Ángela Leiva Sánchez: cuarenta años al servicio de la botánica cubana

Vidas científicas

La fundación del Jardín Botánico Nacional de La Habana no fue un proceso sencillo. El profesor alemán Johannes Bisse, asociado al primer centro de altos estudios cubano, realizó el planteamiento y el propio Fidel Castro eligió para su enclave unos terrenos de 600 hectáreas al sureste de la ciudad.

Ángela Leiva Sánchez con Fidel Castro. Fuente: Jardín Botánico Nacional de la Habana.

Aunque la iniciativa surgió en 1968, no consiguió formalizarse su creación hasta 1971. Múltiples situaciones dificultaron su puesta en funcionamiento durante esos años. Cuando las primeras obras constructivas iniciaron, apareció una nueva contrariedad.

Al estar adscrito a la Universidad de La Habana, el centro debía pasar al mando del Decano de la Facultad de Biología de esa propia entidad. Sin embargo, el doctor Julio Baisre, quien ostentaba el cargo en aquel año, refirió públicamente que era casi un imposible realizar ambas responsabilidades con igual esmero. A partir de entonces, comenzó a buscarse un director oficial para la institución botánica.

Las bazas para ocupar el puesto se inclinaron hacia el nombre de una joven que, con apenas 22 años ya era Jefa del Departamento de Botánica de la Escuela de Ciencias Biológicas. Ángela Leiva Sánchez fue nombrada oficialmente en el cargo a principios de 1972.

A las puertas de un gran mérito

La sociedad cubana había apostado fuertemente por la emancipación profesional y superación universitaria de la mujer desde 1959, fecha sumamente temprana con respecto a muchos otros países. Sin embargo, no fueron pocos quienes se sorprendieron de que una muchacha de tan corta edad, prácticamente recién graduada de la Licenciatura en Biología, asumiera tal posición. Contrario a las expectativas más negativas, ella estaba lista para asumir el reto.

Ángela Leiva Sánchez. Fuente: Jardín Botánico Nacional.

Ángela, nacida en Plácetas, antigua provincia de Las Villas, había llegado a la capital para completar sus estudios universitarios a finales de los años 60 del pasado siglo XX. Su compromiso académico fue notable desde el inicio.

A lo largo del estudio de la carrera, estuvo interesada en el análisis taxonómico de diversas plantas. De esa manera, se vínculo al Departamento de Botánica y, al tiempo, ocupó su dirección.

Cuando aceptó ponerse al frente del Jardín Botánico Nacional, Ángela no podía imaginar que su historia y la de esa institución quedarían estrechamente ligadas. Por 42 años, hasta su fallecimiento en 2014, estuvo en funciones.

Pero, en 1972, la labor apenas comenzaba. En coordinación con un amplio equipo de expertos, iniciaron las obras para plantar especies exóticas y nativas en la entidad científica. La recopilación de ejemplares locales requirió de la organización de expediciones por toda la isla caribeña.

En búsqueda de especies endémicas de la flora cubana

Ángela, junto a sus compañeros, visitó los parajes más intricados y ayudó en la selección de especímenes de diferentes ecosistemas. Durante esos años, descubrió su fascinación por las palmas, en particular las familias Loranthaceae y Eremolepidaceae.

Llegó a sentir especial predilección por la palma petate (Coccothrinax crinita), esa especie endémica, descrita por primera vez en 1907, solo encontrada en los alrededores del Pan de Guajaibón y la comunidad de Las Pozas, en el extremo occidental de Cuba.

A partir del encanto que esa palma despertó en ella, la bióloga comenzó a dar los primeros pasos en lo que serían dos de sus proyectos académicos más complejos: la conservación de la flora cubana y la identificación de las principales plantas y ecosistemas amenazados del país.

Para 1984 el Jardín Botánico Nacional contaba con veinte mil ejemplares distribuidos en diferentes zonas. También disponía de un vivero de amplias potencialidades que garantizaba las labores de cultivo y enriquecimiento de la institución. Había llegado la hora de abrir sus puertas al público.

En marzo, llegaron los primeros visitantes y desde entonces, el parque científico se convirtió en uno de los principales atractivos de recreo y divulgación científica de la Isla.

Ángela, que había defendido su doctorado en 1980, se sentía lista para emprender nuevas metas. Así, fundó y presidió la Red Nacional de Jardines Botánicos de Cuba, organización dedicada al asesoramiento en materia de diseño y gestión de esa clase de centros.

Repoblar la petate, el proyecto pendiente

En los primeros años del nuevo siglo XXI Ángela retomó otra de sus pasiones. Regresó al municipio Bahía Honda, enclave en el que subsistían solo mil 300 ejemplares de la palma petate. Para conseguir una repoblación de la planta, estimuló el desarrollo de un proyecto que involucró a la comunidad científica y a los lugareños.

Vista de una planta de palma petate.

La iniciativa incluía la siembra de nuevas palmas en microviveros de la zona para no alejarlas de su hábitat natural. Por varios años, los equipos dirigidos por la experta acudieron al área una vez al mes para contar y revisar el proceso de reintroducción.

Los educadores ambientales se valieron de la curiosidad de los niños para garantizar el arraigo de los especímenes. Al ubicar las siembras cerca de algunas escuelas, los pequeños participaron activamente de las labores de monitoreo y creció su respeto por el cuidado del medio ambiente.

En diciembre de 2015, los especialistas del Jardín Botánico Nacional ofrecieron a la opinión ciudadana los resultados de esa tarea. Seis mil palmas petate habían logrado formar parte del ecosistema endémico local.

Ángela no pudo disfrutar del éxito público del proyecto, debido a su intempestivo fallecimiento en junio de 2014. No obstante, sus contribuciones en el proceso siguen siendo honradas por nuevas generaciones de especialistas en botánica de Cuba.

Además, luego de su deceso, un híbrido de la especie fue descubierto en el Valle de Yaguanabo, en el centro de Cuba. Sus alumnos y colaboradores sellaron el amor de la investigadora por las palmas bautizando a la planta como Coccothrinax × angelae.

Referencias

Sobre la autora

Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.