Lucie Adelsberger, la médica judía que trató, con poco éxito, de salvar vidas en Auschwitz

Vidas científicas

El 27 de noviembre de 1940 en la Alemania nazi, una médica escribió una receta para un paciente. Ella era judía y por tanto su receta llevaba estampada una estrella de David, para señalar de manera inequívoca una condición que en ese lugar y ese momento era el equivalente a una condena. Se llamaba Lucie Adelsberger y, efectivamente, cumplió esa condena: pasó varios años en los campos de concentración de Auschwitz y Ravesnbrück.

Allí ejerció su profesión y trató de aliviar el padecimiento de los prisioneros, especialmente los enfermos de tifus, en las condiciones más duras imaginables. Salvar vidas estaba prácticamente siempre fuera de su alcance, aunque ella lo intentó de todas las formas que fue capaz. Tras su liberación, en los años posteriores escribió unas memorias en las que contaba su experiencia allí, lo que ha contribuido a preservar la memoria del Holocausto.

Cuando quiso huir de Alemania ya era tarde

Lucie Adelsberger.

Adelsberger nació en Núremberg, Alemania, el 12 de abril de 1895. Su padre era comerciante de vinos. Estudió Medicina en la Universidad de Erlangen y se licenció en 1919. Empezó a ejercer como pediatra en Berlín durante la época de la República de Weimar, previa al ascenso al poder de Adolf Hitler. Se dedicó también a la investigación clínica en el Instituto Robert Koch, con un interés especial en la alergología y la inmunología. Fue una de las fundadoras de la Sociedad Médica de Mujeres de Alemania y sus trabajos causaron mucho impacto entre sus colegas de la época y recibió una oferta para visitar la Universidad de Harvard.

Al principio la Gestapo, la policía nazi, le denegó el permiso para viajar. Más adelante sí obtuvo un permiso de diez días y viajó a Estados Unidos. Estaba allí en 1938 cuando se produjo la llamada noche de los cuchillos largos. Ante estos acontecimientos, el presidente de Estados Unidos del momento, Roosevelt, había dictado un decreto por el que cualquier persona que estuviera en el país y tuviera miedo de volver al suyo podía quedarse. Ella no quiso hacerlo: su madre, que dependía de ella, estaba en Alemania y no quería dejarla sola en un ambiente tan peligroso.

Y eso que sus perspectivas laborales se habían reducido dramáticamente con el régimen nazi en el poder. Desde 1933 se prohibió a los médicos y científicos judíos ocupar puestos de investigación en las universidades y participar en el plan nacional de atención sanitaria, que hasta ese momento había supuesto la principal remuneración por su trabajo. Desde 1938 tuvieron prohibido tratar a pacientes que no fueran también judíos. Más adelante Adelsberger trató de conseguir una visa para salir del país con su madre, pero no pudo hacerlo.

Obligada a adoptar el nombre de “Sara”

La receta. Berlin.de.

Adelsberger siguió por tanto viviendo bajo el régimen nazi. La receta con la que comenzábamos esta historia es de esta época. En ella el nombre completo que aparece es Lucie Sara Adelsberger. “Sara” no era el segundo nombre real de Adelsberger, pero en esa época uno de los decretos raciales instaurados por el régimen nazi obligaba a todas las mujeres judías a introducirlo en sus nombres para dejar clara su identidad. Los hombres debían usar como segundo nombre “Israel” por el mismo motivo.

El 17 de mayo de 1943, Adelsberger fue deportada a Auschwitz, uno de los mayores campos de concentración de Europa durante la Segunda Guerra Mundial y el más conocido como ejemplo del proceso de exterminio de la población judía y otras minorías que el régimen nazi puso en marcha. Adelsberger logró sobrevivir y años después publicó unas memorias en las que contó su experiencia allí, contribuyendo a mantener el recuerdo de lo ocurrido.

«No servía de nada, morían como moscas igual»

El campo de Auschwitz estaba en realidad compuesto por varios campos juntos: uno de exterminio, donde estaban las cámaras de gas, llamado Auschwitz II-Birkenau, un campo de internamiento principal, Auschwitz I, y uno de trabajos forzados, Auschwitz III. Adelsberger fue destinada a atender la enfermería de la sección del campo de exterminio donde estaban confinadas las personas de etnia gitana, entre quienes se había desatado una oleada de tifus. Sin ningún tipo de medicación ni opciones de tratamiento, en medio de las condiciones de higiene y hacinamiento más inhumanas, la médica contó en sus memorias que había poco que pudieran hacer más que tratar de consolarles y animarles. «No servía de nada, morían como moscas igual».

Adelsberger trató de ayudar a sobrevivir a cuantos prisioneros pudo de todas las maneras que fue capaz. Además de tratar de curar y consolar a los enfermos, ayudó a otras personas a ocultar enfermedades o debilidades que los guardias y médicos nazis, de haber percibido, habrían usado como motivo para enviarles a la cámara de gas, ya que quien no estaba en condiciones de trabajar era considerado inmediatamente prescindible y gaseado.

Pero las ocasiones en las que Adelsberger pudo salvar alguna vida fueron muy, muy pocas, y el hecho de ser médica en un lugar así le puso ante terribles dilemas éticos que contaría más adelante en sus memorias. A Auschwitz llegaron algunas mujeres embarazadas, algo que, de ser detectado, significaba la muerte inmediatamente para ellas. Pero si no era detectado y el embarazo se desarrollaba en el campo de concentración, las cosas no eran mejores ni para ellas ni para el bebé, que solían ser asesinados en los días siguientes al parto.

La ética médica dice que si durante el parto la vida de la madre y la del bebé están en riesgo, la prioridad debe orientarse a salvar la vida de la madre. Las prisioneras médicas actuaban discretamente siguiendo este precepto: el bebé tenía que morir para que la madre pudiese vivir. Muchas mujeres no superan el shock de la muerte de su hijo y no nos han perdonado ni a nosotras ni a sí mismas.

Un legado para erradicar la brutalidad

El 18 de enero de 1945, a medida que las tropas soviéticas avanzaban hacia Auschwitz, los oficiales nazis obligaron a los prisioneros a iniciar una marcha a través del frío y la nieve. Muchos de ellos murieron o fueron asesinados por el camino. Adelsberger sobrevivió y fue enviada a otro campo, el de , en Alemania. Finalmente fue liberada el 2 de mayo de 1945.

Lucie Aldeberger (hacia 1960). Museum im Robert Koch-Institut.

Tras la guerra, Adelsberger emigró a Estados Unidos y se estableció en Nueva York, donde trabajó como investigadora en cáncer hasta el final de su carrera. Murió el 2 de noviembre de 1971.

En sus memorias, Adelsberger hizo un apasionado alegato pacifista:

Este informe cuenta la historia de las víctimas no con la intención de abrir viejas heridas sino para que sea un legado para nosotros los judíos y para toda la humanidad. Cumplirá su objetivo solo si nos enseña, a nosotros que nos consideramos criaturas de Dios, a ser mejores personas, a amar de verdad al prójimo y a trabajar para erradicar la brutalidad de la faz de la Tierra.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.

Este sitio está protegido por reCaptcha y se aplican la Política de privacidad y los Términos de servicio de Google