Mary Alice McWhinnie: una pionera en la Antártida

Vidas científicas

Mary Alice McWhinnie.

La bióloga Mary Alice McWhinnie ha pasado a la historia por ser una de las pioneras científicas que fue a trabajar a ese inhóspito y gélido territorio que es la Antártida. Experta en un pequeño crustáceo, el kril, que vive en sus aguas y es fundamental para la vida marina, McWhinnie cruzó el peligroso pasaje del Drake, o mar de Hoces, y logró trabajar en la base polar americana McMurdo, convirtiéndose, junto a su ayudante, en las primeras mujeres americanas en vivir un invierno allí junto a 128 hombres. Pocos años después, fue nombrada científica jefe del buque oceanográfico USNS Eltanin, una carrera que se truncó demasiado pronto debido a un tumor cerebral.

Hoy las poblaciones de kril, una especie de gamba clave en la cadena alimentaria de fauna como ballenas o pingüinos, está en una grave crisis, sobre todo por su demanda para cosméticos, complementos para la nutrición humana y comida para mascotas, algo impensable cuando McWhinnie las estudiaba. Su comercio implica que se extraen del mar decenas de miles de toneladas al año, muchas en la Antártida. La parte positiva es que el Mar de Ross donde ella trabajó es un área marina protegida desde 2016.

Nada de esto podía imaginarse cuando nuestra científica, oriunda en Chicago (EE. UU.), comenzó sus trabajos. Nació el 10 de agosto de 1922 en una ciudad marcada por la mafia y poco se sabe de cómo comenzó su interés por la ciencia. El primer dato biográfico sobre su carrera indica que se licenció en Biología en la Universidad DePaul de su ciudad en 1946, donde comenzó a trabajar como profesora.

Tras obtener su doctorado en Zoología y Fisiología en la Universidad Northwestern en 1952, Mary Alice continuó ascendiendo en DePaul, llegando dirigir el Departamento de Ciencias Biológicas entre 1964 y 1969. Eran años en los que el profesorado seguía siendo muy masculino, en concreto con muchos sacerdotes vicentinos, y ella impulsó la presencia femenina al contratar a mujeres como docentes o formando parte de la Junta de Promociones de la institución. Además, destacaba porque lideraba iniciativas de investigación al conseguir financiación federal para programas de doctorado.

La llegada al continente de hielo

Un año fundamental en su vida científica fue 1962, cuando por fin se aprobó su proyecto para estudiar «La relación entre la temperatura del agua y la fisiología de los crustáceos en muda», en concreto del kril, dentro del programa antártico polar de la Fundación Nacional de Ciencias que Estados Unidos desarrollaba en la Antártida. Lo llevaba presentando desde 1959 y, finalmente, fue seleccionada para ir al continente de hielo a bordo del Eltanin. Era la primera mujer en su país en conseguirlo. Para acompañarla en la aventura, invitó a Phyllis Marciniak, otra investigadora de DePaul, que sería su asistente. En aquella expedición, ambas visitaron el mar de Ross, el mar de Weddell y el frente de las islas Orcadas del Sur, viajes que en parte compartirían con otras dos investigadoras chilenas.

Mary Alice McWhinnie.

Si aún hoy viajar a las bases antárticas es una odisea de logística, hace más de 60 años las complicaciones eran infinitas. Con malas comunicaciones (no existía internet), un clima gélido y sin los materiales que hoy se tienen, la vida polar no era nada fácil, pero era algo que a Mary Alice McWhinnie no parecía importarle, fascinada por conocer un territorio que todavía en la actualidad es un gran desconocido. Sus cartas y textos reflejan la dureza a la que se enfrentaba: «Estaba calada hasta los huesos y casi congelada —mares en calma—. Estuvimos pescando durante siete horas con fuerza de mar 5 (todas las paradas a 8) y, mientras separaba a los animales, nos inundamos, incluyéndome a mí», dejaría escrito en uno de sus cuadernos de bitácora.

Como a tantas personas, la Antártida la atrapó para siempre y en los años siguientes participó en otras muchas expediciones en el buque Eltanin, realizando hasta once viajes, algunos acompañada de sus estudiantes. En la expedición de 1972, volvió a convertirse en una pionera al obtener el cargo de Científica Principal del buque oceanográfico. Y solo dos años después, en la campaña de 1974, volvería a romper barreras: con la monja bióloga Mary Odile Cahoon serían las dos primeras mujeres en pasar todo el invierno en la Estación de Investigación McMurdo, a orillas del Mar de Ross.

En ese lugar prístino y salvaje, era feliz. En una de las cartas enviadas desde McMurdo firmaba como «la chica de las botas de conejito, arrastrada por el viento y pescando a través de 2,5 metros de hielo marino, en el fin del mundo, el lugar más alto, más frío, más ventoso y más inhóspito de la Tierra: la Antártida». Al año siguiente, una vez más sería la primera científica en la pequeña base científica Palmer, en una isla de la Península Antártica donde los proyectos aún son especializados en biología marina y existe un laboratorio con su nombre.

Fruto de todo su trabajo polar son más de 50 artículos científicos e infinidad de presentaciones públicas de sus resultados. Durante los veranos australes de 1977-78 y de 1978-79, logró mantener vivo al kril en un tanque con agua de mar con flujo continuo. Así descubrió que el crustáceo se vuelve en apariencia más pequeño y menos maduro sexualmente tras el desove, un fenómeno llamado «regresión», y reveló que se debía a que deben nadar continuamente cuando escasea el fitoplacton del que se alimentan durante el invierno. Era una adaptación a un entorno muy frío.

Pero no solo estudiaba seres de aguas gélidas. Mary Alice también hizo importantes investigaciones sobre los cambios biológicos en los cangrejos de río, como por ejemplo la muda: observó que es un proceso necesario para el crecimiento del organismo.

Mary Alice McWhinnie.

Los tres años previos a su fallecimiento, que tuvo lugar el 17 de marzo de 1980, los pasó viajando por todo el mundo, dando conferencias sobre el kril y acumulando una extensa bibliografía con sus publicaciones científicas. Un tumor cerebral acabaría con su vida a la temprana edad de 57 años.

Tras su muerte, el Comité Asesor sobre Nombres Antárticos nombró un pico montañoso antártico como el McWhinnie Peak en su honor. También ese año, por su dedicación a la ciencia y a sus estudiantes recibió póstumamente el máximo galardón de la Universidad DePaul, el Premio Via Sapientiae, si bien no deja de sorprender lo poco que hay escrito sobre su vida.

Hoy se sabe que sus contribuciones científicas a la comprensión de la fisiología, la distribución, los hábitos y el papel crucial del kril como fuente de alimento marino son referencias muy valiosas para el estudio del cambio climático y la contaminación, al ayudar a comprender cómo están afectando a la vida marina. La actual situación de un organismo al que dedicó gran parte de su vida seguramente la hubiera convertido en una activista en su defensa desde la ciencia. Ella conocía su valor por encima de los beneficios que pueda tener para los gatos domésticos o hidratar la piel.

​Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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