Cuando el actual gobierno de México lanzó el programa social con la iniciativa “Jóvenes construyendo el futuro”, uno de sus principales objetivos era “insertar en el mundo laboral a jóvenes de 18 a 29 años que ni estudian ni trabajan”. El proyecto presuponía que estas personas incluidas en dicha franja de edad no podían trabajar por falta de experiencia, por falta de estudios, por un deficitario acceso a la información adecuada, etc. Sin embargo, hay un fallo en el diagnóstico del gobierno; estas personas sí trabajan, y mucho.
El Centro de Estudios Espinosa Yglesias ha documentado que ocho de cada 10 “ninis” (fenómeno que hace referencia a adolescentes y jóvenes que no tienen motivación por los estudios, pero tampoco trabajan ni tienen metas a largo plazo) en México son mujeres y no es que no trabajen, es que lo hacen sin recibir un sueldo. Son mujeres que se dedican al trabajo doméstico y de cuidados (CEEY, 2019).
La investigadora y periodista Viri Ríos ha denunciado que en el hipotético caso de que las mujeres no realizaran estas tareas domésticas, de asistencia y cuidados, el país colapsaría, ya que este trabajo equivale a 17 puntos del PIB (Ríos, 2021). El trabajo doméstico y de cuidados sostiene la economía del mundo en el que vivimos y además es uno de los factores de peso en la desigualdad de género; será muy difícil alcanzar cierta equidad entre hombres y mujeres mientras se mantenga sin cambios la cultura patriarcal de cuidados que arrastramos.
Hay cuidadoras y cuidadoras
Es una evidencia que las mujeres invierten el mayor número de horas de trabajo doméstico y de cuidados. Sin embargo, no todas las mujeres participan en estas tareas por igual y el sexo no es el único factor que influye en la brecha de género en cuanto al tiempo dedicado a cuidar. Tener o no tener hijos, contratar o no contratar a personal de ayuda doméstica y vivir o no en pareja, pueden aumentar o reducir el tiempo que le dedicamos al trabajo de cuidados. Todas estas variables afectan de manera distinta a hombres y a mujeres y a cada uno de los dos grupos con particularidades específicas. Los factores que repercuten en las diferencias han constituido la base para la investigación llevada a cabo por Data Cívica, en México; una organización feminista que utiliza los datos y la tecnología como herramientas para la defensa de Derechos Humanos. Con los resultados obtenidos elaboraron una herramienta con la que calcular nuestra huella de cuidados.
Vivir en pareja aumenta las horas de trabajo para las mujeres y reduce las de los hombres
De la investigación del CEEY se deduce que vivir en pareja aumenta las horas de trabajo que las mujeres dedican a tareas domésticas, pero reduce las que dedican los hombres. En promedio, los hombres sin pareja dedican dos horas de trabajo doméstico y de cuidados más a la semana que los hombres con pareja. En cambio, las mujeres que viven en pareja dedican 14 horas más al trabajo doméstico y de cuidados que las mujeres que no viven en pareja.
Podríamos pensar que esto se debe a que los hombres que viven en pareja tienen hijos y los que no viven en pareja no, pero incluso al controlar ambas variables, la diferencia se mantiene y para los padres se acentúa. Las mujeres que son madres dedican trece horas más al trabajo doméstico y de cuidados cuando viven en pareja. Irónicamente, los hombres sin hijos hacen dos horas más de trabajo de cuidados cuando viven en pareja, pero dos menos si son padres. Dentro de estos cuatro grupos, nadie hace menos trabajo doméstico y de cuidados que los padres, no importa si viven con su pareja o no.
El nivel de estudios influye en el tiempo dedicado a cuidar
El número de horas invertidas en cuidados también varía en función de la escolaridad de quien las realiza. Inicialmente quizá podríamos aventurar que el nivel de formación de una persona se tradujera en una reducción de las horas dedicadas a la casa ya que probablemente cuanto mayor sea el nivel educativo de una persona, con la consecuencia de un buen sueldo, mayor será la probabilidad de contratar trabajadoras domésticas. Sin embargo, esto cambia según la edad y la situación conyugal. Uno de los resultados fue que los hombres con más estudios realizan más horas de cuidado que sus contrapartes con menos estudios. Sin embargo, las horas dedicadas al hogar y los cuidados no van siempre a la par que el ascenso en el nivel de estudios; no es tan evidente que los hombres universitarios hagan más tarea en casa.
Analizar la cuestión de los cuidados teniendo en cuenta el factor estudios fue un poco más complicado para la investigación que nos ocupa; en primer lugar, las mujeres que sólo estudiaron hasta primaria fueron quienes constataron menos trabajo doméstico y de cuidados (puede ser porque trabajaban más tiempo fuera de casa). En este sentido, podría parecer que estudiar más allá de la primaria, aumentaría las horas de trabajo de las mujeres, pero en niveles más altos el efecto fue distinto para mujeres sin hijos y con hijos. Estudiar una carrera universitaria no implicaba un descenso llamativo de las horas de trabajo de cuidado por parte de las madres, aunque es cierto que este factor sí disminuía las horas de trabajo de las mujeres sin hijos. Dentro de este grupo, las mujeres con estudios superiores realizaban siete horas menos que las mujeres sin ellos si es que no viven con su pareja y 5 horas menos si viven con su pareja.
En algunos hogares en México, las familias contratan a una trabajadora doméstica (casi siempre en femenino) para que ayude a reducir las horas de trabajo doméstico y de cuidados. Es llamativo el resultado que indica que contar con una trabajadora doméstica reduce las horas de cuidados (muy poco) de las mujeres que viven en pareja, pero no de las que viven solas.
La huella de cuidados de cada una, de cada uno
Todos, mujeres y hombres, necesitaremos en un futuro, probablemente necesitamos ya, asistencia de algún tipo, pero parece que sólo con ser conscientes de esto, paso imprescindible para avanzar hacia un cambio de equidad, no resuelve la situación de las cuidadoras. Los estereotipos sobre el rol de la mujer en la cultura de los cuidados están muy arraigados en muchos países y en muchas personas; sería un primer paso, pero insuficiente pensar que la toma de conciencia de esta realidad fuera decisiva para acabar con esta creencia asumida, falsa y discriminatoria sobre las cuestiones asistenciales y domésticas.
Son necesarias políticas públicas efectivas que aseguren que se cuide a quien cuida. En el estudio de Data Cívica se llevó a cabo un análisis de cuántas escuelas infantiles, residencias de mayores y estancias para personas con discapacidad hacían falta en México y se encontró que prácticamente ningún municipio tiene suficientes. Las mujeres no podemos ni debemos cubrir esa necesidad que le corresponde al Estado, a los empleadores y a toda la sociedad. Si estas políticas existieran y, además, las tareas estuvieran distribuidas de manera más justa, no cabría la posibilidad de sacrificar el crecimiento laboral de muchas, años de cotización o simplemente su tiempo de formación y ocio.
Hasta que lleguen esas medidas, es interesante conocer nuestra huella de cuidados según los factores planteados en la investigación. La podemos obtener en el este enlace.
La herramienta fue diseñada con la investigación citada y los resultados obtenidos. La metodología para su elaboración es rigurosa y podemos consultarla en las referencias.
Responsabilidad desproporcionada en ¿la obligación? de cuidar
La desigualdad económica en el planeta es realmente obscena: en 2019, los 2153 milmillonarios del mundo tenían más riqueza que 4600 millones de personas. Esta enorme brecha es consecuencia de un sistema económico fallido y sexista que valora más la riqueza de una élite privilegiada, en su mayoría hombres, que los miles de millones de horas del esencial trabajo de cuidados no remunerado que llevan a cabo fundamentalmente mujeres y niñas en todo el mundo; ellas realizan tareas fundamentales para el funcionamiento y bienestar de la sociedad y mantienen la economía a escala global y local.
La responsabilidad del trabajo de cuidados que recae con un desequilibrio notable sobre las mujeres perpetúa tanto las desigualdades económicas como la brecha de género.
Los gobiernos de todo el mundo tendrían que procurar una economía más humana y feminista que valore lo que realmente importa para la sociedad, en lugar de promover una competición sin sentido basada en la acumulación de riqueza.
Unas cuantas medidas iniciales podrían ser invertir en sistemas nacionales de atención y asistencia que permitan abordar la desproporcionada responsabilidad del trabajo de cuidados que asfixia el crecimiento de cuidadoras y cuidadores, introducir un modelo fiscal progresivo en el que también se grave la riqueza y legislar para proteger a las personas que se ocupan del trabajo de cuidados, necesario en la actualidad e indispensable en un futuro con una población cada vez más dependiente.
Referencias
- Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) (2019). Jóvenes construyendo el futuro
- Tu Huella de Cuidados
- Metodología de Tu huella de cuidados
- Animal Político (2008). El Estado no reconoce el trabajo de las mujeres cuidadoras
- Ríos V (2021). No Es Normal: El Juego Oculto que Alimenta la Desigualdad Mexicana y Cómo Cambiarlo. Grijalbo
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.