavía las siguen contando.
Uno de los trabajos del microbiólogo consiste en poner nombres a los microorganismos, lo que se denomina nomenclatura. Se ocupa de dar nombre a las especies y es un componente sustancial de la clasificación de los seres vivos puesto que asigna un nombre inequívoco a cada especie.
A partir de la ordenación de los seres vivos en especies y géneros, se pueden construir clasificaciones de los mismos para disponer de un sistema ordenado que permite la identificación de un ejemplar determinado en la escala de los seres vivos. Las especies representan la unidad básica de la historia evolutiva de los seres vivos.
Especies con nombre y apellido
Desde la época de Linneo (1707-1778), las especies se agrupan en géneros que engloban a especies semejantes. Cada especie recibe una etiqueta binomial: un nombre genérico para todas las del mismo género y un nombre específico para cada una de ellas, como apellido y nombre.
En nuestro argot, género y especie se agrupan además en familias, tienen incluso sus árboles genealógicos y hasta reinos. Se puede pertenecer al mismo género, por ejemplo, Pseudomonas, pero hay más de 200 especies de Pseudomonas distintas.
El tener un nombre u otro significa la vida, en sentido literal. No es lo mismo decir en un hospital Pseudomonas fluorescens que decir Pseudomonas aeruginosa o Vibrio cholerae. En el segundo caso saltan todas las alarmas; de ahí la importancia de llamar correctamente a los microorganismos.
La gente de campo también sabe microbiología. Conoce a Xylella (apellido), microorganismo transportado por diversos insectos que se puede transmitir a los árboles, almendros u olivos, entre otros, causando una lenta muerte. Lo que no saben es su nombre: fastidiosa.
Las garrapatas son temidas, pero tampoco se sabe muchas veces por qué. Son el transporte de más de un tipo de microorganismo: en ellas viajan Rickettsias (varias), Borrelia burgdorferi o Anaplasma phagocytophilum, causantes de enfermedades.
Los dueños de animales de compañía saben que deben evitar que sus perros contraigan leishmaniosis y cuidan a sus mascotas con mimo para evitarla, aunque no sepan que lo provoca Leishmania infantum.
Conocer el mundo microscópico
Se requiere de una buena formación en el conocimiento de los microorganismos. Un rumor urbano habla de alguien que comentó a una madre preocupada por si su hijo estaba infectado por Giardia lamblia (apellido y nombre): “No se preocupe señora, su hijo no tiene ni giardia ni lamblia”. La señora debió quedarse tranquila por la información recibida porque su hijo no tenía uno, sino dos microorganismos.
La denominación de los microorganismos es variada. Vampirovibrio chlorellavorus es una bacteria que come microalgas. Pyrococcus furiosus vive a elevadas temperaturas (pyro, relativo al fuego) y es esférico (coccus). Acidianus infernus vive en ambientes ácidos y contiene ianus o janus en referencia al dios romano de dos caras.
En Thiomargarita namibiensis, thio significa azufre (lo utiliza), margarita es perla en griego (porque es redonda) y “namibiensis” alude a Namibia, donde se encontró.
30 años bautizando a microorganismos
En nuestro laboratorio de Microbiología en la Universitat de les Illes Balears llevamos trabajando más de treinta años descubriendo y poniendo nombres a bacterias de ambientes y lugares diferentes: suelos, depuradoras, hospitales, plantas y hasta aguas de hemodiálisis. Algunas son, incluso, de la Antártida.
Una de las primeras bacterias descritas en nuestro laboratorio fue Pseudomonas balearica. Otras bacterias descritas por nosotros han sido:
- Pseudomonas aestusnigri (aestus nigri significa marea negra), descubierta a raíz del vertido del petrolero Prestige en las costas de Galicia.
- Pseudomonas nosocomialis (nosocomium significa hospital) presente en hospitales de Uganda, Suecia y Mallorca.
- Pseudomonas de cítricos, como Pseudomonas caspiana (del mar Caspio) en Irán y Pseudomonas nabeulensis o karouensis, propia de regiones de Túnez.
Para poner nombre a las bacterias necesitamos conocerlas bien. Les hacemos una fotografía con el gran microscopio electrónico de nuestra universidad, así sabemos su tamaño y también si tienen flagelos que les sirven para nadar. Averiguamos a qué temperatura pueden vivir y cuál es la concentración de sal que prefieren, cuál es su menú favorito, qué compuestos pueden degradar o no. Y así más de cincuenta pruebas diferentes.
Analizando todos sus nucleótidos, podemos comparar unas bacterias con otras y saber si son nuevas especies, y ponerles nombre o identificarlas si se parecen a otras ya conocidas que ya tienen nombre. Para ello mantenemos una colección de más de 1 000 cepas o ejemplares del género Pseudomonas congeladas a -70 ℃.También conocemos y analizamos su genoma. Fuimos los primeros en secuenciar un genoma completo de un ser vivo en nuestra comunidad autónoma.
Bibliotecas microbianas
En todo el mundo (Japón, Suecia, España, Corea, China, Francia, Bélgica) existen las llamadas colecciones de cultivos tipo. Son los guardianes, bibliotecarios microbianos. Cada país tiene su colección, en donde se conservan todas las especies conocidas. Allí es donde las puedes comprar si las necesitas o puedes regalarle (depositar en nuestro argot) una nueva especie. De esa manera todos los científicos pueden acceder a ellas.
En el caso de que se detecte en un hospital, todos los esfuerzos estarán destinados a evitar que ese microorganismo no se disemine, como ocurrió en el caso de listeriosis transmitida por comer carne mechada contaminada en el verano de 2019 en España.
Se suministrarán los antibióticos más sofisticados para curar al enfermo y se hará un seguimiento exhaustivo, pero siempre deberíamos saber el nombre del diminuto responsable del problema.
Cada comunidad autónoma tiene asignado un hospital con centinelas médicos vigilantes encargados, a nivel nacional, de velar e informar de los casos que requieran de especial atención, como el virus del Ébola hace unos años.
Cada vez que vean el nombre de un microorganismo, ahora ya saben que hay muchos investigadores en todo el mundo –invisibles también– trabajando para conocer su vida y milagros, y encontrar la manera de ayudar a su gestión.
Sobre la autora
Elena García-Valdés Pukkits, Catedrática de Microbiología, Universitat de les Illes Balears
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.