Marguerite había conseguido un contrato de prácticas de 3 meses en el instituto. Ella siempre había querido ser médico pero, tras la temprana muerte de su padre, la familia no había tenido recursos para ello. Con mucho esfuerzo, y la oposición de su madre, había conseguido obtener un título de técnico de laboratorio químico en la Escuela de Enseñanza Técnica Femenina. Así que aquellos tres meses de técnico de laboratorio serían lo más próximo que ella podría esperar estar de la medicina a corto plazo.
Había llegado por la mañana de su primer día dispuesta a causar la mejor de las impresiones. Casi a la vez que ella se presentó una señora muy amable y vestida con ropas de trabajo y que Marguerite tomó por la secretaria del laboratorio. No tardaría en darse cuenta de que aquella señora tan sencilla y a la que ella había tratado con tanta familiaridad era catedrática en la Sorbona, tenía dos premios Nobel y era la fundadora del Instituto del Radio.
La gran suerte de Marguerite era que había ido a dar con una persona de las verdaderamente grandes, que daban más importancia al talento que a los formalismos. Marie Curie detectó rápidamente la capacidad intelectual y la habilidad para trabajar en el laboratorio de Marguerite y no sólo la convirtió en su asistente de laboratorio personal, sino que se ocupó de formarla a pesar de que Marguerite careciese de estudios universitarios. Estarían juntas cinco años, hasta el fallecimiento de Marie en 1934.
En 1934 fue nombrada radioquímico del Instituto. Marguerite pasó a trabajar a las órdenes de André Debierne (el nuevo director del instituto) y de Irène Joliot-Curie que estaban interesados en el estudio del actinio. Y Marguerite floreció.
Entre 1871 y 1886 Mendeleev predijo la existencia de varios elementos en función de los huecos que quedaban en una tabla de los elementos existentes ordenados por sus propiedades periódicas. En 1917 sólo quedaban por descubrir tres de ellos, los elementos 65, 85 y 87. En 1913 John Cranston, ayudante de laboratorio de Frederick Soddy en Glasgow, se percató de que el mesotorio 2 (uno de los muchos productos de la desintegración del torio) emitía tanto partículas alfa como beta. Según la ley que el propio Soddy había creado, el elemento 87 debía producirse durante la desintegración alfa del mesotorio 2, en concreto eka-cesio-224 (eka-cesio hace referencia al nombre que Mendeleev le había dado al elemento desconocido). Serían las investigaciones de Soddy durante esta época las que desembocaron en el concepto de isótopo.
Basándose en el hallazgo de Cranston, en los años 20 varios grupos de investigación analizaron concienzudamente minerales de torio en busca del elemento 87, sin éxito. Ahora sabemos que ello se debió a que la vida media del isótopo 224 del eka-cesio es de sólo 2 minutos.
En 1939 (en concreto el 7 de enero) Marguerite se dio cuenta de que el actinio, que es isotópico con el mesotorio 2, también presentaba una desintegración por dos rutas. Visto desde la perspectiva actual diríamos que los isótopos 228 (llamado mesotorio 2) y 227 del actinio pueden desisntegrarse de dos maneras, alfa y beta; en la desintegración alfa el isótopo 228 da lugar a eka-cesio-224 (teorizado por Soddy) y el 227 a eka-cesio-223, con el que trabajaría Marguerite.
A diferencia del eka-cesio-224, el eka-cesio-223 tiene una vida media de 20 minutos, suficientes para que una química experta en el laboratorio lo pueda caracterizar. Marguerite descubrió que, tal y como predijo Mendeleev, se comportaba como un metal alcalino, del primer grupo de la tabla periódica. Marguerite acaba de descubrir el último elemento natural que quedaba para completar la tabla de Mendeleev de 92 elementos. En los años 40 Coryell y Segrè obtuvieron artificialmente el prometio (61) y el astato (85).
Marguerite a sus poco más de treinta años tenía un resultado equiparable al de su mentora, Marie Curie. Los miembros del instituto estaban entusiasmados con él y pensaron que lo ideal sería que Marguerite lo presentase como su tesis doctoral, tal y como Marie había hecho con el radio. El problema no sólo era que Marguerite no tuviese un título universitario, es que no tenía ni el bachillerato, requisito imprescindible para entrar en la universidad. En el Instituto decidieron apartarla de todas las tareas de laboratorio y le consiguieron una beca para que pudiese asistir a la Sorbona a estudiar. Asistió al preparatorio de medicina para poder tener acceso a una titulación superior y después a módulos de química, biología y fisiología que la universidad consideró equivalentes a una licenciatura (el caso de Marguerite fue excepcional en todos los sentidos).
Finalmente el 21 de marzo de 1946, Marguerite presentaba su tesis L’élément 87: Actinium K . Su última frase recogía el privilegio del descubridor: “El nombre Francio, Fa, se propone para el lugar 87” (hoy día el símbolo del francio es Fr).
Marguerite no consiguió el reconocimiento del Nobel, pero si abrió unas puertas que ni siquiera Marie Curie pudo abrir: en 1962 se convirtió en la primera mujer elegida miembro de la Academia de Ciencias de París. Como dijo Irène al terminar Marguerite la defensa de su tesis: “Hoy mi madre se habría sentido feliz”.
Sobre el artículo original
Marguerite Perey, la otra hija de Marie Curie fue publicado el 16 de febrero de 2012 en la serie Químicos Modernos del blog Experientia docet.
Un especial agradecimiento al autor del artículo por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.
Sobre el autor
César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance.
8 comentarios
Casi me avergüenza reconocerlo, pero no la conocía. Muchas gracias y felicitaciones por el artículo.
Marie Curie no deja de asombrarme, no por gusto está considerada entre los científicos más prominentes del mundo. Es una lástima que el papel de la mujer en la ciencia fuera tan atacado por siglos, sino de seguro hubieran muchas mujeres como ella.
En 1917 quedaba por descubrir algún elemento más que el 65, 85 y 87: Tecnecio, (43), Perrier y Segrè, 1937.
Tiene razón, y no, al mismo tiempo. Para Perey el 43 estaba descubierto.
Por descubrir, lo que se dice descubrir, quedaban esos tres. El tecnecio, como el nombre que le dio Segrè indica, se sintetiza. Por lo tanto su trabajo junto a Perrier confirma su existencia, pero no lo descubre. Por otra parte, y lo que es más importante para lo que nos ocupa, desde el punto de vista del conocimiento de la época de Perey el 43 ya había sido descubierto por Ogawa en 1908, el nipponio y aparecía con el símbolo Np en la tabla periódica que publicó Loring el año siguiente.
Otra cosa es que los intentos de replicación continuasen y solo en 1925 quedase claro que el nipponio era renio tras el trabajo de Noddack, Berg y Ticke (Ida Ticke después sería conocida como Ida Noddack), que también afirmaron haber encontrado el 43 basándose en una señal muy débil de rayos X; hasta le dieron nombre, masurio, que reemplazó al nipponio en la tabla periódicas de la época.
Si nos ponemos puristas Kuroda sí descubrió (aisló de fuentes naturales) el tecnecio en forma de trazas (en una concentración bajísima: 0,2 microgramos por tonelada) en mineral de uranio proveniente de lo que es hoy República Democrática del Congo en 1961.
Más info:
https://books.google.es/books?id=PnchtxxJwNIC&pg=PT136&lpg=PT136&dq=loring+periodic+table&source=bl&ots=FvrhCwgCsE&sig=2OjlP2xBkw6Abv3CwXyHn8JDlFI&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjLtJrp8ffZAhVJshQKHVZqC_MQ6AEIRjAE#v=onepage&q=loring%20periodic%20table&f=false
Muchas gracias César!!
[…] Descubierto por Marguerite Perey en 1939, no estaba en la tabla original de […]
[…] Descubierto por Marguerite Perey en 1939, no estaba en la tabla original de […]
[…] en el Calendario Científico escolar 2020-2021 que un día como hoy en 1939 Marguerite Perey descubrió el francio. El número 87 de la tabla periódica, el último […]