El 6 de agosto de 1945 a las 8:15 una bomba atómica mató a cien mil personas en Hiroshima. “Era una mañana tranquila; el lugar era fresco y agradable. Entonces cortó el cielo un resplandor tremendo. […] Parecía una lámina de sol”, fue lo que le relató uno de los supervivientes al periodista John Hersey, corresponsal de guerra para la revista Time en aquella época. Otro vio “un terrible relámpago” que le llevó a un único pensamiento, además de certero: “Una bomba nos ha caído encima”. Una bomba. La era atómica había llegado.
Detrás de esta catástrofe estaba el Proyecto Manhattan. Estados Unidos (con el apoyo de Reino Unido y Canadá) contempló la posibilidad de utilizar la energía liberada de la fisión nuclear para hacer bombas y creó un plan para llevarlo a cabo. La física Elda Anderson participó en él y consiguió preparar la primera muestra pura de uranio-235 en el laboratorio, un isótopo fisionable que se encuentra en la naturaleza y que es capaz de crear una reacción en cadena. Cuando el átomo de uranio se combina con un neutrón, forma un intermediario inestable que libera mucha energía, dos nuevos átomos (productos de fisión) y tres neutrones que a su vez causan otras fisiones.
Precisamente esto es lo que ocurre en las bombas nucleares; la reacción no se controla; cuando se inicia, prosigue hasta que el material se agota. Este descubrimiento fue clave para la creación de las primeras armas, en concreto fue el germen de Little boy, que fue lanzado sobre Hiroshima (al contrario que los dispositivos Thin Man y Fat man que fueron construidos con plutonio).
Anderson trabajó junto a otros científicos, un grupo que fue en aumento con el paso de los años. Primero, estuvo en una unidad especial de la Universidad de Princeton y más tarde se unió al conocido Laboratorio Los Álamos hacia 1943. Durante la guerra, estudió los parámetros básicos de fisión nuclear incluido el análisis de los retrasos de tiempo asociados a la absorción y emisión de neutrones. A veces llegaba a trabajar dieciséis horas al día.
La posibilidad de utilizar uranio para uso armamentístico tuvo sus precedentes teóricos. Concretamente en 1938, los físicos Lise Meitner, Otto Hahn, Fritz Strassmann y Otto Frisch fueron los primeros en demostrar que el átomo de uranio, al ser bombardeado con neutrones, fisiona. Este descubrimiento hizo que Albert Einstein alertara mediante una carta al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, de que los alemanes podrían aprovechar esa misma tecnología para crear bombas. Estados Unidos decidió adelantarse creando la suya propia. Más tarde Einstein se arrepintió de haber avisado del descubrimiento porque dio origen al proyecto.
Antes de la guerra
Elda Anderson nació en Green Lake en 1899. La física no fue algo que le cautivara desde un principio, ella quería ser maestra de un jardín de infancia. Al parecer, su hermana mayor, que era profesora asistente de química, le inculcó el amor por la ciencia. Al final se decantó por la física y logró graduarse por la Universidad de Wisconsin en 1924. Más tarde probó suerte como profesora del Milwaukee-Downer College, donde lideró el departamento de física a partir de 1934. En 1941 completó su doctorado gracias a su tesis Low energy levels in the atomic spectra Co VII and Ni VIII. Sin embargo, tuvo que dejar su puesto de profesora porque la llamaron para desarrollar el Proyecto Manhattan.
Después de la guerra
Ante el lanzamiento de la bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki (este aconteció tres días más tarde), Anderson decidió dejar sus investigaciones y volvió a su antiguo puesto de trabajo. El ámbito de la física le seguía cautivando pero de otra manera. Decidió tomar otro camino y formarse, por ejemplo, en los efectos de la radiación en la salud de los humanos. En 1949 se trasladó al Laboratorio Nacional de Oak Ridge en Tennessee, donde llegó a desarrollar esta disciplina que empezaba a despertar el interés de los científicos. Una vez allí, se convirtió en la primera jefa de educación de la División de Física de la Salud.
Publicó Manual of Radiological Protection for Civil Defense (Manual de Protección Radiológica para la Defensa Civil) en 1950, fue su primer trabajo en este ámbito. También ayudó a crear un programa de un máster en la Universidad Vanderbilt, en Nashville y organizó cursos internacionales en Suecia, Bélgica e India. En 1955 formaron una sociedad (Health Physics Society) y Anderson ocupó varios cargos oficiales, incluido el de presidenta. En su honor se creó el Premio E. Anderson que se torga anualmente a un miembro joven de dicho colectivo. Anderson murió a causa de cáncer de mama y una leucemia, posiblemente originados por haber trabajado con materiales radioactivos.
La escritora Marta Orriols cuenta en la novela Aprende a hablar con las plantas que tras una situación traumática la gente habla utilizando los adverbios “antes” y “después” como si hubiese una barrera física. Imagino que para Anderson la hubo, su antes y después lo marcaron la guerra, y más concretamente su trabajo en el Proyecto Manhattan y el posterior lanzamiento de las bombas, una catástrofe que estremeció al mundo.
Referencias
- Elda Emma Anderson, Wikipedia
- Elda Emma Anderson, Encyclopaedia Britannica
- Maia Garcia Vergniory, Lise Meitner, la científica que descubrió la fisión nuclear, Mujeres con ciencia, Vidas científicas, 4 marzo 2015
- César Tomé, Einstein y… Franklin Delano Roosevelt, Experientia docet, 16 mayo 2016
Sobre la autora
Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.
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