El 18 de febrero de 2021, el rover Perseverance tocó firme sobre la superficie marciana. Equipado con sofisticadas herramientas como una cámaras de alta resolución, una pequeña estación climática o un medidor de espectroscopias, el pequeño robot completaba un paso más dentro de su extensa misión.
La Agencia estadounidense para la Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) ha declarado que los diferentes equipamientos tienen un objetivo muy particular dentro de la nueva exploración del “Planeta Rojo”. En esta ocasión, la principal misión es la búsqueda de signos de actividad microbiana antigua.
Pero, ¿cómo? A través de la recolección de muestras de rocas y del suelo local. Un potente taladro especializado se encarga de tomar las pruebas que luego son almacenadas en tubos sellados. Luego, al terminar sus tareas, Perseverance emprenderá el regreso a la Tierra, acompañada de los elementos recopilados.
Tanja Bosak es una de las científicas que espera, con grandes expectativas, el retorno de esas colectas. La geobióloga se incorporó al proyecto investigativo tras presentar su candidatura a Return Sample Science on Mars 2020 (Regreso de muestras científicas de Marte 2020).
La científica decidió incorporarse al proyecto gracias a su “incansable amor por la exploración, especialmente cuando voy en búsqueda de conocimientos del pasado, ya sea en la Tierra o en planetas vecinos”.
Ahora, ella sigue con emoción cada uno de los recorridos del rover marciano. Por ejemplo, cuando Perseverance alcanzó el cráter Jezero, Tanja expresó en una entrevista que ese podía ser un sitio ideal para extraer muestras.
La espera por el retorno de Perseverance puede ser larga, pero a esta investigadora no le importa. Lleva años preparando su carrera para un proyecto como este.
El viaje hacia el laboratorio
Tanja Bosak nació en Croacia poco antes del desmembramiento del bloque socialista y de la entonces Yugoslavia. Creció en pequeña villa de campo y, de niña, soñaba con convertirse en cartera solo para poder manejar una motocicleta como la que usaban esos funcionarios.
Con 13 años, recibió una beca de admisión para una escuela secundaria especializada en Matemáticas y Ciencias Informáticas. Se mudó sola a Zagreb donde comenzó a vivir en una casa tutelada del estado para adolescentes.
Gracias a la formación recibida en esa institución fue fácilmente admitida en la principal universidad del país. Ahí tenía el objetivo de licenciarse en Física pero, poco a poco, sus intereses se declinaron hacia la Geofísica.
Después de graduarse, consiguió un puesto en la escuela de verano del Laboratorio de Propulsión del Instituto de Tecnología de Pasadena, California (conocido popularmente como CalTECH). Ahí pudo estudiar asignaturas relacionadas con los procesos microbiológicos y sedimentos antiguos en rocas.
A partir de esa experiencia, decidió completar su doctorado en geobiología desde la costa oeste norteamericana. Luego pasó dos años en la Universidad de Harvard como estudiante de una iniciativa postdoctoral en microbiología.
Sus méritos le valieron un puesto en el Departamento de Tierra, Atmósfera y Ciencias Planetarias del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) donde, desde 2007, se desempeña como profesora del Programa de Geología, Geoquímica y Geobiología.
Desde esa posición, la experta también ha mantenido activa en cuanto a la investigación experimental. Una de las principales incógnitas que busca responder es cómo los procesos microbianos dejan señales químicas, minerales y morfológicas en las rocas.
Su laboratorio se basa en enfoque de procesos biogeoquímicos modernos para interpretar la evolución de la vida y el medio ambiente a lo largo del primer 80 % de la historia de la Tierra. Ahora, los resultados de esas pesquisas sirven de mapa para tratar de identificar pistas de un desarrollo similar en Marte.
“Utilizamos técnicas analíticas en gran variedad de escalas —desde las visibles hasta aquellas más pequeñas que una célula microbiana—. Se trata de reconstruir o simular lo qué puede haber ocurrido y qué condiciones atmosféricas intervinieron en ello”, explicó Tanja en una oportunidad a la prensa.
El trabajo de esta científica ha sido reconocido con numerosos méritos. En 2011 fue galardonada con la medalla James B. Macelwane de la American Geophsical Union y, ese mismo año, pasó a ser miembro de esa organización. También ha recibido el premio Harold E. Edgerton para profesores jóvenes del MIT (2012) y el lauro por su destacada dedicación a la geobiología y geomicrobiología (2012).
Tanja también es una activa motivadora para sus estudiantes. A través de su iniciativa, el Laboratorio Bosak, ha servido de inspiración a numerosos jóvenes. Esa labor también le ha valido algunos galardones dentro del MIT.
Con la mira puesta en el Planeta Rojo
“Lo que más me emociona de Marte es la superficie increíblemente vieja y la evidencia de las condiciones que pueden haber sostenido la vida”, comentó la especialista en un breve cuestionario publicado por la NASA.
La investigadora también asegura que pertenecer a esa misión es también una forma de ver de cerca las diferentes partes que componen un proyecto de esa magnitud.
Mientras, Tanja sigue en su laboratorio o dando clases en las aulas del MIT, Perseverance avanza en su recorrido. El pequeño rover tiene todavía un largo viaje por delante. La espera no importa. Habrá valido la pena cuando el robot y la científica por fin se reúnan para analizar las pistas de una posible vida marciana.
Referencias
- Helen Hill, Bosak Receives GSA Award, EAPS News, 28 noviembre 2016
- Tanja Bosak, 2011 James B. Macelwane Medal Winner, AGU
- Tanja Bosak, Ph.D. Professor of Geobiology, Program in Geology, Geochemistry and Geobiology, Massachusetts Institute of Technology, Simons Foundation
- Bosak Lab
- Tanja Bosak, Pearson Lab, Harvard University
- Tanja Bosak, Wikimedia Commons
- Tanja Bosak, NASA
- Mars 2020 Mission Overview, NASA
Sobre la autora
Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.