Beatrix Potter (1866-1943), asombrosa y controvertida estudiosa de hongos y líquenes

Vidas científicas

Aunque principalmente conocida por sus libros de cuentos infantiles bellamente ilustrados, Beatrix Potter fue también gran admiradora de la naturaleza y excelente artista botánica. Nacida en Inglaterra, pintó cientos de detalladas y minuciosas láminas con las que lograría poner de manifiesto la belleza escondida de los hongos y los líquenes. Según Linda Lear, una de sus biógrafas, «Potter nunca vio el arte y la ciencia como mutuamente excluyentes, sino que registró lo que veía principalmente para evocar una respuesta estética».

Beatrix Potter (1913).

Beatrix Potter pertenecía a una familia de clase media alta, y recibió una esmerada educación en casa a cargo de institutrices junto a su hermano, algo alejada de otros niños y niñas. Su padre y su madre tenían talento artístico y ambos disfrutaban de la vida en el campo. La familia pasaba sus vacaciones principalmente en una región situada en el noroeste de Inglaterra llamada Lake District, hoy Parque Nacional, con bellos parajes montañosos donde Beatrix desarrolló un gran amor por el paisaje, la flora y la fauna, que observaba y pintaba meticulosamente..

Cuando tenía 15 años, Potter empezó un diario al que se considera sustancial para comprender la evolución de su notable creatividad. El escritor Leslie Linder (2012) ha apuntado que a él «le sirvió como experimento literario», ya que sus escritos reflejan cómo fueron madurando los intereses artísticos e intelectuales de la joven, su sorprendente visión de los lugares que visitaba, y su inusual capacidad para observar la naturaleza y describirla. El diario comenzó en 1881 y terminó en 1897. A partir de esta última fecha, las energías artísticas e intelectuales de Potter se vieron absorbidas por sus estudios científicos a los que sumó considerables esfuerzos con el fin de publicar sus dibujos.

En el desarrollo personal de Beatrix Potter, la vida rural y su interés por la naturaleza tuvieron un notable impacto. Inicialmente, ha descrito Linda Lear, se despertó en ella una gran curiosidad casi por todas las ramas de la ciencia, aunque con el tiempo su interés se centró en la micología, disciplina dedicada al estudio de los hongos. Desde pequeña, encontró gran deleite en pintar estos organismos, a los que dibujaba con sorprendente pericia y belleza estimulada por Charles McIntosh (1830-1922), un cartero rural escocés amigo de la familia y cuidadoso observador de la flora y la fauna locales. Este naturalista autodidacta era ampliamente conocido por «usar sus recorridos de repartidor postal como un gran laboratorio al aire libre» y, según ha relatado la escritora Marta McDowell, despertó en la joven Beatrix una ilusionante afición.

Charles McIntosh no solo proporcionó a Potter numerosos especímenes, sino que la entrenó en la clasificación científica y en los pasos iniciales de la microscopía, poniendo el acento en la necesidad de prestar atención a los pequeños detalles tan útiles para observación de estructuras minúsculas. Como ha señalado el escritor Byron Breedlove, la joven se sintió atraída por «la variedad de formas y colores de los hongos, además del desafío que representaban para la técnica de acuarela [que ella empleaba]».

El interés de Beatrix Potter por los hongos se fue transformando en una actividad cada vez más rigurosa. Su primer trabajo conocido fue una pintura datada en el verano de 1887, cuando solo contaba con veinte años de edad. En la página web The British Mycological Society, se subraya que con posterioridad llegaría a producir unas 350 láminas muy precisas principalmente de hongos y de líquenes.

Siguiendo los consejos de McIntosh, comenzó a incluir en sus ilustraciones detalladas secciones transversales observadas al microscopio, junto a minuciosos dibujos de las diminutas esporas fúngicas. Recordemos que las esporas son estructuras microscópicas unicelulares importantes para la reproducción de los hongos, helechos, musgos, hepáticas y algas verdes. Tras largas horas de observaciones, la joven produjo delicados dibujos y realizó diversas exploraciones sobre la germinación de las esporas fúngicas, y la influencia del ambiente en este proceso (The British Mycological Society).

Beatrix Potter se reveló como una micóloga capaz y entusiasta. Hacia 1896 había logrado cultivar con éxito varias especies de hongos en placas de vidrio, y llevar a cabo detallados rastreos al microscopio. La página web de la Linnean Society sostiene que su punto fuerte estaba basado en una «meticulosa observación y gran destreza artística. No cabe duda de que era una ilustradora consumada que observaba minuciosamente y registraba con fidelidad lo que veía».

El interés científico de Beatrix Potter también fue impulsado por su tío, el eminente químico inglés Sir Henry Roscoe (1833-1915), quien reconoció el talento artístico de la joven y valoró su afición por los hongos. Se convirtió en su principal mentor, e intentó por diversos medios que fuese admitida como estudiante en el Jardín Botánico de Kew, pero no lo consiguió. Al parecer, el director del Jardín William Thistleton-Dyer (1843-1928) no le prestó demasiada atención y denegó su admisión, probablemente por la única razón de ser mujer.

No obstante, como describe la página web The British Mycological Society, tal rechazo no disminuyó el interés de Potter y durante al menos una década estudió cuidadosamente las esporas fúngicas al microscopio, indagando intensamente acerca de su germinación y características. Cuando se sintió lo suficientemente segura sobre el tema, redactó un artículo sobre bajo el título «On the germination of the spores of Agaricineae», y en 1897 lo presentó en la Linnean Society de Londres para su publicación (el término Agaricineae hace referencia a un amplio grupo de hongos). Desafortunadamente, el manuscrito no fue aceptado, ¿otra señal de la misoginia reinante?

El conflictivo rechazo de un trabajo científico

Según diversos autoras y autores, Beatrix Potter había invertido un tiempo considerable en la preparación del artículo de On the germination …, y este fue «leído y discutido el 1 de abril de 1897» en la Sociedad Linneana. No fue ella quien realizó la habitual lectura ante quienes debían juzgar el trabajo. Diversas versiones apuntan que fue así porque era la norma, pues la práctica habitual señalaba que los artículos siempre los leía alguien distinto del autor, usualmente los secretarios (Linnean Society of London).

Beatrix Potter (1913).

Otras opiniones afirman, como por ejemplo sostiene Linda Lear, que no se le permitió presentar su artículo por ser mujer. De hecho, diversas investigadoras han registrado que en aquella época no se admitía que las mujeres asistiesen a los actos científicos y mucho menos que publicaran artículos; como actividad femenina, solo se consentía que ilustraran temas de botánica.

Una vez leído, el documento original fue rechazado porque se llegó a la conclusión de que necesitaba algún trabajo adicional antes de que pudiera imprimirse. Al respecto, Potter escribió a su amigo McIntosh informándole que «el artículo se leyó en la Linnean Society en cuanto fue recibido […], pero dijeron que requería más trabajo antes de imprimirlo». El día 8 de abril, presumiblemente con el fin de realizar correcciones, la autora retiró su manuscrito, algo que según la Sociedad Linneana es lo que suele ocurrir ya que los trabajos no se publican de forma automática, sino que la mayor parte deben revisarse.

Beatrix Potter nunca volvió a presentar su artículo con las correcciones pertinentes para publicarlo. En épocas posteriores, este hecho ha generado numerosas controversias ya que se ha interpretado de maneras muy diferentes. Actualmente, la vida y obra de esta estudiosa ha cobrado importancia en la historia de la botánica y sus cartas, artículos y comportamiento se han analizado con notable meticulosidad.

El polémico estudio sobre hongos y líquenes

El manuscrito de Potter, como indica su título, hace referencia a la germinación de las esporas y su posterior desarrollo, aunque ella no fue la primera en estudiar estos procesos. En la página web del Australian National Herbarium se apunta que el gran exponente de tales estudios fue Heinrich Anton de Bary (1831-1888), pionero en el desarrollo de cuidadosas técnicas de laboratorio para analizar los ciclos de vida de los hongos. Sus publicaciones tuvieron lugar a partir de 1872 en adelante, alcanzando gran credibilidad.

Beatriz Potter también incluyó en su trabajo reflexiones sobre la verdadera naturaleza de los líquenes, tema que a finales del siglo XIX se encontraba bajo una dura controversia. Hay quienes han descrito que para la comunidad especializada estos vegetales representaban un «verdadero rompecabezas». En la década de 1860, el botánico suizo Simon Schwendener (1829-1919) había sugerido que en realidad, los líquenes eran una estrecha y entretejida combinación de un hongo y un alga. Pese a que trabajos posteriores demostraron que Schwendener tenía razón, ya que los líquenes sí constan de hongos y algas, estas ideas inicialmente provocaron considerable hostilidad entre sus pares, provocando injustas burlas.

Simon Schwendener era uno de los mejores microscopistas de la época, y hacia 1867 llevaba estudiando los líquenes desde hacía más de una década. Según informa la página web del Australian National Herbarium, en 1869 publicó un artículo donde describía los detalles microscópicos sobre la asociación hongo/alga, que la gran mayoría de los liquenólogos del momento rechazó de manera vehemente. En las décadas de 1870 y 1880, otros biólogos realizaron más investigaciones sobre el tema tanto en Francia como en Alemania, y sus conclusiones también mostraban la asociación defendida por el botánico suizo. Sin embargo, tampoco convencieron a los especialistas destacados, y la hipótesis dual fue negada durante el resto del siglo, e incluso en los comienzos del siguiente (Australian National Herbarium).

Cuando en 1897 Beatrix Potter presentó su trabajo, y lo retiró poco después de ser rechazado, su postura respecto a la naturaleza de los líquenes no quedó clara. El manuscrito original no estaba disponible y, por lo tanto, al estudiarse posteriormente sus aportaciones se generó un notable revuelo.

Internet Archive.

Recordemos que, por otra parte, Beatrix Potter había dejado escrito en un complejo código un diario casi ininteligible. Sin embargo, en 1966 el mencionado escritor Leslie Linder consiguió descodificar ese diario y lo publicó en un libro con el título de The Journal of Beatrix Potter from 1881 to 1897. El traductor introdujo una nota a pie de página, donde apuntaba que al parecer Beatrix Potter apoyaba que los líquenes estaban compuestos por dos compañeros que vivían en simbiosis. Valga aclarar que este término hace referencia a cualquier tipo de interacción biológica y estrecha de larga duración entre dos organismos pertenecientes a especies distintas. El término fue introducido en 1877 por el botánico alemán Albert Bernhard Frank (1839-1900), y posteriormente aceptado como «organismos que viven juntos en una asociación mutuamente beneficiosa»

En la página web de la British Mycological Society se apunta que algunos prominentes escritores dieron validez a la nota de pie de página escrita por Linder. En consecuencia, han sugerido que Potter llevó a cabo un trabajo que la persuadió de que Schwendener estaba en lo cierto, y que ella «fue rechazada por un conservador establishment científico elitista».

A partir de este punto la interpretación de los hechos se enturbia, ya que, según algunas interpretaciones, Potter no estaba de acuerdo con la idea de la asociación simbiótica. Se ha llegado a sostener que como mujer amateur tenía notables dificultades para acceder a la literatura especializada, razón por la que ella dio prevalencia a las actitudes anti-Schwendener dominantes en su entorno.

En este agitado debate también participó el biólogo y escritor Tom Wakeford, miembro de la Linnean Society. En su libro Liaisons of Life (Enlaces de la vida) publicado en 2001, apuntaba que Potter fue expulsada de la comunidad biológica oficial por la estrecha mentalidad dominante en los institutos más prestigiosos de Londres. «Sus miembros se negaron a aceptar las evidencias científicas de Beatrix, que sostenía que los líquenes, habitantes de troncos de árboles, costas marinas, rocas y paredes […], estaban hechos no por uno sino por dos organismos en estrecha relación».

Según esta interpretación, «Potter habría estado del lado correcto de la historia», explica la página web de la British Mycological Society. Sin embargo, en años más recientes parte de comunidad especializada alega que Potter en realidad creía que los líquenes eran organismos únicos y no el resultado de la convivencia de dos especies diferentes. La nota a pie de página del traductor Leslie Linder, subrayan, estaba equivocada.

Este error se arrastró en diversas biografías escritas sobre Beatrix Potter. La autora citada, Linda Lear, por ejemplo, ha reconocido que dio a la visión sobre los líquenes de la ilustradora más crédito del debido. Puntualizaba que «mis argumentos con respecto a la aceptación de Potter de la simbiosis son sobrevalorados e incorrectos», ha afirmado. Pero Linda Lear también añade que «debería darse credibilidad a las cuidadas y meditadas observaciones de varias especies de líquenes [realizadas por Beatrix Potter], y al coraje como mujer decidida a especular [analíticamente] en el campo profesional».

Añadiendo más leña al fuego, el profesor de biología de la Universidad de Miami, experto en micología y escritor científico Nicholas Money, argumenta que «Potter pensaba que los líquenes estaban formados por hongos que podían producir su propia clorofila». El científico añade que el director del Jardín Botánico de Kew, el citado William Thistleton-Dyer, se mostró «algo desdeñoso con Beatrix Potter porque cuando ella estaba haciendo ese trabajo, ya se tenía una gran evidencia de que los líquenes eran una asociación entre un hongo y un socio fotosintético. Potter estaba argumentando en el lado equivocado» (The British Mycological Society).

No obstante, Nicholas Money admite que los «dibujos de hongos [de Potter] eran bellos y científicamente rigurosos»; y reconoce que la precisión de sus acuarelas ha permitido que los micólogos modernos aún se refieran a ellas para identificar los hongos. Al final, concluye el profesor, «esta debe ser su importante contribución a la micología». Ciertamente, la maravillosa habilidad para el dibujo técnico de Potter ha sido y es ampliamente reconocida y elogiada por las y los especialistas en el tema.

Ilustración micológica [Beatrix Potter] del sistema reproductivo de un hongo Hygrocybe coccinea.
El debate todavía no está totalmente cerrado. En la página web The British Mycological Society podemos leer que hay autores y autoras que defienden que Beatrix Potter «fue una científica importante, frenada en su camino por estirados victorianos elitistas». Empero, son mayoría quienes alegan que una lectura más minuciosa de sus diarios sugiere que tales afirmaciones son exageradas. Dicho esto, también hay que recordar que la misoginia de la comunidad científica de aquellos años era muy acusada, y en la Sociedad Linneana, por ejemplo, no se admitieron mujeres como miembros hasta 1905 y ello tras largas y acaloradas discusiones.

Otro aspecto al que se refieren diversas fuentes, hace referencia a que la lectura cuidadosa del diario de Beatrix Potter sugiere que su principal motivación era buscar una actividad en la que ocupar su talento y curiosidad y conseguir ganar algo de dinero. Su finalidad prioritaria habría sido entonces confirmar su independencia económica y personal en un tiempo en que las posibilidades para las mujeres eran muy limitadas. Al respecto, Linda Lear ha escrito, «no creo que Beatrix tuviera la ambición de ser micóloga […]. Cuando el artículo de investigación que escribió necesitó más trabajo, perdió el interés a favor de algo más adecuado».

En una línea semejante, la página web del Australian National Herbarium ha terciado en el debate alegando que «este episodio [el rechazo del artículo] dio fin a los estudios de Potter sobre hongos, ya fuera por desesperación o por cólera». Además, continúa esa página, «no hay información acerca de que como amateur y mujer Potter se enfrentara a los fuertes prejuicios reinantes».

No obstante, se detecta cierta contradicción ya que esta misma página sostiene que tras retirar su monografía, Potter siguió con su trabajo produciendo 70 nuevos dibujos al microscopio durante los dos años siguientes. En su última carta conocida a Charles McIntosh datada en septiembre de 1897, cinco meses después de haber retirado el artículo, Potter escribía acerca de sus nuevos resultados sobre germinación y desarrollo. En suma, «cuándo, y por qué, finalmente dejó de trabajar con hongos es desconocido», concluye esta página.

Los entresijos del debate sobre el artículo de Beatrix Potter rechazado por la Linnean Society, arrojan luz sobre un tema discutido en diversos ámbitos. Como se explicita en el Australian National Herbarium: «tan necio ha resultado ignorar su trabajo mientras ella vivía, como igual de necio resulta verter ahora inflamados elogios sobre sus logros». Ciertamente, extralimitarnos sobre la verdadera dimensión de las aportaciones de las mujeres científicas puede contener un pernicioso veneno para una causa tan justa como el evitar su olvido.

Apuntemos para finalizar que en torno al cambio del siglo XIX al XX, Beatrix Potter decidió dedicar su tiempo a escribir libros infantiles ilustrados. Gracias a su detallado estilo naturalista y a la belleza de los dibujos con los que acompañaba sus relatos, se convirtió en una de las principales y más famosas escritoras de cuentos infantiles de su tiempo. Curioso maridaje entre la ficción y una actividad científica sobre micología.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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